Capítulo 18
—¡DYLAN! ¿QUÉ TOALLAS HIGIÉNICAS USAS?— gritó Michael desde el otro extremo del pasillo.
—CREO QUE USABA ESAS DE FLUJO ABUNDANTE— le contestó Ashton desde la sección de bebidas.
—NO, NO, EL PAQUETE DECÍA QUE ERAN LAS NOCTURNAS— objetó Calum el cual estaba al lado mío por la parte de los guisantes.
Una mujer que había cerca me miró con cara de horror y yo me limité a esconderme debajo del estante de los guisantes.
Esto era vergonzoso.
Los chicos habían decidido que no le mencionarían nada a Calum acerca de su supuesta novia secreta hasta que el chico de piel canela pasión no se los mencionara (Calum me obligó a llamarle así en lugar de asiático o negro y me había amenazado con que no me daría pastel).
Lo último que recuerdo de esa conversación fue que le darían una semana y si Calum no decía nada acerca de la chica, ellos se lo dirían a él. Mientras tanto, todos se comportarían de acuerdo a lo normal.
Aunque no sabía desde cuándo gritar de un pasillo a otro qué toallas higiénicas usaba yo era normal.
Ese día tocaba hacer las compras y cada uno tenía una lista de lo que debía comprar. También tuve que poner mis cosas en la lista y por desgracia, por culpa de ser al azar, Michael terminó con la obligación de comprar mis toallas higiénicas.
Yo tenía que comprar guisantes, papas fritas, un globo, carnada, un balón de plástico, un vestido de color rosado, un pingüino de peluche, un gorro, una lámpara, un gel para cabello y un traje de tortuga ninja.
Y el vestido de color rosado no lo había pedido yo.
¿Comprenden mi miedo de salir de compras con cuatro chicos y una cabra?
Mortimer pasó a mi lado tomando un tarro de guisantes del suelo y llevándoselo a la boca, para después irse por su camino meneando sus caderas cabrosas mientras iba vestido de policía malo.
No aceptaban perros dentro del supermercado, pero que conste, QUE SÍ ACEPTABAN CABRAS. Dios, odiaba el Target.
—¡ENCONTRÉ UNAS EXTRA DELGADAS!— exclamó dudoso Michael segundos después.
Oculté mi rostro entre mis brazos a pesar de estar ya escondida debajo de un mueble y suspiré profundamente, tratando de controlar mis ganas de meter a cada uno de los chicos a un costal, luego acuchillarlos, para después lanzarlos al río.
Calma, Dylan, calma, pronto comerás pastel y todo estará bien, no dejes que tus instintos asesinos te dejen llevar...
Oh por dios, me estaba pareciendo a Lina.
Alcé la mirada y noté que una chica castaña que atendía en el supermercado me vio por debajo de la estantería con preocupación. Debía de verme como una rara. Se acercó un poco a mí e hizo una mueca.
—¿Los conoces?— me preguntó refiriéndose a los chicos. Mordí mi labio inferior soltando un pequeño bufido.
—Vienen conmigo— asentí con dolor. Ella me miró con lástima.
—Mi más sentido pésame.
Ni tenía que decírmelo.
—Dylan— escuché la voz de Luke buscándome. Tragué salive y asomé mi cabeza para verlo—. ¿Dylan? ¿Qué haces ahí?
—Evitar la humillación que es la vida y las toallas higiénicas— contesté. Él sonrió de medio lado.
—No te preocupes. Me hicieron algo parecido con los condones la otra vez.
Pero qué bonito, qué bonito.
—Anda, sal de ahí— se rió tomándome de las manos para ayudarme a salir. Resoplé y dejé mi cuerpo flácido para que me jalara sin yo tener que hacer ninguna fuerza.
No tardó ni un segundo en sacarme de mi pequeño refugio. Dios. Ojalá alguna clase de rayo cayera encima mío y me desfigurara la cara para no sufrir más humillación. ¿Exagerada? ¡No lo creo!
De acuerdo, un poco tal vez sí.
—Estás delgada— observó.
—Soy un puto palo andante— respondí. Él negó con diversión y trató de alzar mi cuerpo segundos después. Gemí con molestia haciendo fuerzas para quedarme en el suelo—. No quiero sufrir más humillación.
—Eres una exagerada— dijo volcando los ojos. Hice un puchero notorio, pero él no le tomó importancia. Me tomó de las manos y me levantó del piso sin dificultad, dejándome parada enfrente suyo—. Eso fue fácil.
—Quiero irme a casa— suspiré cruzándome de brazos.
—Pronto nos iremos. Los chicos no deberían tardar tanto en encontrar lo que les queda. ¿Tú ya tienes todo?— me preguntó. Señalé el canasto rojo que había a nuestros pies y miró con curiosidad todo lo que había en él—. ¿Un vestido rosado?
—Lo pidió Ashton. Tengo miedo— solté.
—Suele hacer pedidos extraños— contestó encogiéndose de hombros. Puse los ojos en blanco con resignación—. No puedes culparlo. Él es...— mencionó, volteando a ver al chico en la sección de bebidas bailando con una botella de Pepsi y besando a otra de Cola. Luke me miró de regreso—... Ashton— concluyó.
¿Por qué no estaba sorprendida?
Volteé sobre mis talones con aburrimiento y noté que una chica que se me hacía familiar estaba comprando también. Llevaba una blusa floreada y unos pantalones cortos que dejaban a la vista sus piernas, toda su ropa tan apegada que permitía que se viera la bonita escultura que ella era.
Me miré a mí, con mis pantalones gruesos y mi camisa blanca. Hice una mueca. Había una pequeña gran diferencia aquí.
—¡Luke!— chilló ella de inmediato acercándose a nosotros con rapidez. Noté que Luke le sonrió también.
—Hola, Aleisha.
Oh, cierto, Aleisha. Trabajábamos juntas. ¿Cómo era que siempre olvidaba su nombre? Aunque claro, ella siempre estaba en la cocina y yo... repartiendo volantes.
Resoplé. ¡Pero qué rápido se baja el autoestima, gente!
—¿Cómo estás?— le preguntó ella ignorándome olímpicamente. Fruncí el ceño al darme cuenta de que prácticamente me estaba dando la bonita vista de su espalda.
Las ventajas de ser invisible. Pero qué deja vú.
—Bien, ¿y tú?— le respondió amablemente él.
—¡Estupendo ahora que te encuentro! Necesito hablar contigo— le sonrió ella mientras dejaba que su mano se apoyara en el hombro de Luke y recorriera todo su brazo con delicadez.
«Puta»
¡Yo no dije eso!
Lo pensé, que es algo diferente.
—¿Acerca de qué?— cuestionó extrañado Luke mientras parecía ni notar la violación que tenía la mano de Aleisha contra su brazo. Resoplé cansada.
La otra vez la rubia había sido un ángel traído del cielo, con su sonrisa y su amabilidad, y ahora sólo parecía ser una Lina menos psicópata y más perra.
No me caía nada bien. No, no. Perra mala.
—Acerca de nosotros— murmuró ella mirándolo fijamente a los ojos. Sentí un pequeño sentimiento de incomodidad.
¿Alguna vez lo has sentido? ¿Ese sentimiento en el cual solamente te sientes como un maldito extra en la escena y quieres que un maldito piano te caiga encima para no seguir sufriendo por no saber qué hacer? Algo así sentía yo.
—Aleisha...— advirtió él, empezando a contestar. Mordí mi lengua obligándome a no decir nada, pero al parecer los impulsos eran más fuertes que mi retención.
En otras palabras, mi lengua fue más fuerte que mis dientes.
—¡Bueno!— interrumpí bruscamente en su conversación—. A mí me falta un producto que comprar, así que los dejo solos. ¡Buena suerte con su charla!— chillé falsamente tomando mi canasto y dando un paso hacia atrás.
—Creí que ya habías comprado todo— mencionó confundido el rubio.
—Sí, pero... eh... se me olvidó algo— me reí nerviosa. Él arqueó una ceja.
—¿Qué cosa?
—¡Algo, idiota, algo!— exclamé. Ugh—. Nos vemos después, Luke. Aleisha, fue lindo verte, supongo.
Di media vuelta sin querer decir nada más y caminé con rapidez.
"Acerca de nosotros". Ugh, ¡pero es que no podía ser más perra! Me daba rabia, empezando por el hecho de que me había ignorado peor que una hormiga y que se le había lanzado a Luke sin importarle que yo estuviera ahí. ¡Había violado su puto brazo!
Alto. ¿Y a mí por qué me importa que ella se le lanzara a Luke enfrente mío?
Oh, bueno, era algo de educación, sí, por eso estaba enojada.
Además no era lindo montar un show porno frente a una persona y justo a la mitad del supermercado.
Choqué con alguien que me hizo botar el canasto con brusquedad (¿alguna vez les mencioné lo torpe que era? Porque, bueno, lo era). Solté un chillido de miedo y alcé la mirada para ver que me había topado con Thomas, nuestra querido y francés vecino. Me sonrió apenado bajando la cabeza.
—Mil perdones— dijo de inmediato. Se agachó para recoger mis cosas—. No tenía intención de botar tu mercadería.
—Está bien— suspiré aliviada de que fuera él y no alguien desconocido. Aunque esto solamente lo volvía más incómodo—. Hola, Thomas.
—Hola, Dylan— murmuró entregándome mis cosas—. ¿Viniste a comprar con los chicos?
«No, vinimos a bailar»
—Oh, sí— le respondí mientras ambos empezábamos a caminar—. Ellos están cada uno por su lado haciendo sus compras.
—Es divertido venir a comprar en conjunto.
HUMILLANTE, THOMAS, HUMILLANTE.
—Eso creo— dije encogiéndome de hombros—. ¿Y tú qué viniste a comprar?
—Oh, nada, ya sabes, sólo las cosas para la semana— contestó. Asentí con la cabeza lentamente mientas veía que en su canasta habían seis tiras de condones grandes.
Mis ojos se agrandaron.
—Ya veo.
—Y bueno, debo irme rápido porque tengo que reunirme con un amigo. Fue agradable chocar contigo, Dylan. Bueno, no literalmente— añadió divertido. Le sonreí.
—Igualmente, Thomas. Espero verte pronto.
—Lo mismo digo. Adiós— se despidió amablemente tomando mi mano y besando el dorso de ésta justo como la primera vez que nos habíamos conocido. Sentí mis mejillas sonrojarse.
—Adiós— me despedí antes de verlo irse directamente a la caja para pagar.
Dejé el aire contraído salir de mis pulmones. ¿Por qué su acento francés me gustaba tanto? ¿Por qué me besaba la mano? Y lo más importante: ¿Para qué rayos necesitaba tantos condones?
Me imaginé a Thomas pasando de casa en casa regalando un condón a la gente, estimulando el que se cuidasen para no tener enfermedades por transmisión sexual o un bebé por accidente, como alguna clase de monje o algo así.
Santas carambolas. Debía ir a un psiquiatra urgente. Cualquiera pensaba en una orgía pero yo no, no, claro que no, yo pensaba en un Thomas francés monje. Pero qué normal.
—DYLAN, TE LLEVO LAS TOALLAS DE FLUJO ABUNDANTE— exclamó Michael. Suspiré, volteando a verlo al otro lado del pasillo mientras me miraba sacudiendo un paquete de toallas higiénicas en su mano derecha.
Bueno, si iba a humillarme, iba a hacerlo bien.
—SON LAS NOCTURNAS, TARADO, PARA QUE FUNCIONEN BIEN— exclamé.
—AH, VALE— respondió—. ES QUE CREÍ QUE LO TENÍAS ABUNDANTE.
—PUES NO SEAS ESTÚPIDO, CLIFFORD.
—Y TÚ NO TAN MANDONA, SUMMERS.
—PESADO.
—LLORONA.
—NO ES TU CABELLO NATURAL.
—EL TUYO TAMPOCO LO ES.
—PUTO.
—FLUJO ABUNDANTE.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro