𝐨𝐢𝐢. don't call me puppy.
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02. NO ME LLAMES CACHORRO.
leon's pov
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—Leon, soy Marvin —dijo el oficial a través del walkie-talkie de Leon—. Necesito que vengas cuánto antes.
—¿Estás bien, Marvin?
—Quiero enseñarte algo importante.
—Recibido, voy para allá.
Leon se guardó el aparato mientras avanzaba con rapidez por el segundo piso de la biblioteca. Los tablones de madera crujían bajo el peso de sus botas. Los rugidos de los zombis resonaban en la planta baja, pero los ignoraba, concentrado en su camino al salón principal de la estación. Sin embargo, de repente, el ruido cesó. El silencio que siguió fue tan abrupto como inquietante, poniéndolo en un estado de alerta. Antes de que pudiera analizar la situación, el crujido de la madera se transformó en un quebranto, y el suelo cedió bajo sus pies.
La gravedad lo arrastró sin piedad, y su cuerpo impactó contra el piso del vestíbulo. Aunque la caída no fue desde gran altura, el golpe reverberó en sus rodilleras, amortiguando parte del impacto. A pesar de ello, su corazón latía frenéticamente por el imprevisto suceso.
Mientras permanecía agachado, intentando recuperar la compostura, un sonido metálico lo congeló: el característico chasquido de un seguro de arma siendo desactivado. Instintivamente, levantó la cabeza, despacio. Su mirada ascendió lentamente, inspeccionando a la figura frente a él. Primero vio las botas de combate desgastadas. Luego los shorts marrones, seguidos de un torso femenino cubierto por una blusa blanca ceñida al cuerpo y una chaqueta de cuero marrón que completaba el conjunto. Por último, la mano enguantada que sostenía el arma, apuntada directamente a su rostro.
Tras la pistola, se encontraba el rostro de una mujer rubia, sus ojos intensos y fríos como el invierno de diciembre.
—Levántate —ordenó con una voz firme, cargada de autoridad—. Manos arriba. Lentamente.
Leon obedeció, consciente de que un movimiento en falso podría desencadenar consecuencias irreversibles. Se incorporó lentamente en sus pies, levantando sus manos, asegurándose de que pudiera verlas y supiera que no iba a hacer nada. La mujer era claramente una persona bien entrenada. Tenía la presencia imponente de alguien que se encargaba de la aplicación de la ley, juzgando la placa que había visto en la funda de su cadera. Aunque no pudo leerla debido a la tenue luz, Leon intuyó que definitivamente no era una novata.
—Identifícate —exigió ella.
Leon no renegó, no iba a discutir con una mujer que parecía un robot salido de Terminator. La mejor opción ahora era mostrarse inofensivo.
—Mi nombre es Leon Kennedy —respondió él de forma educada y suave—. Soy parte del cuerpo de policía de esta estación.
—Leon Kennedy —repitió la fémina en tono burlón, bajando un poco el arma para mirarlo mejor. Sin embargo, no dejó de apuntarle—. Marvin me dijo que me encontraría con un policía novato por aquí. Supongo que eres tú.
Leon dejó escapar un suspiro, su corazón comenzó a latir más normal. «Ella conoce a Marvin... así que está de nuestro lado», pensó aliviado, ignorando el hecho de que la joven lo estaba minimizando por su rango al mencionar la palabra "novato" con desdén. Le importaba muy poco la actitud grosera de la contraria, era un logro haber encontrado una policía sobreviviente. Ya no tendría que atravesar este infierno solo.
—Sí, soy ese... novato —confirmó, apretando sus labios en una línea recta, mientras bajaba las manos a sus costados—. Así que conoces a Marvin, ¿te envió como refuerzo?
—Algo así —respondió, ladeando su cabeza y masticando su chicle. La coleta rubia colgaba a un lado—. Pero no estoy interesada en ser tu niñera, la verdad.
Leon enarcó una ceja, confundido, y cambió nerviosamente el peso de un pie al otro. Sus ojos se dirigieron rápidamente hacia el arma que ella todavía le apuntaba. No entendía si ella no terminaba de confiar en él o si le gustaba el hecho de tenerlo en una situación vulnerable. La forma en que lo miraba le decía que pensaba muy poco de él. Lo juzgaba. Probablemente suponía que no sabía nada y que no podía dar una buena pelea.
—Hmm, okay... —murmuró y se aclaró la garganta, señalando el arma con una mano—. ¿Vas a bajar eso o qué? me está poniendo nervioso.
Aquello salió con un tono más firme que antes, pues se estaba sintiendo incómodo. Aún así, intentaba ser cauteloso con su forma de hablar.
—No. —Respondió ella sin más, endureciendo sus facciones de nuevo.
—¿No?
Leon frunció el ceño, sintiendo que estaba en una pesadilla dónde nada tenía un maldito sentido. Estaba en medio de una epidemia de zombies, en su primer día como oficial, con todos sus compañeros muertos y una oficial de policía, que nunca había visto en su vida, apuntándole, aún sabiendo que estaban en el mismo bando.
«Vaya primer día…», pensó, suspirando y pasándose una mano por la cara.
—Mira, quién quiera que seas, tuve un día de mierda. Así que, por favor, baja esa pistola —continuó él con creciente irritación—. Soy un policía. Tú eres policía. Estamos en el mismo lado.
Se produjo un largo silencio incómodo entre ellos. La lluvia de afuera volviéndose el único sonido, hasta que Leon alcanzó a ver las comisuras de la boca de la contraria curvandose en una sonrisa, a la cual le siguió una risita burlona y baja. Leon tuvo que contar mentalmente hasta diez para no mandarla al demonio y seguir siendo un caballero.
—Ya, deja de llorar —dijo ella con naturalidad, bajando el arma y guardándola en su funda. La fémina se ajustó la coleta de su cabello y volvió a mirarlo con altivez—. Te veías gracioso con esa cara de cachorro regañado que tienes.
Esta mujer era de las que te dejaban en terapia, eso seguro. Sentía que estaba tratando con una bully del instituto. Leon se mordisqueó el interior de la mejilla y se cruzó de brazos, tratando de no dejar que su ego dolido tomara poder en su usual actitud moderada.
—No es una cara de cachorro regañado —protestó con firmeza—. Es una cara cansada de lidiar con mierdas que ni siquiera puedo llegar a entender.
Ella asintió lentamente, con un gesto que decía «me importa un carajo».
—Una cara de cachorro cansado —siguió, con los brazos en jarra, masticando el chicle.
—No me llames cachorro —Leon alzó un poco el tono de su voz esta vez. Mientras él hablaba, ella se agachó en el suelo para dejar su mochila, abrirla y sacar un botiquín de primeros auxilios—. En serio. ¿Cómo puedes estar tan tranquila en una situación como esta?
Los orbes de él siguieron los movimientos de ella con atención, analizándola. Tal vez intentando comprenderla. Tenía un par de cortes no tan grandes en la pierna, pero había uno que era bastante largo y escurría sangre a lo largo de la extremidad. Ella tomó un aerosol del botiquín, que él supuso que era alcohol, y vio como lo echaba sobre esta herida, soportando la sensación de ardor con un pequeño gruñido.
Leon quedó impresionado, al parecer tenía bastante tolerancia al dolor. Era fuerte y ruda. Sus facciones se suavizaron ligeramente y por un momento se olvidó que estaba irritado con la mujer. Pensó en ofrecerse a ayudarla, aunque sentía que ella lo estaba manejando muy bien por sí misma.
—¿Necesitas ayuda con eso?
Ella negó con la cabeza, enfocada en lo suyo.
—Esa es la diferencia entre tú y yo —respondió ella a la primera pregunta, apretando los dientes mientras dejaba el aerosol dentro del botiquín y comenzaba a vendar la herida desinfectada—. Yo tengo experiencia. Ni siquiera sé cómo pudiste sobrevivir tanto tiempo.
El joven respiró profundamente, comenzando a resignarse y aceptar su actitud. Aún le molestaba su constante burla, pero sabía que debía convencerla de mantenerse juntos en esto.
—Quizá haya sido suerte, quién sabe. Pero lo hice y creo que es suficiente demostración de que no soy un inútil novato —respondió, tomando una postura menos defensiva. Luego la miró unos instantes más—. ¿Y quién eres tú, por cierto? No recuerdo haberte visto por la estación.
—Porque no soy de aquí —respondió mientras terminaba de enrollar el vendaje. —Soy del Departamento de Policía de Los Ángeles.
Las cejas de León se arquearon con sorpresa ante la información.
—¿LAPD? ¿Pero qué estás haciendo en Raccoon City? —cuestionó curioso.
Ella empezó a guardar sus cosas en la mochila y la cerró, colocándola sobre su espalda mientras se ponía de pie. Finalmente lo miró.
—Investigo —respondió simplemente —. Haces muchas preguntas.
—Sólo intento comprender —dijo él—. Además de Marvin, eres la única policía que he visto con vida en este lugar olvidado de Dios, así que discúlpame si siento un poco de curiosidad, ¿no crees?
—Sí, bueno, la curiosidad mató al gato —dijo ella con una sonrisa casi robótica y una mirada que convirtió sus palabras en una amenaza camuflada—. Te recomiendo que no te dejes llevar por tus emociones si quieres ser un buen policía.
Al terminar de decir eso, ella infló su chicle en una pequeña esfera hasta que explotó. Y con dos dedos en la frente, hizo un gesto de despedida, dando por finalizada la interacción con él, al mismo tiempo que se giraba para caminar.
Bueno, era muy obvio que la rubia quería optar por caminos separados. Él se quedó parado en su lugar por un momento, viendo como se alejaba, sopesando si ir a por ella o no. Pero no podía rendirse tan fácil, la situación no estaba como para no trabajar en equipo. Además, aunque la mujer se viera completamente capaz de defenderse por sí misma, él no se sentía cómodo con dejarla a su suerte.
Leon hizo una profunda inhalación y exhalación nasal, y se preparó para seguirla.
—Espera un momento —dijo él, trotando tras ella hasta llegar a su lado. Ella jamás se volteó—. ¿No me vas a decir siquiera tu nombre?
—No —dijo ella sin mirarlo, deteniéndose por un momento para mirar a su alrededor, como si buscara algo.
—Voy a necesitar saber tu nombre si vamos a hacer equipo.
Ella por fin volvió a prestarle atención, pero se veía indignada.
—No firmé para estar en tu equipo, niño.
—Pues es lo más lógico para hacer en medio de una epidemia zombie, niña.
Ella rodó los ojos y lo rodeó para seguir caminando por la biblioteca, alumbrando una parte oscura con su pequeña linterna. Leon la siguió. Si ella era terca, él lo era más.
La rubia se detuvo frente a la puerta de la armería y leyó el cartel sobre esta. Leon observó como el rostro se le iluminaba, tomándolo por sorpresa al ver una emoción más humana en la joven. Era atractiva con cara de culo, pero se veía mejor con las facciones relajadas.
«Espera…¿qué?»
Estaba a punto de regañarse a sí mismo mentalmente por pensar aquello, pero el sonido de la puerta abriéndose lo hizo accionar, siguiéndola adentro. Cuando la vio escaneando las armas, y apresurandose a guardar municiones en su mochila y la pistolera de la cadera, entendió lo que estaba buscando.
—Podrías haberme dicho que buscabas la armería, te habría ayudado a encontrarla —dijo él, tratando de aliviar la tensión entre ellos, mientras también agarraba algunas municiones y se colgaba una escopeta en la funda de la espalda—. Puedo ayudarte a salir de aquí también…
—Llegué hasta aquí sola, puedo salir sola —arremetió ella, apuntando a la pared con un rifle para probar la mira. Luego, se la colgó en la espalda.
Leon caminó hacia el rincón dónde estaba ella y se apoyó contra un casillero, cruzándose de brazos.
—Lo dudo, no conoces la estación como yo —dijo él. Ella cerró la mochila y la acomodó de vuelta en su espalda a la vez que se giraba para verlo. No entendía como un cuerpo tan delgado podía soportar el peso de eso y un rifle. En fin, lo importante era que parecía haber captado su interés, pues se quedó callada y no salió pitando de la armería. Leon siguió intentando—. Salimos juntos de aquí y no te molestaré más, lo prometo.
La rubia cerró los ojos y con un suspiro irritado se frotó las sienes.
—¿Por qué estás tan empecinado en hacer equipo? ¿Tengo que humillarte más? ¿Apuntarte de nuevo? ¿Cómo te espanto?
Las comisuras de los labios de Leon se crisparon, aguantando soltar una risita.
—Claramente sería más fácil sobrevivir estando juntos —explicó pacientemente—. Y sobre lo otro… después de todo lo que ví esta noche, creo que ya no puedes espantarme.
Ella negó con la cabeza y rodó los ojos, pero parecía resignada. Cuándo abrió la boca para contestar, se escuchó un sonido de algo cayendo en la oficina siguiente a la armería, en la oficina de S.T.A.R.S. Ambos voltearon en esa dirección, notando que la puerta estaba abierta.
Leon y ella intercambiaron una mirada rápida antes de que ambos alzaran sus pistolas en dirección a la puerta abierta. El silencio que se había instaurado era opresivo, solo roto por el sonido del leve goteo en algún rincón del lugar.
—Tenemos que ir al piso de arriba —murmuró Leon, con la pistola lista y dando pasos sigilosos en dirección a la puerta por la que entraron—. Hay que volver al salón principal, con Marvin.
—No me des órdenes —replicó Jennifer en un susurro afilado, mientras apuntaba su pistola.
Leon sonrió y ambos comenzaron a moverse en sincronía lateral hacia la puerta que los llevaría de nuevo a la biblioteca, sus pasos calculados y sigilosos. La linterna de Jennifer iluminaba apenas el marco de la entrada a la oficina frente a ellos. Entonces, ambos lo oyeron. Un gorgoteo bajo, acompañado de un sonido húmedo y rasposo.
Jennifer siguió el ruido y enfocó su linterna hacia arriba, al techo que comenzaba a partir del marco de la puerta. Ahí estaba: una criatura agazapada, su cuerpo era de pura carne descubierta y su lengua colgaba, dejando que su mandíbula se abriera para revelar sus afilados dientes. No parecía percatarse de la presencia de ellos. Sin embargo, los buscaba.
—¿Qué carajo…? —susurró Leon bajo su aliento, retrocediendo un paso. De repente, recordó el informe que había leído en alguna de las oficinas que atravesó antes: criaturas mutantes y horribles a las que nombraron “Lickers”.
La rubia llevó su mano libre a la boca de él, evitando que continúe, y haciendo que Leon la observe con una ceja elevada. Ella en respuesta sacó la mano y se llevó un dedo índice a sus propios labios, indicando que hiciera silencio. A su vez, con un gesto de la cabeza, lo guió a seguir moviéndose hacia la biblioteca. Leon asintió.
Caminaban despacio, sus pasos apenas rozando el suelo. El ambiente estaba cargado de tensión; cada sonido, por pequeño que fuera, se sentía amplificado. A medida que se acercaban a la puerta, el silencio del lugar era tan denso que incluso su respiración parecía demasiado ruidosa, así que se esforzaban al máximo por contenerla.
El Licker seguía merodeando en el interior de la armería, en el techo, su lengua larga y asquerosa se deslizaba por las superficies, explorando el aire en busca de sonidos o movimientos.
Estaban casi en la puerta, apenas unos pasos más y podrían salir.
La puerta estaba semi-abierta, haciendo imposible un escape rápido. Jennifer estiró su mano al pomo para, lentamente, forzar una abertura que los dejara salir. El corazón de Leon latía frenético al pensar que la puerta podría chirriar. Ambos fruncieron sus rostros mientras ella movía la puerta, deseando que aquello no pasara. Pero eventualmente, sucedió.
La puerta chirrió y los dos se congelaron en el acto, sus ojos fijos en el Licker, que ahora había girado su grotesca cabeza hacia ellos. Un gruñido gutural escapó de la criatura, y en un instante, saltó al suelo y empezó a avanzar hacia ellos a una gran velocidad.
Leon maldijo entre dientes y no perdió el tiempo. Agarró la mano de la rubia y ambos cruzaron rápido el umbral. Él se giró para cerrar la puerta, con un golpe seco, justo cuando el Licker estaba a punto de alcanzarlos. El Licker se lanzó hacia la puerta violentamente, golpeándola con fuerza. Las garras del monstruo arañaban la superficie metálica, produciendo un ruido chirriante que hacía que ambos apretaran los dientes.
Leon retrocedió, dejando que la puerta aguantara por sí sola mientras ambos comenzaban a correr por la biblioteca para llegar a la escalera. Atravesaron el amplio espacio de estanterías, sorteando los cadáveres esparcidos por el lugar. Sus pasos resonaban en el suelo de madera, pero no podían detenerse. El sonido de los golpes contra la puerta seguía tras ellos, cada impacto más fuerte que el anterior.
Una vez en la escalera, ambos subieron apresuradamente, sus botas resonando contra los escalones de madera. Cuando llegaron a la mitad de la escalera, un estallido los detuvo. Se giraron justo a tiempo para ver cómo el Licker atravesaba la ventanilla de vidrio de la armería, lanzando pedazos de vidrio en todas direcciones. La criatura cayó al suelo con un golpe pesado, emitiendo un chillido furioso.
—¡Corre, no te detengas! —gritó Leon, dejándola sola para volver a bajar, con el pensamiento de distraer al Licker.
—¡¿Qué putas haces?! —le gritó ella de vuelta.
Leon no respondió. En lugar de eso, bajó las escaleras con rapidez, su pistola firme en la mano mientras su mente trabajaba frenéticamente para idear un plan. El Licker corrió hacia ellos, su lengua oscilando amenazadoramente mientras emitía otro chillido agudo. Jennifer, sorprendida y furiosa, se quedó paralizada en el rellano de la escalera por un segundo antes de maldecir en voz baja.
—Eres un maldito idiota —gruñó entre dientes, guardando su pistola en la cadera y sacando el rifle que colgaba en su espalda.
Leon llegó al suelo de la biblioteca y se alejó de la escalera. Agarró un par de maderas rotas del suelo y las lanzó cerca del Licker, lo suficiente para captar su atención. La criatura se volvió hacia él, sus movimientos rápidos y erráticos mientras avanzaba hacia su nuevo objetivo. Leon retrocedió lentamente, atrayéndolo hacia el centro de la biblioteca.
—¡Oye, feo! ¿Te gusta el ruido? —gritó, golpeando su bota contra el suelo para generar más sonido.
La táctica funcionó; el Licker se lanzó con velocidad, dando un salto hacia él con sus garras levantadas para desgarrarlo. Leon apenas tuvo tiempo de esquivar, pero las garras le alcanzaron el hombro, desgarrando parte de su ropa y arañándole la piel. El novato cayó al suelo con un quejido, pero esto no impidió que agarre su pistola y comience a dispararle al Licker justo en la cara.
Desde su posición más alta, Jennifer apuntó cuidadosamente. Su mirada se clavó en el punto débil de la criatura: el cerebro expuesto que palpitaba sobre su cabeza. Ella lo siguió a la misma velocidad y presionó el gatillo en el momento justo.
La bala impactó directamente en el cráneo del Licker al último segundo, antes de que alcanzara a Leon nuevamente. La criatura se tambaleó hacia un costado, soltando un chillido desgarrador. Cayó al suelo con un ruido sordo, su cuerpo retorciéndose antes de quedar inmóvil. El silencio regresó a la biblioteca, roto solo por las respiraciones agitadas de ambos.
Jennifer bajó las escaleras rápidamente con su rifle todavía en la mano. Al llegar junto a Leon, le lanzó dagas con los ojos.
—¿Qué carajo fue eso, Kennedy? ¿Estás loco? —espetó con la voz cargada de frustración.
Leon, todavía jadeando, se incorporó y levantó las manos en un gesto conciliador.
—Hey, funcionó, ¿no? Estamos vivos. Además, si no lo distraía, habría sido peor —respondió, recargando su pistola.
Ella apretó los labios, claramente considerando golpearlo, pero finalmente negó con la cabeza. Se acercó hacia el brazo de él para inspeccionar la herida y Leon la observó con sus orbes cerúleos, casi admirándola.
—Eres un suicida —murmuró ella, colgándose el rifle de nuevo en su espalda. La vio se girar en sus talones y caminar hasta un escritorio cercano. Con agilidad, se descolgó la mochila y la abrió para sacar su botiquín, preparándose para curarlo—. No lo vuelvas a hacer. Fue estúpido.
Leon apretó su mandíbula y la siguió, apoyándose sobre el escritorio.
—Lo siento —respondió él, con tono más sincero. Su mirada intensa y suavizada puesta en ella—. Me importaba que tú salieras de aquí.
Ella resopló, limpiando la herida con un aerosol desinfectante.
—No necesito que juegues al héroe. No soy una damisela en peligro.
—Ya me di cuenta… —replicó Leon entre dientes, su rostro crispado por el dolor, pero su tono tenía un deje de humor.
La rubia comenzó a vendar su brazo con movimientos hábiles y bruscos, como si lo castigara por su imprudencia. Los orbes de Leon seguían cada movimiento en absoluto silencio.
—La próxima vez, déjame manejarlo —siguió ella, enrollando la venda—. Si sigues así, no durarás ni un día más.
Leon dejó escapar una pequeña risa.
—¿Esta es tu forma de decirme "gracias"?
Jennifer bufó, pero no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa mientras terminaba con el vendaje. Ella conectó sus ojos celestes con él por un breve momento. Luego rompió el contacto y procedió a guardar sus cosas en la mochila nuevamente.
Había ciertos segundos de humanidad en la rubia que lo atraían como un imán. Por algún extraño motivo, le despertaba algo. Curiosidad, tal vez. Nunca había conocido una mujer como ella.
—¿Me dirás tu nombre ahora? —agregó él, ladeando su cabeza un poco.
Ella le lanzó una mirada mientras se colgaba la mochila en el hombro y aplicaba distancia de él. Pareció dudar por un momento, como si la tentara mantenerlo en la ignorancia por un tiempo más. Pero al final, suspiró y respondió.
—Jennifer Knightley —soltó, volviendo a sus facciones duras—. Ahora, vámonos. Tenemos que movernos antes de que algo más escuche el escándalo que hiciste.
Leon obedeció, guardándose la pistola y siguiéndola mientras ella volvía a encaminarse hacia la escalera. Aunque su hombro dolía y su orgullo estaba algo herido, no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa triunfante.
Nota de Lexy:
Holi, holi❤️ bueno, no sé ustedes, pero yo amé este capitulo un chingo
Me costó un ojo de la cara escribir la escena del Licker y fue el motivo por el que me atrasé (quería actualizar justo cuando llegue al kilito de leídas, F). Pero bueno, aquí están mis niños y se llevan como el culo 🥰
Me encanta que Leon está en modo Syd con Manny en la era de hielo o Koda con Kenai JAJAJAJAJAJAJ
Leon: que sepa el mundo que en marcha estoyyy🎶
Jen: Yaaa, no cantes🙄
Btw, gracias por el apoyo que le dan al libro, no puedo creer que no esté recontra flopeado. Me pone súper feliz!! pronto vendré con más, sólo necesito que me voten aunque sea así me motiva a escribir. ❤️ Y si comentan no me quejo.
Disfruten!!
Xoxo, Lexy
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