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8

Thais

Paso entre la multitud para ir a la terraza exterior, donde muchos disfrutan viendo, practicando, riéndose y bebiendo. Me doy cuenta de que está noche aquí hay personas de todos los lugares del mundo. Respiro hondo, llevando la copa a mis labios.

Cuando miro por encima del hombro, veo que un hombre rubio se acerca a mi espalda. Me giro y me encuentro frente a un hombre de treinta y tantos años, no pasa los cuarenta. Dice algo en inglés y yo me quedo viéndolo como tonta sin entender nada, lo dice en francés y ahora lo miro como si tuviera tres cabezas, él al ver mi confusión dice en español en un tono empático.

—Perdón, es latina. Me llamo Theodore.

Frente a mi silencio, continúa con su tono de complicidad: —Es la primera vez que la veo en una presentación así ¿viene acompañada?, ¿cómo te llamas?

—No, de hecho estoy sola —comento. —Thais, es un gusto conocerte, Theodore.

Veo la mirada de los ojos militares en mí.

—Es un bonito nombre para un rostro bonito —se ríe. —¿Me permite una pieza?

—Sí, claro.

—¿En serio? —Theodore parece ser adorable con ese tono de voz.

Me conduce hasta la pista, donde una orquesta ha empezado a tocar. Me pone las manos en su cuello antes de rodearme la cintura con los brazos, y comenzamos a movernos al ritmo de una canción que no entiendo en absoluto.

—¿Tienes algo con Aang? —me pregunta, intento esconder mi ignorancia y mi acongojo.

¿Aang? ¿Quién carajos es Aang?

Cuando él me señala con la mirada donde dos ojos militares nos fusilan le respondo, ya sé de quién habla.

—Ah... sí. Bueno, nuestros padres son cercanos.

Aang. Así que ese es su nombre.

Por más simpático que me parece Theodore no puedo confiar en él, cuando estaba bajando lo había visto hablar con Aang lo que significa que son amigos o algo parecido y tal vez sólo lo envío a hablar conmigo para probarme.

Sin duda me mataría sin pensarlo dos veces. Soy como su posesión puede hacer lo que quiera conmigo si quiere, pero hasta ahora por algún motivo que desconozco me trata como una invitada, excepto que no puedo salir. No tengo que reclamarle nada a mi captor, tampoco debo de sentir agradecimiento por él, pero lo hago porque hasta ahora no parece querer abusar de mí ni me ha golpeado y no quiero despertar su ira. Si eso resulta ser una prueba para ver si puede confiar en mí al menos habré aprobado y escapar resultará menos complicado.

—Es extraño, tengo muchos años conociéndolo y nunca te había visto con él —dice pensativo.

Invento algo rápidamente.

—Él y yo no éramos cercanos ni tampoco somos amigos. Estoy aquí únicamente por el aprecio que sus padres tienen por los míos.

Parece creer mis palabras y me sonríe sinceramente.

—¿Ustedes son muy cercanos? —la pregunta sale de mis labios.

—Digamos que soy la competencia, pero antes de eso hacíamos negocios.

¿De secuestrar jovencitas?

—¿De qué?

No puedo ocultar mi curiosidad.

—Por la mejor marca de champagne. Está noche es la exposición de su nuevo lanzamiento al mercado.

Al menos sé a qué se dedica Aang y todo parece legal. Entonces, la pregunta del año ¿por qué me secuestró?

—Es decir que son enemigos que interactúan —él suelta una carcajada y asiente.

—Se puede decir que sí. ¿Puedo llamarte alguna vez?, sería un gusto para mí darte un recorrido en la ciudad —dice calurosamente de repente.

—Es que... me gustaría, pero yo ya había programado uno con Aang en mi tiempo libre.

No sé qué más decirle o qué expresión tengo en el rostro, pero él no parece querer desistir.

—Entonces, llámame cuando cambies de opinión.

Se termina la pieza y me entrega una tarjeta. Si consigo un teléfono para llamarlo él podría ayudarme a escapar sin darse cuenta, la suerte parece estar de mi lado.

—¿Disfrutas de la fiesta, Theodore? —casi se me para el corazón al oír sus palabras con ese tono agrio y educado en mi espalda al mismo tiempo que me agarra la muñeca derecha con la tarjeta y me lo lleva a la espalda.

—Thais es un encanto —comenta Theodore, sin saber que Aang trata de quitarme el pedazo de papel de las manos mientras yo mantengo mis puños bien cerrados.

—Suéltala —me susurra entre dientes, su voz tiene una órden que no acepta una negación por respuesta.

—No tengo porque hacerte caso —me retuerce la mano, dejándome en una posición incómoda.

—Te la robo —¿en dónde quedó el ogro que me está amenazando? Su cortesía fingida hacia Theodore me impresiona y es tan creíble.

Aang deja un beso en mi nuca, me acaricia la parte baja de la espalda antes de que pueda salir una palabra de mi boca siento que me aprieta la espalda contra su pecho y me pone las manos en las caderas de forma posesiva.

—Te lastimaré si no lo sueltas —me amenaza apretándome más, me tenso. La posición me duele y sé que con un movimiento me puede llegar a romper la muñeca.

Ni siquiera me muevo.

—Thais, suéltala. No te lo voy a pedir de nuevo, solo te lo voy a arrancar y probablemente te haga daño.

Abro la mano con desgana. Me da la vuelta y me planta un beso en los labios como recompensa.

—Chica lista —me acaricia el labio con el pulgar. Luego besa en el mismo lugar como si quisiera demostrar algo. —Buena chica —susurra contra mi boca.

—No me digas así. Suena igual que a un perrito.

Me toma de la mano para llevarme más allá de la pista de baile. Me conduce hasta el cuarto de baño, donde cierra la puerta.

—¿Cuál es tu puto juego?, ¿por qué no puedes pasar una hora sin meterte en problemas? —me pregunta enojado.

Lo que me faltaba.

—Yo no hice nada.

—¿No? ¿No estabas tratando de seducirlo para que te ayude a escapar de mí? —me tira violentamente para acercarme a su pecho. Niego con la cabeza sorprendida por su acción. —La única manera de escapar de mí es estando muerta, te mataré antes de dejarte ir con cualquier idiota.

Me agarra de la barbilla para forzarme a mirarlo a los ojos y lo cierto es que no miente. Sus ojos no lo hacen.

—¿Qué mierda te pasa? Yo no intente seducir a nadie —digo molesta. —Y si me diera la gana de seducir a alguien debería estar en mi derecho de hacerlo. No soy tuya. No puedes tenerme solo porque quieres. Secuestrarme y contar conmigo para que sea tuya —estoy gruñendo a través de mis dientes.

—Lo sé, por eso te voy a dar la oportunidad de adaptarte.

—Deberían internarte.

—De seguro te llevaría conmigo.

Aang

El aroma que desprende es muy impactante. Una maldita electricidad que manda las señales a todas partes de mi cuerpo, mi cuerpo comienza a arder por dentro y siento mi erección palpitar en mis pantalones, cargado de deseo. No tiene explicación, no hay justificación para explicar lo que sentí por ella al verla en los brazos de Theodore en medio de la pista de baile. Lo único que sé es que no voy a permitir que él se acerque más a ella ni a ningún otro hombre. Thais ahora es mía y tiene que aceptarlo. Quiero que todos los hombres afuera lo sepan y que se enteren de lo que le voy a hacer en este momento, haciéndola mía una y otra vez sobre el lavado, así que cuando salga nadie se va atrever a ponerle los ojos encima, se me tensa los músculos del cuerpo ante esa idea.

—Ponte de rodillas.

A sus ojos se le asoman el desafío, Dios como me pone su rabia, pero está vez lo que acaba de hacer a continuación me deja sorprendido y al mismo tiempo me siento victorioso.

Desciende hasta arrodillarse. Mi sexo da un respingo, poniéndose aún más dura. Parece tan nerviosa, su ansiedad es tan palpable que me pregunto si ella no sería capaz de morderme si le pido que me la chupe. Arrojo ese pensamiento a un lado. Se queda inmóvil cuando abro mi pantalón y noto su respiración acelerarse. Ella abre los ojos como platillos como me lo esperaba al ver mi erección.

¿Le gusta lo que ve?

Apuesto que sí.

Thais levanta su mirada buscando la mía y puedo decir que es una descarada. ¡Se acaba de pasar la punta de la lengua en sus labios sin dejar de mirarlo!

Cierra los ojos como si quisiera borrar sus pensamientos, y su semblante cambia, ahora su mirada es fría cuando dice: —¡Qué te jodan! —se levanta, dejándome ahí parado. —Eso solo pasará en tus sueños.

Abre la puerta y la cierra de un portazo antes de sacarme la lengua, claro.

Me arreglo rápidamente el pantalón y salgo furioso del baño. Mi reacción natural es buscarla para que termine lo que había comenzado. Mi sangre exige un alivio como ofrenda por semejante atrevimiento. Atravieso el salón a toda prisa, la agarro del brazo y subo las escaleras hasta su habitación, recorriendo el corredor de la derecha y la dejo en la cama una vez dentro de la habitación.

Parpadea mirándome incrédula mientras saco unas esposas del cajón de la mesita de noche y antes de que pueda imaginar mis intenciones y tratar de defenderme, le coloco la esposa alrededor de la muñeca izquierda y la engancho en el cabezal de la cama.

—Buenas noches, Thais.

Salgo con el corazón desbocado, por alguna razón extraña no quiero obligarla a hacerme una mamada, por más que quiero no puedo obligarla a estar conmigo.

Llego hasta las escaleras y veo a Lou apoyada en el último escalón de abajo, mirando en mi dirección, le hago una señal para que suba, y venga conmigo. Lo hace sin dudar. Llegando a una de las habitaciones del tercer piso, cuando estamos a solas detrás de la puerta cerrada, le pongo las manos en las mejillas y le devoro la boca. Mis manos bajan hasta su espalda hasta que siento su pronunciada curva.

Me desnudo y después le quito el vestido. Me siento al borde de la cama, sin tener que decir nada sabe exactamente lo que yo quiero que haga. Se arrodilla delante de mí, luego se mete el glande a la boca y lo succiona con fuerza.

Yo dejo escapar un gemido de inmediato.

Mi mano va hasta su pelo y cierro los puños alrededor de sus mechones rojos. Le empujo la cabeza hacia abajo y suspiro mientras la obligo a presionar los labios contra mis testículos. Cubre mi sexo con las manos y las nueve hacia arriba y hacia abajo, se introduce mi miembro profundamente en la garganta y después vuelve a sacarlo. Comienzo a tensarme mientras ella sube y baja la cabeza. Esa sensación es jodidamente divertida y satisfactoria, pero sé que no durará mucho, nunca lo hace. En lo único que estoy pensando ahora es en esa boquita insolente alrededor de mi glande. Los músculos de mis piernas se tensan, se ponen rígidos. La tomo de la cabeza para que se ponga derecha. Quiere besarme, pero a mí solo me interesa una cosa, la toma de la cintura llevándola al borde de la cama. Rasgo una envoltura que siempre tengo preparado para la ocasión y me la pongo.

Thais, Thais, Thais. ¿Qué haré contigo?

—Ya... ¡Oooh! —jadea Lou al momento que la penetro por detrás.

Me arremeto contra ella con maestría y de forma rápida hasta encontrar mi propio placer con una sola persona en mi mente. Ella parece estar disfrutando mientras la tomo del cabello, buscando mi propia liberación.

Las dos siguientes horas que siguen me dedico en tirarla contra la pared, la cama, el sofá, la he separado las piernas y la he puesto en cuatro patas en el suelo hasta el agotamiento. Pero no dejo de pensar en la pequeña esposada a la cama justo debajo de está habitación donde de seguro va a escuchar lo que se está perdiendo por terca.

Es una fantasía que me mantiene muy duro para Lou.

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