。:゚ 04
"El sujeto reacciona de forma positiva ante los cumplidos y halagos, no parece ser que las demostraciones de amor sean un desencadenante, debería estudiar las reacciones de los demás Alters."
Chan cerró el cuaderno, y lo guardó en su cajonera.
Su trabajo estaba avanzando bastante bien, tenía ya unas cuantas páginas de anotaciones.
Llevaba un mes viviendo con Yang, y tenían muy buena convivencia, ni Jeongin ni ninguno de sus Alters comían su comida, no lo molestaba cuando tenía que estudiar, no era ruidoso, y se iban a dormir y despertaban a horarios muy similares, así que no era molestado por luces encendidas o ruidos en la cocina.
Jeongin era un compañero de cuarto ideal, y Chan no podía entender por qué todos huían de él.
—Hyung, le llegó un paquete —le dijo Jeongin, cuando volvió de sus clases una tarde—. Está sobre tu cama.
Le agradeció y fue a ver, aunque ya sabía lo que era.
El Señor Choi le había recomendado comprar aquel juguete, esperaba que fuera un desencadenante, y de alguna forma "despertara" a la personalidad que no había conocido aún, a Innie, el que Jeongin dijo que era un niño pequeño.
Y qué mejor para un niño pequeño que un lindo juguete de peluche.
Sonrió al ver el zorro café con blanco de peluche, tenía orejas largas y ojos muy grandes y exagerados, llenos de brillos y del color del arcoíris.
—¡Jeonginnie! —salió del cuarto hacia la cocina-comedor, donde el castaño estaba trabajando en su computadora—. Mira, es un regalo para ti.
—Chan, no deberías... —su voz se apagó cuando vio el juguete, se quedó boquiabierto unos segundos, luego rio de forma pequeña y adorable, una gran sonrisa ocupó su rostro—. Es muy lindo —dijo, su voz infantil era muy hermosa.
Chan se lo dio y el castaño se levantó para tomarlo, abrazó al peluche, olió su aroma a nuevo y luego volvió a mirarlo, tenía una sonrisa muy inocente y tierna.
—¡Gracias! —dijo, y prácticamente se arrojó sobre él para abrazarlo con fuerza, cosa que sorprendió un poco a Chan.
Jeongin era algo tímido para el contacto físico, se notaba que aquel otro no tenía vergüenza de abrazarlo.
—De nada, ¿Innie?
—Soy Innie, sip. ¿Tú eres el novio de Jeongin?
—¿Qué? —Chan se ruborizó de forma furiosa y rio, algo incómodo.
—Sé que a Jeongin le gusta alguien —dijo, giraba levemente sobre sus pies al igual que un niño inquieto—. Y eres el único que está con él.
—Oh, no. Vivimos juntos, pero no soy yo, Jeonginnie se junta con otras personas, con sus amigos.
El menor sonrió tan ampliamente que sus ojitos se cerraron bastante, sus mejillas resaltaron en el más sutil rojo.
—Nadie le dice Jeonginnie —murmuró, en una voz alegre—. Y Jeongin no tiene amigos, no se junta con nadie, tú eres el único.
Chan estaba algo ofendido, porque Jeongin solía hablar de un par de amigos que tenía entre sus clases de fotografía.
No tenía ninguna razón para sentirse de ese modo, pero de alguna manera no podía evitarlo.
Quizás le decía que tenía más amigos sólo para no dar lástima.
—Yo soy amigo de Jeongin, él si tiene amigos —dijo, luego de un momento en silencio, en donde Innie se encargaba de ver a su zorrito y sonreír.
—Eres el primer amigo en mucho tiempo —murmuró, por más que sonreía muy contento Chan se sintió algo triste—. I.N quiere que me vaya, luego voy a jugar con el zorrito —dijo, sonriendo de esa forma tan pura y bonita—. Gracias, Channie.
La sonrisa brillante se borró y el ceño del castaño se frunció, miró al juguete.
—Es... —buscó la palabra indicada.
—¿Estúpido? —preguntó Chan.
—No, a Innie le gusta, no puedo decir eso... es peligroso. ¿Cómo se te ocurre hacer esto para que un niño pequeño salga? —I.N fue hacia el dormitorio, y dejó el peluche sobre su cajonera.
Mientras, Chan, aún en el comedor, se preguntaba cómo era que I.N sabía lo que había hecho, y debía admitir que tenía miedo.
Tuvo que recordarse a sí mismo que no había forma en la que I.N leyera su mente, sólo hacía acusaciones para ser brusco y que se alejara, porque todo lo consideraba un peligro.
Era el protector principal, y muchas veces solían ser exagerados, encontrando todo como un problema o un peligro de muerte.
—I.N.
—Soy Jeongin —respondió de forma tosca.
—Sé que no lo eres y no hay ningún problema con ello, en serio, el TI-
—No jodas —lo interrumpió.
—Hey, no te he hecho nada —dijo Chan, en voz algo baja, ofendido por lo bruto que era aquel chico.
I.N pareció pensarlo un momento, finalmente se acercó a él, estaba muy serio y sabía bien cómo lucir amenazante.
—Mira, Bang Chan, puede que a Foxy le caigas bien, puede que a Jeongin le gustes y puedes comprar a Innie con todos los peluches del mundo, pero mi confianza y mi respeto no te lo vas a ganar tan fácil —dijo—. No tengo ni puta idea de quién eres y no tengo ni una pizca de interés en saberlo, y te advierto: Si llegas a lastimar los sentimientos de Jeongin, o de cualquiera de los demás, te romperé todos los huesos.
Chan alzó sus cejas y tragó duro, evidentemente asustado
—Yo no quiero lastimarlos —dijo, en un murmullo—. Quiero llevarme bien con ustedes, aún me queda bastante en la universidad y serían mis compañeros.
» No soy malo y sé que ustedes tampoco.
I.N se quedó en silencio, mirándolo fijamente, y era de verdad intimidante.
—Si llegas a hacer algo mal, seré el primero en golpearte —dijo, y Chan iba a responder, pero su compañero parpadeó unas cuantas veces y vio al rededor, confundido—. ¿Qué me perdí? —preguntó Jeongin y el mayor rio ligeramente.
—A Innie le gustó mi regalo y I.N vino a decirme que me quiere.
—No es cierto —y ahí estaba esa voz grave e intimidante de nuevo y el lindo castaño que le fruncía el ceño, Jeongin negó para apartar al otro Alter de su cabeza—. Dios... —masajeó sus sienes, algo molesto por tantos cambios.
Chan soltó una carcajada, porque aquello había sido divertido.
—Hey, ¿estás bien? —preguntó, tomando sus brazos.
Jeongin asintió.
—Sí, sólo... Tomaré un té y el dolor de cabeza se va a ir —avanzó hacia la cocina, pero al parecer estaba más mal de lo que aparentaba, porque se dio con el marco de puerta en toda la cara.
De inmediato soltó un quejido y retrocedió unos pasos, apretando su nariz.
—Oh, Jeonginnie —Chan se acercó a él, tenía pequeñas lágrimas de dolor en sus mejillas.
Se sintió tonto y avergonzado.
—Estoy bien, estoy bien —dijo, Chan limpió sus lágrimas con la manga de su buzo, y respiró profundo para controlar el llanto, en segundos el dolor de su cara se había atenuado a una molestia.
—Ven, te acompaño —dijo Chan, con una sonrisa encantadora, tomó su mano y lo guio con cuidado hasta la mesa del comedor, dejándolo sentado en la silla—. ¿Quieres hielo?
—Sí, por favor —murmuró, y en segundos tenía un paquete de espinaca congeladas en la cara—. Gracias, Chan...
—No hay de qué. ¿Quieres tu té? —Jeongin asintió, y Chan lo preparó para él, al mismo tiempo que hacía un café con leche para sí mismo.
Entre el proceso, no pudo evitar pensar en las palabras del pequeño Innie.
"El novio de Jeongin, a Jeongin le gusta alguien..."
De repente sentía a su corazón acelerarse y a sus mejillas enrojecer, y se sintió algo tonto.
Pensó en preguntarle al respecto, pero prefirió quedarse callado, le llevó el té a la mesa, Jeongin dejó a un lado la bolsa de congelados.
—¿Mejor? —dijo, y el castaño asintió.
—Gracias —dijo, en un murmullo, aún estaba algo avergonzado por toda esa escena estúpida.
—No hay de qué, Jeonginnie.
Merendaron en silencio, y Chan no podía sacarse las palabras del menor de la cabeza.
Le gustaba a Jeongin.
En parte se sentía estúpido por pensar en aquello una y otra vez, por otra parte, se sentía culpable.
Él estaba siendo extremadamente bueno con el menor, todo a pedido del Señor Choi (aunque en general, él siempre había sido igual de buena y atento con todos, era su forma ser, su profesor sólo se lo había remarcado), el hombre creía que el primer paso para un buen trabajo de análisis e investigación de un sujeto tenía que ser ganar su confianza, ya con la confianza de Jeongin sobre él, el menor haría todo más fácil.
Claro que ganar la confianza de alguien y enamorarlo eran dos cosas distintas.
Sólo tenía que vivir con él, usar distintas técnicas psicológicas para ganar su confianza y atención, y luego hacer lo necesario para obtener los resultados que quería, para todas las preguntas que se le pudieran ocurrir.
Esa última parte del trabajo era libre, él podía investigar lo que quería, quería centrarse en la vida de Jeongin, y en los otros Alters, en lo cotidiano, en lo bueno y en lo malo de la vida diaria, en los problemas que podían causarle el TID en su rutina.
Aunque su profesor le había sugerido investigar cosas más fuertes, como los desencadenantes, su pasado, sus traumas, las razones por las que tenía TID... Y seguía insistiendo con eso aún.
Pero a Chan le parecía demasiado cruel jugar con los traumas y el pasado de alguien más, de hacerlo tener ataques de pánico sólo para ver cómo era su reacción sólo por un estúpido trabajo.
—¿Sabes cuántos hijos de Piaget murieron durante su investigación? —solía decirle cada tanto su profesor, como una forma de aliento—. Bang, si algún día sales de aquí con un título te tocaran situaciones dónde tendrás que forzar a tu paciente a un ataque de pánico, para que libere toda su frustración. O quizás peor, quizás para conseguir datos a favor de una causa judicial de... No sé, un secuestro, o un asesino, y será la única forma en la que te cuenten todas las cosas horribles que necesitas saber.
—Usted dijo que puedo centrarme en lo que sea para mí trabajo, elegí la vida cotidiana de Yang, no los traumas que desarrollan en trastorno.
» La próxima vez que quiera que investiguemos los traumas infantiles de alguien dígalo directamente en la consiga y ya —respondió la última vez, y se había retirado de la sala bastante enojado.
Lo miró y se sintió mal, realmente mal.
Porque no era su culpa sentir cosas por alguien que lo trataba bien, por la única compañía que tenía en la universidad, y claro que Jeongin no mercería aquello.
Era una persona, como todos, con un corazón enorme, y una sonrisa encantadora, era tierno y muy lindo.
Jeongin notó la mirada de Chan sobre él.
—¿Tengo la cara muy hinchada? —preguntó, inseguro.
—No, sólo... Eres muy lindo —dijo, y con toda su honestidad, nunca podría mentir sobre lo lindo que Yang Jeongin era.
El castaño no dijo nada, e intentó actuar como que no había escuchado nada de aquello, pero se puso tan rojo como un tomate y tuvo que irse, dejando a Chan riendo con ternura.
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