2.3 la cena
Rose Granger | la cena
17 de agosto de 2023
Scorpius tenía que admitir que los nervios habían conseguido apoderarse de él. El sudor recorría las palmas de sus manos, y sus labios se encontraban apretados, tensos. Hasta la noche anterior no se había enterado de que, justo ese día, Rose lo iba a llevar a conocer a sus padres. Sí, era cierto, el Malfoy ya había hablado varias veces con Ron Weasley y Hermione Granger, pero siempre como el mejor amigo de Albus. Aún recordaba la última reunión familiar celebrada en la Madriguera a la que había asistido. Aunque llevaba siendo amigo de Albus muchos años, parecía que los Weasley aún no se habían acostumbrado a tenerlo por allí, comiendo en su mesa y hablando con ellos. Cada vez que hablaba con uno de los primos de su amigo, podía sentir la mirada penetrante de sus padres en la nuca. Y, siendo sincero, Percy y George Weasley no le provocaban mucho miedo, pero Ron era su peor pesadilla. La primera vez que había abrazado a su hija delante de él, en su segundo año, tuvo que huir junto a Louis, ya que el pelirrojo parecía estar a punto de lanzarse sobre él. Ahora, tenía que enfrentarse a su suegro solo, y no tenía ninguno de los primos Weasley a su lado para que lo salvaran.
—¿Qué te pasa? —preguntó Rose, mientras lo ayudaba a colocarse bien la corbata.
Scorpius negó con la cabeza y lució su mejor sonrisa, aunque los labios le temblaban.
—Nada.
—Scorpius... —suplicó su novia.
—De verdad, nada.
—Es por mi padre, ¿verdad?
Al no obtener una respuesta, la chica soltó una carcajada, ganándose que su novio la fulminara con la mirada. Ella inspiró profundamente y se apartó del rubio, con una sonrisa divertida en la cara. La pelirroja no acababa de entender por qué su novio parecía tan asustado. Es decir, sí, su padre podía ser muy cabezota, y podía no aceptar que su niña tuviera novio (y menos si era un Malfoy), pero se notaba de lejos que no era peligroso, ¿no? Nunca cumplía sus amenazas, acostumbraba a ser su madre la que daba miedo. Pero, claro, ella no se encontraba en la piel de su novio.
—No te rías —susurró Scorpius entre dientes, un poco molesto—. No le gusto a tu padre. Y por una parte lo comprendo, entiendo la rivalidad que tuvo con el mío cuando eran pequeños. Mi padre me ha explicado muchas historias sobre Harry Potter y Ron Weasley, y sabiendo como fue Draco Malfoy de adolescente, sé que es difícil encontrarse con su hijo y no pensar lo peor —admitió, empezando a caminar nervioso por la habitación—. Pero, yo no soy él. Creo que, durante todos estos años siendo el mejor amigo de Albus, he demostrado que soy un buen chico. Mantengo conversaciones interesantes, soy un buen bailarín, me preocupo por los demás y nunca he dañado a nadie. ¡Vamos, hasta Harry Potter me ha aceptado!
Rose envolvió la mano del rubio entre las suyas, queriendo tranquilizarlo. Después, se acercó a él y depositó un dulce besos en sus labios.
—Scorpius ya sabes como es mi padre —dijo, soltando una pequeña risa—. Lo quiero mucho, pero Ron Weasley es un hombre chapado a la antigua. Sigue desconfiando de los Slytherin. ¿No recuerdas el drama que montó al enterarse de que Albus era una serpiente? ¡Pidió una prueba de paternidad! Estaba convencido de que su hermana había engañado a Harry y que él no era su verdadero padre. —Ambos soltaron unas carcajadas—. Es así, no puedo cambiarlo. Pero, no te preocupes, no es para tanto, y tu miedo es un poco ridículo. No eres tú el que tiene el problema, es él. Y ya verás que cuando te conozca mejor, te adorará.
—No lo sé, Rose... —Scorpius apartó la mirada de su novia.
La pelirroja agarró el rostro del chico, obligándolo a mirarla a los ojos. A esos mismos que parecían mantener todo un universo.
—Confía en mí, ¿de acuerdo?
El rubio asintió. Creía en Rose, de verdad lo hacía, pero el miedo es un sentimiento que no se controla. Y, Ron Weasley, era su peor pesadilla. Pero iba a ir a esa cena, por su novia, porque quería verla feliz. Además, no iba a quedarse a solas con el señor Weasley, ¿verdad? Sería una cena de lo más tranquila.
Sonrió y, en un susurro, dijo:
—Confío en ti.
La tensión se podía cortar con un cuchillo. La mesa se encontraba en un incómodo silencio, que ninguno de los presentes era capaz de romper. Llevaba media hora allí y lo único que se había escuchado era las gotas de agua que golpeaban el vidrio del comedor. Rose, cada ciertos minutos, tosía, con la esperanza de que alguien empezara a hablar. Scorpius inspiró profundamente y se llevó un trozo de pollo a la boca. Inmediatamente, su sabor lo invadió. Tenía que admitir que a Hugo, que tan amablemente había preparado la cena, se le daba muy bien cocinar. Aunque era incapaz de concentrarse en la comida cuando Ron Weasley lo estaba fulminando con la mirada a menos de un metro.
—Entonces —dijo Hermione, dirigiéndole una sonrisa al chico—, ¿Rose te envió cartas anónimas durante meses?
El rubio levantó la mirada de su plato, un poco confundido, como si no pudiera creer que de verdad se estuviera dirigendo a él. Después, mostró su mejor sonrisa, miró a su novia durante unos instantes y sonrió.
—Así es —se apresuró a responder Rose—. La idea me vino de un libro que había estado leyendo. Al principio me pareció una locura pero, ¿qué podía perder? Scorpius había estado destrozado por su ruptura con Alice, así que creí que las cartas lo animarían. La verdad es que no pensé que mi impulso idiota acabara así, con él siendo mi novio.
Ron suspiró.
—Yo tampoco pensé que acabaríamos así —asintió el pelirrojo, mirando amenazadoramente a su cuñado—. Pero la vida da muchas vueltas, ¿verdad? Sabía que ibas a acabar formando parte de los Weasley, pero esperaba que fuera con la hija de otro.
—¡Papá! —exclamó Rose, mirando al hombre con una mueca de sorpresa.
—Ronald Weasley —advirtió Hermione, armándose de paciencia.
Scorpius sintió como su rostro palidecía y un sudor frío empezaba a bajar por su espalda. Sabía que eso acabaría pasando, lo sabía. De lejos, escuchó como Hugo intentaba contener la risa, fallando en el intento. Y deseó estar en su sitio, seguro que esa cena debía ser un entretenimiento para el hermano pequeño de su novia.
—Tranquilos, era broma —se excusó Ron, levantando las manos en un gesto de inocencia—. La juventud de hoy es muy sensible, demasiado.
—¿Y cómo descubriste que había sido ella? —preguntó Hermione, ignorando totalmente a su marido—. Mi hija nunca cuenta nada, y me provoca curiosidad vuestra historia.
El rubio asintió, intentando recuperarse de las palabras de su suegro y centrarse en la conversación. Rose, a su lado, lo miró con una sonrisa ladeada.
—Me lo confesó ella —respondió, agarrándole la mano a su novia—. Durante todos esos meses había pensado que la anónima era una desconocida que me había visto por los pasillos y que se había obsesionado conmigo. Pero sus palabras eran mágicas. En ningún momento pensé que fuera Rose, era demasiado romántico para venir de ella. —Rose rio y lo pegó suavemente en el hombro—. Pero un día pillé a Albus metiendo una de las cartas entre mis libros.
Hermione abrió mucho los ojos, sorprendida. En cambio, Rose hizo una mueca, como si empezara a molestarle el tema.
—¿Albus? —se sorprendió Hermione.
—Exacto, Albus —rio Scorpius, sintiéndose cada vez más cómodo—. Al principio dijo que había sido él, pero algo no cuadraba. Albus nunca ha sido el típico chico que deja cartas.
En ese momento, la pelirroja golpeó la mesa, atrayendo la atención de los demás presentes. Ron frunció el cejo y miró a su hija, que parecía enfadada. Hugo volvió a soltar una risa, pero esta vez fue ignorada por todos. El rubio miró a su novia confundido. No entendía qué había pasado.
—De verdad, ¿siempre tiene que salir Albus en cada una de nuestras conversaciones? —preguntó Rose, muy molesta—. ¡Siempre está Albus por el medio! ¡Esto es sobre nosotros!
Scorpius suspiró. Esa no era la primera vez que su novia se ponía así con solo la mención de su primo, aunque no entendía el por qué. No le gustaba que Rose hablara así de su mejor amigo, incluso en alguna ocasión había llegado a despreciarlo. Le parecía bastante hipócrita de su parte, pero enfrentarse a la chica nunca había sido una opción. Paciencia, Scorpius, paciencia pensó el chico.
—Rose, no entiendo el problema, es tu primo —susurró Hermione, inconforme con la actitud de su hija.
—No pasa nada —dijo Scorpius, sonriente—. Es verdad, estoy acostumbrado a hablar mucho de Albus. Entiendo que a Rose le moleste.
Hermione lo miró, sin acabarse de creer sus palabras. Al ver que el rubio no añadía nada, sonrió y volvió a centrarse en su plato. Hugo levantó una ceja y miró a su hermana, que solo se encogió de hombros, con una pequeña sonrisa.
—Mi hija es una buena chica. —para sorpresa de todos, Ron Weasley interrumpió el silencio—. Se merece a un buen chico. ¿Eres un buen chico, Scorpius?
El rubio se quedó congelado, en la espera de que alguien lo salvara de esa situación. Al ver que nadie dijo nada, suspiró.
—Supongo.
—Más vale que lo seas —dijo el hombre—. Te conozco desde que tenías once años, te he visto crecer. Y, tengo que admitir, que al principio no entendía cómo Albus quería ser tu amigo. En cuanto a aspecto se refiere, eres idéntico a tu padre. Eso me preocupaba, por supuesto. Crié a Albus, y tenía miedo que tú pudieras hacerle daño de alguna forma. Tengo que admitir que incluso le supliqué a Harry que prohibiera a su hijo ser tu amigo.
—¿Qué hiciste? —lo interrumpió Hermione, mirándolo amenazadoramente.
—Eso fue hace mucho tiempo —se excusó el pelirrojo, para después, y antes de que su esposa pudiera replicar, girarse hacia el rubio—. Pero inmediatamente me di cuenta de que hacías a Albus feliz. Y no solo a él, también a Louis, Roxanne y a todos los demás. Y no lo entendí, creo que aún no lo entiendo, porque eres un Malfoy, ¡eres el hijo del Hurón! —exclamó, llevándose una mano a la cabeza—. Aunque se nota de lejos que eres incapaz de hacer daño a nadie. Así que espero que hagas feliz a mi hija, porque como padre eso es todo lo que deseo.
Scorpius asintió enérgicamente. Nunca, ni en mil años, habría creído que escucharía esas palabras saliendo de la boca de Ron Weasley. Sus palabras habían tocado fondo en él, entendió que solo era un padre preocupado por su hija. El pelirrojo no era un monstruo, claro que no. Además, parecía que empezaba a aceptar al chico. No era una aceptación completa, pero se le parecía bastante. Así que, por primera vez en toda la noche, al fin pudo sentirse libre. Tal vez conocer a la familia de su novia no había sido una tan mala idea.
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