III
La tarde cayó sobre la campiña gitana, la novia y su suegra conversaban sobre los trajes nupciales, en el taller de Amalia, la costurera del pueblo. Ioana aprobó los diseños, fascinada. Los dos vestidos, de imitación de piedras preciosas y faldas anchas, eran una maravilla a la vista. Esas prendas complementaban el ajuar que usaría en los ritos previo al casamiento. Hablaron del ramo, detalle que habían olvidado por completo. Para suerte de Ioana, en el jardín de Amalia crecían flores típicas de un buqué gitano.
La mujer las llevó a la rosaleda y les dijo que podían tomar las que quisieran.
Ioana no cabía de felicidad. Pidió permiso para entrar en el jardín y verlas de cerca. Amalia afirmó con la cabeza, consintiendo la entrada.
—Revisa todo lo que quieras, Rania y yo iremos a preparar té. Te esperamos en la cocina.
Los delicados claveles rojos y blancos embelesaron a Ioana, aspiró la fragancia, hechizada por el aroma y los colores tan vivos. Acarició las flores, despacio para no dañarlas. A sus espaldas, una voz infantil le ocasionó un ligero sobresalto.
—¿Me dejas leer tu mano? —pidió la niña, que intuyó tendría once años. Vestía igual que el resto de mujeres gitanas adultas: falda larga, blusa holgada y un manto en la cabeza.
—¿Adivinarás lo que hay en mi futuro? —Le sonrió con ternura.
—En realidad soy aprendiz —confesó—. Mi tía Amalia me enseña astrología por las tardes, al salir de la escuela. Leer las manos es algo que hago para practicar.
—A ver, dime qué me depara el destino. —Enseñó la palma.
La chiquilla la asió de la mano, le bastó dar un vistazo para soltarla como si quemara.
—Bengorré... Meripén. El demonio y la muerte te acecha. —Se alejó corriendo, muy asustada.
—¡Espera! ¡No te vayas! —exclamó conmocionada por lo que le dijo. La niña no volteó la cabeza, su silueta se perdió entre la espesura de los árboles que rodeaban la casa.
Ioana entró en la cocina, temblando.
—¿Qué pasó? ¿Por qué traes esa cara? —Rania detuvo el parloteo con Amalia—. Parece que viste un fantasma.
—Una niña en el jardín... dijo algo sobre que el demonio y la muerte me acechan. —Rompió en llanto.
—Debió ser mi sobrina. No le hagas caso a lo que te haya dicho. —Trató de calmarla—. Tómate esta manzanilla, es eficaz para los nervios.
Ella aceptó el té, mas cuando iba a beberlo se percató de la apariencia de este: era sangre. Dejó caer el recipiente y huyó del sitio, con el espanto recorriendo su ser.
La atmósfera se tornó difusa. Una sensación de ahogo y desesperanza la oprimía. ¿Estaba delirando otra vez?
Rostros de cuencas vacías enfilaron hacia ella. Lanzó un alarido y se desmayó a causa de la impresión.
Escuchó una voz conocida emerger entre las sombras. Poco a poco el sopor se disolvió. Abrió los ojos, Rania le acariciaba la frente.
—¿Qué pasó...? —El ambiente frío penetró sus huesos. Intentó incorporarse, pero unas ataduras en los brazos se lo impidieron—. ¿Qué pasa, porque estoy amarrada? —Tiró de las cuerdas, acción que le ocasionó raspaduras en la piel. Concluyó que estaba sobre un altar de piedra. Reconoció el lugar: la habitación prohibida.
—Te inmovilizamos para que no te hagas daño, al bebé especialmente. Es primordial que esté íntegro para la ofrenda. —Los ojos de Rania eran dos pozos negros que rezumaban malignidad.
—¿Qué? ¡Mi bebé, nooo! ¡Suéltenme!
—Tranquila, en breve todo terminará —susurró Neda.
—¡Aléjese de mí! ¡Usted hechizó a mi suegra, ella nunca haría esto!
—Al contrario, Rania es la ejecutora del ritual —rio perversa.
—¡Es mentira! —refutó la joven—. Mi suegra no hace brujerías...
—¡Ya deja de llamarme así! —escupió Rania, irritada—. Una paya no será jamás mi nuera. ¿Creíste que permitiría que te casaras con mi hijo? Qué ilusa eres.
—Esto... tiene que ser un espejismo. ¡Usted no es así! —Cerró los ojos con fuerza, deseó que esa horrible pesadilla desapareciera.
No hubo alteración. Lo que estaba viviendo era real.
Neda la agarró de los talones y le hizo un corte en el pie izquierdo. La muchacha aulló de dolor, se agitó con violencia, mas de nada le sirvió. El tormento recién iniciaba. Rania le alzó la blusa por encima del abdomen, hundió el cuchillo en la piel blanca y dibujó una cruz invertida, el corte no fue profundo, pero sí lo suficiente para que brotara sangre. El líquido carmín descendió por los canales esculpidos en la roca.
—¡¡No se saldrá con la suya!!
—Hace rato nos salimos con la nuestra, querida. Tu confianza ciega en mí, el aceptar todo lo que te daba sin oponerte, te fue atando a nuestros fines. Que no tuvieras familia facilitó también las cosas —reveló Rania—. El sacrificio requería una preparación, de lo contrario no sería aceptado. Ya estás lista, tú nos sacarás de esta pobreza.
Ioana maldijo haber confiado en Rania, a quien trató como a una madre; la despreciable mujer se aprovechó del vacío maternal que tenía para engañarla. No obstante, ese no podía ser el fin, al menos no del niño que llevaba dentro.
—¡Piense en su nieto! Por favor... —apeló al vínculo familiar.
—Tendré otros, y serán gitanos puros.
—¡¿Qué explicación le dará a Andrei?! —sollozó.
—Oh, por eso no te preocupes, lo tengo solucionado. Mira a tu izquierda.
Ioana ubicó a su prometido sentado en una silla. Los ojos de su amado emitían una insondable oscuridad que nunca antes había visto. Andrei empinó hacia ella, sin apartar la mirada. Detuvo los pasos al otro extremo del altar. Madre e hijo, la observaban en silencio. En esa posición, Andrei le pareció un gigante, más alto de lo que en realidad era. Vestía una túnica negra, que combinaba tétricamente con el cabello azabache y la piel morena, atributos que antes había amado y ahora le causaban terror. Él se agachó con intenciones de besarla, Ioana apartó el rostro, asqueada.
Andrei rio por la actitud displicente de su amada, con qué facilidad las mujeres pasaban del amor al odio, olvidando los buenos momentos compartidos. Suspiró. Agarró el cuchillo de manos de su madre, lo sostuvo en el aire y declaró:
—Te diría que lo lamento, pero no es verdad. El señor oscuro exige un sacrificio.
Un grito desgarrador estremeció a la gente que circulaba por las calles de aquel pueblo transilvano. Nadie se alarmó, al contrario, agradecieron a quien sea que haya elaborado esos efectos terroríficos, porque logró ponerles los pelos de punta.
La edición de Halloween de ese año no sería olvidada.
Fin
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