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27

Aang

Mi investigador privado entra justo antes de la comida. Soren Deladela es uno de los mejores detectives de la ciudad. Puede recabar información sobre hechos ocurridos antes incluso de que existiera la tecnología.

Coloca la carpeta de papel de manila en mi escritorio.

―Tengo todo lo que me pidió.

Encima de mi mesa está toda la información sobre la hermana de Thais, la que había muerto. Le había pedido a Soren hasta el último dato relacionado con ella. Quiero saberlo todo sobre su relación antes de aquel suceso, confío en Elliot, pero sospecho que no me entregó toda la información que le pedí de Thais. Algo oculto y lo sabré.

―He encontrado mucho más de lo que esperaba. Hay unos cuantos informes policiales interesantes del accidente que fueron desaparecidos.

Me quedo mirando la carpeta. Transcurren los segundos y yo solo puedo parpadear.

―¿Necesita algo más, señor?

Por fin vuelvo a concentrarme y miro al hombre que está sentado delante de mí.

―Eso es todo, Soren. Gracias.

―Mi despacho le pasará la factura ―sale y me deja a solas en la oficina.

Cojo la carpeta y la acerco a mí, pero no abro la portada. Está llena de papeles, probablemente informes policiales y fotos. Aquel no es un caso cualquiera si ese archivo contiene tanta información. Agarro la esquina inferior y me preparo para abrirlo.

Una vez que termino de ver el contenido me quedo en shock.

Mierda, eso no puede ser una coincidencia.

Media hora después recibo las novedades de mi contacto de la CIA mediante un correo electrónico.

Oficina de Inteligencia Nacional para Agentes Ucranianas (La OINAU): es un grupo de espías extraoficiales que se estableció en respuesta a la corrupción. Aliona Záitsev una de las mejores espías rusa murió en manos de Cato Marino; alias el Alacrán, al perder uno de sus mejores integrantes el programa no tuvo más opción que reemplazarla por su única hija, Thalia Delgado. La reclutaron a los diez y fue enviada a trabajar a Moscú como espía a los quince, a los dieciséis tras una emboscada por fin se encontró cara a cara con el Alacrán, quien murió tras el tiroteo que se formó. Cuatro años más tarde fue detrás de la misma organización de tráfico de armas cuando un hijo ilegítimo de Cato Marino con el alias de Escorpión tomó el mando. La espía Delgado murió con la información de la verdadera identidad del traficante de armas más buscado hasta el momento, aunque la agencia sigue con la investigación no ha podido avanzar, porque es como si en realidad no existiera Escorpión.

El mismo caso que trabajaba Elliot hace más o menos diez años, el cual lo dejó destrozado e incluso tuvieron que sacarlo de la investigación porque lo había tomado muy personal y resulta ser que la agente Delgado era la misma que me había presentado como su novia. Por quien decidió dejar a un lado la agencia de guardaespaldas para trabajar conmigo.

Y es hermana de Thais.

Eso mismo accidente que ella cree que había sido por culpa de un borracho no es así.

Treinta minutos más tarde, llego hasta mi casa, necesito saber si Thais es consciente de lo que era su hermana o de verdad me había contado la verdad de lo que creyó que fue el accidente. El frío otoñal empieza a colarse sigilosamente en el aire, haciendo que se empañen las ventanas.

Una vez que entro a su habitación la veo cerca de la ventana. Lleva unas mallas y una sudadera holgada. Mis ojos no se despegan de su espectacular cuerpo mientras me aproximo a ella, arrastrando la mirada por sus curvas infinitas y ahora los pantalones me aprietan por culpa de mi rotunda erección.

Mi deseo es incontenible y mi mano sale disparada de inmediato hacia su pelo para poder echarle la cabeza hacia atrás, olvidando de una vez a lo que vine.

Dirijo su cara hacia la mía y ella se deja arrastrar automáticamente por el movimiento en lugar de resistirse. Mi boca encuentra la suya y la beso justo como yo quiero, explorándola y metiéndole la lengua entre los labios. Siento que su boca saluda a la mía y juntas representan una danza bastante erótica.

Hundo los dedos en su delicioso trasero y tiro de su muslo hacia mi sexo.

Gime al notarlo contra el vientre.

La beso con más dureza y nuestro contacto se vuelve apasionado casi al instante. No hemos intercambiado ni una sola palabra, pero no hay necesidad.

Thais se aparta, pero yo la cojo por el codo y la conduzco hacia la pared. Ella me lanza una mirada hostil y apartándose susurra entre dientes: ―Aang, no.

Tiro de ella hasta dar la vuelta a la esquina y la empujo contra la pared de nuevo.

―Tú a mí no me dices que no, Thais.

―Ya puedes apostar que sí...

Me encanta aquel brillo suyo en los ojos que los hace parecer joyas. Es más bonita que una muñeca y más sensual que una modelo. Tiene todo lo que debe poseer la mujer ideal: cerebro y descaro. Me encanta todo de ella, y no solo la delicia que esconde entre las piernas. Me hará mucha falta cuando la deje ir, pero sé que con el tiempo la olvidaré.

Le rodeo el cuello con la mano y la beso. En cuanto mis labios entran en contacto con los suyos, se calla. Su boca titubea un instante antes de devolverme el beso, de permitir que su cuerpo sucumbe a los deseos que ambos llevamos toda la semana sintiendo.

Subo las manos por su pecho y hago que rodea mi cintura con una pierna.

La inmovilizo contra la pared y le agarro el muslo, manteniéndolo contra mí. La empujo con el pecho contra la pared y la beso. Mi miembro está apoyado directamente contra su clítoris y yo me froto lentamente contra ella, tocándola en el punto exacto. Gime en mi boca y se aferra a mis hombros.

La separo para poder respirar y contemplo sus ojos negros. Una idea se me pasa por la mente, joder. Que no tengamos sexo no significa que ella no pueda aliviarme.

La guío para que me bese ejerciendo presión en su nuca, y lo hace con la misma intensidad que yo, la obligo a descender sobre mi torso. Pero cuando llega a mi ombligo Thais se endereza.

―No pienso ponerme de rodillas y chupártela.

―Ya lo has hecho ―le digo riéndome por lo bajo a punto de explotar.

―No, no lo he hecho. Te lo he chupado, pero no he estado de rodillas. No me arrodillo ante nadie y tú no serás la excepción.

Mierda, no puedo creerlo. No está de broma. Es lo primero que tengo pensado hacer que haga en mi lista de fantasías; arrodillarse.

Sujeto la mano de Thais y camino hasta la cama, beso su boca con rabia y acto seguido hago que tome asiento sobre la cama. Acaricio su esbelta espalda y retiro su cabello a un lateral para poder mirarle la cara. Bajo mi cremallera para acercarme a ella.

―Ahora no estás de rodillas ―mi voz sale más ronca de lo normal.

Sujeto con la otra mano mi miembro y lo acerco a su boca. Cierro los ojos y llevo la cabeza hacia atrás al sentir la humedad que me rodea. Sujeto su cabeza con ambas manos y empiezo a moverme. Dentro y fuera una y otra vez, siento como su garganta se contrae y me retiro al ver que tiene los ojos vidriosos. Puede que haya sido algo brusco, sin embargo aún necesito mi liberación... la saco de su boca.

―¿Quieres que pare?

―No... sigue.

―¿Segura?

―Calla y termina lo que empezaste.

Entro en ella de nuevo de una estocada, Thais forma un ruido raro en su garganta como si estuviera ahogando y me quedo quieto pegado a su cuerpo para que se acostumbre a la sensación y que relaje la garganta. Cuelo mi mano hasta su sexo para comprobar algo y sí está mojada. Está muy mojada, lo que significa que lo está disfrutando, acaricia su clítoris solo un poco para avivar las llamas.

Entro y salgo una, dos, tres, cuatro veces hasta que dejo de contarlas y me corro en su interior. Dejo un beso en su hombro y me retiro. Thais se levanta y camina para alejarse de mí con lágrimas en los ojos. Voy a disculparme con ella por mi comportamiento cuando su mano me cruza la cara. Acaricio la mejilla en la que he recibido el bofetón. No es que me duela, pero me ha sorprendido.

¿Qué cojones le sucede ahora?

―Disfruta el tiempo que te queda en el contrato porque es lo único que vas a tener para follarme y hacerme sentir como una puta barata, Aang.

Se va al baño tosiendo y al poco rato escucho el sonido del agua de la ducha. Camino hasta el baño arreglando mi cremallera. La puerta del baño está entreabierta, me freno antes de entrar al ver como ahoga entre sus manos un quejido.

Mierda, ¿le he hecho daño?

Se limpia las lágrimas, cierra el agua y sale de la ducha cambiándose con un albornoz que tapa su hermoso cuerpo. Me acerco y ella se sorprende. Toco su rostro y alejo una lágrima con el pulgar mientras acerco mi boca a sus labios y los rozo y la abrazo con fuerza, pero intentando no agobiarla.

―¿Por qué no me paraste antes? ―pregunto con curiosidad.

―Pensé que quizás dejarías de comportarte como un imbécil si te dieras cuenta que me hacías daño. No me molesta el hecho de que me follaras la boca sino que me tratas como una puta... ―susurra. ―Solo pensaste en tu placer. Estúpida de mí por pensar que...

Se queda callada al darse cuenta de lo que iba a decir. Parece que ha hablado demasiado.

―¿Qué?

―Nada, que soy una estúpida.

―No eres estúpida.

Voy depositando tiernos besos por su sedosa piel en la zona del cuello, mandíbula, mejilla y frente como disculpa.

—Date la vuelta para que pueda recompensarte.

—Vete a la mierda.

Me exaspera que me responda así.

¡Joder, con esa mocosa!

A mí nadie me habla de ese modo.

Sin hablar, la agarro del brazo, tiro de ella y la beso. No lleva los tacones puestos y es bajita. Demasiado bajita para mí, pero no me impide hacerlo lo que tengo pensando. La aprieto contra mi cuerpo y la siento fría. No responde. No me desea. Pero insisto. Mis besos se repiten una y mil veces y, al final, responde y se aprieta contra mí con la misma ferocidad.

¡Por fin, carajo!

Deseoso de ella, mi mano se pierde en su albornoz mientras chocamos contra la pared y, cuando mis dedos llegan a su sexo y le acaricio el clítoris, me vuelvo loco.

Thais se deja manejar en mis manos. Nos movemos por el lugar en busca de placer y ella disfruta de lo que le hago al tiempo que un dulce jadeo sale de su deliciosa y envenenada boca.

Cuando siento que la tengo preparada, le quito el albornoz y esta cae al suelo. Me arrodillo a sus pies y, acercando la nariz a su sexo, aspiro su perfume, ese aroma embriagador como no he conocido otro igual.

—Abre esas pi­er­nas. —Hab­lo cont­ra la ti­er­na pi­el, mi ali­en­to en­du­re­ce aún más su clítoris.

Cuando no obedece, to­da­vía con­cent­ra­da en la estimulación que es­toy provocando en su cu­er­po, continúo: —Si no lo ha­ces, re­cur­ri­ré a mis mé­to­dos. Ent­re el­los es­tá el de cas­ti­gar­te, co­mo a ti te gus­ta.

Su res­pi­ra­ci­ón se ent­re­cor­ta al oír la pa­lab­ra, por muc­ho que qu­i­era ocul­tar su re­ac­ci­ón. —¿Castigarme cómo?

—Lle­na­ré tu pequeña vagina con mi pene has­ta que eso se con­vi­er­ta en tu úni­co pen­sa­mi­en­to. Sé lo obediente que puedas llegar a ser cuando estoy enterrado profundamente dentro de ti... —Gol­peo mi mano cont­ra sus húmedos pliegues.

Jadea, sus mus­los ti­emb­lan, pe­ro me obedece.

Como puedo, la beso y mi boca atrapa eso que tanto anhelo.

Nunca pensé que el veneno sería tan dulce, pero es jodidamente adictivo. ¡Su sabor me vuelve loco!

Mientras ella se mueve sobre mi boca y yo mordisqueo su dulce e hinchado clítoris, siento que tiembla, y yo tiemblo también. Así permanecemos varios minutos, hasta que me levanto del suelo con su fluido en mi boca y la llevo hacia la encimera del baño.

Sin pensar en nada, le doy la vuelta, la recuesto sobre la superficie y, tras mordisquearle las nalgas, le doy unos azotes como le gusta.

Ninguno de los dos habla. Finalmente, le abro las piernas, inmovilizándola, y, a la vez que paseo mi miembro por su ano y su vagina, murmuro: —Mira esta dulce vagina —la beso para que pruebe su propio sabor—. Está goteando jodidamente para mí, pequeña. Te voy a follar, Thais. No puedo garantizar que no te folle cada vez que pueda con este nuevo acuerdo, porque me he vuelto adicto a lo que hacemos juntos.

—Cállate y cógeme —me dice insolente.

—Prometo cogerte con tantas ganas que no podrás moverte sin pen­sar en mí.

La oigo jadear, su respiración se acelera y siento que eso la está excitando tanto o más que a mí. Entonces, de una certera estocada, la penetro y ella grita. La follo con rápidas y duras embestidas, haciéndola rebotar sobre mi pene. La golpeo con rudeza, pero a mi pecadora le encanta.

—Necesito oír tus gemidos —le digo y gime. —¡Más fuerte! —exijo.

Y los oigo.

Vaya que sí los oigo.

—Cristo, pequeña. Me tomas tan bien. Eres todas las fantasías que jamás podría haber imaginado, hechas realidad —susurro mientras la agarro con exigencia por la cintura y me introduzco en ella una y otra y otra vez con dureza, con rudeza, con exigencia.

Con cada acometida siento que me sumerjo en ella...

Cada grito suyo es un grito mío.

Su placer también es el mío.

Moría feliz en su entrepierna.

Y, cuando la noto arquearse en busca de una penetración más profunda, enloquecido, se la doy, y ahora el que tiembla y grita soy yo. Siento cómo nuestros fluidos se deslizan por nuestras piernas mientras, en cada embestida, levanto a Thais del suelo y la aprieto con desesperación.

Así estamos varios minutos, hasta que ella llega a un hermoso y furioso clímax en el momento en que la empotro contra el borde de la encimera. Acto seguido, salgo de ella consumida y le riego el trasero escandalosamente con mi esencia.

Agotados, no nos movemos mientras nuestras respiraciones resuenan en la habitación. Thais no me mira, lo que no me extraña, y, cuando lo hace pasados unos segundos, sisea: —Deberíamos quitar los besos del contrato. Lo nuestro es sexo y los besos complican las cosas.

Sin entender a qué viene eso, la miro y entonces ella exclama: —No quiero que vuelvas a besarme, de hecho odio tu boca y tu sabor. Creo... creo que te has equivocado conmigo. Podemos hacerlo sin besar.

Boquiabierto, pregunto: —¡¿Cómo dices?! No puedes prohibirme besarte.

Ella se mueve entonces furiosa, maldice, suelta improperios que harían sonrojarse hasta un hombre "decente" y, finalmente, masculla mirándome: —Claro que sí, es mi boca y ya que me follaste, lárgate.

La tomo por la barbilla y la obligo a levantar la mirada, ordenándola que la fije en mis ojos. —Tu boca es mía, tus besos también.

Y la beso como prueba.

Quiero seguir haciendo aquello para siempre, pero no he venido para eso además, tengo toda la noche. Si espero demasiado, me estaría arriesgando a que aplazará lo sucedido. Succiono su labio inferior y le doy un beso en la comisura de la boca antes de apartarme, lleno de pesar por tener que parar.

Su enfado empieza por fin a disiparse. Veo que se limpia, luego caminamos hasta su dormitorio, Thais se sienta junto a mí en la cama totalmente desnuda con una confianza que muchas no tienen con ropa y cruza las piernas como si hace rato no estaba derritiéndose entre mis brazos. El colchón se hunde considerablemente bajo mi peso.

―¿Pequeña?

―¿Qué quieres Briand?

Ya no soy Aang. Sigue enojada. ―Hay una cosa que me gustaría preguntarte.

―Adelante.

―Cuéntame cómo era tu relación con tu hermana.

Ella aprieta la boca, tal vez negando a soltar alguna maldición en mi contra.

―Apenas nos venía a visitar una vez al año. Vivió toda su vida en Rusia con la familia de su madre, pero unas semanas antes de morir me había llevado con ella a vivir aquí, en Francia por un contrato de baile.

Es decir que Thais no tiene idea de nada.

―¿Qué pasó con tus padres? ―sé que su padre murió, pero no hay nada de su madre. Ni siquiera un registro de quién es. Aunque yo sí sé quién es ella.

Ella se queda callada un instante mientras mira al vacío.

―Por favor, pequeña.

―No tengo madre. Es mi madre porque me dio la vida, pero nada más me une a esa mujer retorcida. Supe de ella cuando tenía nueve años. La escuché hablar con mi padre, gritándose el uno al otro, y me sorprendió que la gritará sin conocerla. Le dijo que no abandonaría a su esposo para cuidar a una hija que nunca quiso tener... ―a pesar de lo doloroso del tema habla con firmeza, sin que le tiemble la voz ni cuando sus ojos empiezan a cargarse de emoción. ―Mi sorpresa fue tal que seguí escuchando la conversación tras la puerta, tras dar a luz, por supuesto en un lugar escondido para que nadie supiera de mí, me entregó a mi padre, como tenían acordado.

»Y desapareció de mi vida. Ella había peleado con su esposo rico, por lo cual tomó unas vacaciones a América y se encaprichó de mi padre. Era un hombre muy guapo y se dejó seducir por ella hasta que le dijo que solo lo quería usar para vengarse de los cuernos de su esposo y no quiso hacerse cargo de mí. Él vino por ella, se reconciliaron y fin. Al menos eso me han dicho.

Ella lo dice todo carente de sentimientos.

―Thais...

―Por favor, no me digas que lo sientes. No quiero tu lástima.

―Jamás te tendría lástima. ¿La odias?

―No la odio, pero tampoco la quiero en mi vida. Ella no me quería en la suya, pues bien, yo tampoco la quiero en la mía muchos menos después de que su regreso provocó que papá se suicidara.

Sus ojos se humedecen, pero sus lágrimas no salen a la superficie. No sé si se está contienen porque estoy aquí o de verdad no quiere llorar.

―¿Por eso te fuiste con tu hermana?

―Sí. No sé que más ella le dijo porque había huido de allí para no seguir escuchando. Pero cuando ella se fue ese día después de la discusión.

»Mi padre se encerró en su habitación con una botella de licor. Luego sacó una pistola y se disparó en la boca. La vergüenza roja e intensa de no ser querida y abandonada por segunda vez empapó toda la habitación cuando Thalia me encontró. Estaba de pie frente a la cama y caí de rodillas al ver la escena. Mi hermana me dijo que no llorara porque no había tiempo y que en el avión podría llorar todo lo que quería y me ordenó que me levantará. Hice lo que me pedía. Ella era lo único que me quedaba. Thalia y yo entramos en mi habitación y ordenamos mi maleta de manera automática. Luego estábamos en un avión para ir a Francia.

Elliot

Estoy a cuatro hora de viaje en un jet y tengo que ver a un viejo conocido, que se hospeda en la lujosa prisión, en el distrito de máxima seguridad.

―Señor Laine, si logras sacarle toda la verdad acerca de su jefe el Escorpión, tu esfuerzo hace año será compensado ―me dice el director de la prisión, un hombre bajito con anteojos, seco y directo.

―Más bien la agencia sería recompensado, más el agente Gian Devon ―le recuerdo con amargura.

―Efectivamente ―concuerda.

―El único motivo por el cual le dan dado cadena perpetua y no una una cadena de muerte es porque es la única persona que sabe la identidad de Escorpión. ¿Por qué crees que nos dirá la verdad?

―Si en diez años no ha tratado de fugarse es por algo.

―¿Puedo verlo? ―insisto.

―Claro. Desde que está aquí no ha hablado con nadie, sus compañeros de celdas le huyen como la peste. Años de silencio, tal vez usted sea la única persona que le haga hablar, ya que usted lo ha enviado aquí.

El director llama a un guardia para que me acompañe a la sala de visita, a donde llega Cane Russo. Russo es un hombre de unos treinta años, alto, músculos y de unos ojos grises capaz de intimidar o seducir a cualquiera con una sola mirada dependiendo a quien se lo dedica.

―Hola Cane ―le digo sentándome enfrente de él. ―¿Cómo te trata la vida entre los cuatro paredes?

―Bien, ¿cómo está la ragadzza Delgado? ―pregunta con una voz apenas audible.

¿Cómo sabe eso si se supone que está vigilado las veinticuatro horas del día y no habla con nadie?

―Quiero negociar. Dile al Escorpión que se aleje de Thais y nosotros no nos involucramos con él.

―Laine, suenas casi... humilde. Creo que nunca te había visto tan descontrolado. ¿Qué ha sido de toda tu arrogancia? ―se burla él como si escuchar aquel tono de pánico fuera muy agradable. ―Pero no sé de qué me hablas.

―De las personas que contrató para secuestrarla.

―No sé de dónde sacas esas alocadas ideas ―niega Cane con tono juguetón. Aquel cabrón estaba disfrutando de mis súplicas. ―He visto fotos de esa chica. Una monada, ¿verdad? He oído rumores... Ya sabes lo mucho que le gusta hablar a la gente... Según cuentan, no sólo le ayudaste a tu amigo a secuestrar a la hermana de tu amada, sino que además, él se lo tira como si fuera un juguete sexual. Debo decir que me tienes muy sorprendido.

Lo contemplo con hostilidad y los ojos tan inmóviles que empiezan a humedecerse. No puedo parpadear para ofrecerles una tregua por el contacto con el aire.

Observo a Cane mientras la adrenalina me bombea en el corazón, ofendido como si acabara de insultarme a la cara.

―Con Thalia no te metas.

―A lo mejor si se hubiera ofrecido a hacerme una mamada habría sido otra historia. Tal vez estaría viva ¿no? ―se ríe a carcajadas, como si aquello fuera lo más divertido que ha oído nunca. ―Pero no hay que negar que tenía el culo como una nectarina, es una lástima no haberla disfrutado. Quizá el Escorpión si lo pueda hacer con la pequeña Thais.

Los nudillos se me ponen blancos. Por suerte, hay un par de metros de distancia entre nosotros. Si hubiera sido menos, puede que le hubiera agarrado del pelo y le hubiera estampado la cara contra la mesa o el vidrio. Me paso la mano por el rostro, intentando controlar la tensión de mi mandíbula y mi mal humor.

―A lo mejor con ayuda de unos contactos se puede hacer otro juicio, ¿no lo crees?

―El que tenga miedo de morir que no nazca ―ríe, ladino. ―¿Tienes problemas de consciencia y crees que evitando que llegue a manos de Escorpión te vas a redimir?

―Vete al infierno.

―Ya he estado y te aseguro que una vez dentro te acostumbras.

―Sigue desvariando.

―Aunque lo niegas tú y yo somos de la misma especie.

―Yo no soy como tú. No soy un asesino.

―¿No? ¿Cómo llamas a alguien que se ha manchado la mano de sangre por su trabajo? ―pregunta con una sonrisa torcida. Y luego continúa al ver que no le respondo. ―La única diferencia que veo es que cobrabas un mísero por tus talentos particulares...

―Tampoco seguía órdenes de gente enferma.

―¿Y tú te crees muy sano para cazar a esas personas enfermas? Todas las personas son perversas a su manera y el que esté libre de pecados que tire la primera piedra.

Para ser alguien que no habla ha dicho demasiado. Sus palabras se abren camino en mi cabeza como excavadoras en un bosque y no se detiene sólo talando y devastando todo en su camino. Finalmente me voy antes de darle la razón.

Al dejar la prisión camino de regreso a la casa de Aang, pienso en Thalia.

La única que ha hecho mi corazón latir.

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