Capítulo 07
El tiempo siguió pasando, y Lisa hubiera querido que algo de su relación cambiará luego de aquel pequeño beso que Rosé le había dado, pero para su suerte, o desgracia, no avanzaron mucho más.
Sí, solían salir caminando de la mano, y las muestras de afecto de la mayor, como los abrazos o los mimos en el cabello, aumentaron, y a Lisa le encantaban.
Pero no hubo más besos, al menos no en los labios, a veces Rosé dejaba un beso en su frente al dormir o en su mejilla al despedirse.
Y Lisa quería besarla con muchas ganas, pero era muy tímida, se sentía muy torpe e insegura a para dar un simple paso y besarla de una vez.
"Sólo ve y bésala", le dijo Lalisa, cansada de que estuviera todo el día pensando en los besuqueos con su compañera de cuarto.
"Como si fuera tan fácil".
"Sólo tienes que ir y comerle la boca, cobarde".
"Prueba besándola tú a ver si es tan fácil, Lalisa".
Lisa rodó los ojos.
"Soy hetero, no voy a besar mujeres".
Lisa decidió ignorarla, tuvo que esperar hasta las seis de la tarde para que Rosé terminara sus clases y regresara al cuarto, con escuchar sus pasos fue hacia la puerta para mirarla con los mejores ojitos de cachorro triste que pudo poner.
Funcionaron en seguida porque Rosé la miró e hizo un leve puchero, cerrando la puerta detrás de ella.
—Owww, Lisss~ —tomó sus mejillas con suavidad, acariciándolas con sus pulgares, de inmediato la pelinegra sonrió—. ¿Tienes mimitis?
—¿Mimitis?
—Falta de mimos, puede ser crónica, muy grave.
—Creo que tengo mimitis.
Rosé dejó un besito en su frente.
—Vamos que te doy abrazos y mimos para tu mimitis, Lis —dijo, tomando su mano y yendo hacia el dormitorio, se quitó su abrigo y dejó el bolso de la universidad a un lado, para luego echarse, junto con la menor sobre su cama.
Lisa apoyó su mejilla sobre el pecho de la rubia, y podía escuchar sus tranquilos latidos, estaba muy calentita, y en el frío de principios invierno se sentía más hermoso, rodeó su cintura con cariño, mientras Rosé hacía lo mismo con sus hombros, y dejaba mimos sobre su cabello.
—Eres como un perrito que no vió a su dueña en todo el día —comentó Rosé con gracia.
—Me estaba sintiendo algo mal.
—¿Por qué? ¿Qué te duele? ¿La cabeza de nuevo?
—No, no... —tomó aire antes de decirlo—. Rosé... Me preguntaba, ¿por qué no volviste a besarme?
—Porque quiero que me digas que estás segura de ello. Me refiero... A que si te beso tanto como quiero hacerlo, porque quiero hacerlo, ¿eso hará que otra alter aparezca? ¿Y si te sientes insegura, no estás lista aún, por más ganas que tengas... Y si no es tu momento? No quiero besarte, hacerte sentir incómoda o alertar a alguna de tus protectoras, y terminar besando a Liz... O a Lalisa.
—Eso es un asco, iugh —dijo Lalisa—. Lo siento —habló Lisa de nuevo.
—Está bien, Lis —dejó otro besito sobre su cabeza—. No quiero tampoco que un beso sea un desencadenante y te pongas mal, quiero estar completamente segura que estarás bien, que nada te traerá malos recuerdos, ni flasbacks, nada que pueda lastimarte de nuevo, porque no quiero lastimarte.
—Rosé, he besado a otras personas antes y he sido yo, por más que... En ese momento no sabía de las demás alters ni nada... Nunca me pasó nada malo por un beso, y menos si es que en serio quiero besarte.
—Es bueno saberlo, Lis, pero igual es una duda que tengo... ¿Si te beso, y no te gusta mucho, o te pones incómoda, la que me correspondería sería tu protectora sexual, Liz?... Yo quiero besarte a ti, no a ella.
Lisa permaneció en silencio unos cuantos segundos.
—¿Sabes por qué existe Liz, no?
—Sé las razones por las que existe una protectora sexual, Lis, no tienes que hablarme de eso si no quieres.
—Lo sé, pero sí quiero —dijo, su voz era muy baja—. Lalisa me contó un poco de lo que vivimos y las razones por las que existen, no sé muchos detalles, y no me los dirán... Pero igual, la historia es larga. Más de pequeña, vivía con mi madre y padre biológicos, mamá murió cuándo tenía tres o cuatro años, y papá se volvió adicto a drogas muy fuertes, y al alcohol, también al tabaco, todo porque supuestamente esta muy depresivo... Y se hizo muy violento, yo era la única en casa. Solia golpearme y castigarme por nada, estaba tan perdido que cualquier cosa que yo hiciera merecía un castigo... De allí salió Lili, ella tiene todos esos recuerdos, con el paso del tiempo apareció Lisnie, que era la niña que iba al jardín igual que cualquier otra, y no sabía por qué tenía moretones en todo el cuerpo. Ya más de grande, a eso de cinco o seis años, papá solía encerrarme en la jaula de un conejo que tenía de mascota, al morir la jaula seguía ahí, que era bastante pequeña... Un día se le ocurrió que aquella posición en la que quedaba era perfecta para abusar de mi.
Comenzó a sentir a sus protectores cerca, tuvo que cerrar sus ojos y respirar profundamente varias veces para tranquilizarse, asintió para indicar que estaba bien.
Creía que Rosé merecía saber esas cosas, era parte de sí misma, era parte de todas.
Era peligroso decirlo y era peligroso que otros lo supieran, porque así mostraba todas sus debilidades al mundo, quedaba expuesta, pero estaba convencida que Rosé era alguien en quién confiar.
—Pasó a hacerlo fuera de la jaula para más comodidad, y cubría mi boca, así no podía hablar, no hablaba y estaba encerrada en una jaula de conejo mientras él hacia lo que quería conmigo... Fue ahí donde apareció Liz, por eso no habla, y también por eso, es un conejo, tiene lógica. Luego de eso, a los siete años, se llevaron a papá a prisión, por abuso de drogas, y a menores, agravado porque soy su hija... Yo fui llevada a un centro psiquiátrico infantil, era una mezcla entre un orfanato y un hospital, y allí tuve terapia intensiva durante muchos años. Mis primeros recuerdos son en ese lugar, aunque yo no tenía ni idea, yo aparecí muchos años después de todo lo que había ocurrido con las demás alters, casi al mismo tiempo apareció Lalisa y ella cuidó de mí en cada sesión de terapia psicológica que tenía, yo nunca me enteré de nada de lo que pasaba, o de lo que había pasado. Ella nació por las experiencias de las terapias, por eso es una protectora excelente, yo también aparecí para vivir sin saber nada de lo que pasaba. Siempre creí que era un orfanato, y a los diez conocí a mis actuales padres... Nadie en el lugar parecía saber que tenía Trastorno de Identidad Disociativo, creían que estaba llena de traumas pero los había superado, todavía tenía un par de ataques pero eran esporádicos, y a demás que era muy joven, no podía ser diagnosticada con ello, no con seguridad.
Volvió a suspirar, tenía todo bastante controlado, y se sentía algo orgullosa por mantenerse conectada a pesar de la opresión que tenía en el pecho, el suave aroma del perfume de Rosé, los mimos sobre su cabello y el cálido abrazo la ayudaban a mantenerse en el presente, en la realidad del exterior.
—Creían que tenía esquizofrenia, por eso me lastimaba, por eso hablaba a la nada, por eso a veces estaba en momentos de transe o tenía ataques de pánico, pero se habían equivocado... Lili era la que nos lastimaba, también la que sufría de ataques de pánico, los momentos de transe eran sólo Liz intentando recuperarse de sus recuerdos... Con un poco de ayuda de Lalisa pudo superarlo, y se volvió una protectora... Y al hablar a la nada era Lisnie, que no entendía de donde salían las voces de las otras alters, estaban todas en su cabeza. Me diagnosticaron TID hace más de tres años y bueno, ahora está todo bastante controlado pero sí tuvimos tiempos difíciles, aún... Intentamos mantener todo en orden. Sé lo que he vivido... Más o menos, sólo sé lo suficiente, lo justo y necesario, soy la anfitriona, tengo el honor de vivir como una persona normal... Y quiero vivir como una, Rosé, quiero poder estudiar lo que quiero, hacer lo que quiero... Y amar y besar a quien quiera.
—Claro que puedes hacerlo, Lis —continuó con los mimos en su cabello—. No soy yo quien puede decidir sobre eso, quiero que sepas que también tengo las mismas ganas que tú, pero insisto, quiero darte tu tiempo y tu espacio, que tú des ese paso cuando estés lista. Tal como ahora, te estoy abrazando y haciendo mimos, como tú quisiste, y como tú pediste, yo lo hubiera hecho antes, pero no quiero que te sientas invadida, no quiero ponerte incómoda, ni a ti ni a ninguna de las demás. Por eso prefiero esperar a que tú me digas, al menos, "Roseanne Park quiero comerte la boca" y lo hago, Lis.
Lisa soltó una risita, y asintió.
—Pues ten por seguro que quiero comerte la boca.
—Bueno, mírame a mí —dijo la mayor, tomando su mejilla, Lisa alzó su rostro hacia ella, sus brillantes ojitos la miraron con una sonrisa.
Rosé se inclinó hacia ella y juntó sus labios una segunda vez con más contacto, dejó que sus rosados labios se presionaran contra los de la otra un par de segundos, se movió con lentitud contra los belfos de la pelinegra, dejando que un leve chasquido se escuchara al separarse, en un beso suave y tierno, sólo de labios.
—Más, por favor —pidió Lisa, por lo bajo, sus labios se habían tocado al hablar.
Rosé obedeció, volviendo a unirse, buscó más profundidad en el beso, y la tailandesa le dejó paso a su boca, dejando que sus lenguas de tocaran con sutileza, para de a poco hundirse más en la otra.
Fueron avanzando con lentitud sobre sus labios, dejando que sus corazones se aceleraran con cada nuevo contacto, más profundo que el anterior, más fuerte, se dejaron tiempo para retomar el aire y luego seguir, cada tanto una entreabría sus ojitos para ver el suave rubor de su compañera, o a los inchados labios que las enamoraban cada vez más.
Nunca en sus vidas habían sentido tanto, tanto cariño, tanto amor, tanta seguridad, con algo tan simple como un beso.
De ninguna de las dos era el primer beso, pero se sentía tan especial, y tan nuevo, que era como vivirlo de nuevo.
Estuvieron largos minutos entretenidas con sus besos, y ya acaloradas y algo mareadas de tantas emociones se tomaron un descanso para respirar, Lisa no dejaba de sonreír y Rosé sólo podía admirarla, viendo lo bonita que estaba con sus mejillas rojas y sus labios inchados.
Pasó su pulgar por la boca de Lisa, limpiando algo de saliva que había quedado.
—¿Estás bien? —preguntó Park al verla callada.
—Sí —respondió en un suspiro—. Estoy muy bien... Liz me está acompañado pero no quiso intervenir, ella también confía en ti...
Rosé sonrió.
—Eso es lindo de escuchar —dijo.
—Gracias —Rosé la abrazó, escondiendo su rostro en el pecho de la otra—. Eres muy linda conmigo, siempre eres muy atenta... A veces te preocupas de más por mí, pero eso igual sigue siendo muy lindo... Y también hueles muy bien.
La rubia sonrió, sintiéndose muy halagada.
—Lis —dejó unos cuantos besos sobre su cabeza—. Eres muy tierna, me importas mucho, claro que quiero tratarte como te mereces. Y también hueles muy bien, tu shampoo es de frutas tropicales.
La menor asintió.
—Rosie, ¿qué te parece si juntamos las camas y podemos dormir juntas?
—Tendrás todo lo que quieras, Lis —volvió a dejar besos sobre su cabeza.
Se separaron de su cómodo abrazo para juntar las camas y luego fueron a hacer su cena, al terminar Lisa fue a bañarse, y Rosé aprovechó ese momento para relatar lo que la pelinegra le había contado en su cuaderno.
Tenía lo que el Señor Choi quería, o al menos algo, sin muchos detalles, pero allí estaban, sus traumas infantiles y las razones por las que había surgido cada una de sus alters.
Ya no le gustaba escribir tanto en su cuaderno, ya iba más de la mitad de este, ya creía tener lo suficiente para saber que Lisa podía hacer una vida perfectamente normal, sin importar cuántas otras personalidades la acompañaran.
Ya se sentía culpable, mal, se sentía que se estaba aprovechando de su relación, de su confianza y de su amor.
Solía repetirse muchas veces que sólo estaba tratando su vida cotidiana, que no tenía nada de malo contar el orden que la más baja tenía para manejar a las personalidades, que estaba bien contar cómo la defendían y tomaban su lugar con algo mínimo, cómo controlaban la salida de alguien más peligrosa como Lili, o como protegían a la niña Lisnie... Pero igual creía que todo eso estaba mal, debía dejarlo ser, o como mínimo, preguntarle a Lisa si estaba bien hacer un trabajo contando su trastorno.
Pero no sabía cómo se lo iba a tomar.
Escuchó el agua de la ducha cerrarse, y se apresuró a guardar el cuaderno en su cajonera, para luego volver a la cama, y esperar a Lisa con una sonrisa enorme y sus brazos abiertos.
Manoban le sonrió ampliamente, de aquella forma pura y bonita que tenía, ya con su pijama puesto, secó un poco su largo cabello con la toalla, y fue hasta sus brazos para acurrucarse en ellos, para dormir cómodamente.
Abrazada a la pelinegra se sentía un poco menos culpable.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro