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Capítulo 10

Era el día de su primera cita, era ya principios de invierno, el cielo estaba cubierto de oscuras nubes y ambas estaban bien abrigadas. Para Rosé, Lisa lucía adorable con su bufanda gigante que cubría la mitad de su rostro.

Le sonrió completamente encantada.

—Estás muy linda —dijo, mientras tomaba su mano, Lisa sonrió de forma pequeña y se ruborizó.

La rubia siempre le decía que era linda, y cada vez lograba lo mismo, esas cosquillas en su estómago y el calor en sus mejillas.

Salieron del cuarto de la mano, caminaron juntas hacia la parada de taxi más cercana, y de allí fueron llevadas al centro comercial.

—Los juegos están en el piso más bajo —dijo Rosé, entrando al lugar—. Volvemos a chequear opiniones. ¿Estás segura?

Lisa asintió, sonriendo.

—Lisnie está muy emocionada de ir, sería muy malo de mi parte si le cancelo a último momento —dijo—. Estaré bien y estaré cerca, si me quieres, sólo llámame... Ya le dije a Lisnie que tendrá que comportarse.

—De acuerdo, después te llevaré a ese lugar que tanto quieres para cenar —dejó un beso en su mejilla, no se estaban despidiendo realmente, porque Lisa estaría cerca y podría ver todo lo que harían, pero no controlaría nada, porque estaría Lisnie al mando.

Antes de llegar a los juegos, con sólo ver las luces de lejos, escuchó el gritito de alegría de la niña, y sonrió con ternura.

—¡Vamos, vamos, vamos! —Lisnie tomó su mano y la arrastró hasta el lugar, tuvieron que perder un momento comprando una tarjeta y cargando algo de dinero para ir a los juegos, luego de aquello, Lisnie la llevó de inmediato a una máquina dónde debía golpear a unos cocodrilos que se asomaban de unas cuevas como su primer
entretenimiento.

Siguieron con una máquina que lanzaba agua, luego a a otra que lanzaba pelotas a un payaso con una boca gigante.

Habló muy poco con Lisnie, la niña quería aprovechar para ganar los mayores puntos que podía y cambiar por algún premio, y sólo le gritaba a Rosé que estaba perdiendo o que lo estaba haciendo mal.

—¡Rosie! No puedes derribar ni siquiera un pino.

—Lisnie, soy un asco para cualquier tipo de juegos, no hago estas cosas.

—Estoy muy decepcionada de ti, eres una perdedora.

—¡Entonces hazlo tú!

—¡No sé jugar a los bolos!

—¡Entonces no opines, tonta!

No habían muchas personas más en el lugar, cada tanto un padre o par de niños, pero nadie les hacía mucho caso, estuvieron más de una hora en los juegos.

Al final, terminaron gastando lo último del dinero de la tarjeta en una máquina dónde atrapaban caramelos u otras golosinas, y que tenía premio asegurado, así, Rosé se encargaba de atrapar todas las cositas que Lisnie quería, mientras esta se paraba a su lado y la miraba mientras iba comiendo unas gomitas de osito que había sacado.

Al terminar, fueron hacia la caja del local, donde el tipo les mostró sus puntos.

—Tienen un total de quinientos cuarenta y tres puntos. ¿Qué les gustaría?

Rosé miró a Lisnie, la menor lo pensó un momento, viendo los estantes con distintos carteles y sus puntos.

De repente su rostro se iluminó y sus ojitos brillaron de forma tierna, haciendo a Rosé sonreír.

—¡Ese peluche! —señaló a un montón de pequeños animalitos de juguete—. El gatito.

El tipo del lugar fue a buscar el gatito, el último que quedaba de esa especie, de color amarillo, era del tamaño de la palma de una mano.

—¿Estás segura? Esa cosa vale como quinientos puntos, Lisnie, es muy pequeño.

—Shhh... Tiene los mismos ojos que el conejo que me regalaste —dijo, y le mostró aquellos ojos falsos del color del arcoiris y lleno de brillos, que forzaban la ternura y no daban nada de cariño—. Y tú eres como un gatito así que es perfecto —dijo, con una sonrisa.

Rosé hizo una mueca, no estaba convencida, pero era lo que la niñita quería, y verla feliz con su mini-gato y su montón de caramelos, la hacían feliz a ella también.

—La pasé muy bien, Rosie.

—¿En serio? Creí que solo te habías enojada conmigo toda una hora.

Lisnie negó, sonriendo.

—Fue muy lindo, hace mucho que no me divertía tanto, gracias —la abrazó con fuerza para agradecerle—. Lisa no me deja estar más tiempo porque ella quiere estar contigo.

—Bueno, después de todo... Soy su novia, ¿no?

Lisnie se separó del abrazo para mirarla con emoción, y ojitos cargados de brillos.

—¿En serio?

—Ya se lo pediré, en algún momento. Pero que quede entre nosotras, pequeña, es un secreto.

—Pero Lisa está escuchando... —murmuró, sus mejillas estaban rojas—. Toma— le dió las golosinas que le quedaban—. Guárdalas, y que Lisa no se las coma porque sino me voy a enojar muchísimo —hizo un puchero enojado.

—De acuerdo, Lisnie, yo las cuido.

—Tengo que irme —dijo—. Tráeme a los juegos más seguido —añadió.

—Lo prometo.

—Nos vemos, Rosie —agitó su manito en modo de despedida, se detuvo y parpadeó un par de veces, su expresión cambio a una de confusión y sorpresa—. ¿Cómo le dices a Lisnie que somos novias? Ella no sabe lo que es eso.

—Es una niña, no una tonta, Lisa, claro que lo sabe —dijo y Lisa asintió, la mayor tomó sus lindas mejillas—. Ahora, estabas apurada por verme, ¿no?

—Sí —susurró, en una voz pequeña y bonita—. Verte tanto y no poder darte un beso me estaba costando.

Se acercó a ella para dejar un pequeño pico en sus labios, sonriendo encantada y volviéndose a unir en un beso más largo.

—¿Vamos a nuestro segundo lugar de esta cita?

Lisa asintió y, de la mano, fueron hacia el patio de comidas del centro comercial, específicamente a un local que hacía hamburguesas enormes y cargadas de cosas, que también vendía cerveza.

—Curioso que esto esté al lado de un McDonald's —habló la menor, luego de pedir una hamburguesa triple con queso, bacon y cebolla caramelizada, más un vaso de cerveza bastante grande.

Rosé se había pedido una un poco más pequeña, y estaba sorprendida cuando Lisa pudo terminar su hamburguesa pero no la cerveza, así terminó tomando lo de las dos.

—¿Y, Rosé? Cuéntame algo de ti —dijo, imitando una conversación de tiempo atrás, mientras terminaban su cena.

—¿Qué quieres saber?

—No sé... ¿Cómo es tu familia?

—Tenga mamá, papá y un hermano menor que es idéntico a mí, parecemos gemelos. No es muy interesante en realidad, mi padre tiene un buen trabajo en una empresa de celulares y mi madre es dueña de un lavadero, nunca tuve problemas económicos porque todos necesitan lavar su ropa interior —se encogió de hombros—. ¿Cómo es la tuya?

—Pues soy adoptada, tengo un hermano mayor y una mamá y un papá que me quieren a pesar de todo —sonrió ligeramente—. Ellos sabían que no era como los demás cuando me eligieron, los quiero mucho.

—Eso suena muy lindo, Lis.

—¿Por qué estudias psicología? —volvió a preguntar la tailandesa.

—Siempre me dijeron que era muy empática con las personas, y eso me ayudaría a conectar con los pacientes.

Asintió, confirme con la respuesta.

—¿Por qué estudias fotografía?

—Porque me gusta mostrarle a los demás cómo veo el mundo, me gusta expresarme y de forma rápida, sin procesos ni nada, con una cámara. Solía ir a clases de arte, con pintura y eso, era muy buena, pero la fotografía me gusta más.

—Es muy lindo.

—Lo tuyo se nota más difícil... La mente humana es muy complicada, apenas puedo con nuestro Trastorno, no sé que haría si tengo que pensar en las cosas de los demás.

—Creo que es cuestión de facilidades —Rosé se encogió de hombros—. Soy muy mala con la expresión plástica, y seguro que con la fotografía también, me iba bastante bien en la danza, pero no es lo mismo. Me resulta más fácil comprender las cosas de la mente, me gustan mucho todas las teorías que hablan de cómo funcionamos, y como de algo tan básico se puede hacer un seguimiento y llegar a algo más importante.

—Suena muy complicado.

—Lo es, pero sigue siendo interesante, y si tienes interés es más fácil comprender las cosas.

Lisa asintió, juntó toda la basura en su bandeja y fue a tirarla al cesto que estaba en un rincón.

Pasearon un rato más, compraron un helado mientras veían los locales y hablaban, cada tanto compartían un pequeño beso, se sonreían y se mimaban.

Decidieron volver al cuarto a eso de las diez de la noche, y al salir del centro comercial en búsqueda de un taxi se encontraron con todo el exterior cubierto de blanco.

—Es la primera nevada del invierno —comentó
Rosé, y se quedó embobada viendo a la más baja, quien alzaba sus grandes ojitos al cielo para ver los copos de nieve caer lentamente, eran unos cuantos, y no tardó mucho para que un par posaran en su rostro.

Lisa sonrió por los pequeños copos, que se sentían como leves besos fríos sobre su piel.

Notó la mirada de Park sobre ella y le sonrió con sinceridad, luciendo aún más hermosa, y Rosé no sabía cómo aquello era posible.

—No sé cómo siempre te ves más hermosa que la última vez que te vi.

—Me ves todo el tiempo, todos los días.

—Por eso, estoy aún más asombrada.

Lisa rió, sus mejillas estaban rojas, buscó las manos de Rosé y las unieron, se miraron en silencio un momento sólo para ver la sonrisa tonta que tenían.

—Es lindo pasar la primera nevada contigo —dijo Lisa—. Gracias por aceptarme como soy.

—No debes agradecer por eso, Lisa-

—Sí, debo —interrumpió la pelinegra, tomando aire antes de volverá hablar—. Discúlpame pero yo... He estado muy sola, hemos estado muy solas... Es difícil para las demás entendernos, y es difícil para mí aceptar a las personas porque ya no sé si me van a juzgar, si creerán que hay una personalidad asesina, si creen que sólo estoy loca... O si merezco estar en un psiquiátrico, o si creen que me lo estoy inventando, que soy una actriz que quiere llamar la atención, y los demás no existen... No tienes idea de la cantidad de veces que me han juzgado, y que me han dado la espalda y abandonado sólo por... Por ser como somos, por algo que no es nuestra culpa y que no merecemos... He estado muy sola estos últimos años, y tú has sido la primera en... Aceptarme, y aceptar a las demás también —sintió sus ojitos llenarse de lágrimas, parpadeó rápido, Rosé
dejaba mimos sobre sus manos para consolarla—. Creía que todo iba a ser malo pero llegaste tú y... Y ya no estamos solas.

Rosé miró las lágrimas que comenzaron a correr por sus mejillas, soltó sus manos para tomar su rostro y borrarlas con un beso a cada una, para después juntar sus labios con la menor, en un beso lento y amoroso, con leves chasquidos cada vez que separaban para volver a unirse, dejando que fuera el mejor consuelo.

Finalmente le dieron fin, unieron sus frentes mientras Rosé seguía acariciando las mejillas de Lisa.

—Lisa, eres muy especial e importante para mí, y todas las demás también, conocerlas es de las mejores cosas que me han pasado en la vida... No te haces una idea de todo lo que ha cambiado desde que las conocí —dijo, viendo la pequeña sonrisa que tenía en sus labios—. Y te quiero mucho.

Lisa sonrió más ampliamente, mostrando sus dientes, y haciendo que unos ligeros pliegues, casi como unos oyuelos, aparezcan en sus mejillas.

—Yo también te quiero mucho, Rosé.

Volvió a besarla de la misma forma, y juraba que nunca se cansaría de hacerlo, nunca se cansaría de sentir el amor en sus labios, y esa cómoda presión de aquellos belfos más gruesos contra los propios.

—Lis, ¿quieres ser mi novia?

Lisa sonrió aún más ampliamente. Apena, sus ojitos se escondieron un momento en un par de líneas, dándole una expresión tan alegre y hermosa, asintió varias veces.

—Claro que sí, Rosé.

Por si alguien no lo sabe:

En Corea, para las parejas pasar la primera nevada juntos significa que su amor va a durar mucho tiempo y trae como "buena suerte" a su relación.

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