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ᚐ҉ᚐ 10

La tensión se sentía por todo el lugar a pesar de que la gente parecía ignorarla.

Jeongin veía a Hyunjin con ojos cristalinos, respiración entrecortada y piernas como la misma gelatina, y él, sonreía cínicamente. El castaño tenía ganas tremendas de ahorcarlo ahí mismo y preguntarle por qué.

Para el de ojos azules, Hyunjin se veía mejor que nunca. Su cabello ya no estaba tan rubio y una barba comenzaba a crecerle.

No quería estar ahí, frente a él. La persona que lo había hecho sufrir a él y a su hermana como nunca.

Antes de que pudiese decir algo, Wheein se puso frente a ellos dos con una sonrisa nerviosa.

—Bueno, creo que es momento de irnos... Jeongin, Hyunjin me llevará a casa —dijo la joven.

—No. Tú te vienes quieras o no —el mayor la tomó del brazo, jalándola para salir de ahí.

—Hey, hey, hey. No hay que ser groseros, Innie —Hyunjin habló, haciendo que a Jisung se le congelara todo.

Innie, Innie, Innie...

—No me digas así, imbécil —gruñó—. Y a ti más te vale empezar a caminar si no quieres que te saque de los pelos. Sabes que soy muy capaz —amenazó el de piel trigueña a su hermana.

Ella, con la barbilla temblando, caminó hasta la salida.

—Y tú... —caminó hasta el de ojos azules, quedando a pocos centímetros de él—, será mejor que dejes a mi hermana en paz.

Hyunjin sonrió abiertamente.

—¿O si no qué? ¿Vas a golpearme? Qué miedo tengo —se burló, alzando las manos como si tratara de defenderse.

El casi-castaño tomó a Jeongin por la cintura, pegándolo hacia él. Jeongin sintió el olor de su perfume masculino. El mismo de siempre, se dijo asimismo en su mente.

—No tienes por qué estar celoso. Sabes que para ti también hay... siempre hay y va haber —acarició su rostro lentamente.

Cerró sus ojos y aspiró fuerte. Empujando a Hyunjin con fuerza. Ya lo había superado.

—No me toques. Y como te dije, aléjate de ella. No seas hipócrita, sabemos que esto no lo haces por el niño.

—Es mi hijo, claro que quiero verlo —dijo como si no fuera obvio.

—No, Hyunjin. Estás solo, quieres a Wheein de compañía y usando a Yongbok de pretexto es algo muy sucio.

Con eso último, caminó hasta salir del lugar. Fuera, su hermana sollozaba bajamente.

—Perdón. Perdón. No sé qué pensaba, perdón —Wheein se abrazó a su hermano, buscando su calor—. Dijo que quería hacer esto por Yongbok, y-y que quería conocerlo y ser parte de su vida, Jeongin. Yo le creía. Yo-yo lo amo.

—Tranquila, Wheein. Está bien. Es un bastardo, usando a su propio hijo como chantaje. Tienes que superarlo como yo lo hice...

—Pero no es fácil —se separó, mirando a su hermano con ojos rojos.

—No. Es bastante difícil pero no imposible. Ahora deberías concentrarte en tu trabajo y tu hijo, ¿sí?

—Sí —acordó. Sonriendo al recordar a su bebé.

(...)

Hicieron el viaje hasta casa, donde Chan y Yongbok los esperaban en el sofá comiendo malvaviscos y viendo programas para niños pequeños.

El pequeño al ver a su mamá corrió a sus brazos y lloró en ellos, diciendo cuan asustado estuvo cuando su tío Innie le había gritado. Wheein regañó a su hermano por haber asustado a su retoño a lo que Jeongin se disculpó con su sobrino.

Ahora, Jeongin y Chan permanecían en el sillón viendo una película antigua, envueltos en algunas mantas. El castaño con la cabeza apoyada en el pecho de Chan y el otro acariciándole el largo cabello que tenía, enredándolo entre sus dedos.

—Entonces ¿cómo fue todo? —preguntó Chan cuando la película fue a cortes comerciales.

—Fui al trabajo de Wheein para comprobar que no estaba ahí y sí, no estaba. Luego fui a su restaurante favorito. Estaba ahí con ese bastardo. Le dije que se alejara de ella y él dijo sus chistes estúpidos, después me quité con Wheein.

Se encogió de hombros. Contó la historia resumida, no le iba a decir que Hyunjin lo había tomado muy cerca y que había aspirado lo más posible su rico perfume, evitando mirar sus labios...

—Y... ¿quién es? Digo, el bastardo, como le dices —Chan rio y Jeongin disfrutó sentir la vibración de su risa.

—Hwang Hyunjin. Asco de persona, ¿lo conoces? —preguntó Jeongin, tomando la mano de Chan, entrelazando sus dedos.

Mierda. Chan sudó en frío. Tragó saliva y contestó:

—No. Nunca había oído hablar de él —obviamente, mintió.

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