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Thais

Me acerco al bar dando un traspiés, pido un mojito al camarero. Desde mi posición observo a David en la pista de baile con Carla y gruño al tomar el vaso que el barman me ha deslizado por la barra hasta mí.

—¿Bailamos? —oigo a Ian decir mientras ahogo mis penas en el vaso. Justo ahí la mirada de David se dirige a mí y luego en las manos de Ian extendidas hacia mí.

Sus cejas están fruncidas levemente, lo cual significa que está disgustado. He aprendido todas sus manías y en especial esa.

—Sí, claro.

Le guiño un ojo a Vero, tomo del brazo a Ian y lo jalo hasta la pista de baile a unos metros en donde se encuentra David. Él y yo bailamos durante unas horas las canciones más hot del momento, hasta quedarnos sin alientos, tener el cabello empapado y mucha sed.

Me disculpo con Ian y decido ir al baño. Me abro camino en medio de los bailadores, avanzo con dificultad y empujo la primera puerta que encuentro. Descubro que estoy en los baños de hombres. Doy media vuelta para salir cuando me golpeo con alguien... digo muro.

—¿Señorita?

Dos poderosas manos surgen de la pared y me toman. Su voz tiene marcado un acento francés con una ligera mezcla de inglés. Una descarga eléctrica recorre todo mi cuerpo de inmediato al sentir el contacto de sus manos. Levanto la cabeza, grave error; soy incapaz de descifrar lo que veo, su pelo es oscuro y brillante como una pantera. Su rostro es de una facción dura y masculina y sus ojos son el arma mortal. Es de un verde militar, que me está declarando toda la guerra en este momento. Tanta belleza en una sola persona debe ser ilegal y totalmente peligroso.

Pero no es mi tipo. No soporto a los chicos así ni mucho menos cuando sus ojos invitan a querer descubrir sus secretos más profundos. Esa que quizás te da miedo y a la vez puede resultar fascinante y adictiva.

Siento su calor rodear mi cuerpo y pienso que me voy a quedar sin aire. Me quedo observándolo sin aliento al darme cuenta de que su rostro es igual a mi misterioso desconocido de aquella noche... ¡Imposible!, sería imposible que alguien como él pasase desapercibido. Es demasiado guapo para haberlo olvidado.

Estoy embobada por su figura, pero no creo en los flechazos. Ni en el amor, ya puestos. Pero sí creo en el buen sexo, así que no tendría problemas con eso sí fuera con él.

Sacudo la cabeza, es demasiado perfecto para ser real, pero claro que debe tener un defecto cuando de nuevo abre esa boca.

—¿Vas a hablar o me seguirás comiendo con la mirada? —que este bueno no le da derecho de ser tan idiota.

Todos son iguales. Bueno, casi todos.

—¿Disculpa? —suelto y él me fusila con sus hermosos ojos militar como si lo hubiera ofendido con mis palabras.

—Estás disculpada, ahora puedes irte —de pronto, siento calor y enojo a la vez. —¿Acaso de torpe también es ciega? Aquí es el baño de hombres.

—Menudo engreído —susurro. —Eres un arrogante y egocéntrico.

—Y tú necesitas a alguien que te haga callar esa boquita insolente que tienes.

Siento mi enojo aumentar aún llena de miedo, ¿quién diablos se cree?

Él se queda mirándome durante un instante con aquel brillo divertido en los ojos, luego esboza una sonrisa mientras baja a mi escote.

Qué descarado.

«Tú estás haciendo lo mismo, linda».

Conciencia, no me ayudes. Gracias.

—¿Esa persona serías tú? —me burlo todavía conmocionada porque sus brazos siguen quemando mi cintura. Me dedica una mirada extraña.

—Tal vez —de pronto, me dedica un gesto muy frío que me eriza todos los vellos de la piel, con una sonrisa torcida.

Se aleja un paso, dejándome ver unas piernas bien trabajadas debajo de ese pantalón de mezclilla que le queda como un guante, sin duda, debe de tener un buen trasero, lo cual veré cuando se dé la vuelta.

—No sé qué mierda se ha creído. Si crees que con tus ojos que parecen dos gemas sin pulir logras deslumbrarme está muy equivocado.

Esboza una sonrisa siniestra, llena de susurros perversos capaces de herir con delicioso placer. —Si fuera tú, cuidaría de esa boca.

Y se va con esas últimas amenazas.

—Cretino —grito, esperando que me haya escuchado, sin dejar de verle el trasero mientras se aleja y no me había equivocado.

¡Ay, madre... Qué pedazo de culo! Que bueno está.

Vaya que está como quiere a pesar de ser un completo imbécil.

Tengo ganas de gritarle que su ego sobredimensionado nada más es superado por la belleza de su trasero, pero me lo guardo para mí.

Nota mental: Dejar de decir imbécil tantas veces en mi mente.

Aang

Escucho sus palabras desvanecerse en el aire mientras abro paso para subir a la zona VIP. Es una mocosa con un carácter fuerte, una mocosa muy guapa, pero con una boca muy grande y no tiene ni una puta idea lo que acaba de hacer y provocar. Jamás me había imaginado volverla a ver después de aquella noche, pero su llegada es como si me lo hubiera enviado el destino para hacer todo lo que no pude hacer esa noche.

Y lo de está noche no debe quedarse así. Pienso destruirla solo por su insolencia y lo que provocó en mis pantalones con su altanería. Había sido la primera persona en comparar mis ojos con una gema y me gusta que sea la primera. Pensar en todas las cosas que tengo planeado para ella cuando la tenga de nuevo en mi habitación, me hace sentir perverso y un total cretino como me había dicho. Sin embargo, desecho esa idea, llevando mi vaso de Bourbon a los labios. Cuando la observo salir por fin del baño, reuniéndose con un idiota en la pista de baile siento un malestar invadirme, ella luce tan nerviosa que se aleja de él, por su bien espero que no la vuelva a tocar. La pequeña traviesa se dirige a la barra. Los mechones negros caen en su rostro desordenadamente. Es una niña que parece un poco más que una adolescente, con su hermoso rostro sin maquillaje solo un poco de brillo labial que resalta sus labios, los cuales quiero sentir cerrándose alrededor de la base mi erección y ver su garganta moverse mientras traga mi semilla. El tipo de mujer que es una fantasía erótica vuelta a la vida. Pequeña, curvilínea, perfecta. Brillante piel café con leche.

Ella es sexo andante, ¿acaso lo sabe? ¿o finge no darse cuenta?

Desde mi posición me siento, observándola, parece una enana delante de mí, su cuerpo sigue siendo demasiado pequeño, lo que hace que encaje perfectamente con el mío y tiene unas lindas curvas. Nada del otro mundo, lo que me causa gracia son sus ojos negros abriéndose al descubrirme en el baño, es como si nunca hubiese visto a un tipo como yo y no la culpo. Tiendo a dejarlas de esa manera, pero ella me resulta fascinante. Provoca otra sensación diferente en mí. Esa curiosa atracción que me atrae irresistiblemente hacia ella.

Mientras llevo el vaso a la boca, puedo sentir sus ojos sobre mí, así que le dedico una mirada, ella huye de mí. Menuda pequeña traviesa, muy valiente o muy tonta por haberme enfrentado así en el baño, haciéndome poner tan duro que incluso pensé que mi erección gritaría por salir dentro de mis pantalones. Además, se atrevió a comerme con los ojos sin disimulo. No podría ser más descarada.

La curiosidad es muy mala para las pequeñas como tú.

La pequeña disfruta de su cerveza, por el rabillo del ojo me doy cuenta de que me sigue mirando con curiosidad, ¿quizás me recuerda?

Creo que me divertiré un poco con ella está noche. Me levanto y me acerco hasta el barandal.

Planeo follarla, romperla y luego inicial de nuevo, la necesidad que tengo de tocarla es casi insoportable. Me la imagino suplicando y rogando perdón con algunas nalgadas, pero eso será después. Le enseñaré a mantener esa boca callada cuando lo tiene que hacer y hacerla gritar de placer y dolor cuando sean necesarias, con mis marcas en todo su cuerpo como un vivo recuerdo de mí en su piel. Sé que la he asustado con mis palabras, su cuerpo había temblado levemente entre mis brazos y sus ojos por más que lo trataban de ocultar demostraban miedo disfrazados de valentía y eso es lo que más me llamó la atención. Le doy miedo, pero al mismo tiempo la excito. Es una buena mezcla. Y prometo que será adictivo. Vuelvo a mirar donde está sentada, pero ya no está.

¡Maldición!

Se fue, ¿pero a dónde? ¿Y cómo no me di cuenta?

Miro por todo el club y mando a mi chófer y guardaespaldas a buscarla con una breve descripción y le pago al dueño para buscarla por las cámaras de seguridad y que también mande a sus hombres, si se piensa que va a salir con la suya con tremendo insulto hacia mí está muy equivocada. Después de una hora revisando el lugar de arriba abajo no encontramos nada, ya se ha ido. Se fue maldita sea. Lo volvió a hacer.

Mala chica, esa pequeña acaba de agregar varios azotes mientras va a gritar disculpándose por esa boquita insolente que tiene. Sin embargo, eso no será está noche. Desafortunadamente no lo será. Pero lo será pronto, no pienso irme de nuevo sin ella.

—Señor Briand, la señorita Green la espera en el hotel —me dice Elliot, mi guardaespaldas en la salida del club.

Sin más, me subo a mi auto y me dirijo al hotel, llevándome la imagen de esa mocosa altanera en mi mente.

Te encontraré pequeña y está vez prometo que no te dejaré escapar por tercera vez.

Y es ahí cuando recuerdo sus ojos. Aquellos ojos marrones oscuros que me dice que tiene secretos.

Secretos que yo pueda usar para ponerla a mis pies. Sé qué hay una algo quebrada en ella, una herida oculta a los ojos de los demás. Pero yo lo he visto, quizá sea eso lo que me atrae más en ella, esa grieta profunda que disimula. Pero ha olvidado que las heridas no tratadas se descomponen, se pudren en silencio y duelen más cuando otros hurgan en ella.

Y aprovechar las heridas ajenas es mi especialidad. Aplastarlas es lo que mejor hago.

Quizás porque nací y la vida me ha roto y dañado solo por existir. Pero ¿qué persona  en el mundo tiene una biografía sin herida?

Sin embargo, las heridas ajenas no me importa, no es que lo que quiero hablarte. Solo quiero que sepas que soy malvado y no ando victimizándome ni culpando a los demás. Me gusta y me hace sentir bien tomar lo que quiero y destrozarlo.

Es mi naturaleza.

No soy un caballero ni el príncipe azul, y no salvaré a nadie; porque ni siquiera estoy seguro de saber cómo me voy a salvar a mí mismo.

Soy, en todo caso, la pesadilla de la que no puedes despertar.

El monstruo del que no puedes escapar.

El villano contra el que no puedes luchar.

Cubriré tus rosas con tu propia sangre, si me permites entrar en tu vida.

Así que, no lo hagas. No me dejes entrar a tu vida, permíteme entrar a tus bragas, pero no en tu corazón ni tu alma; porque una vez que son míos ya no hay vuelta atrás.

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