Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15

Thais

Aang y yo no nos habíamos despedido en buenos términos está mañana, así que cuando llaman a mi puerta en la noche, me sorprende abrirla y encontrarlo allí de pie. Más aún cuando me dice que me ponga un vestido porque vamos a ir a un club. El vestido que me pongo se hunde entre mis pechos y muestra la mayor parte de mis piernas, ya que es corto. Cuando salgo de mi habitación, Aang me está esperando. Su mirada me recorre, y siento como si sus dedos acariciaran cada centímetro de mi piel.

Sus cejas se juntan. —No puedes llevar eso.

Pongo una sonrisa en mi cara. —Oh, sí puedo. Es eso o me voy en ropa interior.

Quiere que vaya al club, quiso que me pusiera un vestido, y esto es lo que consigue.

—No serías capaz.

Sonrío. Mi cuerpo es mío y podría hacer lo que quiera con él. —En la prepa me subía a las mesas de las fiestas en ropa interior. ¿Quieres apostarlo?

—Bien, pero ten en cuenta las consecuencias.

Sacudiendo la cabeza, da un paso adelante y toma mi mano, deslizando una pulsera de oro que tiene una A y B grabada en ella.

—¿Es realmente necesario?

—Solo para que todos sepan a quién perteneces.

Pongo los ojos en blanco y empiezo a caminar por el pasillo.

—Siempre y cuando ambos no estemos de acuerdo con ese secuestro sigo siendo soltera y de nadie, muchas gracias.

Me sigue, murmurando algo sobre un asesinato que puede cometer esta noche.

Una vez Elliot me abre la puerta del coche y Aang se sienta a mi lado, una duda viene a mi mente.

—¿Qué pasaría si decidieras tomarme en contra de mi voluntad sin que tú me hayas dejado darte los azotes? —sé que una vez acepte, estoy dando mi permiso de hacer lo que él quisiera, pero ¿y qué pasaría si no?—, ¿si te dijera que no y aún así no te detienes?

—Si aún no hemos hecho un trato, tendrías derecho a hacer lo que quisieras por haberte hecho daño, tendrías permiso de lastimarme.

—¿En serio?

—Ajá.

―Y si me tomaras sin aceptar el acuerdo por estar muy excitado, ¿esa regla también aplica para hacerte daño?

Se endereza, y su rostro adopta una expresión inteligente.

Aquí está mi caos, fuerte, masculino, confiado y equilibrado. Esta vista me hace retorcerme en el asiento. No escapa a su atención.

―Ni siquiera lo pienses ―susurra. ―Ninguno de los dos está listo para ello todavía. Primero tengo que arreglarlo todo para quitar esa estúpida idea de azotarme, y luego me llevaré lo que es mío.

El sonido de esas palabras y su significado hace que un torbellino corra por mi interior.

―Lo cual no cambia el hecho ―dice Aang―, de que sueño con entrar lentamente dentro de ti, sintiendo cada centímetro de tu estrecho sexo. Sé que tú también sueñas con mi pene dentro, te vas a rendir, pequeña.

Trago fuertemente.

Mi alma está en una nube tan oscura ahora mismo. Estoy revoloteando y peleando conmigo misma. Por un lado, respeto su decisión y autocontrol, por otro lado, el desafío que me lanza es obvio, y él solo espera que yo tome la iniciativa. Y así salvarse de los azotes.

―Estoy tan mojada ―digo sin pensar, y su mano está apretándose para convertirse en un puño en un segundo.

―Eres una pequeña muy cruel ―suspira.

―¿No quieres oler mi sabor, Aang?, ¿o mejor te gustaría saber a qué sabe? ―juguetonamente levanto una ceja, provocándolo mientras solo subo un poco de mi vestido.

Aang toma mi cara, me mira a los ojos con una mirada terriblemente negra, y sus dientes muerden sin piedad mi labio inferior y superior alternativamente. Cuando se detiene en el callejón junto a un club, la tensión en el auto prácticamente me ahoga.

―Hemos llegado —escuchamos.

—No causes problemas —me advierte.

Dicho eso, sale como alma que lleva el diablo.

Me siento aturdida y me impresiona la autodisciplina que hay en ella.

La elección de la ropa interior y el vestido, por supuesto, no fue accidental. Estoy perfectamente consciente de lo que le molesta a Aang. No hay nada peor para una mujer que un hombre que dice que no la quiere o no puede poseerla. Entonces algo se despierta en nosotras que no tiene sentido para probarle que quiere y puede. Claro, solo si decide los azotes.

―Oh, mierda ―digo. ―¿Y si me hubiera follado sin piedad en los asientos, hubiera podido decir que no?

Me siento como una estúpida por haberle provocado así.

Elliot apaga el motor y rodea el capó,  abriendo la puerta para mí. Salgo, y en el momento en que la puerta se cierra de golpe, Aang me aplasta contra el lateral del auto, atrapándome contra su duro pecho antes que sus labios caigan sobre los míos. Duros y hambrientos y apenas controlados. Debería. resistirme, pero no puedo.

—Tenías que llevar este maldito vestido y luego provocarme así —me aprieta el material en el muslo como si quisiera arrancármelo.

—Si eso te provoca deberías ver lo que hay debajo... o tal vez lo que no hay.

Intenta meter mano, le aparto la mano de un manotazo y respiro entrecortadamente mientras lo miro.

—Y para que sepas, no es que yo elija mi propio vestuario en esa casa —Aunque no puedo negar que me gusta que me desee y verlo celoso es mucho mejor, aunque estoy decidida a negarlo con uña y diente.

Me agarra la mano y su pulgar se desliza por mi palma antes de besarme el cuello con fuerza, ese estúpido me está marcando. También podría haberme meado encima delante de todos.

Me guía por la puerta trasera y subimos las escaleras hasta un despacho, pero en lugar de quedarse allí, me acompaña a través de la puerta de cristal hasta la zona VIP. La música está muy alta, vibrando a través de mí con cada nota, haciendo que todo el edificio se sienta como si tuviera un latido. Aang me lleva a una cabina en la esquina. Parece apartada del resto, con una vista completa de casi todos los rincones del club.

La sección VIP está situada en un entresuelo, y el club principal, debajo, es un mar de cuerpos que se retuercen; literalmente hay algunos teniendo sexo. La gente de abajo parece feliz. Borrachos. Perdidos en la música y en los demás. Obviamente en la lujuria.

Aang se sienta, pero antes de que pueda tomar asiento a su lado, me atrae hacia su regazo. El vestido corto se sube, dejando casi al descubierto mi tanga. Su palma recorre mi muslo, cálida y callosa, con su pulgar rodeando la cicatriz que me he hecho. Cada parte de mí se concentra en el lento recorrido del pulgar de Aang por mi piel, en la dura presión de sus muslos debajo de mí, en el calor de su cuerpo.

En todo momento, parece no estar afectado. Se sienta despreocupadamente, como un rey que inspecciona su reino, ¿y en qué me convierte eso? Ciertamente no en su reina. Su mascota, tal vez.

Una camarera nos trae las bebidas y pone delante de mí algo rosado y afrutado. Tomo un sorbo, esperando que tenga alcohol, pero solo noto un toque de ardor bajo la dulzura.

Inspirando tranquilamente, me fijo en las otras mesas. La gente bebe, ríe, baila y se dan duro. Siento una punzada de añoranza por lo normales que son sus vidas (al menos algunos). Desearía que mi mayor problema fuera la resaca de mañana, el pago de una factura o un examen final. Ansío esas luchas normales. No el trueque. Fuera de la burbuja en la que estoy metida con Aang, todo parece tan sencillo, pero aquí... aquí, es más que complicado.

—Mira a tu alrededor con determinación —me susurra al oído. —¿Qué ves?

Yo frunzo el ceño, a punto de soltar una réplica cortante de que es un club normal. Pero abro los ojos de repente. Allí, en un rincón, una morena de piernas largas...

—No puede ser... —Entrecierro los párpados para verla teniendo sexo sin importar que otros pueda verla. Bueno, no todos, solo los que están en el VIP.

—Sigue mirando.

Mis ojos se posan sobre una rubia voluptuosa no muy lejos, tumbada en un sofá con un hombre pelirrojo impresionante. A su izquierda está sentada otra pareja. Veo el coqueteo, la diversión y el sexo llena el ambiente. El sexo sobre todo. La lánguida calidez de la sensualidad impregnaba hasta las paredes.

—¿Lo sientes, pequeña? —Aang me atrae más hacia su pecho y me roza la oreja con los labios cuando se inclina para susurrarme—: Esta es la verdadera droga que todos anhelan. Esta es una adicción que realmente vale la pena. Se llama placer.

Veo que el hombre deslizar la mano por la abertura de la falda de su compañera, ajeno a todo lo demás. Aang se ríe entre dientes cuando escucha mi pequeño jadeo al deslizar sus manos por mi muslo. No dejo de observar el increíble placer que muestra el rostro de la chica mientras el hombre acaricia su piel pálida.

—No voy a tener sexo contigo, mucho menos delante de todo el mundo —Trago saliva al oír el gemido de otra de las mujeres, que tiene la boca de su compañero a un centímetro escaso del lugar donde late el pulso en su garganta: un cálido susurro que promete éxtasis.

—¿Qué es lo que quieres decir con eso? —Aang desliza la boca sobre mi cuello.

Doy un respingo. —Que no te deseo.

—Si te tumbara sobre el suelo e introdujera mis dedos dentro de ti en este mismo momento, creo que descubriría algo muy diferente.

Mis muslos se contraen en un espasmo de necesidad que recorre todo mi cuerpo. En aquel instante, lo único que puedo ver es la imagen de aquellos dedos largos y fuertes entrando y saliendo de mi interior mientras ella yazco indefensa.

—¿Por qué me has traído aquí, Aang? —pregunto, ahuyentando las imágenes mentales.

Nada más salir las palabras de mis labios, aparece Lou. Mi columna vertebral se pone rígida con un desagrado arraigado. La mujer no me ha hecho nada, no realmente. Bueno, se había insinuado descaradamente a Aang delante de mí, pero estoy bastante segura que se lo ha follado primero, así que quizá es ella la que debiera estar disgustada. Sin embargo, soy yo la que vino con él, por lo que merezco respeto.

—Aang. —Muestra una amplia sonrisa, su vestido negro es demasiado sexy para mis ojos. Demasiado perfecto en su cuerpo y lo peor, debe estar en la edad de Aang—. Necesito hablar contigo. —Levanta las cejas e inclina la cabeza hacia una oficina con vidrio de cristal.

Me pongo rígida, queriendo arrancarle el pelo del cráneo.

—Dame un momento —dice, y entonces quiero arrancarle los malditos ojos del cráneo por verla. Diablos, si hasta yo tengo ganas de azotarle el culo por lo bien que se le ve.

Me obligo a mantener la calma y a no reaccionar mientras Lou se dirige a la oficina. Aang me aparta el pelo del cuello, sus labios recorren el lateral y presionan bajo mi oreja.

—¿Estás segura que no quieres ser tú la que esté en mi cama está noche?

—Por mí fóllatela, porque conmigo no cuentes si no aceptas los azotes.

Sonríe.

—¿Quieres que me folle a otra persona, Thais?, ¿estás segura?

No tengo derecho a sentirme herida. Le dije que se follara a otra persona... Sin embargo, no pude haberme preparado para el dolor que siento en el pecho. Me siento mal; quiero llorar, pegarle y gritarle, pero no lo hago. Porque también quiero que me dé la razón, que sea horrible y destruya lo que sea que comienzo a sentir por él. Para que podamos tener una relación fría en la que él no pueda hacerme daño emocional.

Me armo de valor, me aparto de su regazo y me giro hacia él.

—Si eso es lo que quieres. Pásatela muy bien —Por favor, no lo quieras. No te acuestes con ella.

Diosito, por favor, que no se le levante.

—Entonces, si voy a esa oficina con Lou y la follo de espalda contra el escritorio, ¿no te pondrás celosa?

Trago con fuerza, tratando de calmar los latidos acelerados de mi corazón. Esto es lo mejor para poder sobrevivir a este secuestro con el corazón y la cordura intactas.

—Tendría que importarme para sentir celos. Pero tú no lo haces, soy tu cautiva no tu amante —Me obligo a sostenerle la mirada mientras las mentiras caen de mis labios—. No significas nada para mí, Aang Briand. —Veo cómo cae el golpe, el clavo en un ataúd ya sellado.

Su mirada se endurece antes de ponerse de pie, con la mandíbula dura.

—Muy bien. Tú tampoco significas algo para mí, Thais —recoge su bebida y se aleja de mí hacia el despacho.

Lo veo abrir la puerta y meterse dentro. Veo cómo me deja y se va con ella. Porque lo he empujado. Bien.

Esto es bueno.

Quiero beber hasta que realmente no me importe. Debí haber eliminado cualquier sentimiento que tuviera por él cuando me azotó en aquel hotel, luego me encerró en esa habitación oscura.

Espero que se folle a su francesita. Tal vez entonces dejaré de desearlo porque estaré asqueada.

Mi mente se desboca, imaginando lo que está ocurriendo a solo unos metros de mí detrás de aquel cristal de espejo. De repente, siento que la pulsera que llevo en el brazo me quema. Así que, me lo quito y lo dejo caer en mi bolso.

Que se joda Aang Briand. Voy a bailar y a perderme entre una multitud de desconocidos. Por unos momentos, seré una chica normal. Me acerco a la pequeña barra y pido otra bebida. Cada fibra de mí quiere darse la vuelta y mirar esa maldita oficina mientras espero. Es como un picor en la nuca que me vuelve loca. En el momento en que la bebida aterriza en la barra, me la bebo.

—Añádelo a la cuenta de Aang Briand —le digo al camarero, quien frunce su ceño sin entender lo que digo, Elliot aparece y dice algo en francés, él asiente, le doy las gracias al rubio antes de caminar hacia las escaleras.

Una pared de músculos me bloquea el paso, y mi mirada recorre un amplio pecho antes de posarse en el rostro fruncido de Elliot. Retrocedo un poco porque, por mucho que piense que no me haría daño, es aterrador. Me tambaleo sobre mis talones, y su mano me envuelve el brazo, estabilizándome.

—¿Te han dado el trabajo de niñera mientras que a él le chupan el pene?

Su expresión severa se convierte en una sonrisa más familiar.

Sigue dando miedo, pero mucho menos cuando sonríe.

—No puedes bajar, señorita Delgado.

Me cruzo de brazos sobre el pecho.

—¿Por qué no?

—Órdenes del jefe.

—Entonces, ¿no puedo bailar?

—Claro que puedes, señorita. Justo aquí.

Miro a mi alrededor y las únicas personas que bailan son tres mujeres borrachas.

No, gracias. 

—Aang es el dueño de este club, ¿no?

—No, su mejor amigo, el señor Terrence... pero lo tratan como si fuera el dueño.

—Y estoy aquí con él, lo que significa que soy su invitada.

La diversión brilla en sus ojos.

—Supongo que sí.

—Entonces iré a donde quiera en este club.

Echa la cabeza hacia atrás riendo, y lo empujo.

—Sabes qué, por eso te vas a meter en un tremendo lío. —Me sigue por detrás, con su peso colosal sacudiendo las escaleras de metal a cada paso—. Pero no digas que no te advertí. —Su mano se pasa sobre mi hombro al final de la escalera, mientras se inclina sobre mí con su enorme cuerpo, acercando sus labios a mi oído—: Y si yo fuera tú, me mantendría lejos de cualquier hombre.

Miro por encima de su hombro, hacia el despacho de cristal.

Puedo imaginar sus cuerpos entrelazados, ella gimiendo su nombre mientras la embiste con fuerza. Estoy segura, Aang no es el tipo de persona que tiene sexo suave. Es de los que te dejan coja y adolorida.

—No, no creo que lo haga.

Vuelve a reírse disimuladamente y me suelta, extendiendo su brazo hacia la pista de baile.

Me meto entre la multitud y Elliot no me sigue, pero puedo sentir que me observa. La música me inunda mientras los cuerpos se apretujan por todos lados, su energía me contagia. A pesar de mi confusión emocional, una sonrisa se dibuja en mis labios mientras mis caderas se mueven al ritmo. Es tan... liberador.

Después de unos minutos, unas manos se posan en mis caderas, un cuerpo duro se mueve contra el mío con la música.

Cuando miro por encima de mi hombro, casi espero encontrar a Aang, pero por supuesto, mi secuestrador está ocupado.

Mi pareja de baile parece un chico universitario, con el pelo desordenado, una sonrisa suave y rasgos juveniles. Me debato en apartarlo, pero entonces mi mirada se desvía hacia aquella oficina, cuyo exterior de espejo refleja las luces parpadeantes y dos cuerpos que se retuercen.

¿La tiene inclinada sobre su escritorio?

¿Le está diciendo pequeña mientras la folla?

¿A ella también le gustan sus manos azotando su culo? ¿Qué le agarre el cabello fuerte mientras le da duro?

Dejo de lado esos pensamientos y bailo con el desconocido, dejando que ponga sus manos en mi cuerpo. Nuestras caderas se mueven al ritmo de la música, la dura presión que ejerce sobre mi  trasero, pero no me importa. Me siento bien al ser deseada de una manera tan básica, no porque sea un reto o una posesión. Este tipo no quiere nada de mí, excepto un baile, probablemente un polvo de una chica extranjera.

Me aparta el pelo del cuello y unos labios cálidos me rozan la garganta. Me pongo rígida y se me forma un nudo en las tripas que se parece mucho a la culpa.

Y eso es ridículo teniendo en cuenta dónde está Aang ahora mismo.

Intento quitar el brazo del chico de mi cuerpo, pero me retiene, dándome otro beso.

Cierro los ojos, tratando de alejar la imagen de él y Lou juntos. Cuando los abro, es como ver el Mar Rojo abrirse ante mí.

Los bailarines se apartan de la figura solitaria que se abre paso entre la multitud. No sé si temen a Aang o si su presencia es tan imponente que la gente se aleja instintivamente de él.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro