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Capítulo 12:


Era tarde, las dos de la mañana para ser exactos. Caminar a esa hora por aquel callejón oscuro era angustiante para el joven castaño que rondaba por el lugar, con un mapa entre sus manos y lo suficientemente concentrado en el pergamino. 

—Según esto debería estar cerca. — susurró para él mismo. 

En una esquina, un hombre viejo vigilaba al chico, esperando el momento perfecto para hablar. 

[Ministerio de Magia Británico] 

Las chimeneas del Ministerio comenzaron a arder, soltando una luz verde de las mismas. De repente, un grupo de personas salieron de ellas. 

—Estamos listos, ¿Trajeron sus escobas? — preguntó Arthur. 

—Por supuesto que sí, anciano. — contestó Loly, mientras colocaba una bufanda sobre su cuello. 

—Tenemos que ir al norte, Diggory tomará la delantera ya que es la que conoce mejor estos lares. 

—Te estaré pisando los talones, pelinegra. — dijo Jack. 

El grupo tomó las escobas, salieron del Ministerio y emprendieron un viaje hasta el norte de la ciudad. 

Isaac seguía buscando por cada casa que había en el lugar, pero no encontraba nada. Giraba en círculos y miraba hacia arriba, pero las posibilidades de encontrar algo eran inútiles. 

—Tienes esa voluntad, muchacho. — susurró un anciano desde una esquina oscura. 

—Es… justamente lo que busco, voluntad. 

—Tienes agallas, serías un buen guardián para ella. 

—Disculpe, ¿para quien? — preguntó Isaac. 

El anciano salió de las sombras, dejando ver su rostro. 

» Nicolas Flamel. 

—Isaac Thargot, por fin vienes. — contestó Flamel. 

El anciano invitó al castaño a pasar a una pequeña casa, la cual Isaac jamás habría podido encontrar, pues se encontraba escondida detrás de un mural. 

—Wow… es un lugar enorme señor Flamel. 

—Lo es, lo es. ¿Qué te trae por acá? 

—Señor, hace poco tuve un sueño. — decía Isaac al mismo tiempo que miraba los grandes cuadros de la casa del hombre. — o no sé si era una visión. 

—Cuéntame. — contestó Flamel, mientras se preparaba un té. 

—Vi a un hombre tomando la piedra filosofal, huyendo con ella y convirtiéndose en un ser poderoso. 

—Oh, que… peculiar. 

—¿Peculiar? — preguntó el castaño. 

—Sí, bueno… la piedra filosofal yace conmigo, protegida en mi humilde hogar, señor Thargot. 

—Osea que usted la tiene. Pero, ese hombre tenía algo escondido, un objeto similar, desprendía una luz roja. 

—¿Cuál es su nombre? 

—Lewis, Vincent Lewis. 

—Ese nombre… lo he escuchado. — contestó Flamel. Rápidamente tomó un periódico que reposaba en la mesa, lo abrió en una página y comenzó a leer en voz alta. 

—“Masacre en Japón: Múltiples asesinatos y hombres heridos.” 

—Fue él, señor. Lewis causó ese alboroto en Japón, todos creían que había robado la piedra filosofal. 

—Señor Thargot, antes de crear la famosa piedra, hubieron muchos intentos para que saliera perfecta. Hace muchos años, escondí lo que creía que era la sustancia más pura y exacta para crear ese objeto. Era tan importante para mí mantenerlo en secreto, por lo que envié a esconderlo donde un viejo amigo. Pero, luego cree nuevas fórmulas, mejoré aquella sustancia y por fin cree la piedra. 

Isaac prestaba atención y luego habló. 

—¿Nunca recogió la sustancia de su amigo, verdad? 

—Lewis robó algo muy parecido a las propiedades de la piedra filosofal, más no es igual a ella. 

—¿Qué es, señor? ¿Qué puede hacer con ella? 

—Te otorgará fuerza, claro, también la capacidad de la envejecer más lento, pero no es tan poderosa como la piedra. 

El castaño se quedó pensativo, miró fijamente al hombre y volvió a hablar. 

—¿Cómo sabía que lo encontraría?

—Sé que tienes esa voluntad para lograr tus objetivos. Pero déjeme decirle algo, señor Thargot, tú voluntad más grande será formar tu propio destino. 

—¿Qué debo hacer? 

—Detenerlo, tráeme esa sustancia, estará en buenas manos. Debemos cumplir ese objetivo antes de que el destino los busque a ustedes. 

—¿Y si no puedo hacerlo? — dudó el castaño. 

—Conviértete en un héroe y lo lograrás. 

Las palabras de Flamel inspiraron a Isaac, quién apretó sus puños con fuerza y asintió con su cabeza. 

—Gracias, señor. 

Vincent Lewis y su grupo se encontraban en un bosque, cerrando las entradas a una cueva que ellos mismos habían formado. 

—Rápido muchachos, no falta mucho para la ceremonia. 

—¿Alguien ha visto a Izzy? — preguntó un hombre. 

—Dijo que llegaría un poco tarde, tú tranquilo. 

Desde el aire, Loly había descifrado el lugar de destino de Lewis. Comenzó a descender lentamente hasta tocar el suelo, el grupo detrás de ella la siguió. 

—Hay huellas y rocas movidas, si no son ellos, entonces estamos ante una manada de osos hambrientos. 

—Muy bien, ¿Cuál es el plan? — preguntó Arthur. 

—Es sencillo, solo hagan lo que les diga y no saldrán lastimados. — dijo Izzy, quién sacó rápidamente su varita, aturdiendo a Loly, Jack y Arthur con gran facilidad. 

—Traiganlos, hay que llevarlos a la cueva. — ordenó la pelinegra a Fred y su grupo. 

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