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11

Thais

De verdad le importo.

Se preocupa por mí.

Es posible que siente algo más que deseo por mí aunque suene ilógico. Bueno, quizá es obsesión, pero me mantendrá viva.

He puesto a prueba está teoría cuando la he dejado abrazarme sin poner resistencia, mostrándome débil y vulnerable, él había respondido de una manera sútil, un hombre que no había logrado conocer salió a la superficie y eso me hizo sentir esperanzada, es más que obvio que no me dejará ir al menos que logré convencerlo de dejarme marchar. Eso sería jugando con su mente, si mi captor simpatiza conmigo lo que hará es un síndrome contrario al Estocolmo, en vez de que el cautivo se enamoré de su captor es él quien lo hace. Quizás no sea común, pero no pierdo nada con intentarlo además, ha sucedido en muy pocas personas, lo que significa que es una posibilidad que no puedo dejar pasar.

Por supuesto, tengo que admitir la posibilidad de que nos acostemos, ese tipo es definitivamente irresistible.

Es sexy como el infierno. Pero no me dejaría solo por mi cara bonita.

No puedo explicar exactamente lo que me pasa con él, ¿es que lo llamamos amor a primera vista?, no. Es un asunto químico, físico, carnal, deseo, es lujuria; un fenómeno que excita los sentidos en abundancia de cosas que nos estimulan y nos nubla el razonamiento. Con Aang siento un apetito sexual descomedido. Pero todos saben que en la lujuria el interés por la otra persona es efímero, dura lo que se tarde en satisfacer la necesidad sexual, siendo dependiente de la intensidad del deseo que se esté sintiendo.

El ruido sutil de la puerta siendo abierta me pone en alerta. Yo vuelvo a estrecharme más con las sábanas para cubrir mi desnudez, y finjo estar dormida. Sé quién es, y solo deseo saber qué es capaz de hacer. Escucho la puerta cerrarse, unos pasos acercarse. Pasan unos segundos cuando el colchón se hunde a mi lado.

Me quedo inmóvil al sentir sus manos en mi columna, provocándome un escalofrío desagradable.

Juro que si su mano toca de más no será necesario que Aang lo mate, porque lo haré yo misma.

—Sé que no estás dormida —susurra en mi oído. —Si aún desea tu libertad, te espero en media hora al otro lado del portón.

—Es imposible que llegue ahí sin ser vista —yo me siento en la cama, sin dejar de cubrirme.

—Encuentra la manera, es tu última oportunidad, el señor Briand tomará un avión a Francia está tarde y sabes que sucederá si eso pasa.

—¿Francia?, ¿pero por qué? Es imposible escapar y eso afecta mis planes.

—No lo sabías, ¿cierto? —comenta con gracia en la voz.

—¿Qué cosa?

—En realidad solo viene aquí cuando tiene algunos negocios, su verdadero hogar está en Francia.

—¿Cómo pretendes que pase desapercibida? —digo desconfiada.

—Solo tienes que obligar a alguien a inhalar eso —me enseña un flaquito el cual deposita en mis palmas. —Hay un solo guardia ahí, los otros están ocupados, el reloj corre desde ahora.

Asiento con la cabeza, él se aleja abandonando la habitación mientras mantiene una conversación telefónica en inglés.

Salgo de la cama e ingreso al baño, tirando el flaquito, pero me arrepiento y decido guardarlo. Por mí se puede quedar esperando toda la noche si quiere. Puede que tengas muchas ganas de huir, pero eso no me quita la capacidad de pensar. No soy tan tonta. Sé que está jugando conmigo y tiene unas inmensas ganas de follarme, una oportunidad que le estaría dando si acepto huir con él.

Desde pequeña aprendí que nadie da nada gratis, quizás sea una prisionera con Aang, pero no me siento como una en algunos momentos y ahora sé que no me hará hacer nada que yo no quiera dentro del ámbito sexual. Es ilógico que confíe en el después que me haya azotado, pero lo hago. Sí, aún me arde las nalgas y lo tengo magullado. Sin embargo, no tengo daños más graves.

Tengo que ganar su confianza para eso necesito ser más dócil, pero sin dejar de combatir. A él le gusta eso, estoy segura que eso fue lo que más le llamó la atención de mí. Si voy a estar encarcelado al menos voy a disfrutar del proceso, solo tengo que saber si no tiene otra persona.

¿Novia?, ¿comprometida?, ¿esposa?, ¿amante?, ¿o una amiga con quien se la pasa bien de vez en cuando?

Esa idea me provoca un malestar en el estómago por creer que puede haber una chica.

Espero que no sean celos. Me digo mientras el chorro de agua golpea mi rostro.

La única manera de escapar es ganando su confianza.

¿Pero si estoy desperdiciando la única oportunidad que tengo de irme de aquí?, ¿podríamos llegar a un acuerdo a cambio de mi libertad?

Tengo ahorrado algo, no es mucho, pero estoy segura que David y Verónica no dudarían en prestarme si supieran la razón por la cual lo necesito.

Me quedo un momento pensando, y después la posibilidad de escapar cruza a mi mente, ¡tengo que ir al portón! No a escapar con él, si no a ver qué planea. Puedo esconderme y ver qué va a pasar. Al final podría huir sin ayuda de nadie. Me apresuro hacia la habitación. Me pongo ropa. Al final, me doy cuenta de algo.

¡Diablos las bragas!

Ni modo, nadie se dará cuenta que no lo tengo puesto. Me pongo los zapatos y salgo corriendo por los pasillos con la esperanza de huir lejos de aquí y llegar a casa.

Aang

Juro que no tendré piedad de ella si resulta verdad que se escapó.

Estaba en una reunión de negocios con algunos de mis socios cuando recibí la llamada de Lou avisándome que Thais había huido con su chófer y guardaespaldas, Carl.

—La voy a matar, y luego la reviviré solo para seguir torturándola —digo mientras voy en el auto.

—Quizás es solo una equivocación —lo defiende Terrence, mi mejor amigo.

—Es una pequeña manipuladora, aunque tenga carita de inocente. Debí haberla dejado desnuda y esposada en mi cama —para mi sorpresa, la idea tiene cierto atractivo oscuro que me encanta.

Debí haber sospechado de su actitud tan calmada anoche. Sé que cualquier oportunidad que encuentre lo va a aprovechar sin dudar.

—¿Por qué no la dejas ir?

—Nunca me oyes, eso nunca va a pasar —piso el acelerador.

—La tienes secuestrada y eso es ilegal —comenta.

—Para empezar me importa muy poco si es legal o no, y, para seguir, ella es mía.

Lo escucho soltar un suspiro.

Una vez llegado a casa me quedo desconcertado, había estado tan distraído por la furia y el enojo que nos me di cuenta que el rastreador me traía de regreso a casa. Entro a su dormitorio, pero nada.

No está, maldita sea.

Se me hiela la sangre, luego me doy cuenta de mi error. Salgo de su dormitorio y subo las escaleras hasta el mío. No sé qué hace ahí, cuando claramente le he prohibido no volver a entrar. De hecho, saber que está ahí me alivia.

No llamo, atravieso la puerta de mi dormitorio sin tocar a toda prisa. Está acostada en la cama, leyendo un libro, se levanta bruscamente cerrando el libro y levanta la vista hacia mí con sorpresa y sus ojos se abren grandes. Abre la boca para decir algo, pero no le salen palabras.

Me acerco a grandes zancadas hacia la cama, ella ni siquiera pestañea ante mi avance, la cojo de los brazos y le aplasto los labios con los míos, la beso con rudeza, mi brazo le rodea la cintura y la atraigo contra mí, agradecido de que siga aquí, conmigo. Al principio no responde por la sorpresa, pero un momento después me devuelve el beso con la misma fiereza. Antes de que nuestras lenguas puedan entrar en contacto se aparta con la velocidad de la luz, me cruza la cara de una bofetada, con toda la fuerza y ganas que puede. Se me gira la cara y siento enrojecer mi mejilla.

Me vuelvo hacia ella, con la nariz dilatada. Me prendo de una vez y me la imagino inmovilizada debajo de mí mientras la follo hasta hacerla gritar mi nombre y con ella continúando dándome bofetadas, con cada embestida.

En vez de leer miedo en sus ojos, sus pupilas se dilatan. Ninguna mujer me había abofeteado antes y que una enana como ella lo hiciera con tal capacidad. Dios, me ha empalmado. Con Thais tengo la sensación de estar al borde de un acantilado de deseo solo con un movimiento puede decidir si me caigo o me regresa al centro para tener equilibrio y la fuerza de apartarme.

Está vez ella presiona su boca contra los míos, poniéndose de puntillas. Me rodea el cuello con un brazo, arrastrando la uña sobre mi piel.

Mi lengua encuentra la suya, y ambos bailan de dicha. Se le acelera la respiración al aumentar el beso apasionado, sus dedos hacen un recorrido para sentir mi potente pecho. Nuestras lenguas se entrelazan. La sangre ha dejado de fluir en mi cerebro, evitando que me guíe por el razonamiento. Este beso es más increíble que cualquier otro beso que haya dado. El calor que emane es hechizante. De pronto, me siento mal de sentirme tan bien. Las mujeres son destructivas, eso he aprendido de mi historia con Anjoly, y Thais es el perfecto ejemplo de peligro. Ese vínculo que nos une es irresistible, ella es así como una dosis de heroína.

Adictiva y destructiva.

Mis manos viajan hasta su espalda, mis dedos tocan su culo y le doy un apretón antes de apartarla.

—¿Qué haces aquí?

—Es el único lugar donde nadie se atreve a entrar.

Solamente tú.

—¿Te escondes de alguien? —contemplo su porte imponente, algunos mechones rebeldes se le escapan de su cola de caballo. Ella mordisquea la yema de su pulgar.

—No —declara con la voz apagada.

—No puedes entrar aquí cada vez que quieras.

—¿Por qué no? —no puedo evitar que el enfado me suba hasta la garganta al ella desafiarme, pero como me gusta cada palabra que sale de su boca.

—Porque yo digo, pero ya no hay necesidad de prohibirte entrar. Nos vamos de viaje.

—¿A dónde? —me interroga. En su voz no hay miedo ni preocupación solo simple desconcierto y curiosidad.

—Francia.

Ella asiente. —Siempre quise ir.

—Es un país hermoso.

Ella concuerda.

—¿Libre o comprometido? —me sorprende su pregunta.

Interesante pregunta para alguien que dice odiarme.

—Libre, pero te tengo a ti.

Sus ojos están más claros como si lo que le dije fuera un bálsamo para ella.

—¿Cuánto tiempo me vas a tener retenida en Francia? —ladea la cabeza ligeramente.

Espero que dure mucho tiempo.

—Eso depende de ti —le contesto.

—¿Depende de qué? —su voz y mirada brillosa me tiene hipnotizado, pero no me puedo permitir debilidad, sé que solamente busca manipularme, cualquier oportunidad que encuentre en mí, lo utilizará. —¿En qué tan rápido te dejo meterte entre mis piernas?

Piensa que me he tomado toda esa molestía de traerla hasta aquí solamente para acostarme con ella unas cuantas veces y ya.

Qué idiota.

Unas semanas no es suficiente para eliminarla de mi sistema.

A veces me sorprendo de lo ingenua que puede llegar a ser. Yo la tomo de la cintura y la atraigo hacia mí. Desde luego, puedo decirle que sí y hacer que tuviéramos un maratón de sexo desenfrenado. Mi pene ansia hacer realidad mi fantasía con ella. Y no debería importarme si ella se siente usada después, es de mi propiedad y puedo hacer lo que quiera con ella. Sin embargo, no puedo al ver sus ojos brillantes saltar de esperanza hacia una libertad que no estoy dispuesto a darle todavía.

Es mía.

Suena egoísta, pero no la quiero dejar ir mucho menos sabiendo que correrá directamente a los brazos de ese tal David.

—Si digo que sí te estaría mintiendo.

—¿Puedo confiar en ti?

—No deberías confiar en mí, no soy un buen tipo —deslizo mi mano entre sus muslos. Se queda inmóvil y noto su respiración acelerada.

—Te espero abajo —se resiste mientras está claro que eso la ha excitado.

Mis manos rodean su cuello.

—Perdón, pero es necesario —saco la jeringa y se lo clavo, inyectando la droga.

Ya sé que es capaz y no pienso arriesgarme con que vaya a cometer otra locura en el camino.

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