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Capítulo 3: Lobo con cola entre patas.



Solo puedes confiar en una cosa Remus, la consideración que te tengan siempre va ser sospechosa. No seas tonto y no caigas en esas mentiras.

Desde ese momento en que salió del hogar de Harry, supo que no vería la vida de la misma manera que en el ayer.

Construir un castillo de naipes llevaba mucho tiempo y cuidado para hacerlo, o era así en su perspectiva. Después de verse casi desolado hace 26 años atrás no tuvo de otra que tomar los materiales que podía y hacer una casita en el cual sobrevivir sin que el viento se lo lleve. Así sobrevivió durante muchos años hasta que después de la guerra pudo valer su identidad ante la comunidad mágica y tener los suficientes recursos para sobre llevar una vida tranquila y serena. Apenas y podía ser tratado de verdad como un humano. Pensaba tal vez que se podría inscribir en cursos de barro para dedicarse de manera cliché a pasatiempos de artes como bien lo dicta la tercera edad inglesa, pero esos planes fueron arruinados solo por dos niños que quieren jugar a la casita.

Para después de unas dos semanas McGonagall noto ya sin dudas que algo le pasaba o le dejo idiota, pues ya llevaba demasiadas impuntualidades tanto al desayuno (no sabía cocinar) como también a sus clases, menos mal que la calidad educativa seguía siendo la misma. La excusa era la luna, pero no había jodida luna llena hasta dentro de otras 20 puñeteras noches, por lo que sabía que algo se andaba cocinando en esa mente lupina.

No lo olvides Remus, en este mundo solo sobreviven los fuertes, no dejes que te engañen.

Desde sus nervios flojos que siempre ha tenido en la niñez, no puede evitar sentirse algo afectado ante el recuerdo de su padre, hace años que no había soñado con él. Súmenle el factor de un insistente e inocente de la vida Harry y a su compañero alcahueta.

Desde que su cachorro declaro estar en una relación con el exconvicto después que saliera este de su juicio para el 98, supo que se encontraba ante un amor que no podrá quebrar, aunque más se desease. Draco en ese entonces a sus ojos no era confiable, de pasado dudoso y en su inocente prejuicio demasiado Slytherin, pero algo debió verle Harry y el no juzgaría sus decisiones, alguna razón debió ser. De todos modos, aun para su disgusto, esos dos se traían ganas desde la escuela.

En todo ese proceso de reconstruir sus vidas siempre acompaño lo más que podía al último Potter, siendo su apoyo y sostenimiento ante un mundo adolorido y lleno de enojo. En el transcurrir de los meses Draco provo ser de confianza ante sus ojos y sentidos, porque podía ver en sus acciones que vivía solo por Harry, y si fuera necesario moriría o asesinaría si este se lo pidiera. Dolorosamente era demasiado parecido a Sirius.

Para cierto punto, comenzó a ver a Harry con cierta envidia que le hacía sentirse mal, por desear algo así en su vida. Y culposamente después de aquella reunión, no podía deshacerse de esos sentimientos de frustración, miedo y envidia.

Se sentía horrible. Se sentía muy egoísta.

No puedo desear eso, pues al final al cabo estrellarse es definitivo.

Ahora no sabía que hacer o cómo comportarse cuando fuera ver esos dos de nuevo, ya habían pasado algunos días, suspirando de cansancio al seguir evadiendo las cartas insistentes del moreno.

Su rutina comenzaba a caerse a pedazos, al igual que su proyecto de la próxima década por dejarse llenar de fantasías que tal vez no podrían hacerse en realidad.

No podía llevar a ese niño en su vientre, no podía.

No es que en realidad no pueda engendrar, pero se sentía peor cuando nazca y vea que solo hay cupos limitados.

Sentirse usado.

Y le daba enojo, estaba enojado con ellos por alterar su monotonía segura.

No podía desear más, solo tenía que apegarse a lo que tiene y es seguro.

Para un martes en la mañana de septiembre, en un día como cualquiera dentro de lo que cabe en el comedor común de la escuela, bebía tranquilamente su té con leche en la mesa del profesorado, pensando si era buena idea enseñar el conjuro patronus para sus estudiantes de cuarto, cuando McGonagall como mensajera del desastre se levantó de su asiento para obtener la atención del alumnado. Por el rabillo del ojo miro al resto del profesorado, algo desconcertados por el aparente aviso sorpresa que tendría que decir la directora, pues ella no se andaba en misterios como el anterior.

-Antes que se vayan a sus clases me gustaría anunciar una adicción a nuestro equipo del profesorado. En vista que el profesor Horace ha decidido partir a un viaje de capacitación, en este trimestre tendremos un nuevo profesor de pociones de reemplazo y sustituto de jefe de casa. -Remus de alguna forma sintió lo que el viento se llevó del infierno hacia el colegio, sintiendo los vellos de su nuca erizarse y el preludio de una posible tormenta. ¿Qué era cosas de viejos? Para nada, confía ciegamente en su detector desde lo empírico. -Espero que, tanto para mí como para todos, les dé gusto de recibir al Señor Draco Malfoy-anuncio la directora con una sonrisa mientras las puertas se abrían en un chirrido antiguo.

"¿enserio creíste tener la vida agraciada que querías?"

Cierta figura se hizo paso por la mitad de la sala directo a la mesa del profesorado, caminando con gracia y estilo, destilado la elegancia de su estirpe con esa sonrisa de comercial que ha adquirido para su marketing de "Soy perfecto, soy un Dios, soy bellamente inmortal y deben reverenciarme" ante los demás, ganándose las miradas de pubertos con las hormonas revueltas y ojitos lleno de brillos por un crush pasajero.

Remus desde su asiento tenía la boca semi abierta de la incredulidad a medias, con su propia voz mental negando repetidamente que está loca fantasía no está ocurriendo.

El rubio como no, se presentó con educación y galantería ante todos los estudiantes, causando impresiones ambivalentes en sus rostros. Este debió sentir su estado de idiotez y confusión al observarlo desde su posición con aquellos ojos grises en expresión ganadora "si pensaste ser libre de mí, ten por seguro que te atormentarse por lo que viene de trimestre"

-Señor Malfoy, espero que encuentre agradable su estancia aquí en Hogwarts, no tenga duda alguna de acudir a mi o alguno de los profesores en caso de problema-ofreció tan amablemente la gata, pero por dentro quería apuñalarla por semejante traición a su vida agraciada.

-No se preocupe directora, sé que puedo, hare maravillas a este lugar-declaro con aquella expresión angelical en su repertorio de máscaras, pero se aseguró expresamente que el recibiera el mensaje subliminal de ello.

"A un Malfoy no puedes decirle que no"

Querido yo...

No ha pasado mucho antes de volver a despotricar conmigo mismo y la tendencia que tiene el universo para hacerme la vida difícil. Necesito para este punto drogas para calmar el estrés que tienen los gemelos del mal en contra de mi futura vida agraciada, mi psicomago ya no está dispuesto a mandarme mi suscripción por no afrontar la realidad, pero son patrañas, apuesto que el intento de Lucius lo ha sobornado para que no me dé ni piedras. McGonagall...esa traidora esta confabulada con ellos, no tengo dudas.

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