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Three

  Mew se quedó extasiado mirando al chico que tenía frente a él. A pesar de su pequeña estatura parecía irradiar toda la fuerza de la naturaleza.

El Pirata era el nombre que la prensa sensacionalista, los novios despechados y sus rivales en los negocios habían divulgado de él.

—Has irrumpido en el despacho de Nichkhun, ¿debería llamarte El ladrón? —acuso Mew.

—¡Oh, perdón! Me olvidé por un momento cómo conseguiste ese apodo y que aún sigues tratando de borrar tu pasado. —bufo JunMyeon.

—¿Ah, sí? Estoy muy interesado en escuchar tu disección. Me gustaría conocer la percepción que otra mente criminal tiene de mí. —Mew rio sin ganas.

—Te ganaste el apodo a pulso, tratando a las personas como simples mercancías para aprovecharte de ellos y luego tirarlos a la basura cuando ya no podías sacar más de ellos. —acuso JunMyeon —. Pero te reservaste un ultraje mayor para aquellos que tuvieron la desgracia de llegar a tener una relación más estrecha contigo, despreciándolos con tu indiferencia.

La descripción mordaz que Mew acababa de oír coincidía con la imagen que tenía en el mundo de los negocios y entre los novios con los que había estado.

¿Estaría ese chico tratando de decirle de manera subliminal que él no lo recordaba cuando tenía motivos sobrados para saber quién era?

No era posible. ¿Cómo podría haber olvidado aquellos ojos que podrían fulminar a cualquier hombre, o esa lengua que podía hacerle trizas, o ese ingenio? De ninguna manera. Si hubiera intercambiado unas palabras alguna vez con ese chico, no solo lo habría recordado, sino que probablemente conservaría sus marcas. Después de estar expuesto solo unos minutos a sus ojos y a su lengua, sentía que no le había dejado una sola parte ileso en todo el cuerpo. Y eso le encantaba. Deseando provocarlo, Mew le hizo una reverencia de fingida gratitud.

—Tu testimonio de deshonor me honra y tus difamaciones inflaman mi corazón de piedra. —se mofo Mew.

—¿Pero tienes corazón? Pensé que los de tu calaña no venían dotados con órganos superfluos. —le dijo JunMyeon sonriendo.

Mew sonrió abiertamente.

—Tengo una cosa más rudimentaria en otra parte.

—Como un apéndice, ¿no? —replicó JunMyeon en tono despectivo —. Algo que podría ser extirpado y sin el cual funcionarías mejor. Para lo que te sirve, no sé por qué no te lo quitaste. Debes tenerlo podrido.

Como impulsado por una fuerza misteriosa, Mew avanzó unos pasos para ver más detenidamente a JunMyeon que era unos treinta centímetros más bajo que él.

—No te preocupes por eso. No hay razón alguna para una intervención quirúrgica. Hace mucho que debe estar calcificado. Pero mi rudimentario corazón te agradece el consejo de todos modos. —replico Mew —. Resulta reconfortante poder confirmar por alguien tan cruel como tú que estoy haciendo las cosas mal tan a la perfección.

Mew se quedó esperando su respuesta airada, pero JunMyeon se limitó a dirigirle una mirada asesina y prosiguió buscando en los archivos. Parecía evidente que no estaba haciendo nada a espaldas de Nichkhun. No era ningún ladrón. De repente, le vino a la memoria quién era aquel torbellino con apariencia.

Era él: JunMyeon, Kim JunMyeon.

Mew se quedó paralizado, conteniendo la respiración y observándolo, mientras JunMyeon seguía hurgando en los archivadores del despacho con la agilidad de un personaje de dibujos animados. No acertaba a comprender cómo lo había reconocido. Tal vez los insultos que le había dirigido le habían despertado los recuerdos.

Ya no llevaba la ropa ni el maquillaje ni las lentillas ni el pelo de extraterrestre. Ahora JunMyeon parecía un chico completamente distinto con aquel traje oscuro, las zapatillas deportivas blancas, el rostro limpio de maquillaje.

Sin duda, no le interesaba gran cosa resaltar sus atractivos. Tampoco tenía muchos. Era pequeño y con aspecto aniñado. Sin embargo, sus facciones, la forma de sus labios, la línea de sus pestañas, la ligereza de sus movimientos... la hacían un chico mucho más interesante. Único. Especial. Fascinante.

Y lo más singular y atractivo de JunMyeon eran sus ojos negros como la noche, que provocaban una profunda turbación cuando se lo miraba fijamente más de un par de segundos.

De pronto, le asaltó una sospecha. ¿Cómo era posible que hubiera estado diez años sin verlo y, de pronto, a las dos semanas de que TaecYeon le hubiera hablado de JunMyeon, se la hubiera encontrado por casualidad? Era demasiada coincidencia. Eso solo podía significar que...

Pero no podía haber sido solo cosa de TaecYeon. Nichkhun debía estar también en el ajo. Creyó empezar a comprenderlo todo. JunMyeon debía estar allí con la misma misión que él. Era evidente que su hermano y TaecYeon le habían preparado una encerrona.

¿Se habría percatado JunMyeon de la conspiración al verlo entrar por la puerta?

De ser así, eso la haría aún más interesante a sus ojos. No era vanidoso, pero como TaecYeon había dicho, era uno de los solteros más codiciados del mercado. Mew no podía imaginar que hubiera un chico que no desease ser su esposo. Aunque solo fuese por su posición social y su riqueza.

JunMyeon, sin embargo, parecía inmune a todo eso. Lo que despertaba su interés. Además, le intrigaba saber por qué Nichkhun y TaecYeon habían llegado a la conclusión de que esa criatura llamada JunMyeon era perfecto para él.

De repente, el susodicho alzó los ojos y le dirigió una de sus feroces miradas.

—No te quedes ahí parado como una estatua. —regaño JunMyeon—. Ven a hacer algo más útil que quedarte ahí luciendo como modelo.

Mew abrió la boca para responder, pero JunMyeon le endosó una gruesa carpeta para que buscara allí el documento que Nichkhun le había pedido. Luego, sin levantar la vista, siguió buscando entre los archivadores.

—Siempre tan cariñoso. —replicó Mew —, si algo esperaba de ti, no era precisamente un piropo.

—¿Por qué no? Después de todo, tienes acaparado el mercado.

—¿De dónde has sacado eso? –replicó Mew, volviéndose hacia JunMyeon.

JunMyeon le lanzó una mirada fugaz y cerró de golpe otra carpeta con un suspiro de frustración.

—Es lo que los chicos solían decir de ti. —respondió JunMyeon—. Me pregunto qué dirían ahora que tu ganado está por reventar.

Mew no pudo evitar una carcajada.

—Aprecio tu cumplido. Saber que mi ganado va a reventar, supone un nuevo hito en mi carrera de conquistador.

—No te hagas el humilde. Sabes demasiado bien lo guapo que eres. —lo acuso JunMyeon.

—Nadie me había acusado de una cosa así hasta ahora. —rio Mew.

—Es comprensible. La gente prefiere usar términos como «atractivo» o «apuesto» para referirse a la belleza de un hombre. Pero tú dejas todos esos calificativos a la altura del barro. Eres guapo a rabiar. —renegó JunMyeon—. ¡Es repugnante!

—¿Repugnante? —repitió Mew.

—Sí, asquerosamente repugnante. ¡La cantidad de dinero que debes destinar a mantenerte así! –exclamó JunMyeon, mirándolo de arriba abajo–. Cuidar tanto el atractivo, cuando el aspecto físico no es el medio de vida de una persona, es un exceso que debería estar penado por la ley.

—Mis amigos más allegados me dicen que soy uno de los hombres más descuidados del mundo. —respondió Mew.

JunMyeon le dirigió una mirada cáustica.

—¡Ah! ¿Pero existen personas que pueden soportar estar cerca de ti? Transmíteles mis más sentidas condolencias.

—De tu parte. –replicó Mew con una sonrisa.

—A Nichkhun, se los transmitiré yo personalmente. No me extraña que parezca tan agobiado últimamente. Debe ser un suplicio tenerte por hermano y estar viéndote a todas horas.

Mew se quedó mirando a JunMyeon por un instante. ¿Quién era realmente? 

Debía de ser el nuevo socio de Nichkhun. Mew recordó los elogios encendidos de su hermano hacia el chico que había conseguido dar a su empresa su reputación actual. Un auténtico gurú del marketing financiero. Pero nunca había mencionado su nombre.

¿Lo habría mantenido en la sombra para no alertarlo de sus intenciones, a fin de que no se predispusiese en su contra? Sin duda, su hermano lo conocía mucho mejor que TaecYeon. Este le había llenado la cabeza con el nombre de JunMyeon sin conseguir nada positivo. Era evidente que Nichkhun había tomado el mando de la operación y lo estaba enfocando con mucha más discreción y acierto. Pero eso significaba que JunMyeon no estaba al tanto de la conspiración, ni de que su encuentro había sido algo más que una simple coincidencia.

Mew sintió un deseo irrefrenable de contarle la verdad. Deseaba ver la cara que JunMyeon pondría. Pero ¿qué pasaría si, después de enterarse, se volviese más reservado y menos espontáneo? ¿Y si se volviese más agradable? Eso sería incluso peor. No podía soportar la idea de que después de su apasionante duelo dialéctico, su mordaz rival comenzase de repente a dorarle la píldora para congraciarse con él, aspirando a convertirse en su prometido.

También cabía otra posibilidad. La peor de todas y tal vez la más plausible: que JunMyeon lo rechazase de plano.

—Estoy empezando a preocuparme. Todo el mundo me dice que nunca me ha visto con peor aspecto. Y el espejo parece confirmar esa opinión.

—He dado una colleja a más de uno por menos que eso. —replicó JunMyeon, mirándolo con los ojos entornados—. No hay nada que me moleste más que la falsa modestia. Así que mira bien lo que dices si no quieres que te estropee ese peinado tan artístico que llevas.

–Te estoy hablando en serio. Hace más de un año que no me gusta nada mi aspecto y me veo cada vez peor.

—¿Quieres decir que has tenido un aspecto mejor incluso que el de ahora? —se mofo JunMyeon—. Deberían haberte arrestado por eso.

—No creas que le doy tanta importancia a mi aspecto. Pero tú has logrado lo que nunca creí posible: que me sienta halagado por tus palabras. —bromeo Mew.

—¡Vaya! ¿Acaso no me expreso correctamente? Te puedo asegurar que no te halagaría ni aunque me apuntaran con una pistola. —señalo JunMyeon con frialdad.

—Siento si esto te causa alguna reacción alérgica, pero eso fue exactamente lo que hiciste. Y te lo agradezco, dado el estado en que me encuentro últimamente.

—Sí, ahora que me fijo mejor, creo que tienes razón. Pero las arrugas que se aprecian en tu cara te confieren un atisbo de humanidad que no tenías con esas facciones tan lustrosas de antes.

—Veo que no te caigo bien, JunMyeon. ¿Puedo saber qué he hecho para merecer tu desprecio?

Los ojos de JunMyeon se iluminaron fugazmente al oír su nombre en los labios de Mew.

—¡Aleluya! ¡Me has reconocido! Y aun después de ello tienes la desfachatez de hacerme esa pregunta. —regaño JunMyeon—. ¿Crees acaso que tus delitos han prescrito con el tiempo?

—¿De que delitos estás hablando? —cuestiono Mew.

vHabría muchos donde elegir. ¿No te imaginas a cuáles me puedo estar refiriendo? —replico JunMyeon.

—Aunque encuentro delicioso e incluso terapéutico el vapuleo que me estás dando, mi grado de curiosidad está llegando al límite. Te agradecería que me sacaras de dudas y me dijeras cuál fue ese pecado tan grande que cometí en el pasado por el que estoy pagando ahora tan alto precio.

—¿De verdad lo has olvidado? —inquirió JunMyeon ofendido—. Pues ya puedes empezar a devanarte los sesos, porque no pienso ayudarte a refrescar la memoria.

—No recuerdo haberte hecho nada malo en el pasado que merezca un resentimiento tan prolongado por tu parte. —señalo Mew—. Ello me induce a creer que no se trata de ti sino de Gulf.

—¡Vaya! ¡El Pirata aún conserva la memoria! Desde luego, eres único en tu especie, Mew Suppasit. –exclamó JunMyeon apartándose de él.

Era evidente que JunMyeon no deseaba proseguir esa conversación.

Al menos, Mew ya sabía ahora de dónde provenía su animosidad. Mientras que él apenas recordaba nada de su fracaso sentimental con Gulf, JunMyeon parecía haber acumulado una gran dosis de prejuicios contra él desde el momento mismo de su efímero compromiso con su primo.

—Ese maldito documento no aparece por ninguna parte. —dijo JunMyeon, cerrando de golpe otro archivado—. Por cierto, ¿qué demonios estás tú haciendo aquí?

—Esperaba encontrar a Nichkhun aquí trabajando.

—¿No me digas que no sabías que TaecYeon y él iban a dar una fiesta esta noche? —pregunto JunMyeon.

—¿No me digas? —repitió Mew.

—¿También te has olvidado de eso? A saber, qué intenciones tendrías al venir aquí.

Mew se acercó de nuevo a JunMyeon con la misma precaución que se acercaría a un felino hambriento.

—Tú siempre pensando lo peor de mí, ¿verdad? —lo acuso Mew.

—Eres tú el que me da motivos para ello. —se defendió JunMyeon.

—Por los insultos que me has dirigido, cualquiera diría que Gulf es tu primo favorito.

—Te habría dicho lo mismo si se lo hubieras hecho a un desconocido o incluso a un enemigo. —respondió JunMyeon.

—Veo que tu código moral no se ve afectado por consideraciones personales. Encomiable. Pero ¿podrías decirme qué fue lo que hice, según tú?

—¡Vaya! ¡Esto tiene gracia! Con dos simples palabras tratas de convertir una cuestión de hecho en una cuestión de opinión. Anda, inténtalo otra vez.

—Ya lo estoy haciendo, pero no me resulta fácil.

—Entonces el'ab be'eed.

Esto significaba que lo intentara, pero lejos de JunMyeon, por supuesto.

—¿No te gustaría, al menos, exponerme los cargos y leerme mis derechos? —acuso Mew.

JunMyeon sacó el teléfono móvil.

–No. Pasaremos por alto esos prolegómenos e iremos derechos a pronunciar tu sentencia. —ataco Mew.

—¿No debería gozar de la condicional después de diez años? —replico Mew.

—No. Ya te concedí la vida una vez.

Mew apenas podía contener la risa. Casi le dolía la cara. Nunca se había divertido tanto...

—Eres tan menudo...

—Y tú tan grande y despreciable...

Mew soltó una carcajada. No acertaba a comprender cómo aquel pequeño duendecillo se las arreglaba para despertar su humor adormecido con aquellos comentarios tan mordaces.

—¿Has dado por terminada tu búsqueda? —preguntó Mew, acercándose a la mesa de Nichkhun—. Aunque, a la vista de los golpes que has dado a los archivadores, parecía más bien una operación de destrucción masiva.

—En ese caso. —replicó JunMyeon, buscando un número en la agenda de contactos del móvil—, puedes ir volviendo a colocar cada cosa en su sitio.

—Creo que ni siquiera Nichkhun podría poner esto en orden después del caos que has organizado.

JunMyeon se limitó a fulminarlo una vez más con la mirada y luego comenzó a hablar por teléfono sin prestarle la menor atención.

—Hola, Nich. Siento decirte que no he podido encontrar ese documento que me pediste. Y créeme que lo he buscado por todas partes.

—Querrás decir «hemos», ¿no? —apostilló Mew en voz alta para asegurarse de que Nichkhun lo oyera.

Mew sonrió abiertamente. Sabía que Nichkhun lo había oído, pero debía haberse hecho el sordo, pues imaginaba que JunMyeon se habría puesto como furioso si Nichkhun le hubiera preguntado con quién estaba.

Mew había creído que sabía todo lo que había que saber sobre su hermano pequeño. Pero acababa de comprobar que no solo era capaz de prepararle una encerrona, sino también de improvisar sobre la marcha.

—¿Qué quieres decir con eso de que lo deje? —dijo JunMyeon con el ceño fruncido—. No. Necesitas ese documento y, si está aquí, lo encontraré. Descríbemelo mejor. Podría haberlo pasado por alto sin darme cuenta.

JunMyeon se quedó en silencio unos segundos escuchando la respuesta de Nichkhun. Mew tuvo la sensación de que debía estar contándole una serie de pamplinas. Estaba absolutamente convencido de que ese documento no existía.

Vio confirmadas sus sospechas cuando JunMyeon colgó el teléfono.

—¡No me lo puedo creer! Nichkhun dice ahora que no está del todo segura de que el documento esté aquí. ¡Y les echa la culpa a las hormonas del embarazo!

—Después de todo, solo hemos perdido una hora poniendo el despacho patas arriba. Aparte del desorden, no hemos causado ningún daño.

—En primer lugar, no hables en plural sobre el asunto. En segundo lugar, yo llevaba ya una hora aquí cuando tú llegaste. Y en tercer lugar, mientras yo estaba afanado buscando el documento, tú estabas ahí tan feliz, como si nada. —señalo JunMyeon—. La buena noticia es que ahora puedo marcharme de aquí tranquilamente y poner fin al suplicio de este encuentro tan desagradable.

—¿No piensas siquiera tratar de paliar la destrucción que has dejado a tu paso? —cuestiono Mew.

—Nichkhun insistió en que lo dejara todo y fuera corriendo a la fiesta.

Así que JunMyeon estaba invitado. ¿Quién lo diría? Por la forma en que iba vestido, cualquiera pensaría que iba a sacar la basura. Pero era evidente que tenía intención de ir a la fiesta. Ese debía haber sido el plan A de Nichkhun y TaecYeon.

JunMyeon se puso una chaqueta roja, se colgó del hombro el maletín con su ordenador portátil y se dirigió a la puerta sin mirar atrás. Sin embargo, al llegar, se encontró con el cuerpo de Mew bloqueándole el paso. Mew advirtió una cierta expresión de vulnerabilidad en sus profundos ojos negros mientras JunMyeon se tambaleaba ligeramente hacia atrás.

—¿Qué te parece si salimos juntos? Puedo llevarte a la fiesta en mi coche. —oferto Mew con una sonrisa.

—No necesito tu coche. ¿Cómo crees que llegué aquí? ¿Andando? —se mofo JunMyeon.

—Un duendecillo como tú podría haber llegado en un abrir y cerrar de ojos. —sonrió Mew con sarcasmo.

—En ese caso, podría salir de igual manera.

—Conmigo, podrías ahorrarte tus poderes mágicos.

—Desengáñate Mew. El papel de caballero no te va. No te esfuerces conmigo, sería una pérdida de tiempo. No soy ningún chico en apuros. Y si lo estás haciendo para ganar puntos con Nichkhun, ya puedes ir olvidándote de ello.

—No sé por qué tratas siempre de buscar razones ocultas y enrevesadas a mis actos. Soy mucho más simple de lo que crees. He decidido ir a la fiesta y, dado que tú también vas a ir, creo que no hay nada más lógico y natural que te guardes tu varita mágica y vayamos juntos en el coche que tengo aparcado en el garaje. —respondió Mew —. Es un vehículo normal y corriente.

—¡Qué casualidad! Yo también lo he dejado allí. Aunque mi coche es un utilitario de verdad, no como el tuyo. Según he oído, habla, piensa, obedece tus órdenes y aparca él solo. —recodo JunMyeon—. Y además sabe cuándo hay que frenar y adónde hay que ir. Solo le falta prepararte un sándwich y un capuchino para parecer un ser humano.

—Preguntaré en el concesionario si hay algún modelo con esas prestaciones. Pero entretanto, ¿no te gustaría ahora dar una vuelta en mi coche casi humano? —oferto Mew nuevamente.

—No. Como tampoco me gustaría estar en tu presencia casi humana. Ahora ann eznak... o mejor aún, men ghair eznak. —replicó JunMyeon, dándose la vuelta y saliendo por la puerta.

Mew se quedó quieto hasta que JunMyeon salió del despacho. Con unas cuantas zancadas lo alcanzó.

JunMyeon se puso a revisar los mensajes de su móvil sin prestarle la menor atención. Ni siquiera se dignó a mirarle cuando entró en el ascensor con JunMyeon y luego lo siguió hasta el garaje.

—¿Te ocurre algo? —exclamó JunMyeon cuando llegó al coche con Mew pisándole los pies.

—Solo estaba tratando de ser amable. —respondió Mew con su mejor sonrisa.

JunMyeon lo miró de arriba abajo sin decir una palabra y luego entró en su Ford Escape. Era de color rojo, igual que su chaqueta. Parecía que el rojo era su color favorito. Arrancó velozmente con un chirrido. Mew tuvo que dar un salto y echarse a un lado.

Luego sonrió mirando las luces rojas traseras del coche cuando JunMyeon frenó a la salida del garaje. Sintió un torrente de adrenalina correrle por las venas. Ningún chico había conseguido provocarle una sensación así. Sin embargo, JunMyeon lo había rechazado. Más aún. Lo había despreciado. Solo había una cosa que podía hacer ahora. Darle caza. 

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Sé que ahora mew tiene problemas con gulf y muchos ya lo deben tener funado 7n7 pido perdon, pero me gusto el ship y quise hacer el fic. 

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