Ahí iba Sam, pisando fuerte a través de la senda desolada, rumbo hacía el pueblo de San Luis.  La oscuridad lo había alcanzado antes de llegar al pueblo. Y no era solo por la noche, sino por algo más siniestro que solo algunos podían sentir, aquel ente en el aire.

   La medianoche había llegado sin darse cuenta, y aunque estaba sudando mucho por subir por aquella angosta brecha, sentía unos viento álgidos que penetraban sus huesos.

Sin darse cuenta un cementerio le abría sus puertas. Y sin darse cuenta, seguiría una señal de luz de la que nunca más volvería...

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