30
Pasado
Elliot
Tras dos días sin saber nada de Thalia, decido dejar mi planes a un lado e ir por información. Había tomado la decisión de dejarla fuera de la investigación; mi misión es Cane, no ella.
Quisiera decir que la sigo por el plan, pero una parte de mí sabe que no es así. La sigo cada vez que tengo oportunidad orque me sedujo sin darme cuenta. Su indiferencia es lo que me ha provocado y ha despertado ese instinto en mí.
Salgo de mi casa para ir a su trabajo. A está hora de seguro estará casi por salir para ir a su casa.
Cuando llego a su lugar de trabajo, la veo saludar a un chico quien la esperaba en su auto.
¿Acaso es su novio? ¿O algún chico de encuentro casual?
Los sigo hasta el club. Al entrar al lugar la vista de algunas chicas saltan sobre mí como si fuera una especie de premio.
Voy a la barra y pido un whisky mientras mi vista la está buscando en los cuerpos que se encuentran bailando hasta que mis ojos se detienen en ella.
Se encuentra bailando sola con los ojos cerrados y una pequeña sonrisa estira sus labios. Cuando sus ojos se abren veo como busca algo o alguien con la mirada hasta que sus ojos se posan en los míos.
Sus caderas se mueven lentamente y la veo pasar las manos por su cuerpo aún con sus ojos fijos en mí.
Se ve tan caliente.
Me guiña un ojo y muerde su labio, está claro que juega conmigo. Posiblemente supo que la seguía y decidió inventar un juego llamado como calentar a tu acosador. Sin dejar de moverse se da la vuelta despacio mientras la muy descarada muy su sensual cuerpo de pecado para mí.
Ella sigue consumiéndome.
Aparta los ojos.
Joder necesito un trago.
Le pido otro whisky al camarero y me lo bebo de un solo golpe.
Pido otro.
—Hola, Elliot —entonces aparece el pecado ante mí con una sonrisa dulce e inocente que está lejos de lo que ella es realmente. —Qué casualidad verte aquí —dice Thalia con una sonrisa enigmática.
Me quedo embobado viendo que pide un bourbon mientras sus ojos devoran mi alma.
Toma su copa. Se acerca a mí y susurra: —Fue un placer verte. Nos vemos.
Me pongo de pie.
Dejo un beso en su mejilla, dejando mi boca más de la cuenta y me sorprendo cuando la muy descarada me toca el culo y finge que nada pasó, lo único que me parece injusto es que yo no pueda hacerle lo mismo.
Aspiro su aroma a frambuesa con vainilla y juro que mi piel se eriza.
Se va caminando entre las personas hasta encontrarse con el tipo con quien vino. Ambos comienzan a bailar sin que ella deje de mirarme, invitarme al pecado.
La muy diabólica me había puesto una emboscada y caí rendido como un completo idiota, pero está claro que eso no va a quedar así.
Me tomo un momento para mirar a su acompañante. De construcción sólida con rasgos masculinos. Su camiseta se ajusta a sus brazos, lo que indica que levanta pesas.
Me acerco a ellos y tomo a Thalia por la mano haciendo que gire y choque en mi pecho, su mirada de pánico es endiabladamente sexy. La giro de nuevo para que su espalda me quedara sobre mi pecho mientras la encierro.
—Lamento interrumpir... —su acompañante me mira fijamente, inexpresivo antes de mirarla a ella, buscando una explicación. —En realidad, no lo lamento. La mujer con la que estabas bailando es mía y sabe que también soy suyo. Así que, no pierdas el tiempo.
—¿Qué diablos haces? —me imagino sus mejillas encendidas y sus ojos feroces por la rabia.
—Lo que tu pediste. El mensaje que me enviaste esta mañana decía que no has podido olvidarme y que si quería que regresáramos que te encontrara aquí. El lugar donde nos conocimos.
Ella se voltea con los ojos brillantes con amenaza.
—Gian, no le creas.
—Gian, es mejor que te vayas. Estás perdiendo tu tiempo.
Él se queda quieto. Le dedico una mirada al idiota, asustándolo con solo una sutil expresión.
Está vez, él se aleja, perdiéndose de mi vista.
—Ahí se va mi polvo de está noche. Gracias por ser un imbécil, Elliot.
Esa idea pone a prueba mi resolución. Incluso olvidando la expresión de asesinato que tiene marca en el rostro.
—Te aseguro que acabo de salvarte.
—¿De qué crees exactamente qué me has salvado? —cruza los brazos molesta.
—De tu acompañante aburrido e insípido.
—Para tu información me estaba divirtiendo hasta que apareciste tú.
—Si lo estuvieras haciendo, no estarías mirándome mientras bailabas. Está claro que tus movimientos de caderas eran para mí, no para él.
Su mano se estira atrás y me abofetea en la cara.
—Engreído.
Miro sus labios que están rosados y brillosos. Espero que el pintalabios sea permanente.
No digo nada, solo acaricio sus labios con los míos hasta que la beso. Es un beso donde dejo mi molestia por saber que quería tener sexo con aquel tipo y no conmigo, y todas las ganas que tengo.
Sus manos se enredan en mi cuello y mis manos bajan hasta cerrar parte de su cuerpo que me está tentando. Cuando se da cuenta de que las cosas van subiendo se aleja.
Luego baja la mirada y lo posa directamente en el bulto de mis pantalones. Vuelve a alzar la vista hacia mí, elevando con ello las pestañas. Sacude levemente la cabeza, sus ojos azules vuelven a tener esa confianza... y algo más.
—Puedes irte sola a tu casa o puedes ir a mi casa.
—¿Estás diciendo que no puedo conseguir a otro? —pregunta con una ceja levantada, desafiándome.
En eso tiene razón.
—Los dos sabemos que no quieres a otro que no sea yo.
—¿Tan seguro estás de ti mismo?
—Muy seguro.
Se acerca a mí y me susurra al oído: —¿En mi casa o la tuya?
Mierda aquella confianza me pone como una moto. Me gustan las mujeres que cogen lo que quieran y van directo al grano.
—La mía queda más cerca.
—¿Cómo lo sabes?
—Está a unas cuadras de aquí.
Caminamos fuera del club y la noche parece cargada de promesas.
—¿Así que te gusta jugar? —Su voz suena como el ronroneo de un gato.
—Puedo decir lo mismo de ti —abro la puerta del auto y ella suelta una risa, que resulta tierna.
En el auto, la música suave suena y la tensión entre nosotros se intensifica con cada minuto. Quince minutos de viaje, llegamos a casa. Todo está apagado así que Thalia espera paciente a que yo abra la puerta con mi llave.
Enciendo las luces para iluminar la casa.
—¿Quieres tomar algo? —mis manos van directamente a su cintura para acercarla hasta mí.
—Agua.
—¿Agua? —sus ojos se mueven a los míos, llenos de hostilidad por cuestionar su respuesta. —Está bien —la guío hasta la cocina y le sirvo un vaso con agua. Se lo toma sin dejar de verme.
Ella deja su vaso y luego desvía la mirada hacia la puerta. Tomo su vaso y lo llevo al fregadero.
Me quedo parado cerca de la mesa viendo sus expresiones impenetrables.
Se pone de pie y se acerca lentamente a mí, sus manos tocan mis brazos musculosos. Sus dedos sienten las venas fibrosas y los músculos abultados. Luego se desliza lentamente por mis hombros mientras mira mi boca.
—Te deseo.
Mis manos se meten debajo de su blusa y siento la suavidad de la piel de su abdomen. Mis pulgares acarician sus abdominales a través de su piel. La apoyo en la mesa y luego saco mi camiseta por la cabeza.
Sus ojos adoran mi cuerpo, su deseo arde. Y sus uñas se arrastran lentamente sobre mis pectorales. Se inclina para besarme, sus manos se aferran a mis hombros.
Mis dedos juegan con la parte superior de su falda y sigilosamente desabrocho el primer botón.
Sus manos se van hasta mis jeans, y los desabrocha lentamente. El botón se abre de golpe y luego sigue el cierre.
Empuja mis jeans más abajo de mis caderas para que se deslice al suelo. Cuando ve mi duro contorno, totalmente notable en mis boxers, sus ojos se mueven hacia abajo y lame los labios.
Me hace desear más.
Engancha sus dedos en mi boxer y lentamente los arrastra hacia abajo, tirando de ellos sobre mi grosor y luego bajándolos por mis muslos.
—Tengo que probar... eso —dice mirando mi pene.
La virgen Santa.
Mi mano se mueve hacia su cuello, y la guío lentamente a sus rodillas sobre el azulejo.
Se lame los labios.
Despeja la gruesa melena del hombro con un gesto hacia atrás.
Envuelve los dedos alrededor de mi sexo y alza la vista para mirarme.
Abre la boca de par en par y se pone a trabajar, en cuanto sus cálidos labios pasan sobre mi piel, inhala con fuerza.
Sus labios se cierran por fin en torno a la punta de mi glande y succiona con fuerza, queriendo saborear más de mí. Usa su cuello delgado para tomar mi longitud dentro y fuera. Aplana su lengua y mantiene su boca ancha mientras me empuja profundamente dentro suyo.
Es mejor que cualquier fantasía que haya tenido.
Cierra los ojos disfrutando eso más que yo.
Ella no busca complacerme, está chupando mi sexo porque le gusta, lo disfruta y lo hace como una profesional.
Introduzco la mano en su pelo y se lo aparto del rostro.
Mi clímax está cerca.
Empieza a descender hacia la base, tomando todo lo que puede de mí en la boca. Se detiene a mitad del camino, me lanza una mirada de vez en cuando, se le forman lágrimas por el rabillo de los ojos, pero sigue adelante.
Su saliva se acumula sobre mi erección para después gotear en el suelo.
Me obligo a sacarle mi sexo de la boca para no explotar ahí mismo.
Suelta un gemido de desilusión.
La tomo del brazo y tiro de los para ponerla de pie. Antes de que pueda dar un paso, la levanto en mis brazos y la dejo sentada sobre la mesa.
Se quita la parte superior y tiene puesto un sostén negro de encaje, luego baja sus faldas para dejarlo caer al suelo. Lo que muestra el tanga a juego.
Mi mano se desliza por su espalda, y desabrocho su sujetador con un chasquido de mis dedos. Luego tiro de su tanga hacia abajo, empujándola sobre sus caderas para que pueda caer a sus tobillos.
Giro una de sus piernas y la beso en el interior de la rodilla, saboreando su piel. Paso delicadamente la lengua por ella, al mismo tiempo le quito un zapato y luego el otro.
Mi boca sigue ascendiendo por sus espectaculares y sexy piernas en dirección al área sensible del interior de sus muslos. Su respiración va acelerando a medida que me acerco. Le beso ambos muslos antes de seguir avanzando hacia su entrepierna. Me acababa de chupar y estoy dispuesto a devolver el favor, así que sigo mi recorrido.
Entonces, queda sin aliento.
—Oh, Dios —En el momento en que la toco ahí, todo su cuerpo se tensa, y ella me pone las manos alrededor de las muñecas. Como si no hubiera estado esperando que yo la besara en un lugar tan delicado, sus caderas se doblan sin control. Su cabeza rueda hacia atrás, y ella jadea a través de mis besos, gimiendo más fuerte que la mayoría de las mujeres con las que tuve sexo.
Está depilada y lista para mí, así que obviamente había estado esperando que las cosas se calentaran esta noche.
Entierro la cara en su dulce entrepierna y la chupo con agresividad, haciendo círculos con la lengua sobre su clítoris antes de succionar con la boca.
Se le escapa un gemido de los labios. Sigo rodeando su clítoris con la lengua, haciendo que se le arquee más la espalda para aumentar el contacto.
Ella es dolorosamente hermosa, quiero torturarla por pensar en tirarse a otro hombre está noche.
Mi boca trabaja su protuberancia, y disfruto de su exquisito sabor. Ella sabe exactamente cómo una mujer debería saber, deliciosa y adictiva. Mis brazos se enganchan alrededor de sus muslos, y la devoro, disfrutando de ella mientras me tomo mi tiempo. Escuchar sus gemidos para mí es celestial. Mi pene está duro y listo para salir, pero me quedo de rodillas y la complazco. Me hizo esperar semanas antes de llegar a ella. La empujo al borde, haciéndola tambalearse en el precipicio de la alegría. Ella aguanta la respiración y me clava las uñas en la piel.
—Elliot, Elliot —Ella repite mi nombre una y otra vez antes de estrellarse en un mundo de placer. —Sí —Ella se sacude contra mi boca y hace una mueca de placer, moderada para una mujer que había volado alto.
Mi lengua sigue trabajando su cuerpo hasta que su momento ha terminado.
—Eso fue increíble —me pongo de pie, con el pene ansioso por sentir lo mojada que está.
Mi pene esta duro en cierto modo no había estado así en mucho tiempo. Las hermosas mujeres de mi vida cumplieron con mis deseos sexuales, pero ninguno de ellos me hizo tan duro como una roca. Si Thalia disfrutó de mi boca tanto, no puedo esperar a ver cuánto disfrutará de todo lo demás que tengo para ofrecer.
Nuestras bocas vuelven a unirse, me pongo un preservativo, reúno sus piernas en mis brazos, luego presiono mi glande dentro de su entrada, mi gran corona presiona a través de la tensión de sus hermosos labios.
Tiro de ella hacia él borde y le doy un violento empuje reclamando su sexo con el mío. Está totalmente empapada, pero eso no evita que tire un grito de sorpresa. Hago una pausa mientras permanezco en su interior. Ella gira su cabeza hacia atrás sensualmente, con los ojos con aquel brillo de satisfacción por ser tomada así.
Se agarra a mis caderas y se empuja hacia mí, encontrándose con mis estocadas al arrastrar su cuerpo más cerca, apoderándose de mi largo sexo.
—Elliot... Sí, sigue penetrándome así.
La penetro con más fuerza, utilizando todos los músculos de la espalda mientras le echo un polvo de primera a esa mujer.
Mi mano se aferra a su nuca y la atraigo hacia mí de esa manera, controlándola por completo mientras golpeo toda mi longitud dentro de ella.
—Ahí mismo... —se apoya en un codo y luego tira de mí cuello hacia el suyo para poder besarme. —Elliot... por favor, más fuerte.
No hay nada más sexy que una mujer diciendo lo que quiere sin vergüenza ni tapujos de su sexualidad. Mi mano toma su cabello, y aseguro mi agarre antes de clavarle a un ritmo más riguroso. Chilla, y mi pene se engrosa dentro de ella. Sus gemidos me hechizan completamente, mezclado con todo el placer que me da. Golpeo justo en el lugar perfecto.
—Justo ahí...
—Tan apretada, mi diosa.
En aquel preciso momento que acelero aún más; explota, contrayéndose salvajemente alrededor de mi erección.
—Elliot... sí... Dios —me aprieta la cara contra el cuello, arañándome con las uñas y retorciéndose con el cuerpo bañado de sudor.
Yo doy unos empujones más antes de eyacular en su interior, llenando por completo el preservativo. Ambos nos quedamos entrelazados tratando de recuperar la respiración.
—¿Elliot? —susurra en mi oído, una vez calma.
—¿Sí?
—Quiero que vuelvas a hacerlo de nuevo.
Ya me levanto de nuevo.
—Bien. Ahora me voy a poner otro.
Son las dos de la mañana cuando nos vamos a dormir. Me subo encima de la cama desnudo porque estoy muy cansado para ponerme los boxers.
Thalia se mete en la cama a mi lado con mi camiseta. Se tumba a mi lado y se tapa con las sábanas, durmiendo de una vez. Yo me duermo segundos después.
La luz del sol de está mañana impacta mi piel con sus no deseados rayos. Abro los ojos y lentamente aparto las sábanas que cubre mi cuerpo.
A mi lado no hay nadie.
Busco en la cocina, pero no hay nadie ni una nota.
Dios, esa mujer me había utilizado para su propio placer y luego que lo obtuvo se fue.
Ha sido la mejor noche de mi vida y no pienso dejarla ir tan fácilmente.
Tomo el teléfono y marco su número.
—¿Sí? —responde al segundo timbrazo con su voz sensual.
—Soy yo, Elliot —me siento en la cama.
El silencio se extiende por la línea durante varios segundos. —¿Cómo has conseguido este número, Elliot?
—Tengo mis contactos.
—Si no te he dado mi número es porque no quería que lo tuvieras.
—Quizás esperabas que lo consiguiera.
—¿Eres un acosador?
—No, soy algo mucho peor y sé que eso te encanta.
—¿Siempre estás tan seguro? —hay una sonrisa en su voz.
—Sí... creo que debemos tener una cita.
—No.
—Entonces, seguiré insistiendo hasta que aceptes.
Un largo silencio.
—Solo una cita...
—Elige la hora y el lugar. Estoy seguro que pedirás más después.
—Te lo mando por correo. Tengo trabajo. Adiós...
—¿Cómo piensas conseguir mi correo? —la interrumpo evitando que me cuelgue.
—No eres el único con contactos —pone fin a la llamada sin decir una palabra más.
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