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Thais

Carl me arrastra de nuevo al viñedo.

—Si te dolió lo que viste, esto te va a doler más escuchar eso —él sonríe, sacando mi celular de su bolsillo.

No sé cómo lo ha conseguido, pero tampoco le pregunto.

Me lo entrega junto a una nota, yo me quedo mirando como una tonta el teléfono mientras él se aleja.

Enciendo el teléfono y encuentro una grabación de voz. Lo pongo a reproducir.

«Bueno, ¿dónde está tu juguetito sexual?» Esa es la voz de Lou, la reconozco de inmediato.

«Eso no te importa». Suena la voz de Aang.

«Te digo que desconfíes de está chica, no la conoces. Te está utilizando con engaños, te destruirá cuando menos te das cuenta».

«Eso no sucederá».

«Aang, te has vuelto un pringado, ella hace lo que le da la gana contigo».

«¡Cierra la puta boca!»

«Lo ves, no sé que le ves, es solo una esclava más.»

«Es Mi esclava».

«¡Estás de broma! Deberías deshacerte de ella, no vale la pena. Dijiste que ella no sabe nada. Asunto resuelto, no tiene porque seguir contigo. La trajiste para descubrir dónde está el famoso huevo y según parece ella no sabe nada. Ya no te sirve. Esa pequeña es solo un lobo en el rebaño de ovejas. Es igual que Anjoly; te utilizó y luego de engaño con Theodore. Thais va por el mismo camino o sino por qué tanta insistencia por parte de Theo en preguntarme por ella. Si fuera tú, desaparecería de la faz de la tierra».

«No te preocupes por ello. Lo haré. Thais solo es un buen envase, claro. Un lindo envase. Nada más.»

«¿De verdad piensas eso?»

«Es inmadura, ridícula... una mocosa desobediente. Y yo estoy obsesionado con el control, ¿qué mierda crees que haría yo con ella?, ¿casarme? No me hagas reír, Lou, necesito a alguien más maduro a mi lado, no a una niña...».

Siento la humillación recorrerme la piel, sin poder terminar la grabación apago el teléfono. Solo me utilizó como un coche nuevo y luego pretendía deshacerse de mí como si hubiera perdido el valor.

Oh, bueno. Parece que ahí tengo mis respuestas. Claras. Más claras de lo que quería. Tomo una bocanada de aire para tranquilizar mi pulso acelerado.

Nada de lo que hicimos esta tarde cambió nuestra tensa relación. Nada.

Realmente cree todas esas cosas de mí.

Que tonta he sido, había llegado a la tonta idea de que Aang siente algo por mí, incluso empezaba a confiar a ciegas en él. Se ha convertido en mi único amigo desde que me secuestro. Además, se lo advertí, le dije lo que iba a pasar si estuviera con otra persona.

Está con ella, la sigue viendo. Se lo ha estado follando y riéndose de mí.

Me cubro la boca mientras las lágrimas me arden, siento una punzada cerca del corazón. Caigo de rodillas en medio de los campos y sollozo sabiendo que nadie me oye.

"Puedes obtener tu venganza. Si quieres escapar la única manera es quemando la casa."

La venganza no me importa, su traición sí. Yo nunca amenazo en vano.

Me siento y dejo caer la nota de Carl, limpiando mis lágrimas. Ha llegado mi oportunidad de huir y lo haré está noche; nadie se interpondrá en mi camino ni siquiera Aang, solo tengo que conseguir mi pasaporte, con esta idea me pongo de pie y sigo la hilera, caminando de regreso a casa sabiendo que Elliot puede aparecer para buscarme en cualquier momento.

Una vez llego veo a Aang, subiendo las escaleras para ir al tercer piso, corro hasta mi habitación deseando que no me haya visto y las lágrimas me asaltan nuevamente. Por más que intento razonar, decirme que Aang no es nada mío, solo algo pasajero, una atracción física, uno que siento por mi captor, que no tengo porque sentirme traicionada, no logro nada.

Pero tiene que ser eso; el acuerdo que hicimos. Claro que es eso, si me siento herida, usada y humillada es porque ha roto nuestro trato, pero se va a lamentar por eso.

—¿Thais? ¿Estás despierta? —pregunta Aang al otro lado de la puerta.

Me quedo callada.

—¿Thais? —repite con una voz de preocupación. —Voy a entrar.

—¡No, no, no! —exclamo aterrada, avergonzada ante la idea de que me vea llorar. —¡No entres!

Aang abre la puerta y se queda en el umbral. Mira mi cara, se queda fijo de repente antes de dar unos pasos introduciéndose. Me derrumbo sobre la cama y escondo mi rostro en las almohadas.

Escucho la puerta cerrarse. Unos segundos más tarde siento el peso de un cuerpo sentarse sobre el colchón a mi lado.

—Thais —murmura Aang acomodando un mechón de cabello atrás de mi oreja. —¿Estás bien?

—Sí —susurro.

—¿Qué pasa, Thais?

—No me pasa nada.

—Maldita sea —comenta, tomándome del cabello para obligarme a mirarlo a los ojos. —¿Qué es lo que te pasa?

Me siento un poco idiota por haberme permitido un momento de debilidad y llorar como una niña pequeña que le han quitado su juguete favorito.

—Son secuelas de mi regla. Siempre me pasa, mis hormonas se revolotean, cambio constante de humor y me pongo muy sentimental. Es una idiotez, ya me pasará —finjo una sonrisa y juego igual de sucio que él. —¿Te preocupaste por mí?

—Sí —su mano sigue jugando con mi cabello; lo suelta, hace correr los mechones por su palma, lo enreda entre sus dedos, lo desenreda, lo lleva a su nariz para ponerlo. —No me gusta verte llorar.

¡Sí, cómo no! Solo te gusta verme llorar cuando eres tú quien causa esas lágrimas, cretino.

—¿Vas a dormir aquí? —le pregunto, suplicando internamente que diga que no.

—¿Dormir? —sonríe como si hubiera dicho una broma. —Tengo otra cosa en mente.

Sin saber cómo sus manos llegan al elástico de mis bragas y comienza a azotarlo en mi piel. Su respiración permanece uniforme. Está calmado. Yo estoy congelada en mi sitio, asustada por el momento y por no saber cuándo piensa deshacerse de mí.

Aang advierte mi incomodidad y entierra la mano en mi cabello, me acerca a él, nuestros rostros se tocan.

—¿Estás bien? —él me roza los labios con el suyo.

—Sí —digo, intentando tranquilizar mi respiración.

Me empuja suavemente, él me coloca boca arriba y se endereza. Me mira, tiene una postura viril y relajada.

Se agacha hacia mí, sus manos suben por mis piernas, levanta mis rodillas, las separa. Nuestra miradas se aferran. Se electrizan, se desean. Con ese gesto agresivo desaparece mi vestido, mi sujetador y luego las bragas, pasándola por mi tobillo antes de tirarlo al suelo. Siento entre mis piernas mi sexo palpitante, mojándose. No quiero sentir nada ni una reacción, pero no puedo controlar mi cuerpo que parece tener voluntad propia.

Él tiene todo el control, soy suya porque me había secuestrado, pero en realidad es una vil mentira que me inventé para deshacerme de la culpa. En este momento puedo pararlo si quiero, pero no lo hago porque en el fondo deseo que él me tome solo como lo sabe hacer.

Me enamoré de la bestia con todos sus colores y ahora él quiere acabar conmigo, pero no sucederá en esta vida Aang.

A continuación se quita los pantalones y los bóxers, dejando orgullosamente su herramienta al descubierto. Mirarlo enciende mil chispas en mi vena, sobre mi piel, en todo mi ser. Tiemblo, sé que debo tomar la iniciativa para que esto termine pronto y luego poder escapar, pero una parte masoquista de mí desea alargar las cosas un poco más para disfrutar una última vez. Su sexo espeso y tieso en la luz tenue parece una obra de arte. Está duro y suave. Tengo ganas de envolverlo con mis labios, pero me obligo a repitir que solo es sexo, el cual me va a ayudar a escapar, una estrategia.

Lo veo sacar un trozo de cinta del bolsillo de su pantalón que se encuentra en el suelo. Es un encaje rojo, no estoy segura de permitirle atarme tampoco si puedo confiar nuevamente en él. Me ata las muñecas antes de amarrarlas al cabecero de la cama. Me remuevo incómoda, mi cuerpo está expuesto para su disfrute y para todo el daño que quiera hacer con ella.

El miedo vuelve a retorcerme el estómago.

—Eres hermosa —susurra, besando mi mejilla. —Siempre logras deslumbrar, pequeña. ¿Crees que algún día se acabe eso?

–Es solo lujuria, Aang. Pasará.

Aang

Thais en ese momento no parece la niña asustada de hace unos minutos atrás. Es una mujer delicada, con los ojos negros deslumbrantes de deseo y unos pómulos preciosos. Sonríe al oír mis palabras, claramente relajada por lo que he dicho. Algo le ha pasado cuando la deje en el campo y tengo que averiguarlo, pero ahora solo deseo llenarla de mí para que nunca se le olvide a quien le pertenece.

Me coloco encima de ella para poder deslizar mi erección por su entrepierna.

Me gusta verla tan expuesta a mi merced sin poder hacer nada salvo que lo tome y hacer lo que lo haga con fuerzas, sostengo su cara y la beso. Respira contra mi boca mientras me introduzco lentamente en su interior. Cuando estoy dentro de ella siento que aquel es el único lugar en el que debo estar. Inhalo su aroma, la fragancia de sus deseo como si se hundiera en la oscuridad conmigo, como si ambos pertenecieramos ahí y no existiera nada más que aquella sensación que sentimos al estar juntos.

Me hundo en su humedad, disfrutando de cada empujón y de cada grito que le arranco.

La penetro ferozmente guiado por sus suspiros, sus gemidos y el ruido de nuestros sexos que chocan entre sí. Su cadera se arquea de inmediato contra mí, queriendo llenarse de mí, estirándose.

Siento una oleada de calor que me recorre el cuerpo mientras entro y salgo de ella. Thais explota alrededor de mi sexo, retorciéndose debajo de mí y sus gritos se convierten en palabras incoherentes. Estoy seguro que todo el personal ya conoce sus gemidos al igual que yo.

Sus ojos se abren grandes y su boca forman una gran O. Está imagen me obsesiona más allá de todo razonamiento y me hundo a la lujuria explotando en lo más profundo de su interior.

Thais respira con dificultad en mi boca, sus ojos siguen oscurecidos y siento que me vuelvo a poner duro dentro de ella. Sin decir una palabra comprendo lo que ella quiere. A estas alturas ambos podemos leer el pensamiento del otro mejor que nadie y más cuando se trata de sexo. Le desato las muñecas y me recuesto contra el cabecero con ella sobre mí.

Ambos compartimos el mando.

Ella descansa sobre sus talones y se agarra a mis hombros para conservar el equilibrio, con las manos cerradas sobre mi hombro se mueve arriba y hacia delante sin apartar los ojos de mí. Se introduce hasta el último centímetro de mi erección, no hay palabras para describir esa sensación cada vez es mejor que la anterior.

Tiene una entrepierna perfecta, mis manos se aferran a sus caderas y la estrecho más contra mí, llenándola del todo, dándole más de lo que puede soportar. Se queda sin respiración y hace una mueca cuando mi largo y grueso sexo le provoca dolor. Lo hemos hecho millones de veces y aún me recibe como la primera vez. Respira para eliminar el dolor y se centra en el placer. Sus senos se balancean en mi cara, y se muerde los labios en un gesto de lo más sensual mientras se mueve, tomando mi sexo.

Arqueo la cadera hacia ella y la golpeo hasta el fondo. Gime con fuerza y deja caer la cabeza atrás mientras suelta un grito callado.

Rodeo su esbelta cintura con el brazo, la atraigo hacia mí y siento sus pechos en contacto con mi torso.

Pego la boca a la suya y la beso, introduciendo la lengua en su boca al instante. Ella me envuelve el cuello con los brazos para poder besarme con más pasión, con desesperación como si quisiera grabar aquel recuerdo en su memoria.

Veo una lágrima deslizarse por su mejilla.

¿Por qué lo siento como una despedida?

La agarro el trasero, follándola como si no la hubiera tomado hace unos minutos. Cierra los dedos sobre mis muñecas, sus ojos arden y sus hermosos y carnosos labios están separados por el éxtasis.

Y explotamos por un fuerte orgasmo, mucho más fuerte que la anterior.

Salgo de ella lentamente, con el sexo cada vez más blando ahora que he quedado satisfecho.

—Se supone que no nos mentimos, ¿verdad? —susurra sin respirar bien mientras limpia su rostro con rapidez.

—Sí.

—Mmm... —queda pensativa y yo la atraigo a mi pecho. —Nunca serías capaz de mentirme, ¿cierto?

¿A dónde quiere llegar con esto?

—No.

—Te acuerdas de lo que te dije en el barco, ¿verdad? —me pasa los dedos por el pecho, dejando un rastro ardiente. —¿Qué pasaría si me llegarás a traicionar con otra mujer?

¿Cómo olvidarlo?

Jamás había tanta frialdad en su mirada y ese día me había puesto tan duro como una piedra por ver aquella oscuridad.

—¿A qué quieres llegar? —pregunto confuso.

—¿Qué harías si descubres que alguien que te importa te traiciona?

—Depende... —noto que me cuesta respirar y que el corazón me late a cien por hora. Solo espero que ella no me diga lo que creo que pasa por su mente.

Espero por su bien que no me haya traicionado como asegura Lou. Por su bien espero que no intente escapar hoy para ir con Theodore.

—¿Depende? —pregunta, besando mi pecho. —¿Depende de qué?

—Sí esa persona no me importa tanto hasta el grado de dolerme me daría igual —hundo mi mano inmediatamente en su cabello. —Si en caso de que seas tú o Elliot, lo lamentarán por el resto su existencia.

Jadea contra mi boca. Sus ojos se abren por la violencia de mis palabras.

—Entonces comprenderás lo que pienso hacer —murmura para sí. —Una vez que alguien miente, ya no se puede creer en sus palabras porque solo te llevará a preguntar si alguna vez todo lo que dijo no fueron también una mentira.

Aquello me sorprende porque su voz es como el hielo. Algo pasó en esos minutos que estuvo sola, pero ¿qué?

Lo veré por las cámaras mañana.

—¿Puedo preguntar por qué haces esa pregunta? —bostezo, sintiendo el sueño apoderándose de mí en cualquier momento.

—No confiaré en nadie de ahora en adelante y nunca cometeré él error de volver a hacerlo.

Suena herida y llena de veneno. A pesar de todo eso la atraigo hacia mí y duro un buen rato acariciándola.

Y minutos después me duermo.

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