La marca de Caín y los celos
Sinopsis
Dean tiene la marca y esta, además de darle ese impulso de ira, le hace ver cosas donde no las hay. Como ver a su hermano mintiendole cuando sale con Castiel.
Contenido: Insinuación al Sastiel.
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Trataba de no pensar en la marca, pero era imposible fingir que todo estaba bien. Nada estaba bien. Primero su mano temblaba por las ansias de sangre. Luego cuando pensaba en que podía llamar a su ángel, este no le contestaba, o decía estar muy ocupado para hablar. Para aumentar su tormento, su hermano empezó a salir con variar excusas dejándolo solo y con la marca consumiendolo lentamente.
Sam empezó a salir casi todo el día. Por momentos se preguntaba a donde iba que no podía tan siquiera avisar. Ya era un adulto y no le debía explicaciones, sólo que había muchas creaturas afuera que intentan matarlos y podía avisar si aún estaba vivo. Un día salió antes de que Dean se levantará, algo muy temprano ya que casi no dormía, y llegó pasado el medio día
—Hey —cerró la computadora al ver a su hermano bajar las escaleras.
—Eh, hey—
—Uh, Sammy. ¿A dónde sales tanto últimamente? —cambió el tono despreocupado a uno más serio.
—¿De qué hablas? Yo salgo mucho —Sam lo miró con fingida extrañes.
—No, no lo haces—
Sam miró el rostro serio de su hermano y se empezó a poner nervioso.
—Yo, eh. Verás, he estado saliendo con alguien. Sé que no es momento, pero sé que entiendes que no es fácil encontrar alguien con nuestra vida—
Dean suspiró y sintió. No podía ser egoísta y quitarle lo poco bueno que podía pasarle a su hermano menor. Todo eso de la marca es mucho para ambos y su hermano merecía algo bueno.
—Bien, lo siento, espero que sea una chica buena. Y si esto va en serio, espero conocerla —le dio una sonrisa. Sam asintió y le dijo que lo haría.
Eso pudo terminar ahí, pero no lo hizo. Pensó en hablar con Castiel, o al menos intentarlo, pero cuando le llamó por teléfono, este no contestó. Volvió a intentar, y no respondió igualmente. Pensó en ver a su hermano y quitar esa sensación de vacío al no saber nada de Castiel. Ese tema era complicado.
Por supuesto que tenía cariño por el ángel. Lo amaba como parte de su familia... sólo que no sabía todavía como que miembro de ella. Se podría decir a sí mismo que como un hermano, pero sabía perfectamente que no ves a un hermano de ese modo en que se miran. Últimamente estaban muy distantes y lo extrana tanto. Deseaba oír su ronca voz y escuchar sus relatos extraños. Le encantaba oír lo que pensaba ese ser tan complejo y simple a la vez. Lástima que él no quería oírlo de vuelta.
Para evitar pensar en su ausencia, caminó a la sala en busca de Sam para saber si querían ver una película para distraerse.
—¡Sam! —gritó por el búnker pero Sam no contestó. Estaba por ir a su habitación cuando un sonido llamó su atención. Era el celular de Sam, tenía una llamada entrante —¡Sam, ¿dónde estás?! ¡Tu teléfono está sonando! —
Después de esas palabras Sam salió del corredor a toda prisa. Pudo no ser nada, pero antes de Sam pudiera tomar el celular pudo ver claramente unos milisegundos antes quien era quien llamaba.
Era Castiel.
Su ángel no le respondía sus llamadas pero si llamaba a su hermano.
Miró con el ceño fruncido como Sam agarraba el teléfono y corría a su habitación, unos minutos después salía del búnker diciendo que tenía que ver a su supuesta cita. ¿Cita? ¿Estaba saliendo con Castiel? No, imposible. Sam ni siquiera era gay o bisexual. Sam jamás le haría algo así... ¿O si?
Con la cabeza en un lío, decidió tomar un poco de muchas cervezas para silenciar sus pensamientos. Esos que le decían que su ángel no lo quería del mismo modo. Que prefería a su hermano. Que su hermano lo traicionaba y más. Término ese día rendido en el piso de la cocina hasta que los packs de cerveza se acabaron y su cabeza pudo estar en silencio.
Las cosas empezaban a verse normales otra vez, hasta tenían un caso para olvidar lo de la marca y las mentiras de su hermano. Sólo que nada estaba bien y no podías hacer como que si lo estaba. Ese día, cuando salía de la escena del crimen para decirle a Sam lo que pensaba del caso, este estaba en el teléfono con alguien. Sam estaba de espaldas y no lo vio llegar. Justo cuando estaba algo cerca, y antes de que colgara, escuchó lo último que dijo. "Te veré ahí, Cas"
—Hey, ¿quién era? —
—Uh, telemercadeo. ¿Qué encontraste? —
Ahí estaba de nuevo. Y su hermano volvió a mentirle. Sonrió y le dijo lo que encontró. Al finalizar el día tenían resuelto el caso, pero no lo que pasaba entre su hermano y el chico del cual no sabía como definir sus sentimientos. Decidió no decir nada y ver hasta cuando seguirían mintiendo.
Pasaron unos días y Sam seguía saliendo con excusa estúpidas. Castiel lo seguía ignorando y él seguía matando más, y más, su mente. La marca ayudaba mucho en ellos, ya que le ponía imágenes en su cabeza donde el ángel y su hermano se encontraban, se veían y se besaban. Él le decía que lo amaba y poco a poco todo terminaba en otra cosa. Ambos se demostraban su amor mientras el mantenía su cabeza entre sus manos llorando de rabia. Tiró todo a su paso y bebió todo el alcohol que pudo encontrar.
Cuando Sam llegó, fue hasta el otro día. Dean bebía café y miraba todos sus movimientos. Llegó, dejó sus cosas en la mesa y entró a tomar café. Dean se movió y se sentó en la computadora a seguir investigando como sacar eso de su brazo, ahora más que nunca se enfocaba en eso para olvidar lo demás.
Juró que no quiso esa oportunidad, pero sola se presentó. El teléfono de Sam empezó a vibrar, estaba justo a un lado en la mesa. Estaba llamando alguien, así que lo tomó. Que casualidad, era Castiel. Esta vez si contestó.
—Sam, tenemos un problema. Debes venía ahora y...—
—Hey, Cas—
—¿Dean?—
Notó el cambio en su voz. Tenía miedo y estaba nervioso, mientras él estaba a nada de explotar en furia.
—Si, Sam no está. Espera a que venga y te lo pasaré, seguro tienen tanto que hablar —habló con furia disfrazada de calma —Oh, y no te preocupes por mí, estoy de maravilla. Ahí está Sam, adiós—
Sam miró con la boca abierta como Dean se despedía de Castiel y le pasaba el teléfono.
—Te espera tu cita, seguro quiere que salgas a verlo —
—Dean, deja que...—
—No, Sam —apretó la mandíbula, ya no podía fingir que estaba calmado con la situación.
—Dean, tú no entiendes, no es lo que crees. Verás, Castiel y yo...—
—¡¿Castiel y tú qué?! No quiero saber el como lo pasan de bien tú y él. El como se han de ver y mostrar cuando se aman. Yo estoy bien, siempre lo estoy. No me interesa lo que hagan, pero no deseo estar en medio de esto —
Y salió a su cuarto donde se encerró de un golpe. Pateó la cama y derribo lo que había en su escritorio, las lágrimas amargas empezaron a salir pronto. Estaba harto de jamás tener algo bueno. Ni un solo momento o una sola persona. No tenía nada.
Jamás lo tuvo.
La marca en su brazo quería sangre, quería matar y él ya no tenía ganas de luchar. Así que dejó que saliera.
Cuando despertó, estaba en una casa desconocida. Enfocó su vista y notó lo que había hecho. Había matado a una familia, todos hombre, hermanos tal vez. Los había matado de forma lenta por lo que notó. Miró sus manos y tenían sangre. Miró todo a su alrededor y el monstruo en el que se convirtió. Sus manos temblaron y lágrimas salían de sus ojos.
Había tocado fondo y no tenía a nadie para ayudarlo. ¿Por qué debía tener a alguien si era lo peor que había? ¿Quién quisiera estar a su lado? Por eso no tenía a nadie. No es como lo mereciera. Ha hecho tantas cosas mal y nunca pensó que mereciera algo. La verdad era que se odiaba más de lo que alguien podría hacerlo. Nada bueno podía pasarle si pensaba que no valía la pena.
Pensó en irse lejos y dejar ser feliz a su hermano con Castiel, así que se levantó y se aseo lo mejor que pudo. Salió de esa casa y por suerte su impala estaba ahí. Lo tomó y condujo sin sentido, sólo lejos. Llegó a un mirador. Salió y se acostó en el capó a ver las estrellas.
—Dean —
Su cordura ya era inexistente, podía jurar que esa era la voz de su ángel.
—Dean—
Volvió a escucharla y abrió los ojos de cuando los cerró para dormitar. Los abrió y notó que no era una alucinación. Era Castiel, en realidad era él.
—¿Qué haces aquí Cas? Deberías estar con Sam. Me iré lejos, ahora podrán ser felices. Al menos alguien debe serlo —lo miró de reojo —Además, ¿cómo me encontraste?—
—Por el GPS de tu celular, aún lo llevas en el auto —Castiel se acercó y lo miró con tristeza.
—Bien, ahora vete y déjame estar solo—
—No es lo que crees, Dean. No sabía de lo sentías por mi hasta que tuvo que pasar esto —
—Esta bien, lo entiendo. Fue mi culpa por no decirte antes, supongo que no soy valiente ni para esto —rió con melancolía.
—No, Dean. Eres la persona más valiente que he conocido. Te has enfrentado a demonios poderosos, a Lucifer, al apocalipsis y muchas cosas más. Tú vales tanto —
—Podré hacer todo eso pero no puedo decirle a la persona que amo lo que siento. Jamás te lo dije y ya no importa —
Castiel lo abrazó cuando Dean se paró. Lo tomó fuerte y escondió su cabeza en su cuello.
—Yo también te amo, Dean. Jamás pensé que lo sintieras como yo, sabía como son tus pensamientos y no quería incomodarte. —se separó y tomó su cara entre sus manos —Deja que te explique lo que pasa con Sam, no es lo que piensas. Nosotros no tenemos un romance o lo que imaginas, estamos trabajando para buscar una cura para la marca—
—¿Qué?
—Sam no quería que lo supieras porque estabas tan decidido en dejarlo así y caer lentamente en ella. Ninguno quería verte así. Jamás dejaría que nada malo te pasara... porque tu significas demasiado para mi—
—No estás con Sam... ¿En verdad me amas?—
—Desde el momento que te saqué del infierno—
Dean lo tomó de la cintura mientras se lanzaba a besarlo. Castiel lo apretó de la cara mientras correspondía. Cuando se separaron, se miraron a los ojos con un brillo inigualable.
—¿Dejarás que busquemos una solución?—
—Esta bien, sólo que no más secretos —le dio un pequeño beso. —Te amo tanto, Cas —
—Yo también—
—¿Qué te parece si nos quedamos un poco más aquí antes de regresar?—
—Iría a cualquier lugar donde estuvieras tú. Siempre voy cuando llamas —
Y ambos vieron el cielo pensando en el futuro juntos. Sólo las estrellas sabrían de cuánto realmente se aman.
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