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Capítulo 21

Ese día me desperté a las doce del día, y mi despertador se basó en dos cosas: gemidos, y gritos al estilo de las cincuenta sombras de Grey. Lo sé, bastante típico. Normalmente era de esperar que hubiera sido culpa de mi alarma, o gracias a los rayos de sol que entraban por mi ventana (para ponerlo más dramático). Pero no. Fueron gemidos provenientes de la otra habitación, haciendo que me escondiera debajo de mis frazadas, completamente traumatizada, y sintiéndome como si fuera un niño de diez años que acababa de descubrir a sus dos padres teniendo sexo duro contra la pared, la puerta, el lavamanos y el mesón de la cocina.

Porque no podía ser una chica normal que despertara en su cama King de princesa, junto a un príncipe encantador, un gato de la realeza, una corona y que defecara mariposas con olor a flores. No.

Tenía justamente que ser la chica que escuchaba sonidos orgásmicos para despertar de su increíble sueño acerca de ser violada por Cameron Dallas y que encontraba a una cabra con bigote en su cama teniendo espasmos en su trasero.

«Sólo una vida normal. Es todo lo que pido»

—Ábrete de piernas.

—Pero me duele.

Lo más traumatizante de toda la situación que estaba viviendo (además de que la cabra parecía intentar hacer el twerk), era que seguía escuchando los gemidos y los gritos, y las voces eran únicamente masculinas, lo que sólo lo hacía aún más aterrador.

—Maldita sea, Ashton, más.

Les juro que trataba de verle el lado puro e inocente a todo esto, pero era como intentar explicarle a Calum que no se podría casar con Mortimer cuando tuviera más edad o decirle a la vieja con complejo de pedofilia que no viviría lo suficiente como para siquiera alcanzar a besarse con Mike.

Siguiendo con el tema de los gritos, esto era traumatizante.

—Levanta un poco más tu trasero, Ashton.

«Tengo mente santa, tengo mente sana...»

—Luke, no, pon tu mano ahí... sí, justo ahí, sí.

«MENTE SANA...»

Olvídenlo, terminaría en un convento de monjas.

Pensé en las posibilidades de lo que estarían haciendo los chicos y traté de irme por las más puras y más dignas de una señorita (si es que eso era posible). Pero sólo se me ocurrieron dos teorías:

La primera, era que los chicos habían decidido decir puras boberías y solamente estaban haciendo otros de sus juegos ridículos, quizá sólo para asustarme.

Y la segunda, era que Calum, Luke y Michael estaban jugando al ginecólogo y Ashton era el paciente embarazado que estaba siendo la víctima de este juego.

Viéndolo desde ese punto, la segunda tenía mucho menos sentido, ya que era ridículo, estúpido, inmaduro e ilógico.

Fruncí el ceño.

Esa debía de ser.

—¡Eh! ¡Thomas llegó!— exclamó la voz que reconocí que era de Ashton. Unos gritos de felicidad luego y de repente mi cabeza comenzó a funcionar.

Mi boca se abrió con sorpresa cuando recordé que había visto a Thomas en el supermercado y la cantidad de condones que había comprado ese día.

¡Una orgía gay!

No me podía perder esto.

Salí de mi habitación siendo seguida por la cabra alias Mortimer bigote Cyrus y vi a los cinco chicos jugando al Twister en la sala de estar, Ashton tratando de poner su mano derecha en el círculo verde, Luke diciéndole que le quite su trasero de su cara, Michael pidiéndole que se abriera de piernas para apoyar su pie en el círculo amarillo, Calum diciéndole a los chicos dónde poner cada cosa, y Thomas intentando agregarse al juego.

Ese sentimiento en el que sólo quieres que la tierra te trague por haber pensado que tus compañeros de departamento estaban haciendo una orgía gay con tu vecino. ¿Lo conoces?

Yo sí. Esto era vergonzoso.

—Buenos días, Dylan— dijo animadamente Ashton saliéndose rápidamente del enredo que eran los chicos juntos. Luke y Mike se cayeron, al igual que Thomas—. ¿Cómo estás?

«Traumatizada y decepcionada de que no sea una orgía gay»

—Bien— le sonreí cortamente intentando reprimir mis pensamientos acerca de sus sonidos orgásmicos por jugar un simple juego—. ¿Y ustedes, chicos?

—Bien, jugando al Twister— me sonrió mostrándome sus dos hoyuelos y señalando a los demás chicos. Twister, Dylan, Twister. ¿Por qué siempre me iba por las posibilidades más obscenas?—. ¿Quieres unirte?

«¿A la orgía? Obvio. ¿Al juego...?»

—No, gracias— contesté respondiendo también mis propios pensamientos. Carraspeé—. Debo llamar a Jodie.

—Acerca de eso— dijo Mike levantándose del suelo y pasando por arriba de la espalda de Luke, pisándolo fuertemente pero de seguro que con todo el amor del mundo—. ¿Quién es Jodie? No parece tu mamá pero si es que lo es...

—Oh, no. Ella, bueno... Es una larga historia— dije intentando evitar esta conversación. No quería decirlo. Podía ser verdad que existían miles de personas adoptadas en este mundo, pero aún así me sentía extraña siendo una de ellas.

—¿Nos contarás?— preguntó Ashton mirándome adorablemente.

Uno se podía derretir con su dulzura y sus ojos.

—Luego. Ahora debo llamarla— me excusé asintiendo ligeramente con la cabeza. Ellos se resignaron y yo volteé sobre mis talones de regreso a mi habitación para hablar con ella. Le había prometido que la llamaría para que quedáramos de acuerdo al día siguiente. Marqué su número y esperé a que contestara, pero sólo me mandó al buzón de voz haciéndome escuchar su clara voz.

—Hola, te comunicaste conmigo y si no te contesto es porque estoy ocupada, evadiéndote, o en el baño. Si eres mi ex, muérete, maldito hijo de puta, igual la rubia de mi mejor amiga con la que te metiste tenía sida. Adiós. Deja tu mensaje y esa cosa del bip. ¿Cómo sé cuándo suena el bip? Ugh.

Presioné el botón rojo y dejé mi celular en la cama. Pero qué directa.

La llamaría después. Después de todo no estaba tan loca como para matarme por no haberle hablado más temprano.

Fruncí el ceño. Mejor le enviaba un mensaje.

Salí de la habitación luego de enviarle un pequeño mensaje a Jodie para evitar homicidios y me dirigí a la cocina ignorando los gemidos y gritos provenientes de los chicos gracias a su juego Twister. Dios. ¡Que por un momento había creído era una orgía! Aunque eso era mejor que la idea del ginecólogo.

Vaya.

Andaba con las hormonas demasiado alborotadas.

Tal vez necesitaba sexo.

Ah, no, esperen.

Escuché el rugido de mi estómago venirse contra mí como un león sediento.

Sólo era hambre, falsa alarma, podía seguir siendo virgen.

Me preparé un pan con mantequilla de maní y mermelada y le di un mordisco mientras apoyaba uno de mis codos en el mesón de la cocina, todavía oyendo a los chicos jugar. Suspiré. Eran como niños pequeños. ¿Cuándo iban a madurar?

Pensé en el buzón de voz que tenía grabado Jodie y el hecho de que ella ya tenía más de treinta años.

Sí...

No había demasiado futuro para ninguno de nosotros de todas formas.

Le di otro mordisco a mi tostada cuando un chico que parecía tener unos siete años llegó a la cocina. Llevaba una cinta en la cabeza, el cabello despeinado, y una camisa con un poni en ella.

Yo lo saludé.

Él me saludó.

Mi pan se me cayó de la mano.

¿QUÉ MIERDA?

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