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Capítulo 16

No sabía qué era más ridículo, el que yo estuviera vistiendo un disfraz de una pizza gigante, o que todos los chicos hubieran venido a mi trabajo con Mortimer vestido de James Bond.

Nota mental: cuando me cambiara de trabajo, no decirle en qué trabajaba a los chicos. Podían lucir tontos y guapos, pero por dentro, eran más psicópatas que Lina y podían descubrir las direcciones de los locales más rápido de lo que yo incendiaba la cocina preparando algo de comer.

Creo que con eso ya claro podíamos entender por qué estaba afuera repartiendo folletos en lugar de estar adentro haciendo pizzas en el horno.

Era día miércoles. En otras palabras, mi turno de trabajar ya que mi querido compañero alias reemplazante del que se encargaba de entregar los folletos y recomendar el local, se encontraba enfermo, con una pierna rota y una operación al cerebro.

Holgazán. ¡Debería estar trabajando en lugar de lamentarse por haber perdido una pierna!

¡Hasta mi querido amor platónico Augustus Waters era feliz sin una pierna! Anda, que me dijera el estúpido de mi compañero Rodolfo una excusa mejor. Como si el haber perdido una pierna por haber sido atropellado por una anciana que no llevaba anteojos hubiera sido la gran cosa, ni que no pudiera caminar.

De todas formas, el tema no era mi desgraciado y egoísta amigo Rodolfo el reno, sino los cuatro chicos psicópatas que me habían seguido hasta mi trabajo para joderme la vida de la manera más bonita de la vida:

Sacarme fotos.

—Te ves tan tierna, Dylan— chilló Ashton como si se tratara de una rata pariendo un buey. ¿Qué? Mi vida, mis comparaciones, si yo quería que una rata pariera un buey, la rata iba a parir un buey.

Aunque quizá estaba exagerando un poco con la de la rata y el buey.

Di un paso hacía adelante mientras Ashton me sacaba otra foto y tomé su celular bruscamente. Pensé rápidamente en todas las cosas que podía hacer con él, y al final, me fui por la más segura.

No tardó ni cinco segundos en empezar a lamentarse.

—¿PERO QUÉ HACES HECHO?— lloriqueó lanzándose al suelo de rodillas exageradamente. Me encogí de hombros—. ¿CÓMO PUEDES SER TAN CRUEL?— exclamó tomando lo que quedaba de su teléfono entre sus manos.

Digamos que había lanzado su celular al piso un tanto fuerte.

Y lamentablemente no era un Nokia.

—¡NOOOOOOOO!— gritó él mirando en dirección al cielo mientras elevaba su destrozado celular entre sus dedos. Luke le dio palmaditas en la espalda.

—Te compraremos uno nuevo, hermano— lo tranquilizó él como una madre tranquiliza a su hijo que se acaba de caer de la bicicleta. El rostro de Ashton se iluminó.

—¿En serio?— dijo esperanzado mirando al rubio.

—No. Pero si no me preguntabas al menos pudiste ser feliz por un momento. ¿Ves? Arruinas todo.

—Es tu culpa, Dylan, me debes un celular— frunció el ceño enfadado.

—Con suerte yo tengo uno, y ni siquiera alcanza para ser un móvil, ¿ves?— le pregunté sacando mi teléfono y mostrándole a los chicos aquella antigüedad. Los cuatro fruncieron el ceño mientras acercaban sus caras para mirarlo más de cerca.

—¿Y esa cosa qué es?

Suspiré tristemente.

—Un ladrillo con teclas.

—Pero qué pequeña la pantalla— comentó Calum arrebatándome máquina cavernícola de las manos. Lo miró desde todas las partes posibles y luego tocó la pantalla con su dedo índice—. Está malo.

—Debe tener alguna maquinaria extraña que haga que funcione— explicó Michael tomando él esta vez mi teléfono. Marcó una tecla (específicamente el número 5) y abrió sus ojos sorprendido al escuchar un pitido salir de los altavoces—. ¿Y eso qué fue? ¡Nos invaden los extraterrestres!

—Fue mi móvil, estúpido— resoplé quitándole a mi bebé y guardándolo en mi bolsillo. Me crucé de brazos—. De todas formas, ¿qué hacen aquí?

—Venimos por una pizza gratis— sonrió emocionado Ashton, olvidándose completamente que se había roto su teléfono celular por haberlo tirado al piso.

—No hay pizzas gratis, y hoy no trabajo dentro del local, solamente dando los folletos— respondí en un desganado suspiro. Era tan irritante tener que pasearse por las calles vestida de una pizza gigante, prefería comerlas y no vestirlas, pero bueno. Esto era peor que la vez que Andy y yo decidimos trabajar en el restorán de mariscos.

¿Por qué?, se preguntará la mayoría. Es decir, no había nada malo con trabajar en un restorán de mariscos como mesera. De hecho, Andy estuvo ahí como dos días porque lo disfrutó bastante (digamos que renunció, aunque ambas sabemos que la despidieron).

Y bueno, el problema entra cuando yo explico mejor mi situación:

Era alérgica a los mariscos.

¡Tará!

Sí, esos no fueron mis mejores días.

—Yo quería una pizza gratis— dijo Ashton haciendo un puchero. Hice una mueca de "perdón"—. Vale, pues te ayudaré a repartir volantes.

—No puedes amenos que trabajes aquí o te vistas como una pizza napolitana gigante— contesté. Él asintió resignado y yo le sonreí—. Además, quiero trabajar bien hoy. Tal vez mi jefe me da un ascenso.

—¡Mira, mami!— la voz de una pequeña llegó a mis oídos—. Yo quiero una foto con la pizza gigante. ¡Vamos, vamos!— exclamó mientras se acercaba a mí—. Quiero una linda foto con esta gorda pizza.

Fruncí el ceño.

¿COMO QUE GORDA?

—Hola— me sonrió la pequeña niña rubia mientras balanceaba sus pies—. ¿Me puedo sacar una foto contigo?

—Um, preferiría que no— respondí con una pequeña sonrisa falsa mientras los chicos parecían aguantar la risa a mis espaldas. Volteé para hablarles (darle una cachetada a cada uno por ser tan idiotas), cuando sentí que la niña me jalaba la mano volviendo a insistir.

Mi cara de "Calamardo" de "Bob Esponja" no me la aguantaba nadie.

—Por favor— rogó ella con ojos de cachorro.

¡Pero qué adorable era!

—No.

Mi actitud era peor que la de Hulk y Batman combinados.

—Por favor, señorita pizza.

—No, niña, no.

—Pero...

—¡QUE TE VAYAS A FREÍR PAPAS, CABRA DEL DEMONIO!— grité enfadada haciendo que la niña se espantara y corriera lejos de mí. Volteé a ver a los chicos los cuales me miraban un tanto asustados y un tanto divertidos con la situación. Suspiré resignada—. De acuerdo, quizá sí necesito un descanso.

—Eso decía yo— asintió Ashton moviendo reiteradas veces la cabeza—. Bueno, vamos, me pasas tu traje por un rato y yo repartiré volantes mientras tú descansas.

—Vale— acepté mientras lo guiaba adentro del local en dirección a los baños del personal. Entramos y él se encerró en un uno mientras que yo lo hacía en otro. Me quité el disfraz con dificultad y se lo pasé por arriba de la pared que separaba nuestros baños. Me puse una playera diferente a la que usábamos para trabajar y abrí la puerta, todavía esperando a Ashton.

Minutos después apareció tras la puerta con toda su ropa entre las manos. Fruncí el ceño al verlo y abrí mi boca dispuesta a decir algo, pero sin poder decir nada.

—¿Qué?— preguntó finalmente él.

—Um... ¿te sacaste toda tu ropa para ponerte el traje de pizza?— pregunté entrecerrando los ojos. Él vaciló un poco.

—Sí, algo así.

¿Qué mierda pasaba por la cabeza de este chico? ¿Un mono de circo andando en mono-ciclo?

Pero qué ganas de tirarme de un puente.

—Ashton, no sé si lo sabías pero... la idea es ponerse el traje encima de la ropa. No... sin ella— dije pestañeando desconcertada reiteradas veces. Él se encogió de hombros como si no fuera la gran cosa.

—Para mí es mejor así— respondió inocente saliendo de los baños y dirigiéndose afuera a repartir folletos.

Sí, para él sí, pero para mí no. ¿Recordemos que después yo tendría que volver a usar el traje y que yo tenía más hormonas de las que debería?

Revisé resignada la ropa que se había sacado Ashton para ponerse el traje cuando de repente me encontré con sus bóxers de color negro. Mi boca se abrió hasta que mi mandíbula tocó el suelo.

Maldito pervertido violador.

—Parece que Ashton disfruta hacer esto— mencionó divertido Luke cuando salí del local a las mesas de afuera. «Si supieras» pensé. Volteé a ver a los chicos que comían una pizza en una de las mesas mientras le daban otra aparte a Mortimer.

Estos chicos tenían el cerebro del porte de un maní.

—Ni siquiera está usando ropa debajo de ese traje— suspiré finalmente, llevando mis dedos al puente de mi nariz—. Debí haberle dado el otro traje de pizza napolitana. Pero no, tenía que justo darle el que yo uso.

—¡Oh, yo quiero usar el traje de pizza napolitana sin ropa debajo!— se ofreció Michael.

—¡No!— exclamé indignada volteando a verlo. Los chicos se miraron entre sí con una sonrisa un tanto satisfecha en el rostro y suspiraron.

—El periodo.

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