Capítulo 06
Lili responde de forma positiva a las muestras de afecto, también demuestra que ser tratada como a una niña le gusta, no ha tenido miedo de mí.
Se ha levantado a mitad de la noche para que las demás alters no le prohíban el acceso al cuerpo, aunque sabe que es indebido e iba a castigarse, lastimandose con cortes.
Rosé suspiró de forma temblorosa, habían pasado varias horas de aquel encuentro con Lili, pero no podía sacárselo de la cabeza, no dejaba de pensar una y otra vez que quizás de no ser por ella, y el que haya ido a buscarla, ahora Lisa andaría escondiendo sus muñecas con cortes.
Y la idea de Lisa lastimada no le gustaba ni un poco, las náuseas invadían su estómago y le daban ganas de llorar.
Lili es quien recuerda los mayores traumas, y quién los vivió en el pasado, supongo que por su actitud recibía castigos por cualquier cosa que hiciera, de allí su miedo a todo y el pensamiento de que merece un castigo, como nadie va a hacerlo lo hace ella misma en conductas autodestructivas.
Es una perseguidora, pero tengo esperanzas de que pueda superar sus recuerdos, ha conectado conmigo y demuestra que es capaz de hacer más que solo pensar en lo malo.
No sale mucho, pero trataré de ayudarla cada vez que la vea.
Cerró el cuaderno y volvió a guardarlo en su lugar secreto.
Lisa aún estaba en clases, le quedaba al rededor de una hora, ella estaba libre porque su profesor estaba enfermo, decidió consentir un poco a la chica y fue hasta la pastelería para comprar los cupcakes de chocolate que tanto le gustaban.
Al regresar preparó su café y dejó agua caliente para cuando Lisa regresara, al rato, la menor entró en silencio y con la mirada baja.
—Lis, te traje tus cupcakes favoritos —anunció Rosé, mirando su celular.
—Gracias —murmuró la pelinegra, luego de un momento de silencio.
La mayor alzó la vista hacia ella, de inmediato se preocupó al ver su rostro, levantándose de la silla y yendo hacia ella.
—Dios, Lisa. ¿Qué te pasó?
—No es nada —dijo, aunque Rosé no podía ignorar su ojo morado y su labio hinchado de un lado, por un golpe.
—¿Cómo que no es nada? ¿Quién fue?
—No es nada, no importa —repitió, parpadeó rápido para apartar sus lágrimas.
—Lisa...
—Rosé, déjame —se apartó, huyendo del abrazo que la rubia intentó darle—. No es nada importante, en serio, Lalisa es una idiota que cree que puede pelear contra todo imbécil que diga algo malo de mí —se encogió de hombros, pero no sonó nada convincente—. Es todo.
Rosé la miró sin decir nada, pero sintiéndose mal, Lisa borró sus lágrimas y tomó un cupcake, y se volteó al rincón de la cocina para prepararse un té, dándole la espalda a su compañera de cuarto.
Park no podía dejar todo así e ignorarlo, y luego de pensarlo un momento, fue hacia ella y la abrazó por la espalda, rodeando su fina cintura con sus brazos.
—Rosé, en serio te voy a pedir que te alejes porque no quiero tu lástima —habló con su voz endurecida para evitar el llanto.
—Lis, deja de hacerte la difícil.
—Tú deja de sentirte mal por mí, estoy bien.
—¿Quién te dijo que me siento mal por ti? —cuestionó—. El que no me guste que estés herida no significa que sienta pena.
Era diferente, ella no se sentía mal por Lisa, y mucho menos lástima, ella sabía que era una persona muy fuerte y muy buena. Sí, se sentía mal porque estuviera lastimada, pero porque no merecía ningún golpe, ni críticas.
—Lalisa lo dice, y ella es muy buena para conocer a las personas... Ella dice que me tratas así sólo por lástima. Y te voy a pedir que pares de hacerlo porque no necesitas fingir que te agrado, o que eres mi amiga... No necesitas sentir pena por mí.
Rosé pensó un momento sus palabras, y su mente conectó los dos puntos que la más baja había planteado: alguien había dicho algo malo de ella, alguien le había dicho que ella era su amiga porque sentía pena.
Lisa nunca se había metido en una pelea, por más comentarios malos que le dedicaran, los ignoraba. ¿Por qué está vez sí? Algo había sido diferente.
Y Lalisa era muy protectora y amenazante pero no pondría en riesgo al cuerpo, no dejaría que se lastimara, ese era su trabajo.
Sólo alguien más impulsivo se metería en una pelea, y no debía ser por un comentario tonto de "la loca de la Uni", debía ser algo más importante.
—Lisa, no tienes que mentirme —la escuchó sorber su nariz por el llanto—. Ven, ven, mírame —soltó el abrazo y se colocó a su lado, para mirarla, se contuvo en limpiar sus lágrimas—. Déjame adivinar qué pasó, alguien te dijo algo que no te gustó y tú quisiste defenderte con esos puñitos que tienes.
Lisa frunció sus labios, sin responder, en un intento de seguir aguantando el llanto, pero el silencio fue todo lo que Rosé necesitó como respuesta.
Esperó unos cuantos segundos en los cuales Lisa parecía tener un debate interno.
—A Lisa le gustas —dijo, por el tono de voz supo que era Lalisa—. ¡No! —la interrumpió Lisa—. Y un tipo lo molestó conque tú nunca querrás salir con una desquiciada —volvió a decir la protectora—. ¡Que te calles!
Lisa se alejó de ella, y golpeó su cabeza con sus manos para que Lalisa dejara se molestar.
—¡Lis, no te golpees! —Rosé fue detrás suyo.
—¡Déjame sola! —gritó, y entró al dormitorio. La mayor se apresuró a seguirla antes de que le cerrara la puerta en la cara, tuvo que empujarla para lograr entrar—. Rosé, basta... —rogó entre llanto.
La mencionada tomó sus manos y acercó su rostro al de ella, quedando a centímetros de distancia, tan cerca que la pelinegra dejó de llorar de la sorpresa y sus mejillas se tiñeron de rojo.
—Lisa, no siento ni un poco de lástima por ti, me siento mal porque no mereces que te lastimen así. Siempre has sido muy amable y muy buena conmigo, yo no soy mala y no tengo razones para serlo, te trato bien porque tú me tratas igual, eres una excelente compañera y amiga, y no finjo absolutamente nada de nuestra amistad tampoco. No importa lo que otros digan, no es verdad. ¿Cómo una persona que no conozco y que no conoces puede opinar sobre algo que es tuyo y mío, nuestro, y de nadie más? No tiene ni idea de nada, Lisa, y no tienes que ir a golpearlo por decir un montón de cosas sin argumentos cuando tú sabes la verdad, no dejes que te afecten un montón de palabras que están vacías.
Lisa se quedó llorando en silencio, asintió levemente como respuesta, y Rosé la abrazó de nuevo, la menor tardó un momento en responder, pero finalmente rodeó su cintura con firmeza, escondiendo el rostro en su hombro, mientras se dejaba dar mimos en su espalda y en su cabello.
—Además, ya sabía que te gustaba —murmuró en voz baja—. Lisnie me lo dijo.
—¿Cuándo? —hasta sonaba asustada, Rosé continuó con los mimos para que se quedara tranquila.
—Cuando le di el peluche, hace unas semanas.
Lisa se mantuvo en silencio unos cuantos segundos, pensando en esas últimas semanas, en las actitudes que tenía Rosé con ella y en cómo no había cambiado ni un poco, y que en realidad se había vuelto más demostrativa.
—Pero... No te alejaste de mí —sonó sorprendida, que logró romper el corazón a la mayor.
—Claro que no me alejé. ¿Por qué lo haría?
Ella no respondió, se apartó y limpió sus mejillas sola, Park esperó a que estuviera calmada.
—¿Porque eres "la loco de la Uni", no? ¿Porque te tengo mucha lástima, verdad?
Lisa asintió levemente, aunque comenzaba a sentir gran vergüenza por creer eso, ahora tenía miedo de que Rosé se enojara por pensar mal de ella.
—Lis, mírame un momento —sus manos fueron hacia las mejillas de la tailandesa, que alzó sus ojitos llorosos hacia ella, uno estaba medio cerrado y amoratado.
Rosé acortó la distancia de los pocos centímetros que las separaban y unió sus labios en un beso pequeño y suave, no sabía cómo iba a reaccionar, o si el contacto haría que otra alter tomara el control, así que solo dió un pequeño pico y se volvió a alejar.
Sus grandes ojitos estaban más abiertos de lo normal, sin poder decir nada.
—No es algo malo que te guste alguien, Lis —dijo en una voz suave y encantadora, sonrió de forma bonita, sus mejillas estaban rojas—. ¿Estás bien?
Lisa tardó un momento en asentir, estaba muy sorprendida como para responder.
En menos de media hora le habían dado un buen golpe, le había dicho acusaciones horribles a su crush, había llorado, Lalisa se confesó por ella, y Rosé la había consolado muy bonito y luego besado.... Era mucha información.
—Bien, vamos a ponerte hielo en ese golpe.
La rubia la guió como si fuera una niña pequeña perdida, le preparó su té y le dejó su cupcake de chocolate a un lado.
—Es la segunda vez que me preparas la merienda y tengo unas espinacas en la cara —habló por primera en mucho rato.
—Son las mismas espinacas de la última vez también, deberíamos comer más verdura.
—Son congeladas, duran como un año, cuando no tengamos otra cosa más que comer allí estarán.
Las dejó a un lado para dar un par de sorbos a su té.
—Gracias —murmuró—. Por tratarme tan bien y por... Todo. No sé cómo haces para estar tranquila y hacer que me tranquilice.
—Bueno... Estudio para eso —se encogió de hombros—. Y no estaba tranquila, creí que en cualquier momento aparecería Lalisa y me golpearía en la cara.
—Oh, no... Tenemos una regla de si hay algún problema, o conflicto, cada una tiene que arreglarlo por su parte, puede pedir consejos y eso pero... En este caso yo estaba mal y enojada por algo estúpido y yo tenía que calmarme.... —volvió a colocarse las espinacas congeladas sobre su ojo hinchado—. Y las otras estaban cansadas que molestara con que me gustas y también... Debía confesarme, pero no quería.
Rosé asintió, esperando que siguiera hablando.
—Tenía miedo —dijo bajo.
Con esa frase, Rosé pensó automáticamente en Lili.
—Lis, en la noche, Lili se despertó a buscar algo para cortarse. Le dije que no les diría nada, así que no la molestes.
Lisa abrió sus ojos ampliamente, y de inmediato se fijó en sus antebrazos, pero estos estaban en perfecto estado.
—La encontré antes de que pudiera hacer algo, la llevé al cuarto y se volvió a dormir —finalizó, mientras la pelinegra acomodaba sus mangas de nuevo.
—¿No hizo nada?
—Nop.
—Bueno... Eso explica por qué desperté con el peluche, creí que había sido Lisnie —fue a dejar las espinacas en la heladera de nuevo, para luego terminar con su merienda—. ¿En serio no hizo nada?
Rosé negó.
—Es una buena chica, sólo está un poco perdida, no sabe lo que hace.
Manoban no dijo nada al respecto, después de un momento sonrió.
—¿Te has hecho amiga de todas, no? Sin que yo tenga idea ya nos conociste a las cinco.
—Ellas aparecieron solas, y como tu compañera de cuarto debo presentarme —dijo, con una sonrisa bonita—. Las cinco son muy agradables, menos Lalisa.
—Pudrete.
No pudo evitar reír, la menor se sentía algo avergonzada.
A lo largo de su vida había tenido que disculparse muchas veces por comentarios medios agresivos que Lalisa solía dedicarle a gente que no le agradaba, que solía ser gran parte de la humanidad.
Estaba bastante agradecida de que no tenía que corregirse o disculparse, ya que Rosé ya la conocía, se sentía más relajada, más libre.
—Gracias por cuidarnos —agradeció, con una leve sonrisa—. A todas.
—Lo dices como si fuera un gran esfuerzo. Hago lo que cualquiera haría.
—No eres una cualquiera, Rosé.
—Soy la cualquiera que te gusta —sonrió ampliamente y le giñó un ojo.
—Eres una idiota. Y eso no lo dice Lalisa —finalizó, antes de levantarse de la mesa.
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