Es mío
Especial por los 100 seguidores.
Dedicado a Eu_Sou_Denis_Santos
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Íñigo aventó su teléfono a la cama después del cuarto video que le salía de esa mujer.
No tiene necesidad de mentir, está jodidamente celoso y molesto con aquella beta.
Desde que se viralizó una foto borrosa de su novio y la tipa en una reunión en la que él también estuvo presente, internet había estallado.
A partir de su irrupción en la élite, Fermín se había vuelto un hombre codiciado. Un portento guapo, deportista y con la popularidad en ascenso era el alfa que cualquiera quisiera la oportunidad de cazar.
Íñigo había estado bien con ello al principio, el joven alfa lo había enamorado y le había demostrado que quería algo serio con él, a pesar de ser un omega poco convencional y ya mayor.
Han estado saliendo por unos seis meses, el menor siempre lo llena de detalles y regalos que lo tienen suspirando como un adolescente experimentando su primer amor, aunque así era parcialmente la realidad.
Si bien él había tenido muchas parejas sexuales en su juventud, nunca nadie se había tomado el trabajo de cortejarlo o buscarlo para algo serio, no creían que con su actitud altiva y su físico imponente pudiera ser un buen omega.
Fermín fue diferente, siempre atento y caballeroso, elogiándolo y haciéndolo sentir bien consigo mismo. Sabía que era el alfa perfecto y estaba complacido de que fuera suyo.
Por eso le molestaba en demasía todos los rumores y especulaciones sobre su novio saliendo con la rubia beta.
La prensa se había llenado de notas y reportajes amarillistas. Su novio no había dicho nada al respecto, alegando que hablar sería alimentar a la prensa.
Íñigo lo entendía, él como deportista sabía que la prensa buscaba presionar y presionar hasta que digas algo que puedan tergiversar para obtener una jugosa noticia.
Lo que no cabía en su cabeza y lo llenaba de ira era la actitud de la beta. Lo único que hacía desde aquella noche, era subir vídeos lanzando indirectas y mensajes confusos, como si fuese verdad que ella era la pareja de su novio.
Cuando vio el primer video días atrás tuvo una mala sensación. Se lo enseñó a su alfa, quién lo había sostenido en su regazo y le había dicho que no se preocupara, que solo lo amaba a él.
Dejó el tema por la paz, Fermín se preparaba para la Eurocopa y no quería cargarlo con algo sobre lo que no tenía responsabilidad alguna.
Sin embargo, los días pasaban y la mujercita se la vivía causando polémica. Le molestaba su actitud, pero lo que más lo enfurecía eran los comentarios de la gente, acerca de la bonita pareja que hacían y la suerte que tenía ella de haber conquistado a su chico.
Muy a su pesar, tenía que admitir que los comentarios lograban lastimarlo. Él era completamente diferente a la menuda jovencita. Para empezar era un hombre, un omega que le llevaba 12 años al del Campillo.
No tiene la complexión que se esperaba de su casta, su estatura era superior a la del alfa, tiene músculos voluptuosos, la piel llena de tatuajes y una espesa barba.
Su carrera estaba acabando mientras que la del rubio estaba en pleno ascenso y lo más probable es que no pudiera darle hijos. Cuando el menor hubiese logrado sus objetivos, él sería lo suficientemente viejo como para poder llevar un embarazo sin riesgo.
Sacudió la cabeza tratando de alejar los malos pensamientos, solo habían pasado tres días y ya extrañaba muchísimo a su alfa.
Estaba convencido de que si estuviera aquí se encargaría de mimarlo hasta que su molestia y tristeza desaparecieran por completo.
Con un suspiro se metió en el nido que había armado cuidadosamente en la cama. Se había acostumbrado a dormir con el menor y ahora necesitaba de su aroma a coco para descansar tranquilo.
Tomó su teléfono para ver la hora, faltaba poco para el amistoso contra Andorra.
Desbloqueó la pantalla, saliendo rápidamente de tiktok, no soportaría ver de nuevo a la mujercita esa.
Abrió su whatsapp enviándole un mensaje a su novio.
Buena suerte cariño, lo harás excelente 🖤 7:40 pm
Diez segundos después de enviarlo, su teléfono sonó con una llamada entrante.
—Bichito— la voz del alfa se coló suave a través del teléfono.
—Alfa— respondió con una sonrisa.
—Gracias por tu mensaje amor, pero saldría más motivado si escuchara de tu boca esas palabras—.
Escuchó bullicio y a sus compañeros de equipo soltar burlas lejanas.
—¿Dónde estás?— preguntó intrigado.
—En el vestuario, ya saldremos a calentar—.
Íñigo se sintió feliz, su alfa había decidido llamarlo delante de sus compañeros de equipo, sin importarle lo que pudieran decir o pensar.
—Buena suerte, alfa. Te amo y te extraño— no pudo evitar soltar la última frase.
—Yo también te extraño bonito— Íñigo podía jurar que sonreía tontamente —Te amo—.
La llamada finalizó después de aquello. Íñigo ahora con un ánimo renovado encendió el televisor, listo para ver el partido de la selección.
Fue un encuentro aburrido, a pesar que España había goleado 5-0 a Andorra, el juego no fue ni de cerca lo que esperaba.
Lo más rescatable fue ver el debut de su alfa, quién fue clave en los últimos tres tantos del partido. Se sintió feliz por él, sabía lo importante que era para el menor hacer un buen papel y lo había logrado con éxito.
Decidió que lo llamaría para felicitarlo, aunque después pensó que estaría celebrando el triunfo y lo más prudente era esperar un poco.
Entró a instagram para perder el tiempo, evitando a toda costa abrir tiktok para no amargarse la noche. Sin embargo, su plan no funcionó pues en recomendados un post de la causante de su molestia, sentada cerca del campo con el dorsal de su alfa lo tomó desprevenido.
La descarada se había atrevido a viajar hasta allá, sentarse a animar usando la camiseta con el nombre de su pareja, como si fuera su pertenencia.
Su buen humor se jodió, aventó su teléfono contra la pared. No podía creer lo caradura que era.
El aroma a sal marina empezó a esparcirse en el ambiente. La esencia de la brisa de verano habitual fue reemplazada por la de la brisa que azota en medio de una tempestad o tormenta.
Minutos después se arrepintió de su accionar, levantándose de la cama y acercándose al aparato que yacía con la pantalla rota sobre el suelo.
Lo tomó entre sus manos y trató de encenderlo sin éxito. Con un suspiro sacó el chip de su lugar, tendría que esperar hasta el día siguiente para felicitar a su alfa.
Volvió a la cama, donde se desvistió arrojando su ropa al suelo. Tomó una de las sudaderas oversize de su alfa, colocándosela y sintiéndose arrullado por el aroma impregnado que lo envolvía.
La mañana siguiente Íñigo se levantó con renovada tranquilidad. Se tomó su tiempo para ducharse y cambiarse, iría a comprarse un nuevo teléfono después de desayunar.
Se preparó su café con tostadas en silencio, sentándose en la sala y prendiendo la televisión para distraerse, era muy raro no usar su teléfono cuando comía solo.
Al parecer tanta tranquilidad fue el augurio para el mal, ya que lo primero que transmitió la televisión fue la victoria de la selección española e inmediatamente después los posts de felicitaciones de la familia de los seleccionados.
Claramente resaltaron la actuación de su alfa, él esperaba ver un post de sus suegros o cuñado, pero en la pantalla se mostró la publicación de la maldita mujer.
Estaba de espaldas a la cámara, dejando a la vista el nombre y dorsal en su espalda. La descripción era simple: un corazón rojo y uno amarillo, los conductores rápidamente empezaron a hablar sobre la posible relación secreta no tan secreta entre ambos.
Íñigo apretó con tanta fuerza su tostada que esta se rompió sobre el plato en pequeños trocitos.
Eso era todo, no iba a aguantar más. Ese alfa era suyo y al parecer tendría que dejárselo en claro a todo el mundo.
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Un vuelo proveniente de Barcelona aterrizó en Mallorca esa misma tarde.
Íñigo había logrado reservar una habitación en el Valparaíso Palace, hotel en el que concentraba la selección.
Había sido complicado, pero recibió cierta ayuda de uno de sus compañeros de equipo. Aunque había sido un win to win, pues si sacaba a Fermín de la habitación, este podría ocupar su lugar en la pieza con su alfa.
Ya en el taxi de camino al hotel, finalmente pudo configurar su nuevo teléfono. Lo había comprado poco antes de subir al avión y no había podido sincronizarlo hasta el momento.
Su omega se sintió inquieto ante los mensajes y llamadas perdidas por parte de su alfa. No había podido comunicarse con él por la celeridad de sus acciones y sabía que probablemente el menor estaba preocupado por él.
Se debatió entre si llamarlo o no, quería sorprenderlo, pero tampoco quería que se preocupara por él. Decidió entonces mandarle un mensaje, solo para que supiera que estaba bien.
Hola cariño 5:15pm
Tuve un problema con
mi teléfono, pero ya está solucionado 5:15pm
Te llamo cuando termines de entrenar, ¿vale? 5:15pm
Te amo 5:16pm
La respuesta que recibió minutos después ya no la leyó, era débil ante el menor y sabía que de responderle terminaría revelandole lo que había planeado.
Una vez llegó al lugar, se acercó a la recepción, dónde le entregaron la llave de su habitación. Con su maleta en mano, se escabulló justo cuando el bus de la selección aparcaba en las afueras del lugar.
Subió al ascensor, su piso era uno de los últimos, alejado para mayor privacidad. Iba distraído mirando su teléfono cuando las puertas se abrieron.
Levantó la mirada y sintió el enojo recorrerlo al ver a la dueña de sus desgracias ingresar al ascensor. ¿Qué demonios hacía la tipa esta aquí?
Empezó a soltar su aroma de forma desagradable, lamentando que la mujer fuera beta y no pudiera oler el desprecio que sentía por ella.
La rubia estaba al teléfono y nisiquiera le prestó atención al ingresar.
—¿Crees que no lo sé? He intentado de todo— soltó exesperada.
Íñigo escuchaba atentamente, su omega removiendose incómodo y alerta ante la presencia.
—Todavía me quedan dos días, ya está en la prensa, solo necesito llevarlo al límite— expresó.
La voz al otro lado al parecer le dijo algo que no le gusto pues interrumpió de forma abrupta —¡No lo sabrá!— al parecer recordó que no estaba sola y agregó en susurros —Es indetectable. Solo debo hacerlo parecer una casualidad y esperar que surja efecto. He sacrificado demasiado, Fermín será mi alfa quiera o no—.
Antes de que Íñigo pudiera lanzarse a atacarla para exigir una explicación, la puerta del elevador se abrió. La rubia bajo rápidamente mientras continuaba su conversación telefónica.
El omega ingresó a su habitación inquieto, era obvio que esa niña estaba planeando algo malo contra su alfa.
Ahora lo único que quería era estar con Fermín, que lo acurrucara entre sus brazos y le dijera que todo iba a estar bien. Su plan podría esperar un día más.
Esperó ansiosamente que Ferrán le dijera a que hora estarían libres. Sabía que De la Fuente era muy estricto y mantenía vigilancia todo el tiempo, por lo que no podría ver a su novio hasta que terminara la cena y empezara el toque de queda.
Decidió entonces armar un pequeño nido con las sudaderas de su alfa. Las organizó con cuidado y se tumbó en el centro hecho bolita, su omega aún inquieto en su interior.
Despertó un par de horas más tarde. Llamadas perdidas de su alfa y mensajes recientes de Ferrán.
Abrió la conversación rápidamente al notar la hora tardía.
Ya terminamos de cenar,
estamos haciendo hora
en la sala de juegos 9:00 pm
¿Dónde estás? 9:45pm
Fermín está preocupado
porque no le contestas las
llamadas 🙄🙄 9:45pm
Luis ya vino a asegurarse que vayamos a dormir 10:00pm
Pedri obligó a Fermín a
ir por un postre al
comedor 10:22pm
Más te vale que lo interceptes porque estoy en su habitación 10:23pm
Suerte 10:23pm
Los mensajes habían sido enviados hace ocho minutos. Se levantó con rapidez, tomando una de las sudaderas y colocandosela para ocultar su aroma.
Esperaba que su alfa todavía siguiera en el comedor. Tomó el ascensor y bajó hasta la primera planta, caminó por los pasillos y llegó al comedor, el cual tenía pocas mesas ocupadas y ninguna de ellas con su alfa.
Tomó su teléfono y llamó al menor, siendo enviado directamente al buzón. Suspiró frustrado, había arruinado todo al quedarse dormido.
Le escribió un mensaje a Ferrán para preguntarle si el alfa había vuelto a la habitación, pero recibió un no como respuesta.
Comenzó a caminar entre los pasillos pensando dónde podría haberse metido su novio.
De repente, su noche empeoró increíblemente cuando vio a la maldita beta cruzar uno de los pasillos.
Se supone que tenía que ser maduro, era un hombre de 33 años, aunque quisiera ir y arrastrarla del cabello por resbalosa, hacerle entender que Fermín era suyo, sabía que solo se metería en problemas por ello. No necesitaba agregar agresivo a la lista de defectos que lo hacían un mal omega.
Suspiró buscando serenarse, todavía tenía que encontrar a su alfa y saber que tramaba la rubia.
Intentó volver a llamar, siendo enviado al buzón. Suspiró derrotado, quizá había ido a la habitación de algún otro compañero.
Cambió de dirección, dirigiendose ahora hacia el elevador. No tenía caso, volvería a su habitación y esperaría hasta el día siguiente para sorprender a su alfa.
Ya en el ascensor, listo para empezar a subir, el fuerte aroma a coco distintivo de su alfa se filtró hasta él.
Se bajó rápidamente, siguiendo el rastro, que a medida que se acercaba notaba más intenso. Fue antes de llegar al área de descanso, que se dió cuenta, su alfa estaba en celo.
Se sonrojó fuertemente, no había planeado esto, pero estaba agradecido de haber viajado hasta allí. Se apresuró al salón, tenía que sacar a su alfa de allí antes de que llamara la atención.
Podría llevarlo a su habitación, sabía que lo más recomendable era darle un supresor para que no se perdiera los entrenamientos restantes, pero eso no le impediría atenderlo y cuidarlo durante la noche.
Pusó un pie dentro del salón y se quedo quieto ante la escena, su omega se revolvía inquieto exigiendole ser liberado mientras él mismo tenía ganas de asesinar sin contemplaciones a ambos presentes.
Fermín se sentía extraño, había notado los sintomas de calor aparecer repentinamente; no obstante, trató de convencerse que no era posible. Era muy organizado y sabía que todavía faltaban 2 semanas para su próximo celo.
Con el postre de Pedri en mano, caminó hasta un área vacía, necesitaba un lugar tranquilo para poder respirar y quitarse la sensación asfixiante.
Encontró desierta una sala de descanso y se sentó en uno de los sillones, quitándose la camiseta para permitir que el aire acondicionado de la habitación golpeara frío sobre su piel.
Con el pasar de los minutos el efecto refrescante se perdió, su piel ardía y el calor empezaba a acumularse en su entrepierna, dejando una notable erección.
Aceptó finalmente que estaba en celo y necesitaba ayuda para salir sin llamar la atención. Tomó su teléfono para comunicarse con Pedri y se sintió estúpido cuando la pantalla no encendió. Había salido de la habitación con 1%, diciendose que lo pondría a cargar al regresar.
Cerró los ojos y tiró su cabeza hacia atrás soltando un suspiro frustrado, tendría que salir de ahí por sí mismo.
Fue un instante, el calor del momento haciendo mella en su interior, imágenes lascivas de su omega apareciendo en su memoria.
Recordar a Íñigo ayudandolo en su último celo hizo que su aroma se disparara con fuerza. El omega subiendo y bajando sobre su polla mientras soltaba bonitos jadeos, el calor de sus paredes, la forma en que tensaba sus músculos, como rogaba por…
—Fermín— la voz femenina lo hizo abrir los ojos rápidamente.
El alfa no podía creer su mala suerte, de entre todas las personas en el mundo era la beta quién tenía que encontrarlo así.
Sabía como se sentía su novio con respecto a la rubia. No era que ellos fueran amigos ni mucho menos, simplemente tenían amigos en común por lo que se coincidieron en una fiesta hace un par de semanas.
Desde entonces, la chica había estado dando de que hablar. A él llegaban multiples videos de la rubia tratando de aparentar que eran cercanos y obviamente las especulaciones de la prensa al respecto.
—Bertha— contestó en un falso tono amable. Al menos la mujer frente a él era una beta y no reaccionaría ante su celo.
—¿Qué sucede?¿Estás bien?— preguntó acercandose fingiendo preocupación.
Fermín suspiró, el calor empezaba a aumentar y necesitaba llegar cuanto antes a su habitación para tomar un supresor.
—Escucha, entré en celo. Necesito que me prestes tu teléfono para …— antes de que pudiera terminar de hablar, la mujer se lanzó a besarlo.
El alfa rápidamente la apartó levantandose del sillón —¡¿estás loca?!— exclamó sobresaltado.
—Estas en celo, dejame ayudarte— la mujer se sacó la camiseta que llevaba, dejando sus senos en sujetador de encaje a la vista —por favor— susurró acercandose mientras el alfa se alejaba.
—No me interesas, tengo omega— respondió esperando que entrara en razón.
—No me importa, puede ser un secreto entre nosotros— Fermín quedó contra una pared y la rubia aprovechó para acercarse y tocar el pecho descubierto del alfa.
En un inesperado movimiento, el rubio tomó bruscamente la mano de la beta y los hizo girar, dejandola a ella contra la pared y el sosteniendola por los hombros contra la misma.
—No me interesas beta. Alejate de mí— la voz alfa resonó en la habitación, haciendo temblar a la chica.
—Fermín, yo- —los intentos de hablar fueron interrumpidos nuevamente.
–Silencio. No te atrevas a dirigirme la palabra. Dejame en paz— la soltó despacio, aún mirandola furioso por su atrevimiento, solo su omega podía tocarlo de esa manera.
Y precisamente en ese momento, el aroma a sal marina llenó la habitación. El alfa giró la cabeza mirando a su precioso novio parado en la puerta —Omega— dijo sonriendo.
Caminó con pasos rápidos hasta el mayor, a quién abrazó con fuerza al estar frente a él.
—Te extrañé mucho, Fer— Íñigo se dejó abrazar mientras se intoxicaba con el intenso aroma a coco.
El tatuado miró fijamente a la mujer en la habitación, seguía parada contra la pared mirandolos. Él le sonrió con suficiencia, había visto el claro rechazo de su alfa.
Fermín empezó a repartir besos en su cuello, él sentía la clara erección empujando contra sus muslos y la idea de dejarse tomar frente a la beta, solo para que le quedara claro que ese alfa era suyo, cruzó fugazmente por su cabeza.
Sin embargo, decidió que no iba a darle el gusto de ver a su alfa desnudo, era un lujo que únicamente él merecía disfrutar.
—Cariño, vamos. Hay que subir a la habitación— Íñigo habló dulcemente para convencerlo.
Cuando Fermín entraba en celo mantenía un buen control sobre sí mismo, se mantenía calmado y sereno. Sucedía así hasta que su alfa tomaba el control, pocas veces ocurría y usualmente duraba muy cortos periodos. Después regresaba en sí de forma atontada, se volvía calenturiento y una masita complaciente con destellos dominantes.
El alfa asintió ante las palabras, embelesado mirando las bonitas facciones de Íñigo.
Íñigo se alejo para tomar la camiseta de su alfa, que yacía sobre uno de los sillones. También aprovechó y tomó la camiseta de la beta.
Se acercó hasta la rubia, quién estiró el brazo pensando que el hombre le entregaría la prenda. Íñigo sonrió mirando con diversión a la mujer.
—Si eres lo suficientemente zorra para ofrecerte a un alfa en celo, creo que no tendrás poblema en regresar así— hizo un gesto hacia sus pechos —a tu habitación—.
Con satisfacción rasgo la tela hasta que solo quedaron trozos en el suelo.
Se giró hacia su alfa quien lo miraba con amor y diversión, caminó hacia él y le entregó la camiseta. El alfa se la puso sin chistar y juntos abandonaron el lugar.
—¿Qué estás haciendo aquí, Bichito?— Fermín preguntó rodeando la cintura de su omega.
—Quería darte una sorpresa. Jugaste muy bien anoche— soltó mirándolo de reojo, deteniéndose frente al elevador y presionando el botón.
—¿Enserio lo crees?— los ojos de Fermín brillaron ante el cumplido del mayor.
—Por supuesto que sí, alfa. Fuiste el mejor de todos—.
El ascensor abrió sus puertas y ambos se metieron, el mayor presionando el número de piso.
Fermín soltó un ronroneo complacido ante sus palabras y lo acorraló contra la pared espejada.
Inició un beso brusco y necesitado, había extrañado a su omega y tomaría todo lo que no había podido estos días. Empujó su lengua en la boca de Íñigo, quién la abrió gustoso para recibir al menor.
El beso era desordenado, saliva se escurría y gemidos del omega se ahogaban en la boca contraria cada que el alfa arremetía su erección contra su coño.
—Alfa— logró jadear cuando el menor se separó. El ascensor se abrió en el piso de Íñigo, pero este no se movió de su lugar.
Las puertas se cerraron después de segundos de inactividad. Fermín simplemente miraba el desastre jadeante que era su omega con una sonrisa en su rostro.
—Pensé que yo era quien estaba en celo— se burló.
El Omega se sonrojó aún más ante aquello, esto también formaba parte de sentirse como un adolescente primerizo.
—Sí te sigues burlando de mí no te voy a ayudar— dijo tratando de sonar convincente.
—¿En serio?— Fermín volvió a acercarse —¿Me dejaras solo a mi suerte, Bichito?— susurró sobre sus labios.
Esta vez fue el turno del mayor de inclinarse y besarlo. Fermín se derritió ante el contacto y ahora era él quién estaba apoyado contra la pared cuando el omega les dió la vuelta.
Íñigo se separó, siendo ahora quien disfrutaba de la necesidad ajena. Decidió apiadarse de su alfa y presionó el botón de emergencia del elevador, tomando precaución por sí alguien quería utilizarlo.
Cayó de rodillas delante de su alfa, quién lo miró sonrojado con ojos llenos de lujuria —Omega— murmuró mirándolo a los ojos.
Íñigo lo miró fijamente antes de bajar sus pantalones y ropa interior, dejando la polla erecta a la vista.
Se humedeció los labios antes de inclinarse y meterse la húmeda punta a la boca.
Bajó lentamente, metiendo centímetro a centímetro la polla a su garganta hasta que siente que no puede más y ahueca las mejillas sintiendo el sabor del líquido preseminal en su boca.
Con una de sus manos toma la polla qué no pudo tragar y empieza a masturbar en movimientos firmes desde la base.
Su cabeza se movía de adelante hacia atrás, la polla se contraía en su boca mientras el aroma a coco ahogaba sus sentidos.
Pronto su mano abandono la polla, siendo toda su extensión abarcada por su garganta.
Empezó a reducir la velocidad de su cabeza cuando sintió los reflejos nauseosos atacarlo, algo que al parecer no le gustó al menor pues empezó a empujar sus caderas hacia adelante mientras una de sus manos sostenía sus cabellos para forzarlo hacia adelante.
—Tan bonito, Bichito. Tomándome profundo en tu boquita— Íñigo sintió su lubricante salir en gran cantidad de su coño, le encantaba que el menor le hablara durante el sexo.
—Te ves precioso con tus labios al rededor de mi polla. Naciste para esto, ¿no es así?— lo miraba fijamente mientras le hablaba, sintiendo como la garganta emitía vibraciones a su polla.
Un empuje tras otro en un vaivén violento, Íñigo tuvo que sostenerse de los muslos blancuzcos para sentir seguridad de que no sería atravesado por la polla en su garganta.
La saliva se escurría por las comisuras de sus labios, lágrimas formándose en sus ojos mientras sentía el aire empezar a faltarle.
Fermín aceleró sus empujes, hasta que sintió su estómago tensarse. Dejó caer su cabeza hacia atrás, expulsando su semilla en las profundidades de su omega, quien se separó para tragar antes de toser por el esfuerzo.
Íñigo recuperaba el aire mientras Fermín se recuperaba de su reciente orgasmo. Cuando se estabilizó, el omega lamió con cuidado la polla flácida del alfa para limpiar los restos de fluidos qué quedaron esparcidos antes de subirle los pantalones y dejar un beso sobre el miembro a través de la tela.
Fermín suspiró enamorado y excitado, ayudando al omega a levantarse para besarlo. Esta vez un beso tranquilo y calmado, compartiendo la esencia del alfa en el intercambio.
—Vamos alfa, me toca— el mayor desactivó el botón de emergencia y abrió las puertas.
Salieron hacía el pasillo con dirección a la habitación, dejando que los ratros de lo que hicieron quedaran atrapados en la caja metálica.
Al ingresar a la habitación Íñigo jaló al rubio a la cama y lo empujó de espaldas sobre el colchón, en medio del pequeño nido.
—Alfa— susurró subiéndose encima del menor, dejando que este llevara sus manos a su cintura.
Se inclinó a besarlo mientras frotaba su ya empapado e hinchado coño contra la polla qué empezaba a endurecerse de nuevo.
Sabía que lo más sensato de su parte era separarse de él, ir por un supresor y quedarse a cuidarlo para que pudiera entrenar correctamente al día siguiente.
Sin embargo, su omega interior le decía que esta era la señal que estaba esperando para llevar a cabo su plan. Su objetivo al venir a Mallorca era claro y la vida le estaba entregando en bandeja de oro lo que buscaba.
—Quiero montarte, por favor— suplicó sobre los labios del alfa. Este soltó un gemido ante la manera descarada y lasciva en la que lo dijo.
Fermín asintió, sentándose con el omega en su regazo para permitirle qué le sacara la camiseta.
Con manos rápidas Íñigo se deshizo de la prenda, explorando con sus manos la tonificada espalda del alfa.
Se inclinó a dejar besos por su pecho, haciendo un camino hasta su cuello donde se dedicó a succionar y dejar marcas que tardarían en desaparecer.
Fermín inclinó la cabeza, dándole acceso al lado izquierdo de su cuello, dónde se ubica su glándula de olor.
El mayor beso tentativamente sobre ella, dejando besos húmedos alrededor antes de encajar superficialmente sus dientes, ocasionando un gemido de dolor en el menor.
Lamió la zona con cuidado, aliviando el pequeño ardor que dejó la acción. Luego continuó como si nada dejando besos por su cuello, antes de terminar dejando un pequeño beso sobre sus labios.
Se bajó de su regazo momentáneamente para deshacerse de los pantalones del rubio y de los suyos propios. Así mismo se quitó su sudadera, quedando únicamente con la camiseta de la selección española.
Volvió a subirse al regazo del mayor, gimiendo ante el contacto de la dura polla contra su hinchado clítoris. Se refregó en un vaivén lento, llenando la polla de sus fluidos, ocasionando gemidos de placer propios y ajenos.
Se detuvo abruptamente cuando el mayor trató de quitarle la camiseta. —Quiero que me cojas con tu nombre en la espalda, alfa— murmuró mirando a sus ojos —soy tuyo—.
Los ojos de Fermín brillaron ante las palabras —Mío. Mi omega— dijo besándolo con fuerza.
Íñigo aprovechó y levantó su pelvis con ayuda de sus muslos. Alineó la punta del alfa entre sus resbaladizos labios y se dejó caer en un solo movimiento, empalandose por completo.
Ambos ahogaron sus gemidos en la boca contraria e Íñigo aprovechó el aturdimiento del contrario para empujarlo de regreso a la cama.
Con las manos del alfa en su cintura y las suyas propias apoyadas en su pecho, comenzó a subir y bajar sobre la polla en su interior.
—Joder— el alfa maldecía sintiendo las estrechas paredes contraerse groseramente sobre su polla.
El omega hizo uso de sus gruesos muslos para impulsarse en un ritmo constante, buscando su punto g.
Lo encontró cuando el alfa levantó sus caderas, llegando profundo y haciéndolo sentir un escalofrío de placer en todo el cuerpo.
Se impulsó con más fuerza, aumentando el ritmo en el que se follaba así mismo, logrando martillear su punto de placer con cada embestida.
—Alfa— jadeó necesitado sintiendo su orgasmo construirse lentamente, se esforzó por seguir el ritmo, sus muslos temblaban por el esfuerzo y sentía que colapsaría en cualquier momento.
Llegó al clímax con un gemido agudo, con llamados intercalados entre Fermín y alfa.
Colapsó sobre el pecho del menor quien lo abrazó contra sí por la cintura, pero lejos de dejarlo descansar, continuó embistiéndolo con fuerza.
Fermín perseguía su propio orgasmo, las paredes del mayor apretandolo de forma deliciosa mientras lo follaba a través de su orgasmo, recibiendo vibraciones placenteras en su polla.
El mayor chilló por la sobreestimulación y Fermín finalmente llegó a su orgasmo, expulsando su semilla de forma abundante en el cálido interior del mayor.
Se quedaron unos minutos en esa posición, ambos recuperándose de la abrumadora sensación.
—¿Estás bien?— el alfa le preguntó acariciando delicadamente su espalda por debajo de la tela de la camiseta.
—Excelente— murmuró acurrucándose sobre el menor.
Fermín tarareó ante aquello, dejando un beso sobre su cien. Se retiró con cuidado de su interior, escuchando un quejido bajito del contrario.
Se levantó e ingresó al baño, cogiendo una toalla y humedeciéndola antes de volver a donde yacía su novio en la cama.
Se detuvo frente a la misma, la imagen de su omega deshecho, con su nombre y dorsal en la espalda, dejando a la vista sus trabajados muslos y su redondo trasero hizo que su posesivo alfa tomara el control.
—Omega— Íñigo escuchó el ronco susurro en su oído antes de sentir la firme erección de Fermín entre sus nalgas.
Gimió sonoramente, empujando su culo hacía atrás cuando el alfa empezó a restregarse sobre él.
Trató de darse la vuelta, siendo impedido por la mano en su nuca, la cual lo mantenía pegado al colchón.
—Quieto— el alfa se encargó de acomodarlo, dejando su culo alzado y sus piernas abiertas.
Íñigo sintió la polla meterse con fuerza en su interior, trató de alejarse pero el agarre lo mantuvo firme en su posición.
Fue tomado de espaldas, el alfa disfrutando ver su nombre sobre su omega mientras lo sujetaba con una mano por la cintura y lo hacía rebotar contra su polla.
Íñigo sollozó, a veces pidiendo piedad y otras tantas pidiendo que fuera más rápido.
El alfa se concentraba en empujar de forma profunda y rápida en el interior. Viendo como su polla se perdía en el agujero lubricado del mayor y sus nalgas se coloreaban de rojo debido a la brutalidad de los choques.
—Alfa, alfa— Íñigo babeante llamaba, estaba cerca de correrse y sentía que era el momento perfecto para hacer su petición.
Aprovechando que ahora ambas manos del alfa sostenían su cintura giró la cabeza levemente, ladeando su cuello y dejando a la vista su glándula —marcame—.
Los empujes del alfa trastabillaron ante la petición antes de volver a arremeter con fuerza.
Se inclinó sobre la espalda de su omega, alcanzando su oído derecho —¿Eso quieres omega?— preguntó empujando con violencia.
—Sí,sí, yo… por favor, alfa— suplicó ladeando aún más su cuello.
El alfa lamió la zona antes de encajar con fuerza su mordida. Una sensación de dolor y placer embargó a Íñigo, quien se corrió con fuerza colapsando sobre la cama.
Esto a su vez, desencadenó el orgasmo del alfa, quién lo llenó de su semilla por segunda vez y lo anudó, aún con sus dientes clavados en la piel. Terminó colapsando sobre el cuerpo bajo él.
Cuando Fermín regresó en sí, soltó la piel de Íñigo, viendo la sangre derramarse antes de pasar su lengua suavemente por toda la extensión de la mordida.
El mayor aún se encontraba ido, pero gracias a su reciente vínculo pudo sentir su tranquilidad y felicidad.
Suspiró con alivio, temía haberlo marcado en un momento en el que su omega estaba cegado por el placer. Si bien es cierto que llevaban juntos apenas unos meses, Fermín sabía que era el amor de su vida y quería estar con él para siempre, por lo que el morderlo era un pensamiento frecuente en su cabeza las últimas semanas.
—Te amo— la voz cansada de su omega lo sacó de sus pensamientos.
—Te amo más— respondió dejando un pequeño besito sobre la reciente marca.
Se quedaron en esa posición hasta que el nudo bajó y Fermín pudo retirarse del interior.
Íñigo soltó un suspiro ante la pérdida y el menor observó con lujuria como su semilla escurría entre los muslos tatuados.
Se encaminó nuevamente al baño antes de que su alfa tomara nuevamente el control. Cogió otra toalla, mojandola y volviendo a la cama para ahora sí, limpiar con cuidado a su omega.
Una vez limpio, le quitó la camiseta sudada de su equipación y le colocó la sudadera que tenía al principio de la noche.
Él mismo se colocó una de las que reconoció como sus sudaderas del improvisado nido antes de tomar a su omega en brazos y abrazarlo.
—Buenas noches, bichito— murmuró sin recibir respuesta pues su omega se encontraba profundamente dormido.
Al día siguiente no se presentó. entrenar y tuvo una muy incómoda charla con Luis De la Fuente donde le explicó su repentino celo y que para su suerte, su omega estaba ahí para apoyarlo. El entrenador lo entendió, pero le dijo que por obvias razones no lo pondría a jugar contra Irlanda del Norte.
—Ese viejo pelado, se va a arrepentir de no ponerte. Eres el mejor en el mediocampo, alfa— un muy enojado Íñigo despotricaba contra el seleccionador nacional.
—Tiene sus razones, bichito, me perdí todo el entrenamiento de hoy— murmuró desde su lugar en la cama.
—Es que no es tu culpa, tú no controlas la maldita biología— el mayor en parte se sentía culpable, si hubiese sido racional y le daba el supresor a Fermín, quizá no se perdería el partido.
—Sabes que no es tu culpa, amor— el mayor todavía no se acostumbraba a que el contrario percibiera sus emociones —Ni siquiera sé qué pasó, mi celo estaba programado para dentro de dos semanas— suspiró confundido.
—¿No sentiste los síntomas?— preguntó sintiendo a su omega vibrar ansioso.
—No. Estuve bien todo el día, incluso cuando estaba listo para dormir me sentía normal— recordó —empecé a sentir el calor cuando bajé a por el postre para Pedri—.
—¿Sucedió algo en el trayecto?— preguntó con sospecha.
—Nada, solo bajé por el ascensor y llegué a la primera planta—.
—¿Había alguien más en el ascensor?— se giró entre los brazos del alfa para poder verlo mejor.
—Una chica, no la distinguí bien pero tenía un fuerte aroma dulzón—.
—¿Quizá una omega en celo?— preguntó sintiéndose ligeramente celoso ante la idea de que otra persona haya desencadenado el celo de su alfa.
—No lo sé, no estaba prestando la suficiente atención— respondió dándole un pequeño beso en sus labios.
Íñigo se relajó con eso pero su omega seguía inquieto. Pensó qué podría ser hasta que recordó las palabras de la ofrecida en el ascensor.
《Solo necesito llevarlo al límite》
《Es indetectable》
《Solo debo hacerlo parecer una casualidad y esperar el efecto》
《Fermín será mi alfa quiera o no》
—Fue la zorra— murmuró para sí mismo.
—¿Qué?— preguntó el alfa confundido.
—La rubia maldita, ella lo planeó todo—.
—Bichito, ¿de qué estás hablando?—.
Íñigo rodó los ojos exasperado, le contó lo que había escuchado en el ascensor y cómo encajaba con lo sucedido.
—Piensalo, ¿cómo te encontró precisamente solo en esa área alejada? Yo me guié por tu aroma, pero esa beta no tenía forma de olerte— se sentía furioso, no le importaría meterse en problemas por darle su merecido a esa.
—¿Crees que haya sido capaz?— murmuró su alfa.
—Está loca, quería usarte para tener cinco minutos de fama. Por supuesto que la creo capaz—.
—¿Y qué vamos a hacer? No tenemos pruebas de lo que hizo—.
Íñigo meditó por un momento, su alfa tenía razón. Quizá no podían probar nada, pero se encargaría de vengarse y humillarla.
No respondió a su alfa, se limitó a acurrucarse entre sus brazos. Su cabeza ya maquinando lo que haría.
Al día siguiente, a las 8 de la noche empezó el partido amistoso entre España e Irlanda del Norte.
Íñigo se encontraba en las gradas del estadio, a pesar de saber que su novio no jugaría estaba ahí para apoyar al equipo. Bajo su chaqueta acolchada, la camiseta de la selección con el nombre y número de su alfa picaba sobre su piel.
A penas un minuto después de iniciado el partido, se encargó de abrir la cuenta de twitter que se creó durante la madrugada y publicó el vídeo de la zorra ofreciéndose a su alfa, hasta la parte dónde él la rechaza.
Apagó su teléfono con una sonrisa y lo dejó de lado hasta el entretiempo. Confiaba en el poder del internet y sabía que era cuestión de minutos para que se viralizara el clip.
Así sucedió, durante el entretiempo la cámara enfocó a la descarada beta que portaba la ya conocida camiseta con una sonrisa.
Los abucheos empezaron a resonar por el estadio al darse cuenta de su cara en las pantallas. A las pifias e insultos se le sumaron objetos que le tiraban desde las gradas superiores.
La confusión en la beta era evidente, aunque desapareció por completo cuando las pantallas pasaron el clip que él había viralizado.
Murmullos, jadeos y abucheos se escucharon en el estadio y él vio con satisfacción como la mujer huía avergonzada de su lugar.
Minutos después, el segundo tiempo comenzó y él se dio cuenta cómo desde la banca su alfa lo miraba con insistencia.
Volteó y le guiñó el ojo mientras se quitaba la chaqueta, viendo como el menor negaba con la cabeza sin poder evitar reír por su travesura.
La prensa ya llevaba mucho tiempo especulando sobre su alfa y una posible relación. A Íñigo le pareció justo quitarles la duda de una vez por todas.
Después del aplastante resultado de 5-1 subió un post a su instagram.
La primera imagen era él sonriente usando la equipación de España. La segunda imagen era él de espaldas mirando el partido, dejando a la vista el dorsal 25 y el nombre de Fermín en su espalda.
La tercera, era de él de espaldas al espejo de su habitación, salía sonriente en la selfie mientras la parte de atrás de la camiseta se reflejaba en el espejo y su marca lucía fresca y brillante.
La última foto era una que había tomado apenas un par de horas antes. Su alfa dormido abrazándolo por detrás mientras él sonreía a la cámara.
La descripción del post era simple pero directa “💛❤️”.
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Fin ✨️✨️
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