CAPITULO 1
Para muchos el tener dos hermanos mayores, es algo que brinda protección, incluso puede verse como un privilegio teniendo en cuenta, el peligro que se vive en aquella isla, en donde solo hay una gran ciudad.
Como todo, la isla de Enland, es un lugar lleno de edificios, casas, algunas escuelas, trabajos y tan sólo dos grandes Universidades.
Una isla, regida por una familia no muy grande, pero si poderosa, familia de la cual, solo se le ve a la hija; Ava, porque sus padres, solo se dignan a aparecer cuando lo ven estrictamente necesario.
—¡Tessa! —la voz molesta de su hermano mayor, la hace soltar un bufido de cansancio.
Estaba encerrada en su habitación, tratando de dormir, tenía que dormir porque al día siguiente, debía llegar temprano a su Facultad y luego, a su trabajo, que no era muy agradable si lo pensaba.
—¡Tessa! —de nuevo el grito de su hermano.
Escucho los pasos torpes del que gritaba como loco, Tessa, sabía que estaba ebrio, sabía que como casi todo el tiempo, estaba con sus amigos en la sala, tomando alcohol y lo que encontrará el la nevera.
Un par de golpes, que parecían querer derribar la puerta de su habitación, la hicieron taparse por completo con las sabanas, estaba acostumbrada a esta situación sin duda, pero la odiaba, odiaba con su alma el olor a alcohol que desprendía siempre su casa, odiaba tener que bañarse en la Facultad porque en su propia casa, no estaba segura.
Pero sobre todo, odiaba a sus hermanos, dos hombres de ya más de veinte años. Ambos idiotas, ambos borrachos y unos malditos pervertidos.
—¡Tessa! ¡Abre la puerta! —de nuevo los gritos, ni siquiera podía hablar correctamente por el alcohol en su sistema.
Tessa, se tapó los oídos, si no era Lyon, era Vante, pero siempre tenía que aguantar los golpes y gritos en su puerta de alguno de los dos.
—Ábreme, no seas una mala hermanita. —Vante, que era quien estaba detrás de la puerta, sonrió como estúpido, y se dejó caer en el suelo.
Constantemente, le gustaba pensar en su hermana menor, tenía algo que simplemente quería. Desde que había empezado a crecer, a sus quince años, noto muchas cosas que empezó a desear de ella, de su pequeña y única hermana.
—Vamos Tess. Solo quiero jugar contigo. —hablo una vez más, tenía la ilusión de que la puerta se abriera para poder verla allí.
Cerró los ojos tras la puerta, el licor que tomaba, quemaba su garganta con cada sorbo y no podía evitar imaginar a la chica que estaba tras la puerta, bajo las sabanas, molesta e incómoda.
—¡Tess, los hermanos se ayudan! —soltó una risa luego de eso, seguido de un eructo.
Tessa, que ya tenía las manos presionadas contra sus oídos con fuerza, no podía dejar de imaginar mil maneras para callar a el hombre que estaba en su puerta y que si lo propusiera, perfectamente podría tumbarla.
—¡Tessa! —esta vez, el grito era de enojo, la paciencia de Vante se estaba acabando. —¡contare hasta tres, pequeña!
Tessa salió de la cama, no iba a abrirle la puerta, pero tampoco podía quedarse allí, rápidamente tomó su teléfono y se escondió en lo más profundo de su armario, por donde observo, como su hermano rompía el pomo de la puerta con un martillo y entraba con su botella de licor en la mano.
Vante, dejó caer el martillo al suelo y con pasos arrastrados llegó a la cama de Tessa, ella no estaba ahí, eso lo molesto y miro alrededor en busca de su hermana.
—Vamos pequeña, no juegues conmigo. —susurro dejando la botella ya vacía sobre la cama. —¡debes obedecer a tus mayores!
Se levantó de la cama y empezó a buscar haciendo un desastre, miro debajo de la cama, donde no encontró más que un par de zapatos. Camino hasta el armario, donde Tessa, tapó sus labios con fuerza y se acurruco lo mejor que pudo.
—Se que debes estar por aquí, pequeña. —de nuevo hablo con una voz baja y abrió las puertas del armario.
Su vista se pasó por la ropa, pero no logró reconocer el bulto que había en un rincón, aquel que era su hermana. Cerró de golpe dándole un susto a Tessa y abrió uno de los cajones de afuera.
Tessa, quería dejar de mirar, pero simplemente no podía, observó como su hermano tomaba su ropa interior, y prenda por prenda se la llevaba a la nariz, aspiraba el olor como si de una flor aromática se tratará.
Las ganas de vomitar, invadieron a aquella chica que aún no podía salir de su escondite. Vante, rendido en su búsqueda, solo tomó una de las prendas para guardarla consigo y luego se tumbo en la cama.
Cerró los ojos, aspiro una, dos, tres… el olor del cabello y la piel de su hermana menor estaban allí, frescos y presentes.
—La pequeña Tessa, se escondió de su hermano. —susurro a la vez que se sacaba el pantalón torpemente. — ¿acaso no quieres a tu hermano? —pregunto al aire y estiró su mano sacando de un bolsillo, la foto de Tessa. Una foto, que había tomado su padre antes de morir.
En aquella foto, la sonrisa de Tessa era radiante, su cabello negro le daba en el rostro por el aire y el vestido que traía se movía con la brisa. Era una foto cualquiera, una donde Tessa había sido feliz por un momento.
Ella lo recordaba, el abrazo de su padre, las canciones antes de dormir, los regalos y las salidas con su padre. Siempre había estado protegida con su padre, ni siquiera sabia que sus hermanos existían o que su madre estaba con ellos.
Así fue hasta que su padre murió, su madre se la llevo y conoció lo que ahora es su única familia. Al inicio, Vante y Lyon, no eran tan malos, pero en cuanto su madre los dejó y ella creció, todo se volvió peor.
Las drogas y el alcohol se volvieron parte de la casa, Tessa ya no estaba segura en ningún lado, y lo supo, porque ya no podía usar su vestido favorito sin que alguno de sus “hermanos” mencionara lo bien que se vería sin el.
Los sonidos obscenos sacaron de trance a la chica, que dejó salir una lágrima de enojo y tristeza. La escena era asquerosa, su propio hermano, pensaba de manera lasciva hacia ella y viendo su foto, no hacia más que tocarse sobre su cama.
Por fin, logró quitar la mirada de aquella horrible escena y a cambio, solo se abrazo ella misma cerrando los ojos hasta dormirse sin darse cuenta.
La alarma sonó con fuerza, Tessa se despertó de golpe y enseguida la apagó con el miedo de que su hermano, hubiese escuchado su teléfono. Pero cuando volvió a ver hacia la cama, el hombre de la noche anterior ya no estaba.
Miro a la puerta, ahora tendría que buscar la manera de cambiarla. Salió del armario con cuidado y revisó sin hacer ruido, parecía que no había nadie.
Camino descalza fuera de su habitación, paso por los pasillos y la sala, revisó la cocina y el baño, las habitaciones estaban vacías y no había nada más que desastre.
Estaba sola. Respiro con algo de alivio y regresó a su habitación, encontró sus sabanas pegajosas y no quiso saber porque. Encontró una de sus prendas llena de manchas blancas y prefirió tirarla a la basura.
Con un par de guantes, tomó las sabanas de su cama y las lanzo hacia el jardín, ella no volvería a usar nada de eso, lo quemaría y se desharía de todo.
Revisó sus cosas, la botella vacía y el pantalón los arrojó a la basura, no sin antes revisar si los bolsillos tenían quizá dinero, en cambio, encontró solo otra foto suya, que rompió y tiro a la basura con todo lo demás.
No podría llegar temprano como quería a la Facultad, primero debía encargarse de la puerta rota y el desastre en la casa.
•••
—Señorita Tessa. —saludo la maestra, tras verla llegar finalmente a su clase.
Tessa no respondió, solo paso en silencio y se sentó esperando a que todo continuará. Aun tenía náuseas de la imagen que había visto la noche anterior y no quería hablar de nada.
La maestra, le resto importancia a ello, no sabía nada de Tessa y realmente, no insistiría en tener una conversación con ella, pues nadie hablaba con ella, nadie excepto de dos chicas que se consideraban igual de misteriosas; Ava, la hija de los gobernadores de la isla y Sloane, otra chica tan común como Tessa.
Las tres, hablaban entre si, pero nunca con alguien más y por su puesto, apenas se veían en la Facultad. Los rumores decían, que las tres eran hermanas pérdidas, trillizas que habían sido separadas al nacer, esto debido a su parecido físico.
Sin embargo, las tres tenían una razón específica por la que hablaban, y solo ellas sabían porque de repente habían decidido hablar las tres, siendo tan diferentes y tan desconocidas.
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