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𝐨𝐨. prologue.

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00. PRÓLOGO. 

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Jennifer estaba de pie junto a la ventana del segundo nivel de la sede del Departamento de Policía de Los Ángeles, contemplando la ciudad que se extendía vibrante y agitada bajo el cielo que empezaba a transformarse. El amanecer teñía las nubes con un juego de colores, una mezcla de celeste y naranja.

Había pasado toda la madrugada desvelada, inmersa en un caso que la tenía trabajando a contrarreloj. Y no porque tuviera un afán de justicia o de proteger a los inocentes. Lo hacía porque el trabajo mantenía sus pensamientos intrusivos a raya—además de que resolver un caso, era como ganar un concurso de inteligencia y Jennifer era competitiva hasta la médula—. Sin embargo, alrededor de las cinco de la mañana recibió la llamada de su padre, avisándole que tendría una conversación con ella por la mañana.

Y ahí estaba Jen, sin dormir, nerviosa, mordisqueandose el labio frente a la ventana por el hecho de tener que lidiar con su padre de nuevo. Sabía lo que venía, otra misión.

Apenas hacía una semana había regresado de la última, una operación en la que eliminó a varios individuos que, según Charles, representaban "una amenaza" para sus negocios. Las misiones parecían escalar con cada encargo; los objetivos se volvían más oscuros y los secretos más profundos. Jennifer sentía que, sin saberlo, estaba caminando sobre un suelo de arenas movedizas que tarde o temprano la empezaría a engullir.

Protestar no era una posibilidad, ni tampoco escapar. Los traumas de su entrenamiento temprano en la base de Carolina del Norte estaban aún demasiado frescos. Allí había aprendido que la desobediencia tenía un precio alto, uno que había pagado a los diecisiete años cuando se enamoró por primera vez de una soldado transferida. Además, Charles era tan secretamente poderoso, que escapar de él podría costarle el cuello.

Las misiones antes no eran así. En otros tiempos, Charles la enviaba a operaciones relacionadas con la Marina o con servicios gubernamentales, objetivos para los que ella creía que había sido entrenada desde pequeña. Pero últimamente, había comenzado a percibir un cambio oscuro y peligroso en sus órdenes, y no le cabía duda de que su padre estaba involucrado en algo grande y turbio.

Un golpe en la puerta la arrancó bruscamente de sus pensamientos. Su corazón se aceleró, una reacción que siempre ocurría antes de enfrentarse a él. Jennifer no era de las que se dejaban consumir por el miedo y sabía cómo ocultarlo bien; sin embargo, ante su padre, ese control se desmoronaba. Él tenía la capacidad de reducirla a la versión más vulnerable de sí misma, a una niña atemorizada e indefensa que apenas se atrevía a sostenerle la mirada.

—Pasa —llamó sin apartar la mirada de la ventana.

La puerta se abrió y la figura de su padre, Charles Knightley, llenó la entrada. Era un hombre alto, de espalda ancha e imponente, envuelto en un traje formal y oscuro que resaltaba su complexión musculosa. Un sobre descansaba en su mano, y mientras avanzaba hacia adentro, Jen apartó la mirada de la ventana para estudiar su expresión, esa máscara fría e impenetrable que nunca dejaba ver nada.

—Jennifer —la saludó Charles, con esa misma firmeza cortante que le era característica.

—Charles —respondió ella con idéntica frialdad, fingiendo una indiferencia que lograba disimular el temblor sutil en sus extremidades.

Charles se acercó al escritorio de su hija y se sentó en la silla que le correspondía a ella. De repente, él era el dueño de su territorio. Era como si le recordara con pequeños gestos que, cuando él quería, ella volvía a ser un insignificante peón. En respuesta, Jen se sentó frente a él, enfrentando la mirada gélida de su padre, manteniéndose en ese incómodo silencio que era casi un juego de poder.

Finalmente, Charles rompió el tenso mutismo.

—Tengo un trabajo para ti —anunció, colocando el sobre clasificado sobre el escritorio, deslizándolo hacia ella con deliberada lentitud.

Jen arqueó una ceja. Sin una palabra, tomó el sobre y lo inspeccionó. «Confidencial. Muy secreto, ¿eh?», pensó al ver el sello. Lo abrió y revisó su contenido: una serie de fotografías de dos personas—un hombre y una mujer en batas blancas—, y un conjunto de documentos que detallaban la ubicación aproximada de un laboratorio clandestino. La seriedad del encargo se le hizo evidente.

—¿Qué tipo de misión es esta? —preguntó con curiosidad y cautela.

Charles entrelazó los dedos sobre el escritorio y se inclinó hacia adelante, reduciendo la distancia entre ambos.

—Irás a Raccoon City —dijo, como si ni siquiera considerara la posibilidad de una negativa—. Tu misión es infiltrarte en el laboratorio, recuperar una muestra en la que han estado trabajando y eliminar a todos los responsables.

Jen sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal, intrigada y al mismo tiempo alertada por el encargo. Su mirada se endureció.

—¿Y qué es exactamente esta muestra? —inquirió, cruzando los brazos en un intento de mantener una postura de fortaleza.

Charles mantuvo su mirada fija en ella, sus ojos estaban ligeramente entrecerrados, como si evaluara hasta qué punto podía o debía decirle. Finalmente, respondió con voz controlada.

—Eso no puedo decírtelo —respondió, incrementando la inquietud de Jen—. Pero te diré esto: no podemos permitir que caiga en manos equivocadas. ¿Entiendes?

Aquello resonó en su mente y, por un instante, el impulso de responderle con sarcasmo casi ganó terreno. «¿Y se supone que tus manos son las correctas?» pensó Jen, sintiendo una punzada de desafío. Sin embargo, contuvo sus palabras y apretó la mandíbula, obligándose a mantener la lengua atada. Tomó aire y, al exhalar, soltó su respuesta.

—Entiendo.

Charles asintió, como si hubiera esperado nada menos que una aceptación sumisa.

—Bien —dijo, enderezándose en la silla con una postura orgullosa y aprobatoria—. Estudia el informe, tienes algunas instrucciones ahí.

Jen observó a su padre por un momento mientras él se levantaba, con el mismo dominio tranquilo con el que había entrado.

—¿Cuándo debo ir? —preguntó ella con tono neutral, aunque la anticipación picaba bajo su calma aparente.

Charles le dedicó una mirada breve.

—Esta noche.

Una respuesta sencilla, pero que dejaba claro que todo ya estaba decidido. La misión, su tiempo y su papel en ella.

Cuando él finalmente salió de la oficina, ella se quedó sola, mirando el contenido del sobre que yacía esparcido en su escritorio. La mente de Jen trabajó rápido, procesando el hecho de que en cuestión de horas, estaría infiltrándose en un laboratorio, buscando quién sabía qué. Y aunque el fastidio y la inquietud le estaba calando profundo, no podía evitar sentir ganas de comprender lo que Charles intentaba ocultarle.

Nota de Lexy:

Jelou, Jelou. Henos aquí con el prólogo al fin AAAAA

Alguna duda?

Estamos todos de acuerdo que Charles es odiable?

Les gustó? Espero que sí<3 háganmelo saber con una estrellita y pronto les traigo el primer capítulo que es bien laaaaaargo.☺️

xoxo, Lexy.

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