RUINAS INCANDESCENTES
Las llamas con su incandescencia vehemente y alocada,
Su fulgor que ciega e ilumina el sendero de un caminante errante,
Un nómada que busca el retorno hacia la tierra que no es de nadie,
Ni siquiera propia, siempre extraña y lejana,
Inhóspita y agreste como las llamas que refulgen de los habernos,
Que calcinan en un abrazo voraz que consume y absorbe,
Que degrada hasta la decadencia de una vida afligida e intranquila,
En busca de un placebo a la tormenta que se desata en su interior,
Y se resguarda en gritos y sollozos.
Gritos que braman desde lo recóndito de un ánima extraviada,
Devastada y desperdiga por largos trechos que han sellado su pasado,
Donde habitan sus tormentos cual brea calcinante,
Que mancilla y se esparce inundando todo a su paso,
Quemando y derritiendo memorias que soportaban los instantes álgidos de una vida apremiante,
Diseminada por caminos de remembranza pasada,
De dolores sofocantes y desconsuelo apremiante.
¡Cuánto ardor proclama tu alma!
La lumbre se alza impetuosa y orgullosa,
Victoriosa y sórdida,
Perentoria y culminante, tan voraz e insaciable,
En su anhelo de extinguir la permutación de la vida,
Vida sufrida y agónica de un pobre caminante,
Que, ante sus últimos suspiros,
Derrama la hiel de su alma como brotes de agua salada.
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