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14

Aang

La miro desde mi balcón pensando que es más resistente de lo que yo pensaba y que está muy loca al decidir quedarse ahí afuera con aquel frío infernal. Lleva una hora ahí y no se mueve. Por esto decido entrar a su habitación enojado por tener que cuidarla de su propia insensatez. Seguramente se ha quedado dormida. Que siga en la misma postura no es normal.

Llego a ella y veo que sí tengo razón. La muy insensata se ha quedado dormida a la intemperie. Estoy tentado a irme, pero con este frío, si sigue aquí, cogerá una pulmonía, además, su cuerpo está acostumbrado al calor tropical.

Dudo en si despertarla o no; al final la tomo en brazos para dejarla en su cama y que con suerte no se despierte, para mañana pensará que llego sola y medio dormida hasta la cama. No quiero su agradecimiento, pues solo he tomado la molestia de hacerlo porque no me apetece tener que llamar a un médico y me retrase los planes de acostarme con ella, además, no es que haya hecho un gran sacrificio al cargarla. Pesa poco, el peso ideal para follarme en pie contra la pared o a mitad de la habitación.

La dejo en la cama y la veo moverse, creo que se va a despertar. Me quedo mirando sus ojos. No los abre. Pero aún así soy capaz de ver su ceño fruncido. La tapo con la sábana que hay cerca y me voy sin dejar signo alguno de mi presencia.

Es mejor así. No quiero que se haga ideas equivocadas, ella no significa nada para mí y jamás lo va a significar.

No soy un tipo romántico. No hago el amor, follo. Solo quiero bajarla a las tinieblas y luego que suceda ya no será un desafío. Y habrá salido totalmente de mi sistema y pasaré a la siguente.

Lo único que me atrae de ella es la promesa de un reto, las llamas eternas que profesan sus ojos en los cuales quiero quemarme.

Nada más que eso.

Solo es lujuria.

Al día siguiente hago ejercicio a primera hora de la mañana, porque si no lo hago en ese momento, estaría demasiado ocupado para hacerlo más tarde. Luego trabajo en mi estudio durante la tarde y la noche, dejo que mi cena se enfríe en la mesa de café, para horror de Anton, y finalmente me siento en mi estudio de abajo, mirando los informes que acaba de enviar Elliot. Mi casa está protegida por mi seguridad privada, pero evito todos los rastros en papel. Nunca imprimo un solo documento.

Todo se hace electrónicamente, mi información está protegida por un servidor privado y un firewall sólido.

La puerta se abre, pero no levanto la vista, asumiendo que es Anton trayendo otra cosa para cenar.

Pero no es él.

Es Thais.

Con unos jeans que llegan justo debajo de su ombligo y una camisa morada con cuello atada debajo de sus senos, parece que está lista para ir de compras con sus amigas. Su cabello negro esta descansando alrededor de sus hombros, luciendo brillante bajo la luz del candelabro.

Estoy enojado porque ella me había desobedecido, pero es difícil guardar ese rencor cuando el resultado fue igual de satisfactorio, no obstante. No tuve lo que quería.

Se toma su tiempo para llegar a mi oficina, como si mi mirada fuera el cañón de un rifle cargado. Sus brazos comienzan a los costados, pero los cruza cuando se acerca. Mira el contenido de mi escritorio y luego las pinturas que cuelgan sobre el papel tapiz. Cierro mi dispositivo y lo pongo sobre el escritorio.

Se queda cerca de la puerta, evitando el contacto visual como si eso la hiciera revivir la noche anterior.

Mi paciencia es poca. —¿Sí?

—Podrías intentar hola, no nos hemos visto desde anoche —Ahora ella me mira, sus brasas debajo se consumen convirtiéndose lentamente en un fuego.

Apoyo el codo en el reposabrazos, con los nudillos cerrados debajo de la barbilla.

Se sienta en uno de los sillones frente a mi escritorio, sentándose en el borde como si tuviera la intención de quedarse solo un momento. O salir corriendo en cualquier momento.

Bien.

Veo que un poco de su estómago es visible.

Sus manos se juntan sobre sus rodillas, pero sus hombros están hacia atrás y su columna vertebral está recta. Parece estar nerviosa como línea de base, pero cada vez que la provocó, rápidamente puede convertirse en un infierno y explotar en mi cara.

—Después de lo que pasó anoche, creo que deberíamos hablar para establecer algunos límites. Como no tocarme sin mi consentimiento y esas cosas.

Levanto una ceja de inmediato porque ella no tiene derecho a establecer límites. —¿Qué parte de "Te poseo porque eres mía" no entiendes?

Allí está: el fuego. Las llamas abrasadoras son visibles justo en la superficie de sus ojos. —Vamos a dejar algo claro. No te pertenezco solo porque me hayas secuestrado. Podría salir de aquí cuando quiera... y denunciarte.

—Oh, no podrías, pequeña. Y mientras estés bajo mi techo, haré lo que me dé la gana contigo. Así que aclaremos eso. No pones límites. Yo lo hago. Así que, no entres a mi oficina y hables sobre los límites como si tuvieras algo que decir sobre qué tipo de límites tenemos. Si te quiero amarrar de nuevo, lo haré. Sí deseo azotarte, simplemente lo haré. Recuerda que tú estás aquí para que yo poseerte, no para otra cosa.

Parece enfadada. Si tuviera una pistola, podría dispararme ahí mismo. —Eres un maldito imbécil sádico.

—Y tú eres una maldita masoquista. Hacemos una buena pareja, ¿no crees?

Su expresión cambia de inmediato. Hay una mueca en sus ojos, como si una bala la hubiera golpeado en el pecho y la hubiera hecho retroceder. Esta claro que he dicho algo profundamente ofensivo por la expresión de su rostro. Oh. Mi pequeña odia admitir que es masoquista.

—No me llames así nunca más —su voz es diferente, todavía fuerte, pero con un toque de tranquila vulnerabilidad—. No te atrevas a llamarme débil.

Por alguna razón, ella me silencia. Pero tengo ganas de decirle que ser masoquista no la hace débil, que al contrario, ella es la chica más fuerte que he conocido. Sin embargo, no digo nada.

No se dice nada durante mucho tiempo. Solo un montón de miradas.

Claramente espera que la insulte de nuevo, a juzgar por la guardia en sus ojos. Pero no lo hago.

—No eres débil —digo. —Ahora, habla rápido porque tengo cosas que hacer.

—No sé tú, pero he tenido cuidado de no atrapar ninguna ITS. Nunca lo he hecho sin condón hasta este punto —se inclina hacia delante y golpea con los nudillos la madera de mi escritorio. —No quiero tropezar en la línea de meta ahora. Entonces, tenemos que hablar sobre cómo vamos a mantenerme a salvo, eso significa mantener tu bragueta cerrada para cualquier otra. No puedes acostarte con nadie más si lo haces conmigo, bueno, siempre y cuando aceptes.

—Si eres tan buena en la cama, entonces podrás ser la única mujer con la que follaré —me burlo. Thais me mira con los ojos entrecerrados como si eso fuera lo último que esperaba que dijera, se queda callada. —¿Terminamos aquí?, ¿o piensas seguir hablando sin sentido?

—¿Es eso normal para ti?

—¿Qué?

—Secuestrar gente.

—No.

—¿Y la monogamia?

Tengo varias mujeres en tan solo un mes a la vez por una razón. —No. Nunca voy a ser monógamo.

Ella se levanta y sale dando un portazo, digno de una mujer madura. Pero me encanta cuando se comporta como una mocosa malcriada; porque significa que puedo encontrar razones para azotar su culo.

Sigo trabajando un rato más, finalmente me retiro muy tarde, después de un gran vaso de whisky escocés.

En el segundo piso, paso por delante de las puertas dobles que conducen a su dormitorio. Al tercer piso todos mis empleados saben que no pueden ir, incluso cuando limpian Anton está supervisando hasta que terminan.

Me dirijo a la habitación de la esquina, la luz se nota en la rendija debajo de la puerta. Como la última vez, entro sin tocar, encontrándola en la cama dormida.

Cuando la vi ese día en el bar, brillando como si estuviera bajo un foco, al principio solo vi su belleza etérea y su rostro angelical. Pero desde que la secuestre no he visto una chica perfecta. Por primera vez veo a la oscuridad tratando de superar la luz. Veo a una persona que se esfuerza por escapar de lo que realmente es. De suprimir sus deseos más carnales. Aunque lo niega, sé que en el fondo le gusta la perversión. Thais nació para enseñar a los demás que la luz y la oscuridad pueden estar en una persona, que el equilibrio lo es todo y que la perfección está sobrevalorada.

A Thais le gusta el sadomasoquismo. Sus gustos literarios dicen más de ella que ella misma. Si supiera que he leído todas sus notas. Sus fantasías más oscuras.

Pero eso no evita que ella disfrute de los romance vainilla.

Me doy cuanta que ha sacado una pierna de la manta, luciendo deliciosa mientras su piel morena brilla a la luz de la luna que entra por la ventana donde no había cerrado las ventanas. Me acerco a ellos y los cierro tan silenciosamente como puedo para no despertarla.

La quiero somnolienta y dócil. Cálida y perdida en las sensaciones que le doy.

Me arrodillo en la cama a sus pies, tocando con mis dedos la suave extensión de la pierna que me llama. Se estremece con mi toque, como si sintiera la misma corriente subterránea de electricidad que yo recibo cada vez que la toco. Ella no se despierta, demostrándome que reconoce mi toque. Incluso en sus sueños, sabe quién soy yo. Sabe que no la lastimaría, incluso después de secuestrarla y haberme visto matar. Paso las yemas de mis dedos por su pantorrilla, observando cómo se le pone la piel de gallina y cuando llego a su rodilla, pongo una mano alrededor de la parte de atrás y la separo más de la otra para poder arrodillarme entre sus muslos. Mi mano continúa un camino hasta la parte superior de su muslo hasta que llego donde el camisón cubre su dulce y pequeña vagina. Sus caderas se levantan momentáneamente, volviéndose a asentar mientras gime en sueños con un sonido de necesidad que me hace sonreír. Pasando mi mano sobre su camisón, continúo hasta que acaricio la piel de su brazo con una suave caricia. Subo y subo, todo el camino hasta su cuello y luego su labio inferior. Esos labios fruncidos se separan para mí, y me dan ganas de meter la punta de mi dedo y luego mi pene. El pensamiento me hace gemir.  Me acerco más a su boca carnoso que me tientan. Se ven grandes y jugosos, besables. En el momento en que me doy cuenta de que voy a besarla, me aparto espantado.

Decido mejor ver como duerme en la posición de alguien que tiene un buen sueño, pero la sábana se ha deslizado, revelando un perfecto pezón marrón. Y así, se me vuelve a poner dura.

Mierda. Parezco un crío, ¿o es la abstinencia?

—Aang... —gime. —Aang, oh, Dios, por favor, más...

Me tumbo a su lado, apoyando la cabeza en el codo para observarla con atención. Incapaz de resistirme, me inclino y me llevo el pezón desnudo a la boca, lamiendo mi lengua contra él como un adolescente obsesionado con las tetas. Pero en mi defensa las suyas valen esa obsesión.

«Todos los que tienen adicción con el chocolate con leche me darán la razón».

Al principio, Thais se queda quieta, pero luego su posición se rompe mientras acerca mi cabeza más a su seno y sus labios se separan, incapaz de seguir fingiendo. —Mmmm... chupa, más fuerte... por favor... muérdeme...

El sonido va directo a mi pene, endureciéndola hasta el punto de la tortura. Le muerdo el pezón lo suficiente como para causarle una ligera molestia, esperando que abra los ojos, pero vuelve a gemir y su mano se mueve bajo la sábana en busca de fricción.

La bajo para ver cómo se toca su sexo, se frota el clítoris de esa forma suave, pero erótica con la que pretende excitarse mientras yo chupo su pezón.

—¿Realmente estás dormida, pequeña, o me estás provocando a propósito porque sabes que te estoy viendo? —pregunto, sabiendo lo perversa que es, pero ella sigue en lo suyo, delirando de placer mientras dice mi nombre.

Me quedo un tiempo viendo como se da placer en su "sueño". Paso una mano por sus labios vaginales al ver que toda su atención está en su clítoris, espero que me quite la mano, pero no lo hace. Esta delirando en su placer.

Envolviendo mi mano alrededor de la suya, la mantengo quieta, con las yemas de los dedos rozando sus pliegues húmedos como último recurso.

—Mmmm —murmura, tratando de liberar su mano y continuar su tarea. —Suéltame...

—Oh, no. No te darás placer cuando me tienes a mí disponible —digo. —¿Quieres llegar al orgasmo? Levántate y pídemelo.

Mordisqueo su pezón una vez más, y esta vez, ella abre los ojos jadeando, sus profundos ojos café mirando con deseo al principio antes de cambiarse a odio.

—¿Qué diablos crees que haces...? —se queda callada cuando ve mi boca alrededor de su pezón y mi mano sobre la suya que está en su sexo.

Un tono rojo se extiende por su piel morena, cubriendo su cuello y su cara e incluso sus orejas. Sus sentimientos de vergüenza auto-implicados son interesantes, y me encuentro deseando grabarlos más profundamente en mi mente.

O quizás, lo que realmente quiero es verla sonrojada y a mi merced mientras me entierro profundamente dentro de ella. —¿Qué haces tocándome? —repite.

Hablo contra su pezón, haciendo que se retuerza con cada una de mis respiraciones contra la húmeda y sensible punta—: Te estabas tocando mientras soñabas conmigo, pequeña, pero estos suaves dedos ya no te satisfacen, ¿verdad? Quieres que otra cosa te llene, como mi pene, quiere que algo más grande se hunda en esa pequeña y mojada vagina tuya. Lo deseas, deseas que mi pene te haga olvidar quién eres —vuelvo a chupar su pezón con burla. —Puedo darle a tu sexo lo que realmente anhela. Puedo llenarte como nadie nunca lo ha hecho, si me lo pides amablemente.

Coloca su otra mano en mi hombro. Es para resistirse, para detenerme como le dicta ese inteligente cerebro suyo, pero ella y yo sabemos que eso no puede durar mucho. Va a caer en la tentación tarde o temprano.

—No soñaba contigo.

—¿Entonces, por qué decías mi nombre? —pregunto con una sonrisa de suficiencia.

—Tenía una pesadilla —se defiende.

—¿Y eso te hizo tocarte y gemir mi nombre? No parecía una mala pesadilla entonces —ella abre la boca para defenderse, pero luego se calla.

Mejor, porque nada que diga será creíble.

—He gritado tu nombre, sí; porque te vi acosándome y quería provocarte, pero soñaba con otra persona. Con David —suelta la muy mentirosa con la intención de enojarme. —Ahora vete y déjame en paz.

Presiono su mano derecha contra la almohada brazo y le entierro la cara en la nuca. En su olor se huele el mío, gel de baño, fresa y sexo. Inspiro profundamente y suelto el aire despacio, sintiéndome más cómodo de lo que me había sentido en mucho tiempo. Vuelvo a tomar su mano y la dejo sobre su sexo para que sienta lo húmeda que está.

—Lo sientes. Sé una buena puta, o una buena niña y deja que entre en ti. No me importa cual de los dos quieras. Yo voy a conformarme con cualquiera de las dos, mientras estés mojada y gimiendo por mí, no me importa si eres una puta o una niña buena, ambas logran calentarme la cama, pero ¿cuál prefieres tú?

Aspira con fuerza e intenta retirar la mano que tiene en el clítoris de debajo de la mía. Pero la mantengo aprisionada y jadea cuando la empujo un poco hacia dentro.

—Técnicamente son lo mismo —jadea, pero mueve la cadera a mi encuentro de forma inconsciente. —La única diferencia es que la primera cobra por el placer de alguien más y la segunda sufre por ello... —no deja de mirarme. —Así que, no soy una buena chica ni una buena puta. Soy todo lo contrario a bueno o puro. No hay nada inocente en mí que puedas tomar y alzar tu hombría, o alimentar tu ego. Y sí, posiblemente sea puta en el futuro, pero será de las mala, pero jamás seré tuya.

—¿Por qué todo lo que sale de esa boca me provoca?

—Porque eres un pervertido.

Me pongo a horcajadas sobre ella, con las rodillas a cada lado de sus piernas abiertas. —Y eso te gusta —dejo un beso en su pecho. —Deseas llegar al orgasmo, ¿verdad?

—Puedo llegar sola.

—No conmigo aquí. Te puedo puedo provocar sin hacerte llegar al orgasmo, luego esposar antes de irme para así evitar que lo hagas en mi ausencia.

Thais deja caer su brazo a un lado y susurra—: Necesito llegar al orgasmo. Pero no quiero esto, Aang. No te quiero a ti.

—Ah, pequeña, siempre fuiste una terrible mentirosa —me rio entre dientes.

―¡No estoy mintiendo! Esto no es ―se interrumpe, jadeando. —Eres malo para mí.

—Sí —concuerdo. —Pero eres mía, de todos modos y yo te gusto por eso mismo. Así que no actúes como si esto fuera una tarea, Thais. Eso es otra forma de mentirte. Dime que no estás mojada ahora mismo para mí. Qué no me deseas esto tanto o más que yo. Que no deseas que te folle, que te castigue, vamos, pequeña , vuelve a mentirte —ella se queda callada. —¿Ves? Entiendo mejor tu cuerpo de lo que lo entiendes tú y ¿sabes que? Yo...

»Quiero atarte las piernas abiertas para poder devorarte cuando me plazca. Quiero dormirme con mi pene aún enterrada en tu vagina y despertarte empujando dentro de ti. Quiero follarte la boca hasta que te ahogues con ella. Quiero que grites por lo grande que soy y aún así me pidas que te dé más fuerte. Y tú también quieres todo eso. Deja de torturarte y acepta el placer que te doy.

Me mira fijamente, sus pequeños rasgos se arrugan con el movimiento. Pero el brillo de excitación está ahí. —Eres muy sádico cuando se trata de mí, ¿no?

—Es porque eres mi masoquista favorita.

—No... no lo soy —solloza. —Es lo que quieres que sea.

—Sí lo eres. ¿Puedes sentir tu excitación cubriendo nuestras manos? Incluso es más abundante que hace rato, ¿también vas a negar eso?

—Hazlo. Toma lo que quieres y déjame en paz.

Ella cierra las piernas en mi cintura. Mi pene descansa justo debajo de su calor. Luego me prendo a un pezón moreno del tamaño de una moneda y lo chupo. Y sigo chupando. Mis mejillas se ahuecan por el esfuerzo. Sus dedos se entrelazan en mi pelo y se arquea, presionando más su pecho en mi boca.

Sabe a canela y huele a rosas. Con una mano en sus lumbares, levanto el otro pecho pequeño y lamo la punta.

—Sabe condenadamente bien. Como dulce de canela.

—¡Ah!... ¡Ay, Dios!

Muerdo su pezón erecto y luego lo lamo generosamente para calmar el ardor de la mordida.

—Es tan comestible —suspiro y dejo que su cabeza caiga hacia atrás, ofreciendo su cuerpo en bandeja de plata.

Gruño, abro la boca y meto tanto de su pecho izquierdo como pude. Lo había adivinado. ¡Rayos! Me cabe casi todo en la boca.

Ella gime y frota su muslo inferior contra mí. Puedo sentir sus fluidos mojando mi pelvis al pegarse a mí.

Libero su pecho para mirarlo a los ojos. Es lo último que deseo hacer, pero algo me dice que no me dará mucho esta noche.

Thais está avergonzada e intenta mirar a la pared de enfrente, pero yo la hago retroceder sujetando firmemente su barbilla.

—No vuelvas a hacer eso. Mantén tu atención en mí cuando quieres que te toque o cuando quiero tocarte. No te avergüences por tomar lo que quieres.

Al menos mientras me mira sabré que me ve a mí dándole placer y no otro idiota.

—¿Así que ahora solo puedo mirarte? Lo que me faltaba. ¿El señor no desea otra cosa más?

—Sí, además, de solo mirarme, cuando sueña o fantaseas deben ser de mí y de mi pene dentro de ti.

—Tu actitud es perturbadora.

—¿Quieres ver algo perturbador? Si puedes evitar mirar a otro, hazlo y, no tendré que castigarte o matar a alguien más solo por desear lo que es mío—digo con un tono despreocupado que no delata el pensamiento que estaba teniendo en la que está amarrada, vendada y tomando mi pene en su boca, como una puta.

—Eres un maldito desastre... aah —gime mientras alineo mi dedo con su entrada. —...y me estás arrastrando contigo a tu caos.

Eso me gusta. Siempre supe que el sexo es poder y manipulación. Hasta puedes hacer a alguien adicto e independiente a ti.

—¿Pero es lo que te atrae no, pequeña? Saber que arruinaré, te romperé y te haré adicta a mí. En el fondo deseas el caos que puede generar grandes consecuencias; tú quieres ser arrastrada por ella porque odias tu odiosa y patética calma.

Ella empuja sus caderas hacia mis dedos, invitándome a entrar.

—¿No estoy siendo ya arrastrada?

—No realmente, no he comenzado. Te estoy dando tiempo para que te acostumbres. Sería inteligente no tentarme y obligarme a romperte antes de tiempo.

—Ya es tarde. Pero puedes fóllame con tus deseos, Aang. Fóllame como si me odiaras tanto como yo te odio a ti.

Con un dedo trazo una línea sobre su sexo y luego lo presiono sobre su clítoris en un lento círculo.

—¿Siempre te mojas así por la gente que odias? —susurro contra sus labios mientras mi dedo se sumerge en ella y se desliza por los pliegues húmedos.

Le mordisqueo la mandíbula.

—Puede que sí.

—Te follaré como si fuera verdad, aunque sepa que no lo es —Tarareo con arrogancia.

Veamos cuántos orgasmos puede tomar esa vagina mía.

La follo con los dedos mientras ella empuja su cadera al encuentro con mis dedos con frenesí.

Froto la mano entre sus muslos y presiono el pulgar contra su clítoris. Me deleito con cada suspiro. Cada una de sus respiraciones le da la vida a mi pene. Enseguida empieza a mecer las caderas en busca de más. Pero yo me detengo, retiro la mano, le acaricio los muslos y la espalda. Thais está completamente bajo mi control y es como gelatina en mis manos.

Tan pronto como su respiración se calma, la agarro del cabello y le echo la cabeza hacia atrás. Tiene una expresión embelesada y cargada de lujuria que, a partir de ese momento, pasa a ser mi favorita.

Está inmersa en la pasión.

Mantengo la vista clavada en ella y continúo frotándole el clítoris con fuerza, en círculos interminables. Se le corta la respiración. Está a punto de alcanzar el orgasmo.

—¿Me entregarás esta vagina? ¿Me dejarás entrar, pequeña?

—Aang, no puedo... —gime, echando la cabeza hacia atrás.

Necesito verla los ojos, así que le tiro del cabello hasta que ella hace una mueca y acerca su rostro al mío. Nuestras narices se están rozando, tenemos los labios a escasos centímetros de distancia. Cada vez que le toco la vagina, frunce el ceño y se muerde el labio.

Frunzo el ceño, usando cuatro dedos en movimientos enloquecedores.

Ahoga un gemido y se pone rígida.

Y entonces sucede.

Presiono el pulgar en su punto más sensible... con fuerza. Abre los ojos y la boca. Un rubor carmesí tiñe sus mejillas mientras gime sin control. Cierra las piernas y empuja su entrepierna contra mi mano una y otra vez. Tiembla entre mis brazos mientras yo sigo estimulándola.

Quizá esta noche no entro en ella, pero es mía y seguirá encerrada solo para mí.

Ahora es mi secreto.

Uno sucio.

Peligroso.

Y totalmente maldito que me encanta depravar para que se vuelva adicto a mí.

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