[Japón, 1961]

Un hombre encapuchado caminaba sobre los escombros de un pequeño pueblo en Japón, el sujeto apreciaba a otros hombres torturando y sometiendo a los habitantes del pueblo.

—Señor, la encontramos. — dijo otro hombre a su lado.

—Guíame a ella.

Los dos caminaron hacia una tienda de reliquias antiguas japonesas.

—Tienda de artefactos, el lugar más patético para ocultar un objeto tan valioso. ¿Dónde está?

—Acá, el agujero en el suelo.

Vincent Lewis se acercó al agujero en el suelo de madera, se agachó para buscar aquel objeto que más ansiaba.

—Ahí está...

Estiró su mano y quitó el pañuelo que envolvía al objeto, destellando una pequeña luz de color rojo. Vincent la tomó con ayuda del pañuelo y se levantó, uno de sus ayudantes se acercó con una caja de madera, donde el objeto fue guardado.

—Es mía, por fin es mía. — dijo Vincent, mientras tomaba la caja y caminaba hacia la salida.

—Señor, ¿qué hacemos con ellos? — preguntó otro sujeto.

—Matenlos y limpien el lugar, no quiero testigos ni pruebas de que estuvimos aquí. — ordenó Vincent.

Sus aliados obedecieron y comenzaron a ejecutar a los habitantes del pueblo. Vincent caminaba hacia el bosque, detrás de él se escuchaban los terribles gritos de dolor de las personas siendo asesinadas a sangre fría. El hombre se frenó, abrió la caja y le dio una última mirada al objeto dentro de él.

—Oh piedrita, no sabes cuánto esperé por tenerte en mis manos. — susurró.

Cerró la caja con una sonrisa maliciosa, la sostuvo fuertemente en su mano y rápidamente desapareció del lugar dejando atrás un fuerte estruendo.