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Capítulo 1

—Viene una chica nueva, por favor, no lo arruinen está vez.

"Kate, estamos juntas en esto, o todas la arruinamos o todas la salvamos" dijo Kath, dentro de su cabeza, aunque la escuchaba tan claro que Kate podría jurar que le había hablado al oído.

Suspiró, intentando relajarse, estaba muy nerviosa.

Las últimas tres acompañantes que había tenido se habían ido, porque no podían convivir con aquellas cinco personas completamente distintas que compartían un mismo cuerpo.

Por suerte habían sido amables, no la llamaron loca ni le gritaron, ni nada, sólo se habían ido y no volvieron a hablarle.

O al menos era lo que Kate sabía, pero ella al ser la anfitriona, las otras personalidades no le contaban nada de lo que pasaba.

Kate había sido diagnosticada con Transtorno de Identidad Disociativo hacia tres años, cuando luego de su baile de graduación algo había ido muy mal.

Esa noche de había ido con Carol, a su casa, siendo su interés amoroso estaba más que claro que su intención era tener sexo con ella, pero fueron un par de besos calientes y después ya no recordaba absolutamente nada.

Despertó al otro día en el hospital, no tenía idea de qué había pasado.

La enfermera, el médico y el psiquiatra que la visitaron y la cuidaron un par de semanas la ayudaron a adaptarse a la nueva noticia.

Esa noche se había sentido algo incómoda con los besos de Carol, y fue suficiente para que otra parte de su ser tomara el control, aquel que después conoció como Elizabeth su protectora, encargado de protegerla de cualquier situación sexual con la que no se sintiera a gusto.

Carol se había dado cuenta que había algo mal, y se detuvo, cuando le preguntó si estaba segura, fue Elizabeth quien asintió, pero la mayor seguía notando algo raro.

Quizás si Carol hubiera seguido, hubieran tenido sexo desenfrenado, para que al otro día no recordaría nada y culpara al alcohol, pero no fue así, porque la mayor era muy buena, demasiado.

Elizabeth era muda, y sabía lenguaje de señas, y fue luego de un rato que respondió con sus manos a las preguntas de la otra.

Kate no tenía ni idea del lenguaje de señas, luego de aquello, Carol se había alejado y llamó a sus padres adoptivos, y de allí al hospital, creyendo que había algo malo, porque ninguna de las actitudes de Elizabeth coincidía con las de su hija.

Se dieron cuenta que allí no estaba la niña que habían adoptado cuando tenía once años: Elizabeth diría que sí a todo, incluso a cosas que Kate odiara, y también estaba el hecho de que no hablaba y se comunicaba con señas, aunque intentaba hacerlo lo menos posible, esa no era su hija, esa no era Kate.

Al explicarle lo sucedido al médico de guardia del hospital, la situación no estaba ni cerca de terminar.

Todo ya estaba lo suficientemente raro cuando apareció una tercera persona.

Kath, cómo se había presentado después, la protectora principal, y fue quien respondió todas las preguntas del médico, y de psicólogo de guardia, una pobre estudiante que parecía muy asustada.

—No estoy en condiciones de responder —dijo, con una voz más grave y seria, definitivamente más intimidante que el tono de voz normal de la joven que todos conocían—. Mamá, ¿podemos ir a casa? Estoy cansada.

—Nadie se va a ir hasta que esto termine de explicarse, Kate. —dijo la mujer, y la chica asintió sin ganas.

—Estoy bien, son sólo un par de voces, nada más. —dijo, sonaba realmente relajada y convincente.

Por ese entonces, Kate estaba diagnosticada con esquizofrenia, erróneamente, lo suyo era completamente diferente.

—Debe ser que bebí mucho en el baile. —dijo, se encogió de hombros.

Fueron varios minutos dónde Kath intentó parecer Kate, y a pesar de que era bastante convincente en algunas ocasiones, no podría imitar de forma perfecta a la hija de los Bishop.

Semanas después, Kate estaba correctamente diagnosticada con TID.

Y a partir de ese diagnóstico todo pareció empeorar, no se suponía que ella, Kate, la anfitriona, la principal al volante de la vida, tenía que saberlo.

Las demás personalidades lo habían ocultado años, y les estaba saliendo bien, cada una tenía un función y la cumplían perfectamente para que Kate pudiera vivir una vida normal y feliz.

Le tomó meses en terapia que los cinco retomarán un orden, que Kate aceptara que en verdad, tenía un Transtorno bastante grave y aterrador, y que esa vocecita en su cabeza que le decía que se lo estaba inventando y que era todo falso, era sólo Kath que intentaba seguir con la mentira.

Le tomó poco más de un año terminar de aceptar su Trastorno, y terminar de conocer a las otras personalidades.

Quizás tenía un poco de suerte porque Kath sabía muchísimo del tema, la protectora había visto videos, leído textos científicos y estudiado bastante el tema en cuanto también se enteró al respecto, muchos años antes que Kate, cuando sintió que había algo malo con ella, e investigó en internet.

Porque si, los Alters no nacían sabiendo todo, pero podían enterarse de las cosas en distintos momentos.

La protectora le enseñó mucho al respecto, y especialmente acerca de los roles y las tareas de cada una, Kath tenía todo el sistema organizado, era muy meticulosa y muy perfeccionista, no iba a permitir nada que fuera un problema le ocurriera, a ninguna de ellas.

Luego de ser dada de alta en su terapia, decidió seguir con su vida y estudiar fotografía, y Kath también se interesó en la carrera, con su apoyo, le estaba yendo bastante bien.

Dejando de lado sus problemas sociales, porque todo el campus sabían de su condición.

Por eso no tenía amigos, y técnicamente, una personalidad dentro de tu cabeza no es un amigo.

Kath sólo quería tener un amigo, alguien con quién compartir un rato y estar bien, alguien con quién contar.

Un poco más que tener un amigo buscaba tener una linda novia, pero considerando sus problema sociales no podía pedir tanto.

Terminó de limpiar la casa por tercera o cuarta vez, y ya estaba todo más que lustroso, su cabeza dolía porque había dos voces que le decían que dejara de limpiar que estaba todo perfecto, pero Kate necesitaba hacer algo para cambiar sus nervios.

Cerca de la tarde, la puerta sonó, indicando que su esperada compañera había llegado.

—Por favor que no haya visto Fragmentado y diga que soy una asesina, por favor... —rogó en voz baja la pelinegra.

Del otro lado esperaba una chica linda, muy linda, cabello rubio y ojos alegres, labios esponjosos y mejillas rosadas que combinaban perfectamente con su suéter peludo y bastante grande, que la hacían ver cómo un juguete de peluche gigante.

—Oh, qué linda. —dijo, una voz infantil y más aguda de lo normal, y la recién llegada alzó sus cejas sorprendida.

Digamos, Yelena esperaba ver algún cambio de personalidad en algún momento pero eso había sido más rápido de lo que esperaba.

Los ojos de la pelinegra se perdieron un segundo y después volvieron a enfocarse en ella, sus mejillas enrojecieron con vergüenza y acomodó su cabello detrás de sus orejas.

—Oh, lo siento, lo siento, ¿dije algo? —preguntó, era Kate— No fue mi intención, no fui yo fue... —se mordió el labio con fuerza, avergonzada.

"Ya la cagamos" pensó, para ser escuchado por los demás.

—Oh, tranquila, no fue nada malo —dijo la linda chica—. Soy Yelena Belova, tu nueva compañera. —se presentó la rubia.

—Soy Kate Bishop. —murmuró, seguía avergonzada, pero si se había calmado un poco con el tono amable de la nueva.

La hizo pasar, la vio llevar la valija grande de color negro, y un bolso, tenía una mochila al hombro que debía llevar cosas de la universidad, le indicó cuál era el dormitorio, que por supuesto era compartido, Yelena decidió acomodar su comida primero, así que llevó su bolso hacia la pequeña cocina-comedor que tenía el pequeño departamento.

Kate estaba muy nerviosa y comenzó a jugar con sus dedos, más que eso, los retorcía para generar pequeños dolores y concentrarse en otra cosa.

—Bueno, como debas saber yo... Tengo personalidad multiplique.

—¿Qué no se llama Trastorno de Identidad Disociativo ahora? —preguntó Yelena, mientras guardaba un par de paquetes de arroz en la alacena— ¿TID?

—Sí, bueno se dejó de llamar así hace un par de años y... —su voz se volvió torpe y de nuevo su vista se perdió un segundo, para volver a enfocarse, esta vez más seria, su voz sonó más grave— Hace treinta años, corrijo, sí.

Yelena estaba sorprendida y no pudo evitar reír un poco.

—Ay, no... Otra vez, lo siento. —Kate escondió su rostro entre sus manos, quería llorar.

No podía tener una conversación normal con alguien normal sin que alguna se metiera en el camino, todas estaban revoltosas en su cabeza y dando vueltas para conocer a la nueva compañera como si fuera algo emocionante, lo mismo habían hecho con las anteriores y así las habían espantado.

—Hey... Tranquila —Yelena se acercó a ella, colocó una mano en su hombro con una leve caricia—. Sabía de eso pero no tenías la obligación de decírmelo de todas formas —se encogió de hombros—. Digo, es sólo mi opinión.... Nadie aclara su forma de ser y tú no deberías obligarte a decirlo. Pero no hay nada de malo y no es un problema, está bien, por favor no te sientas mal, no puedes controlar cuando aparece alguien más, ¿verdad?

Kate negó, estaba sonriendo de forma honesta, y se sentía bien, bonita por dentro, con unas palabras tan simples, que no esperaba de su nueva compañera.

—Gracias, Yel —dijo—. Yelena —se corrigió.

—Ambas formas están bien —dijo, restándole importancia—. Kate, ¿puedo preguntar algo al respecto de eso?

"Seguro va a preguntar cuál es la asesina, quien la matará mientras duerme" dijo Kath.

Kate suspiró y asintió.

—¿Cuántos son? ¿Y tienen nombres? No tienes que contarme de alguien que no quieras, ya sabes, pero tengo curiosidad por las otras dos de hace un rato.

—Oh —dijo la pelinegra, asintió—. Creo que está bien, ellas no son malas.

—No creo que alguna sea mala, Kate —dijo Yelena—. Cómo todos, deben tener cosas buenas y malas pero son personas.

"Me gusta" dijo Lady, la más pequeña, con su voz aniñada.

—La que te recibió se llama Lady, es una niña pequeña, tiene nueve, así que cuídala.

Yelena asintió, terminó de guardar un frasco de café instantáneo y ya había terminado, se volteó hacia ella y se sentó en la silla de libre de la mesa comedor.

—Y la otra es Kath, ella sabe bastante del TID, por si tienes alguna duda, puedes preguntarle, aunque es un poco... —pensó la palabra, con la nombrada interesada en el término que iba a usar— Reservada... Y hay otras más, somos cinco en total pero las otras dos no deberían salir.

—Bien —Yelena asintió—. Es un gusto conocerlas, gracias Kate.

—De nada. —murmuró una voz, más pequeña y tímida, y Yelena supuso que era la niña.

—Estudio Psicología, estoy en tercer año, y sé algo del tema, de todas formas no quiero preguntar mucho porque no quisiera molestarlas.

—Oh, bueno... Estamos acostumbradas a que las nuevas tengan muchas preguntas así que no es una molestia.

—Si, pero no quiero ser invasiva, y la convivencia se trata de conocernos con el paso del tiempo y estará bien, sólo quiero llevarme bien con ustedes.

Kate asintió, con una sonrisa en el rostro, se notaba en el leve brillo de sus ojos que se estaba ilusionando, demasiado.

—A mi también me gustaría que nos llevemos bien, Yelena —murmuró—. Y ser amigas. —dijo, más bajo.

—Pues qué bien, buscamos lo mismo. —dijo, y sonrió de forma encantadora.

Kate no pudo responder y sólo se la quedó admirando un momento, para luego apartar la vista y concentrarse en la nada, Yelena sabía que aquello era algo que solía pasar con el TID, simplemente se quedaba centrado en su mundo interno y se perdía un poco de la realidad.

Continuó guardando su ropa en su nueva cajonera, y cuando terminó sacó el cuaderno que tenía especialmente para anotar todos sus descubrimientos, los que trataría en su proyecto final sobre el TID.

Incluso, la primera hoja decía, en una letra prolija "Descubriendo Trastorno de Identidad Disociativo: Proyecto "Kate Bishop", ¿Se puede vivir con TID?".

Fue a la segunda hoja para escribir sobre las tres personalidades que había conocido, en tono formal, casi científico, como si su convivencia fuera sólo un experimento.

Y esa era su objetivo, nada de hacer amigas.

Nadie quería ser amiga de una persona que en realidad eran cinco.


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