
2.
Mañana de resaca sobrenatural y sucesos impactantes.
Ah shit, here we go again.
Me puse en pie con cierta dificultad, aún desorientada, pero con la mente lo suficientemente clara como para saber que no era buena idea permanecer quieta por mucho más tiempo. Aspiré una generosa bocana de aire.
Los aromas del bosque flotaron frente a mí, de forma borrosa y algo confusa.
Chasqueé la lengua, irritada.
Al parecer la desconexión con la conciencia de Lyha había mermado mis capacidades, pero aún así, los olores, las esencias, allí estaban, menos intensas y legibles, pero seguían existencia. Por lo menos no estaba ciega e indefensa como las veces anteriores.
Comencé a caminar sobre las ramas secas y rocas con mis pies descalzos y expuestos. Me había despertado en una parte frondosa, sin ningún sendero a la vista, así que eso se convirtió en mi prioridad: encontrar de nuevo la civilización.
Por la posición del sol no debían de ser mucho más allá de las ocho de la mañana y confié con no tener que toparme con ningún excursionista. No había echado de menos el hecho de pasearme desnuda durante un par de kilómetros.
La mañana era fría y las bajas temperaturas comenzaron a pasarme factura.
Me castañearon los dientes y mis pensamientos se espesaron, pero no dejé de caminar en ningún momento, atenta al conjunto de estímulos de mi entorno.
Mi oído también se encontraba atrofiado, no podía ver tan lejos ni tan enfocado como antes y la torpeza de mi olfato reducía considerablemente mis opciones. No me desanimé, ¿de que serviría lamentarse en esos momentos?
Si algo había aprendido tras los continuos paseos del año anterior es que, en esos momentos, estaba sola. Debía sobreponerme a la situación y seguir luchando.
Entonces, lo sentí.
Se inició como un escalofrío que me erizó de golpe todo el vello del cuerpo. Se me cortó la respiración durante un segundo y mi mente quedó en blanco para después gritar una advertencia clara y concisa:
Licántropo.
Mi sentido anti hombres lobo seguía intacto, quizás más sensibilizado que antes. La alarma cundió en mi interior y se me aturrullaron las ideas.
Céntrate, Thara.
Todos mis músculos se activaron a la vez, con una chispa que tensó cada fibra de forma insoportable, a la vez que la adrenalina chispeó por mi corriente sanguíneo. Aquella alerta biológicamente intrínseca en mi naturaleza potenció la exigua capacidad de concentración de la que disponía en aquellos momentos y actué por puro impulso.
Busqué con la mirada hasta localizar una zona lodosa y sin titubear ni un instante me lancé contra ella. Mis movimientos fueron bastante torpes debido al agotamiento de la transformación, pero me las ingenié para llegar en un reducido espacio de tiempo.
Llenando mis manos de barro, lo apliqué por mi cuerpo, borrando parte de mi olor corporal, siendo engullido por el potente aroma a tierra mojada. El siguiente paso fue escalar lo suficientemente alto.
Recordé las dificultades que tuve la primera vez; en una situación muy similar, hasta tal punto que resultaba irónico. No obstante, al menos, había logrado pulirme un poco en ese aspecto.
Me abracé al tronco, sintiendo como la corteza raspaba mi piel; no me detuve, corriendo a contrarreloj y me aferré con fuerza a una rama saliente, impulsando mi cuerpo hacia arriba. Mis pies quedaron suspendidos y solo me sostuve por la fuerza de mis brazos.
Apreté lo dientes, elevándome hasta que tuve acceso a más ramas. A partir de ese punto fue más sencillo. Mi cuerpo se movió en un trajín casi monótono hasta que quedé oculta por el espesor de hojas.
Me tumbé, presionando con fuerza los muslos sobre la rama, con mi pecho apegado a la superficie irregular. Luché contra mi respiración acelerada, demasiado fuerte como para pasar desapercibida.
Primero, capté su olor.
Cada hombre lobo tenía una esencia característica, pero había una serie de matices que lo marcaban como un miembro de su especie. Aquel desprendía una fragancia intensa, evidenciando que no se molestó en camuflarla. No deseaba esconderse.
El chasquido de las ramas quebrándose bajo sus pies fue lo siguiente que hizo terriblemente real su presencia allí. Quise encontrar un motivo lógico, pero fracasé de forma estrepitosa.
Aquel era territorio neutral.
Tras la caída de Hanry ninguna manada reclamó las tierras. Nadie quería pisar el terreno que antaño perteneció a uno de los alfas más despiadados y delirantes del último siglo. Las juzgaban impuras y pocos se aventuraban en su interior.
Eso jugaba en mi factor de continuar como un secreto.
Como una leyenda.
Pero ahora mismo, ahí había otro hombre lobo, ¿por qué? ¿Qué planeaba hacer allí?
Una nueva certeza raptó por mi columna; una sensación de incomodidad y angustia, trayendo consigo un mal presentimiento.
Por fin, pude verlo.
No se parecía en absoluto a ninguno de los subordinados de Hanry (aún recordaba el aspecto de Claws y Vixen, los omegas con los que tuve la desventura de cruzarme) su aspecto desprendía cierto aire de majestuosidad y autoridad. De abundante melena castaña surcada por algunos mechones plateados, todo en él encajaba con su condición. Caminaba con fluidez y seguridad; hombros rectos, mentón elevado y semblante serio.
Desde mi posición no podía distinguir con claridad sus facciones, pero sí su corpulencia. Debía medir cerca del metro noventa y de anatomía potente que ocultaba bajo un abrigo negro de corte sencillo.
Se detuvo a escasos metros del árbol donde me encontraba.
El corazón me dio un vuelco en el pecho. El cambio en mi pulso fue apenas una décima de segundo, pero debió escucharlo, porque alzó la cabeza.
Su rostro quedó a la luz y me sentí el doble de impactada. Decir que estaba confusa no alcanzaba a explicar ni la millonésima parte de emociones que se hicieron hueco en mi cuerpo en ese momento.
Se parecía a Luke. Se parecía mucho a él. El mismo conjunto de rasgos masculinos, algo distintos, más maduros, más severos. A diferencia del chico sus ojos eran de un marrón tan oscuro que podrían pasar perfectamente por negros con menos luz.
El desconocido se aproximó un par de pasos y empezó a indagar entre la maleza. Sus fosas nasales se ampliaron cuando tomó una respiración más concienzuda y entrecerró los ojos en un punto bastante próximo a la altura donde me encontraba.
Estaba perdida.
Cerré los ojos en un estúpido intento de hacerme desaparecer. Me iba a encontrar y entonces... entonces...
Un aullido rompió el clima de tensión y silencio del lugar. Un aullido fuerte, con un matiz demandante. El desconocido giró la cabeza en su dirección y se olvidó de mí. El efecto fue tan inmediato que, sin duda, era un miembro de su manada.
De su manada.
Había más de ellos y estaban en el pueblo.
Joder, joder, joder.
Esperé, un minuto, dos, tres... hasta quince antes de moverme. Estaba entumecida por permanecer tanto tiempo agarrada a la rama y tenía cortes en los brazos, el abdomen, el pecho y las piernas, por el roce con la madera. Una vez que mis pies tocaron el suelo no dejé de correr ni un segundo, ni siquiera cuando entré en la urbanización.
Iba tan deprisa como me permitían mis exhaustas piernas, sin importarme el dolor en la planta de los pies por el impacto contra el suelo. Llegué al área que pertenecía de forma exclusiva a la vivienda de mi tía Laurel. La verja estaba abierta, como era habitual. No había rastro de su coche, al parecer, aún no había regresado de su cita.
Elaboré una rápida lista mental de lo que debía hacer.
Llegué al lado izquierdo del muro, donde se encontraba el panel de mandos y cerré la puerta. La estructura de hierro chirrió antes de desplazarse lentamente por el carril, hasta que la casa quedó por completo aislada.
Como no tenía llaves (al parecer, a mi parte lobuna se le habían olvidado dentro) tuve que ingeniármelas para entrar por una ventana. Ya se me ocurría una excusa más tarde para los cristales rotos y mi mano sanó de inmediato.
Caminé por el pulido suelo de madera, dejando rastros de sangre y barro hasta el baño. Una vez allí chequeé mi reflejo; estaba horrible, con el cabello enmarañado y sucio, el cuerpo manchado de barro y sangre y repleto de multitud de cortes que iban cerrándose con rapidez.
Una ducha caliente era justo lo que necesitaba.
Dejé fluir el agua para que se fuese calentando mientras iba a por un par de prendas a mi habitación.
—No me fastidies —la maldición brotó de forma espontánea de mis labios.
La ropa de cama estaba destrozada, junto con un par de jirones que pertenecieron a mi ropa de anoche. Al lado, sobre la alfombra había marca de garras y estaba todo desordenado y tirado por el suelo.
Me latió la cabeza del estrés.
Aún así, cogí las prendas y regresé de nuevo al cuarto de baño. Ya me encargaría más tarde de adecentar la situación, ahora mismo me preocupaba más quitarme la peste de encima. Permanecí un tiempo impreciso bajo el chorro de agua caliente hasta que las paredes quedaron por completo impregnadas de vaho.
Froté varias veces hasta irritarme la piel, acabando con todos los rastros de la noche salvaje y la mañana de resaca sobrenatural. Poco a poco me fui sintiendo mejor, más calmada. Mi mente comenzó a discurrir por caminos peligrosos.
Nada estaba bien.
Mi conexión con Lyha estaba frita.
Había una nueva manada de hombres lobo pululando a sus anchas por el pueblo.
Y luego estaba el espeluznante detalle de que uno de ellos se pareciese tanto a Luke.
Luke.
En mitad del peligro inminente ese pensamiento se mezcló con los demás, pero, ahí, sola y con el agua descendiendo por mi espalda no fui capaz de permanecer ajena a mis propias emociones. El estómago se me apretujó y sentí un pinchazo de nervios en el pecho.
Salí del baño, con el pelo mojado cayéndome sobre los hombros y algo más relajada. Llevaba unas mallas deportivas que rara vez había usado para correr y una camiseta de tirantes que me quedaba pequeña (después de contemplar el desastre en mi habitación tampoco me había percatado de la ropa que escogía) pero cualquier cosa mejor que pasearse desnuda por un bosque a cinco grados.
No sabía de cuanto tiempo disponía antes de que Lauren llegase, así que me puso manos a la obra de inmediato, borrando las huellas que la Thara lobuna y —aparentemente— enfadada había llevado a cabo. Descubrí que eran dos las ventanas rotas; una la que usé para entrar y otra la que el lobo empleó para salir.
—Genial —mastiqué las sílabas con ironía.
Se iba complicando una versión que dejase al margen cualquier asunto relacionado con una bola de pelo y dientes cabreada.
Una de las tantas cosas tiradas por el suelo era una sudadera amplia de un granate bonito. La reconocí nada más levantarla. Era una de las sudaderas de Luke, se la debió dejar en algún punto de los meses que mantuvimos una relación cordial... de alfa y beta, antes de...
Rechacé el recuerdo conforme acudió y me llevé el tejido a la nariz, aspirando su olor. Cerré los ojos, suspirando. Aún seguía allí. No razoné demasiado y me la puse, el calor fue agradable y volví a centrarme en dejar todo ordenado.
El móvil vibró en la mesilla, exhalando su último aliento. Bufé, molesta por ese detalle tan pequeño y puse el dispositivo a cargar. Cuando se encendió la pantalla y hube desbloqueado todo correctamente las notificaciones entraron.
Mensajes rutinarios de Lauren preguntándome cómo me encontraba, si había cenado —probablemente algún pobre animalillo del bosque— y, el resto, eran de Riley. Había más de veinte mensajes de texto y siete llamadas perdidas, la última de hacía tan solo unos minutos, ya que el móvil estaba en silencio.
Los mensajes evolucionaban de una forma extraña.
Los primeros eran normales, preocupándose por mí e insistiendo sobre lo que habíamos hablado en la biblioteca, pero los últimos eran confusos y a la vez, muy claros:
Thara, por Dios, ¿¡por qué no contestas?!
Estoy empezando a preocuparme.
Contesta.
THARA.
Pon las noticias.
Thara, por favor, dime que esa no eres tú.
THARA, CONTESTA.
Estoy harta, salgo para tu casa.
Este último era de apenas unos diez minutos. Fruncí el ceño, con incredulidad. Una sensación que no hizo más que incrementarse cuando encendí la televisión. Obvié el capítulo de Big Bang Theory y busqué el noticiero.
Una reportera se encontraba en algún punto del bosque y los rótulos pasaban muy deprisa por debajo de la imagen.
DOS EXCURSIONISTAS DESAPARECIDOS.
SE HAN ENCONTRADO RASTROS DE SANGRE.
SE SOSPECHA DE UN ATAQUE ANIMAL.
VARIOS VECINOS AFIRMAN HABER AVISTADO UNA ESPECIE DE LOBO.
SE RUEGA PRECAUCIÓN Y NO APROXIMARSE DEMASIADO AL BOSQUE HASTA SABER LO OCURRIDO.
Me quedé paralizada, con el mando en la mano.
¿Podría ser posible que yo...? ¡No! Jamás había atacado a nadie en mi forma de lobo, ni siquiera al principio cuando Lyha tomaba por completo las riendas desplazándome de la conciencia. Siempre había sido racional... Nunca un animal salvaje.
El timbre me trajo de vuelta a la realidad.
Fui a abrir aún con el control remoto en la mano, asimilando despacio toda la nueva información de la que disponía, sin fijarme demasiado en lo que estaba haciendo, sin percatarme de nada debido a la profundidad de mis propias cavilaciones.
—Riley, yo...
Las palabras murieron en mis labios y me quedé callada.
No, más bien, me quedé sin respiración.
No era Riley.
Era él.
Era Luke.
ENAMORADA DE ESTE MAN.
Este capítulo lo subí ya en diciembre cuando me dio el ataque de inspiración, los próximos ya son por completo inéditos. Decidme que os ha parecido si no lo habéis dicho antes, y si lo acabáis de leer... CAME ON.
Es DOMINGO y os prometí una actualización semanal juju.
No está corregido y probablemente tendrá algún error.
La siguiente pregunta es importante: ¿queréis que sea así? Es decir, que conforme lo escriba, lo suba, sin una actualización fija, solo... como surja. Id diciéndome.
Ahora sí, OPINIONES AQUÍ.
LUKE VUELVE EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO.
¿Quién será ese señor que se ha encontrado Thara en el bosque? ¿Qué tipo de relación tendrá con Luke? ¿Y los ataques? ¿A qué se deben? ¿Habrá sido Lyha?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro