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Two

Mew sabía que su amigo tenía razón. A pesar de lo bien que se conservaba a sus treintaiun años, era solo una sombra de lo que había sido.

—Gracias, TaecYeon. —replicó Mew con ironía—. Siempre has sido muy sincero.

—Debes aceptar las cosas como son, Mew. Y si piensas que he sido desconsiderado contigo, tendrías que haber oído lo que YJP dijo de ti la última vez que te vio.

YJP era el hermano menor del rey sooman y uno de los mayores exponentes de la estupidez humana.

—Sí, estaba allí cuando dijo de mí que «parecía el residuo de un ratón que un gato hubiera cazado, masticado y vomitado». —repito Mew con desgano—. Gracias por recordarme sus palabras. No le guardo ningún rencor por ello. Pero tengo que rechazar de plano tu atractiva oferta matrimonial y laboral. Por nada del mundo, estaría dispuesto a trabajar para él.

—Trabajarás conmigo, no con él. —replico TaecYeon—. Además, ya no se mete en la política, el rey sooman lo tiene de lejos.

—De todas formas, no, no lo haré. Puedes estar seguro de ello. —cerro Mew con seriedad.

TaecYeon no pareció darse por vencido y lo intentó de nuevo.

—Sobre JunMyeon...

—No me hables más de JunMyeon ni de sus abominables primos mayores. No solo te fijaste en JunMyeon el arrogante para que fuera mi pareja ideal, sino también Gulf, su primo.

—Tenía la esperanza de que lo hubieras olvidado. —exclamo TaecYeon—. Pero supongo que eso era pedir demasiado. Gulf era un poco... temperamental.

—¿Un poco? Es tipo era un manipulador. Aún no sé cómo conseguí escapar ileso de sus garras. —jadeo Mew tocándose la corbata.

Tul había sido la razón por la que Mew había tenido que marcharse de Corea, abandonando a su padre y renunciando a su sueño de formar allí un hogar y una familia.

—En todo caso, JunMyeon es el polo opuesto. —animo TaecYeon—. Debes conocerlo m...

—En eso tienes razón. —interrumpió Mew—. Gulf era un maniático desequilibrado, pero a su vez un chico deslumbrante. Mientras que JunMyeon era solo un esperpento.

—No comparto en absoluto tu opinión. —ataco TaecYeon—. Puede que JunMyeon no sea tan exótico como los demás de la familia real, pero es más humilde y menos pretencioso. Tal vez esas virtudes no te parezcan atractivas, pero harían de JunMyeon el esposo ideal para ti. Sería un esposo fiel y responsable. Todo lo contrario de esos a los que estás acostumbrado.

—Con esas palabras, solo estás consiguiendo que rechace tu proposición. —rio Mew—. No me gustaría aprovecharme de un solterón apocado y mojigato que me acabas de describir.

—¿Quién habla de aprovecharse de nadie? —regaño TaecYeon—. Eres uno de los solteros más codiciados del mundo. JunMyeon recibiría con entusiasmo la idea de ser tu esposo.

—No entendiste lo que dije. —bufo Mew—. Pero dejémoslo ahí mejor. No quiero volver a hablar de ello.

TaecYeon comprendió que sería inútil insistir y que lo mejor sería continuar la conversación en otra ocasión.

Mew tomó a su amigo del brazo y lo acompañó hasta la puerta.

—Ahora vuelve a casa, TaecYeon. —se despidió Mew—. Y dale un beso a Nichkhun de mi parte.

—Está bien, Mew. —accedió TaecYeon derrotado—. Lo único que te pido es que te lo pienses bien antes de tomar una decisión definitiva.

Mew suspiró resignado. TaecYeon era tenaz y perseverante.

—No te preocupes, TaecYeon. Ya he tomado una decisión.

TaecYeon sonrió convencido de que, a pesar de sus palabras, no estaba todo perdido. Cuando salió, Mew cerró la puerta y se dirigió al salón. Se dejó caer en el sofá, decidido a pasar allí otra noche. Él no necesitaba «volver a corea». No tenía hogar en ninguna parte.

Miró hacia el techo, pensativo. Tenía que reconocer que la oferta de TaecYeon era tentadora. Se aseguraría el futuro para toda la vida. Había un obstáculo: tener que casarse para convertirse en ciudadano de Corea. Pero... ¿era eso realmente un obstáculo? Tal vez un matrimonio de conveniencia era justo lo que necesitaba. Y el candidato podía ser el chico adecuado.

JunMyeon era de sangre real, pero Mew no ocupaba un puesto muy alto en la jerarquía monárquica. Tampoco la fortuna de la familia Kim podía compararse con la suya. Mew era todo un multimillonario de éxito y su fortuna ahora ya superaba a la de los reyes.

Tal vez la oferta de TaecYeon fuera razonable. JunMyeon le daría el estatus que él necesitaba y, a cambio, JunMyeon disfrutaría del lujo que Mew podía proporcionarle con su dinero. Y todo sin complicaciones sentimentales.

Residir en Corea, el único lugar que había sido su hogar, estar con su familia y ser ministro de economía...

Era un cuento de hadas. Un mundo de fantasía. 

TaecYeon no había insistido más sobre el tema. Él único contacto que había mantenido con Mew, en las últimas dos semanas, había sido para invitarle a la fiesta que Nichkhun y él iban a celebrar esa noche en su suite de Bangkok. Una invitación que Mew había declinado.

Mew se dirigía al hotel donde se hospedaba cuando recibió una llamada. Era Nichkhun.

—Mew, por favor, dime que no estás trabajando ni durmiendo. —hablo Nichkhun.

Sin duda, quería hablarle de la fiesta, y Mew odiaba contrariar a su hermano. Rogó al cielo que no reiterara la invitación. Sabía que le sería imposible decirle que no.

—Voy en el coche de vuelta al hotel, cariño. Supongo que estarás ya preparado para la fiesta, ¿verdad? —regaño Mew.

—Sí... ¿Has llegado ya? Si es así, no te molesto más. Buscaré otra solución. —lamento Nichkhun.

—¿De qué me estás hablando, Nichkhun? —cuestiono Mew

—Uno de los invitados me dio un documento muy importante para que lo estudiara. Habíamos pensado analizarlo durante la fiesta, pero, por desgracia, me lo dejé en el despacho, en el edificio TaecYeon, y no puedo ir ahora a por él. Por eso, me estaba preguntando si podrías ir y traérmelo... —suplico su hermano —. No puedo confiar a otra persona el código de acceso de mis archivos. Te prometo que no trataré de convencerte para que te quedes a la fiesta.

Mew dejó escapar un suspiro de resignación.

—Dime lo que tengo que ir a buscar.

Veinte minutos después, Mew estaba en el último piso del rascacielos del edificio TaecYeon.

Se extrañó al ver abierta la puerta del despacho de Nichkhun. Escuchó un golpe. Se quedó inmóvil con los sentidos en alerta. Era evidente que había alguien dentro revolviendo en los archivos. Pero no. No era posible que alguien pudiera haber accedido allí, saltándose todos los controles de seguridad. Salvo que los vigilantes lo conocieran.

Se acercó a la puerta con sigilo y se asomó por la rendija, dispuesto a enfrentarse con el presunto intruso. Pero lo que vio le dejó perplejo. Era un chico bajito y esbelto. Tenía una melena castaña que relucía hermoso y no parecía preocupado en absoluto de que pudieran sorprenderlo hurgando en la mesa de Nichkhun.

—¿Se puede saber lo que anda buscando? —pregunto Mew.

El chico se sobresaltó y dio un pequeño salto. Se volteó hacia Mew y lo miró fijamente y Mew sintió como si el tiempo se hubiera detuviera.

La palidez del rostro del chico denotaba sorpresa y consternación. Con su camisa lisa negra y sus pantalones igualmente negros parecía un pequeño conejo indefenso. Mew sintió una extraña desazón en la boca del estómago. Pero esa sensación no fue nada comparada con la que sintió cuando JunMyeon, tras recuperarse del susto inicial, lo miró con sus fieros ojos que parecían taladrarle la piel.

—¿Qué te trae por el despacho de tu hermano estando él fuera? —regaño JunMyeon —. ¿Es que nadie puede estar a salvo de los asaltos de El Pirata? 

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