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Capítulo 15

Comí un pedazo de pizza mientras cambiaba de canal y los cuatro chicos frente a mí junto a su extraña cabra vestida de Santa Claus me veían como si fuera una pobre vagabunda lanzada a la calle que se metía a los basureros para conseguir algo de comer.

Pero en realidad, estaba segura de que me veía peor.

Todo se retribuía a la ida de Andy a Canadá, si debía hablar con la verdad. La única chica que me había comprendido y me había tomado como alguien de la familia en años, había sido ella. Mi mejor amiga se había convertido en mi hermana y que estuviera lejos se me hacía bastante complicado, duro y triste.

Vale, también se debía a la maldita suerte de que me había llegado el periodo, pero eso le quitaba lo dramático al asunto, además de que recordarlo solamente me provocaba más ganas de tirar a alguien por la ventana del último piso del edificio más alto del mundo.

Estaba del asco.

Lo único que sabía era que quería golpear a alguien y que quería comer pastel.

Los chicos y yo habíamos acompañado a Andy hasta el aeropuerto y ella se había ido en el vuelo de las diez. Por lo que, prácticamente, tuvimos que despertarnos como zombies, levantarnos como zombies, desayunar como zombies, e ir a dejarla como zombies. Y eso solamente me provocaba lucir más depresiva y triste de lo que ya estaba por su mudanza. Era como Frankenstein en mujer, pero sin la piel verde de terror... y con unos cuantos millones de metros menos de diferencia.

Lloré peor y más fuerte que la mismísima y famosa "Llorona" cuando Andy se despidió de mí. Me lancé a sus brazos y dejé caer tantas lágrimas que parecía alguna clase de madre maniática que se enteraba de que su hijo había sido torturado y asesinado por un grupo de terroristas en la todavía no existente tercera guerra mundial. No sabía cómo compararme, simplemente sabía que mi aspecto era horrible y que estaba llorando lo suficiente como para crear el octavo mar del mundo.

Había insistido en irnos al departamento de inmediato luego de que Andy se largara, pero claramente ninguno de los chicos estaría satisfecho hasta verme con una sonrisa de comercial de Colgate Luminous White en la cara, más feliz que Willy Wonka en la Fábrica de Chocolate y derrochando alegría y felicidad peor que alguna clase de niñita exploradora. Por poco querían que vomitara mariposas, defecara flores y saltara en la pradera acompañada de mi unicornio rosado, pero eso ya sería el límite de la estupidez.

Suspiré para mis adentros recordando todo lo que esos chicos habían hecho.

Porque digamos que... cada uno lo intentó a su manera.

Calum intentó subirme el ánimo llevándome de compras, pero ir a comprarle un traje de Santa Claus a Mortimer no me hizo sentir mejor.

¿Y por qué de Santa?, se preguntara la mayoría. Bueno, era el último que quedaba en la tienda "Cabrita Feliz" y la tienda "Cabras A La Moda" estaba cerrada, así que...

Era eso o vestir a Mortimer con un tutú, cosa que no parecía agradarle demasiado a Calum.

Luego estaba Ashton con su increíble y magnífica idea de que ir a tomar helado me sacaría esa expresión de vieja amargada de la cara. Y sí, me dijo eso, literal, ¿impresionante, no? ese chico definitivamente no era muy bueno midiendo sus palabras algunas veces y te podía bajar aquello llamado autoestima en menos de lo que canta un gallo.

El punto era que, fuimos a comprar helado, y como siempre, algo tenía que terminar mal.

Se podría decir que tuvimos que explicarle a un policía que Ashton no tenía la intención de golpear a esa viejita, que Calum tenía en efecto una cabra, que Michael no era un violador y que Luke era rubio natural.

No tienen idea de cuántas cosas hay que explicarle a un policía cuando vas a una tienda a comprar un helado.

Después de todo ese incidente del policía, la viejita, el helado y el cabello natural de Luke, Michael intentó hacerme sentir mejor yendo a ver una película.

No terminó mejor que lo de los helados, así que básicamente ni siquiera alcanzamos a entrar al cine.

El día definitivamente no iba bien.

Luke dijo que todavía tenía que pensar en cómo me iría a hacer sentir mejor. Aunque no lo culpaba, ese día mi carácter era complicado y parecía que ni siquiera saber que me había ganado la lotería alegraría mi cara de vieja amargada.

¿Ya había mencionado que estaba del asco? Pues bueno, decirlo otra vez no estaba de más.

Estaba del asco.

-Vamos, Dylan- se quejó Ashton una vez más. Volteé a verlo con ambas cejas alzadas, por primera vez prestándole atención-. Tienes que levantar tu trasero de ese sillón y salir a ver el mundo una vez más. No te deprimas aquí. ¿O es que acaso quieres pasar todo lo que queda del día y de tu vida viendo televisión mientras comes grasa que hará que engordes y te vuelvas una pobre miserable amargada que viva con ocho gatos?

Ashton recibió un golpe con un pedazo de pizza en su cara ese día.

Nadie me quería cerca, créanme.

Llevaba todo el día sentada ahí, al menos desde que llegamos al departamento y eso fue aproximadamente a las once de la mañana. Se los pondré fácil: para ese entonces ya eran las tres de la tarde y no tenía intención de levantarme de mi lugar. Llevaba cuatro horas sentadas en ese sillón y en todo ese tiempo no había hecho nada útil más que ver televisión, respirar y comer pizza.

Por otra parte, los chicos seguían tratando de encontrar una manera de sacarme de ahí.

Me sentía como un oso hibernando, tenía derecho a quedarme durante toda la temporada ahí ¿no?

Vale, mis frases empezaban a perder la lógica.

El punto de todo era que jamás lograrían sacar mi trasero de ese sillón y era por el simple hecho de que prácticamente estaba pegado a él. Además de que me sentía el asco y de que me había llegado el irritante periodo, estaba el tema de que sentía que mi trasero había subido de peso en pocas horas y ahora no había manera de sacarme de ahí, literalmente.

Lo que ni yo esperaba era que tres segundos después me hallaba siendo cargada como un saco de patatas en el hombro de Luke.

-¿Qué haces, rubio teñido?- gruñí de mala gana mientras dejaba mis brazos colgar sin intenciones de hacer el más mínimo movimiento.

-Encontré la mejor manera de alegrar esa cara amargada- respondió dejándome en el piso de repente. Mis ojos fueron de allá para acá y entendí en menos de dos segundos en dónde estábamos.

-¿Por qué me has traído al pasillo del edificio?- le pregunté. No quería sentirme afectada, pero sabía que cualquiera podía pasar por ahí y verme en mi pijama simplón, mi bata de color rosa y mis pantuflas de simios enojados.

No me culpen, esas pantuflas eran las únicas que quedaban en la tienda.

-Oh, no sé, creí que podrías necesitar un poco de aire- comentó distraído mientras daba un par de pasos hacia atrás.

-¿Aire?- pregunté confundida-. Pero si hay aire en el departamento.

-Bueno, pues aire de pasillo- respondió. Me encogí de hombros-. Además, pasar un tiempo a solas, y ya sabes, esas cosas.

-Un momento, ¿por qué estás cerrando la puerta mientras me dejas sola aquí afuera? Espera un momento. Luke. Luke. ¡Luke!- chillé finalmente viendo cómo la puerta del departamento se cerraba frente mis narices y yo me quedaba fuera vistiendo como una total perdedora hasta que decidiera mejorar mis ánimos.

Ahora, ¿cómo mejoras sabiendo que tus compañeros te habían dejado afuera de tu departamento, vestida de la manera más ridícula existente en el planeta tierra?

¡No había ninguna mejora!

Escuché un sonido parecido a un timbre y luego las puertas del ascensor abriéndose, dejando a la vista al castaño y reconocido vecino Thomas que Ashton me había presentado mi primer día de estadía aquí.

Lo único a lo que atiné a hacer fue a saludarlo con mi mano derecha y poniendo una sonrisa falsa.

Debía de verme terrorífica, pero sinceramente no me importaba demasiado para ese entonces.

Él siguió caminando y se encerró luciendo un tanto asustado en su departamento.

Ya decía yo que tenía la pinta más terrorífica del universo.

-Listo- habló la voz de Luke nuevamente saliendo del departamento. Mis ojos lo recorrieron de pies a cabeza con confusión y todavía no podía crédito a lo que estaba viendo.

-¿Por qué estás vestido como un agente del gobierno y con una pistola de agua, rubio teñido?- le pregunté.

-En primer lugar, soy rubio natural. En segundo lugar, solamente estoy usando lentes oscuros y eso no me hace lucir como del gobierno. Y en tercer lugar- mencionó, apareciendo detrás de él todos los chicos idénticamente con los mismos lentes de él-, todos estamos vestidos como el gobierno.

-Estoy viviendo con cuatro idiotas.

Fue cuando de repente Mortimer salió utilizando los mismos lentes oscuros.

-Olvídenlo, diré cinco.

-Y te quitaremos la cara amargada de la manera anticuada- señaló Luke.

-¿Y cuál es la manera anticuada?- le pregunté arqueando una ceja. Ellos no irían a utilizar las pistolas y a tirarme agua dentro del edificio, eso sería un caos mayor de lo que ellos aceptaban.

-La manera en que lo hacíamos antes- respondió Ashton.

-¿Antes?- pregunté confundida, y no alcancé a decir más cuando ya me encontraba siendo empapada por cuatro pistolas de agua mientras Mortimer se dedicaba a ver el show.

Tuve que correr escaleras abajo.

Meterme en el ascensor habría sido una tontería porque ellos entrarían también y habría terminado ahogada en ese pequeño espacio mientras que ellos disfrutaban mojándome con esas pistolas de agua agresivas. Utilizar las escaleras fue lo más inteligente que podía hacer.

Y lo más bobo también, ¡estaba segura de que ya había mencionado que era peor que una tortuga para los deportes!

-¡Ya basta!- exclamé cuando nos hallábamos en el patio trasero del edificio y todavía no se agotaba el agua de las pistolas. Me reí inevitablemente al darme cuenta del desastre que estábamos haciendo-. ¡Ya paren!

Y sorprendentemente, todos se detuvieron al mismo tiempo.

-¿Qué fue eso?- les pregunté divertida mientras intentaba ordenar mi cabello mojado.

-Así nos arreglamos cuando nada funciona- se encogió de hombros Luke-. Esto divierte, y aunque sé que no fue lo mejor, fue lo único que nos quedaba- me explicó. Suspiré-. No queríamos verte triste, Dylan.

-Lo sé, pero es complicado- respondí cubriendo mi cara con ambas manos-. Andy se fue, mañana es su cumpleaños, y no podía pasar nada mejor que el que me llegara el periodo.

Los cuatro chicos fruncieron el ceño al momento en que terminé mi oración.

-¿Periodo?- preguntó Calum.

Oh, dios, pequeñas e inocentes criaturas del señor.

-Creo que hay algo que podría hacerme sentir mejor- les respondí con una sonrisa. Ellos se miraron entre sí-. Les explicaré qué es el periodo.

Ellos asintieron, estando de acuerdo con ello. Así que, subimos al departamento, nos secamos, quedamos como nuevos y nos sentamos en la sala de estar para que ellos entendieran qué significaba precisamente todo lo del periodo.

Diez minutos después ninguno me quería ver a la cara y yo lo único que podía hacer era reírme sin parar.

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