ᚐ҉ᚐ 02
—Tendrán que darle la vuelta a la calle 78, pasar por la avenida Audrey y darle dos vueltas a la glorieta cerca del parque. Las reglas ya las saben... No hay reglas —rio la joven que anunciaba todo, con una bandera en la mano—. Ahora, cuando yo cuente tres y levante la bandera, podrán salir.
Tanto Minho como Jeongin, arrancaron sus motocicletas y se acomodaron en la línea marcada de salida.
La muchacha se puso en posición, contó y alzó la bandera, en menos de lo que esperaban, Jeongin y Minho ya estaban lejos con sus motos.
Jeongin aún tenía velocidad media, pero su motocicleta sí que era rápida, no por nada le había costado un dineral.
Dobló a la derecha seguido por Minho, quien, al parecer, si estaba a la velocidad máxima. Miró hacia arriba rápidamente, la placa de la calle 78 estaba frente a él, sonrió. Sabía que ganaría.
Aceleró un poco más llegando a la avenida, pasando por ella rápidamente, tenía suerte de que a esa hora no hubiese nadie andando.
Llegó pronto a la glorieta, dando la primera vuelta, Minho apareció por la esquina con una sonrisa en el rostro. Dio la última vuelta y aceleró aún más. No sabía cómo su compañero había dado tan rápido las vueltas. Dobló por la esquina izquierda para volver a su lugar de partida. Ahora sí, iba a lo máximo que su motocicleta daba. Volteó para atrás y el castaño venía justo por detrás.
Paró un poco después de donde había sido la línea de salida, se quitó el casco y limpió el sudor de su frente con la respiración acelerada. La gente gritaba a sus espaldas, algunos se acercaban a darle felicitaciones.
Entre toda la gente, Minho se abrió espacio y se acercó a él.
—Bien hecho, compañero —felicitó, apretando sus manos, y dándole un pequeño abrazo.
—Lo mismo digo —sonrió.
—¡Felicidades, Jeongin! ¡Lo hiciste muy bien! —gritó Jisung desde muy atrás, a un lado de Minho.
El de piel caramelo le saludó con la mano, dándole una sonrisa.
Chan no entendía nada, por un momento pensó que Minho y Jeongin eran rivales a muerte, que peleaban por ser el mejor, así como en las películas. Pero no, ahí estaban dándose las manos, felicitándose y abrazados como los mejores amigos.
—¿Son amigos? Pensé que se odiaban —dijo Chan, a un lado de su amigo, cruzándose de brazos.
—Nah —dijo el pelinegro, haciendo un gesto con la mano—. Ellos son así, no son los mejores amigos, pero ahí la llevan... Pero desde que conozco a Minho, ha estado Jeongin ahí.
Chan asintió en comprensión.
—¿Y por qué hace rato se insultaban?
—Así se llevan, Chan. Así como Hyunjin y tú.
—Pero él es mi primo.
—Con menos razón deberían insultarse —rio.
Se quedaron un rato más hablando, de las posibles cosas que harían el sábado o de cómo iban en la escuela. Minho se acercó a ellos, con Jeongin siguiéndole.
Chan pasó las manos por sus pantalones y tosió disimulando sus nervios. Con cada paso que daba el castaño, hacía que Chan dejara de respirar.
—Jisung, nos vamos —anunció Minho.
Con una sonrisa burlesca, Jeongin se situó junto al rizado. Y Chan creía que nunca había visto unos ojos tan bonitos, adornados por pestañas tan largas y hermosas. Los labios más finos. La barba cortada perfectamente, en fin. Él creía que nunca había visto a alguien tan hermoso. Porque eso fue lo primero que pensó cuando le vio.
—Claro, amor. ¿Nos vemos el lunes, Chan?
—Sí, claro. También me voy —se despidió en general.
Caminó hasta su auto, entró a él y arrancó. Prendió la calefacción, buscando calentar un poco su cuerpo. Avanzó un poco por las calles, dando algunas vueltas para su camino a casa, cuando su auto comenzó a fallar. Ya no iba tan rápido como antes, la velocidad se había reducido.
Paró a un lado de la calle, y apagó su auto. Trató de volver a prenderlo, pero no funcionó, definitivamente su automóvil estaba averiado. Se bajó y abrió el capó. Tocó el motor y se dio cuenta de que estaba algo frío. Suspiró rendido, hoy no era su día. Tampoco había traído el móvil con él.
Sentado en la orilla de la banqueta, jugando con sus dedos, escuchó un ruido acercándose.
—¿Qué haces ahí?
Jeongin.
Alzó la mirada y lo vio ahí. Arriba de su moto, mirándolo con confusión.
—Yo... mi auto se paró y-y no he traído el móvil —respondió torpemente.
Cuando su hermana le hablaba de los chicos guapos que conocía, y le decía que su belleza la cegaba, haciéndola hablar como tonta no le creía, hasta ahora, que lo había comprado por el mismo.
—¿Y por qué te quedaste fuera? ¿Querías morir congelado? Hace un frío de locos.
—Es que... Estaba esperando a que alguien pasara, justo como tú ahora.
El ojiazul asintió y sacó su móvil de la bolsa trasera de su pantalón. Marcó un número y se lo puso en la oreja. Rodó los ojos y lo guardó nuevamente.
—Mil disculpas, niño bonito. No tengo saldo. Las desventajas de ser pobre —bromeó, encogiéndose de hombros.
El rizado bajó la cabeza, rendido.
—Sube.
—¿Qué?
—Sube, no tengo todo el tiempo del mundo. Sube. Ahora.
Sin pensarlo dos veces se montó en la motocicleta. Él era su única salvación, además, no desconfiaba tanto de él. Era medio-amigo de Minho, y Jisung también lo conocía.
—En mi casa usarás un teléfono. O ¿por dónde vives?
—Cerca de donde está la estación del metro.
—¡¿Qué?! ¿Y qué mierda hacías por aquí? Eso está al otro lado de la ciudad. Si que estás loco, niño bonito.
Y Chan sintió derretirse por tal apodo.
La casa del de ojos ámbar era pequeña, pero cálida. Todas las luces estaban apagadas, al parecer toda su familia dormía.
—Quédate aquí, iré a ver dónde tiene mamá su teléfono.
—Sí... claro. Está bien.
Se dejó caer lentamente en uno de los sillones, mirando a su alrededor. Sobre una mesa había fotos de unas personas. Vio una de Jeongin cuando era más pequeño, abrazando a una niña con la cara cubierta por sus manos. Una mujer, seguro la madre de éste. Y un bebé, que tenía un ligero parecido a alguien que conocía.
Acercó su mano al retrato, con intención de tomarlo en manos.
—Aquí está —el dueño de la casa baja las escaleras con el celular en la mano—. Puedes llamar a tu casa o a un taxi.
—Sí, gracias —alejó rápidamente su mano de la foto.
Marcó el número del sitio de taxis, y le aseguraron que en menos de diez minutos el vehículo estaría en la puerta de la casa indicada. Devolvió el teléfono a Jeongin y se sentó nerviosamente en el sillón.
—Te ofrecería algo de tomar... Pero no creo que te guste la leche de fórmula.
Chan negó con los labios apretados en una línea, permaneciendo en silencio.
—¿Eres amigo del marica de Jisung? —trató de iniciar una plática, cayendo en el mueble siguiente al del castaño.
—Sí. Es mi mejor amigo —contestó solamente.
—Entiendo —asintió.
Quedaron en silencio un poco más, hasta que Chan recordó.
—Oye, el niño de la foto...
El claxon de un coche se oyó afuera.
—Es tu taxi —respondió serio.
—Sí, claro. Gracias por esto. Nos vemos por ahí...
—Claro, niño bonito. Fue un placer, y eso espero, volver a verte —usó su tono de coquetería.
Chan sintió las mejillas prenderse como dos fósforos. No dijo nada más y salió por la puerta, cerrándola.
Jeongin rio, notando el sonrojo del otro chico.
Subió a su habitación, aun sonriendo por el niño bonito. ¡Cierto! Nunca le preguntó su nombre, pero no importaba, tenía la esperanza de volver a verle.
Con eso, cerró sus párpados, soñando con ciertos ojos verdes como los árboles del bosque
Chan llegó a su casa, y lo primero que hizo fue correr hasta su habitación, tirándose en la cama para poder dormir.
Muy sonriente comenzó a soñar... Y desde esa noche, él sabía que nada volvería a ser igual.
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