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Terriblemente Amable

Cú arrastró las hojas con la escoba, el vibrante tono verde se mezcló con el opaco de los pétalos de las flores que empezaron a marchitarse, con un movimiento ágil balanceo el palo de madera y coloco de forma instintiva la escoba sobre su hombro como si fuese su lanza cuando termino de juntarla.

Su mirada se desvió hacia arriba, el cielo era azul y los rayos de sol bañaron su rostro iluminándolo con gracia, mientras las aves trinaron alegremente. Cú cerró los ojos y suspiro, era un día que, por supuesto entraría en la categoría de perfecto, se encontraban a inicios de la primavera en una ciudad tranquila y con un paisaje sin igual. Japón se veía rodeado del florecer de los cerezos lo que ocasionó que las calles se vieran pintadas de color rosa y era, -gracias a la consciencia que el santo grial le había otorgado- la temporada preferida para las parejas.

Y aún así se encontraba en una solitaria iglesia barriendo el patio de su terrible maestro.

Originalmente Cú Chulainn; el héroe Celta, había sido invocado para participar en la Guerra del santo grial, una guerra donde varios magos se veían involucrados para adquirir no solo prestigio sino el poder de cumplir su mayor deseo. Sin embargo su maestro había sido asesinado tras ser invocado y así fue como terminó en las manos de un hombre horrible y despreciable como su maestro actual; Kotomine Kirei.

Cú observó una pareja de pájaros salir volando cuando escucharon el sonido de las campanas, anunciando así que la misa había concluido, colocando la escoba en su posición original, escucho el sonido de la puerta de madera abriendose y dando paso a los creyentes que salían de ella, Cú chasqueo la lengua, mientras removía las hojas de un lugar a otro y por el rabillo miro con el entrecejo fruncido la entrada.

A diferencia de su primer maestro que era un mago de buena familia, su nuevo maestro no lo era, sino más bien era un simple sacerdote, el presunto mediador en la guerra del santo grial, que en apariencia no debería tener deseos en obtener el grial y siendo objetivo, no parecía tener deseo alguno en poseerlo, siendo que a pesar de haberse tomado las molestias de robarlo de su dueño original, las órdenes que Kotomine le instruyó fueron simples; informar sobre los otros participantes.

Por su puesto la orden no solo fue una broma sino un insulto para un guerrero como él siendo tratado como una simple herramienta a descartar, él no era un espía a diferencia de los que alguna vez se usaron en medio del conflicto de su época, él había estado en medio del campo de batalla, sus manos no solo estaban cubiertas de la sangre de enemigos sino de los que alguna vez fueron compañeros de armas y que, las circunstancias los habían llevado a tomar caminos separados hasta que sus espadas tuvieron que chocar unas contras otras.

Aún así acato sus órdenes, esperando la oportunidad perfecta, después de todo, tras haber sido tomado de tan vil forma lo que mantenía a Cú Chulainn en pie era la promesa de acabar con ese tipo.

No obstante para su mala suerte -una vez mas- sus planes no habían salido como había esperado. Cú Chulainn había estado en medio de diferentes conflictos en su época, eso lo hizo adquirir un sentido singular para poder determinar una situación en el campo de batalla, él sabía reconocer el olor de la sangre, tenía la capacidad de sentir el instinto asesino, como también la temible sombra de la catástrofe y Fuyuki no olía así. No se sintió así y mucho menos las nubes negras que anunciaban la futura tormenta nunca se estacionaron en ese lugar.

Al parecer ningún maestro deseaba un enfrentamiento mortal, y los espíritus heroicos siendo influenciados por sus maestros naturalmente también desearon la misma paz que ellos. Por lo que el deseo de un cesé al fuego fue la propuesta inicial que tanto el maestro de Saber y Archer respectivamente plantearon y sumando a ello la revelación que hizo Caster tras declarar que el Grial estaba corrupto, ocasionaron a qué la guerra del santo grial fuese pospuesta hasta nuevo aviso, dando como resultado los días de paz en Fuyuki. Si es que podía denominar paz a ser el esclavo de Kotomine Kirei quien lo hacía hacer las tareas de la iglesia.

Cú observó los rostros felices de los feligreses amontonándose alrededor de Kotomine, como viles abejas a la miel, las sonrisas de las damas y de los hombres parecían sinceras, en sus ojos había un brillo sin igual como si mirarán al propio mesías, lo cual le disgusto por completo.

En la antigüedad los druidas eran venerados como hombres llenos de sabiduría, con grandes conocimientos de las artes ocultas, así que la imagen no era tan extraña de evocar, sin embargo su maestro no era alguien que la gente debería venerar, ni mucho menos admirar. Bajo la sonrisa amable y la mirada condescendiente había un hombre frío y calculador que no sentía nada por nadie y si tuviera que ser honesto no creía que sintiera algún tipo de respeto o consideración hacia su propia persona, así de nefasto era Kotomine Kirei, que a pesar de su vil naturaleza era amado por la gente que visitaba la iglesia de Fuyuki.

La imagen de ver a gente caer en sus mentiras le revolvió el estómago, una mueca de malestar apareció en su rostro, solo para desvanecerse al instante cuando sus ojos se abrieron al mirar a Kotomine tomar a una mujer en sus brazos.

Kotomine Kirei era hombre, y para su infortunio no era del tipo de hombre que pudiera denominar fácilmente como feo, a pesar de su edad era un hombre llamativo con una voz cautivadora que atraía a las personas en cada oración cuando daba la misa, además por lo que había escuchado había sido sacerdote de esa iglesia por mucho tiempo lo que lo había congraciado con la comunidad, por supuesto no paso desapercibido de las miradas indiscretas y comentarios que parecían tener una doble connotación, como practicante de su religión, fue devoto a sus enseñanzas y siempre mantuvo una distancia con su congregación sin parecer del todo frío con ellos. Por ello, el simple hecho de que Kotomine estuviera tocando a una mujer frente a su grupo era, por lo menos decir extraño.

Sin embargo, cuando Cú miro mejor la situación observó que la mano de Kotomine se había posicionado de forma en que la mujer en cuestión no cayera, es más, observando bien a la mujer, la ropa holgada que llevaba puesta estaba ajustada mostrando así que su estómago sobresalía. Y cuando su mirada subió hasta la altura de su rostro vio el dolor reflejado en su mirada. De pronto la voz de Kotomine resonó a través del pase llamándolo.

Cú corrió hacia la puerta de la iglesia, donde varios feligreses se encontraban amontonados, mientras Kotomine sostenía a la mujer, su mano izquierda seguía justa en su cintura, mientras la otra había sido tomada por la mujer en cuestión y la apretaba con fuerza.

Estaba en labor de parto.

Esa mirada era inconfundible, en su niñez algunas veces pudo ver este tipo de situaciones cuando ayudo a la matrona de la familia Culann al encontrarse ahí.

—¡He llamado al hospital, pero dicen que tardaran una hora en llegar! —la voz de un hombre, que supuso era el esposo se escuchó llena de pánico, ahora que recordaba, se encontraban en plenas festividades, no por nada Japón era conocido muy bien por festivales.

—Bien, ¿Crees que puedas esperar? —pregunto Kotomine con suavidad, mientras poco a poco cambiaba la posición de la mujer sin que está lo notará, la mujer negó con la cabeza, se encontraba al borde del llanto, Kotomine asintió— Está bien, lo estás haciendo muy bien —susurro palabras amables antes de soltar el agarre de su mano, el rostro de la mujer se contrajo ante el dolor— Shh, lo haces muy bien —siguió susurrando como si fuese su "nana", sus ojos no se apartaron ni por un segundo de los de ella, su pierna se flexiono y con la mayor suavidad que pudo observar en el hombre, Kotomine la cargo en brazos— Está bien, todo está bien, te prometo que todo saldrá bien —siguió susurrando hasta que la mujer se calmo con sus palabras— Lancer —llamo y Cú quien se había quedado estático en su lugar sin saber que decir o hacer simplemente lo miro en silencio— Trae la olla grande y calienta agua —soltó, Cú obedeció sin decir palabra alguna, no sin antes escuchar como Kotomine llamaba al esposo para que lo siguiera.

En la época en la que vivió Cú Chulainn no era extraño presenciar partos naturales, Cú no se sentía asustado o asqueado de ello, el acto de nacer como el de morir era un ciclo natural de la vida de cualquier ser vivo y como tal no debía verse como un tabú sino con el debido respeto y honor que ameritaba. La vida era una lucha, desde el nacimiento como en la propia muerte. En el pasado la gente no moría de viejo sino por la guerra o el hambre, los tiempos actuales no daban cabida a ese tipo de vida, pero no por ello era menos honorable.

Sin embargo lo que lo hizo sentirse perdido, mientras la voz de Kotomine resonaba en sus oídos a pesar de que el hombre en cuestión no estaba gritando y mucho menos alzando la voz, fueron lo dulces que salieron las palabras de su boca.

Kotomine no solo había calmado a la mujer, sino que, a pesar de preparar una sala de parto improvisada, lo estaba logrando. Palabras de aliento fueron susurradas con tanto cariño y amor que de alguna forma lo hizo no solo sentir extraño sino que fuera de lugar.

Kotomine Kirei no era amable. No sentía nada por nadie, su mayor felicidad era el dolor ajeno, así que el simple hecho de ayudar a una mujer a traer vida a un mundo que parecía ser demasiado aburrido para él era extraño de observar.

Varias veces quiso pellizcarse la mejilla para comprobar que no era un terrible sueño, Cú quería entender lo que estaba pasando frente a sus ojos. Una mujer estaba en una de las alas de la iglesia en pleno parto, las lágrimas corrían por sus mejillas, mientras su rostro se contorsionaba lleno de dolor. Kotomine no solo guío a la mujer mientras se encontraba en labor de parto sino que consoló al hombre que parecía igual de asustado. Supuso que era su primer hijo.

Entonces el llanto de la madre fue opacado por el llanto de un bebé. Y cuando Kotomine tomo al niño sonrió de una forma que jamás lo había visto hacerlo. No era una sonrisa falsa como las que solía dar a sus feligreses o a cualquier otra persona que quisiera acercársele, tampoco era esa sonrisa llena de audacia y felicidad cuando miraba el dolor de otro. No, esta era amable y llena de compasión como esperanza, un brillo singular se estacionó en sus ojos y por primera vez la luz en su sonrisa coincidió con los de sus ojos.

Cú sintió un escalofrío. Este no era Kotomine Kirei; su maestro. No era el malvado sacerdote que maquinaba algún plan detrás de escena y se reía de la desgracia ajena. Pero de alguna forma seguía siendo el mismo, su nariz se arrugó cuando Kotomine lo miro, sus manos estaban llenas de sangre con el niño en brazos. Y su sonrisa en lugar de hacerlo sentir en paz como a los demás, le hizo alejarse hasta que salió de la habitación sin mirar atrás.

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—¡Señor Lancer! —el grito sobresalto a Cú por un momento, colocando una mano en su pecho, exhaló un poco de aire antes de girarse y mirar al causante de haberlo asustado. Frente a él se encontraban Gilgamesh, o mejor dicho una versión aún más joven del Rey de Mesopotamia, quien al menos era más razonable que su versión adulta.

Gilgamesh lo miro con ojos divertidos, mientras una sonrisa cautivadora se extendió en sus labios. Se había inclinado hacia adelante y lo miraba con curiosidad, Cú odiaba la mirada de Gilgamesh, siendo niño o adulto, esos ojos siempre veían demasiado.

—¿Lo asusté, señor Lancer? Mis más sinceras disculpas.

—Como si ese fuese el caso —bajo los hombros restándole importancia, tratando así de no llamar aún más la curiosa mirada de Gilgamesh hacia su persona, ya que, después de todo, si algo venía de Gilgamesh era un presagio de mala suerte para él.

—Hmm, ya veo, menos mal —rio bajito antes de desviar la mirada y dirigirla hacia la iglesia, la puerta como de costumbre estaba abierta, "la casa de Dios es para todo el que quiera entrar" había escuchado decir a Kotomine una vez, por supuesto no sabía que tan sinceras eran sus palabras, pero su voz no flaqueo cuando las dijo— ¿Kotomine tiene visitas? —la voz de Gilgamesh atrajo su atención, Cú hizo una mueca antes de responder.

Desde el suceso que vivieron en plena pascua, es decir el nacimiento de un bebé en la iglesia, los padres del niño habían estado visitando más seguido la iglesia de Kotomine. No solo la mujer y su esposo estaban sumamente agradecidos por su ayuda a la hora del nacimiento de su hijo, sino que al parecer el bebé le había tomado algo de cariño. Ver a la nueva familia merodeando cerca no era extraño, por más que Cú sintiera náuseas de la escena. Después de todo para él ese hombre no era más que un farsante. Aunque en ese entonces cuando los ayudo, su mirada era tan...

Cú negó, Kotomine podía mentir con facilidad, todo lo que pasó en ese momento no fue más que solo una actuación, se dijo así mismo antes de regresar su mirada a Gilgamesh quien lo estaba viendo abiertamente.

—Solo son visitantes que parecen haberse encariñado con Kotomine, puajj.

—Hmmm, con que es así... —sonrió Gilgamesh, el iris de sus ojos se hizo mas delgado mientras se volvían medias lunas— Parece que Kotomine se ha vuelto popular, bueno siempre ha sido así al menos en su oficio.

Cú se cruzó de brazos, no planeaba discutir sobre el tema en cuestión, Gilgamesh fue el sirviente de Kotomine en la anterior Guerra del Santo grial, era normal que supiera cosas que él no, sin embargo no pudo evitar que su boca se moviera primero.

—Cualquiera puede ser amado siendo alguien falso —empezó, mientras miraba la escena desde lejos, la mujer mostraba al niño en brazos mientras le sonreía feliz, su esposo en cambio parecía satisfecho mientras hablaban— Está gente piensa que ese hombre se preocupa por ellos, sin embargo si supieran qué se alimenta de su tragedia ¿Me preguntó que cara pondrían?

Se burló Cú. Gilgamesh miro el cielo azul, las flores que alguna vez cubrieron los árboles de la entrada habían desaparecido.

—Parece molesto, señor Cú, me preguntó porque será ¿Acaso Kotomine no ha hecho algo de tiempo para usted?

—¿¡Ha!? ¿¡Que demonios!? ¡Quién querría pasar algo de tiempo con un sujeto como él!

—¿Oh? ¿Es así? Menos mal, por un momento pensé que se sentía algo solo.

—¿Quien se sentiría solo por un hombre como él? ¡Solo me resulta molesto como estas personas pueden ser demasiado ingenuas con las intenciones de ese hombre!

—Pero señor Cú, creo que está confundiendo algo importante, a pesar de quién es Kotomine, él es honesto con lo que hace en su trabajo.

—¿Honesto? No me hagas reír, ¿Él preocupado por otras personas, aún más siendo amable con otros? Imposible.

Gilgamesh se llevó una mano al mentón, mientras escuchaba el despotricar de Cú Chulainn y tras unos segundos cuando al fin se calmo asintió para si mismo.

—Ya veo, como Kotomine nunca ha sido amable con el señor Cú, por eso el señor Cú se expresa de tal forma, sin embargo me preguntó si ¿Realmente quiere conocer que tan amable puede llegar a ser Kotomine? —Cú lo miro sorprendido y sus palabras parecieron más un susurro en medio de la divagación de Gilgamesh— Sin embargo, señor Cú, la amabilidad de Kotomine podría ser terriblemente mortal para usted, me preguntó si ¿Realmente quiere conocer ese lado suyo? —dirigió una mirada intrigada en su dirección.

—Pero ¿Qué demonios? —soltó Cú, sin embargo Gilgamesh no aparto la mirada, no obstante antes de poder responder una voz los interrumpió.

—Así que has vuelto, Gilgamesh —la voz de Kotomine llamo la atención de ambos sirvientes, Gilgamesh sonrió amablemente antes de dirigirse hacia Kotomine, Cú se odio así mismo al darse cuenta que Kotomine lo había sorprendido, era extraño y no había sido la primera vez, pero ese hombre podía ocultar muy bien su presencia cuando quería hacerlo. Eso le hizo fruncir el entrecejo, su nariz se arrugó cuando percibió un extraño olor.

—Pareces molesto, Lancer ¿Sucedió algo? —Cú frunció el entrecejo ante la pregunta.

—Nada en particular, maestro —dijo esto último con sorna, pero Kotomine no pareció molesto, en su lugar pareció complacido.

—Ya veo, es bueno que te encuentres en buen estado, y ya que ese es el caso, me gustaría que fueras a recoger esto —extendió una hoja de papel blanca en su dirección antes de regresar su atención a Gilgamesh y como si fuera una ocurrencia tardía añadió— Oh, es verdad la hija de la señora Orikawa me trajo algunos dulces de su viaje a Hokaido, me gustaría que los comieras por mi Gilgamesh, si no es mucho pedir.

Gilgamesh sonrió antes de meter sus manos en sus bolsillos y tararear alegre —¿No eres como un niño tratando de deshacerse de sus vegetales? Cómo sea, si son de la señora Orikawa deben ser buenos, ella tiene buen gusto así que su hija pudo heredar eso de ella —dijo antes soltar una risita divertida.

Cú chasqueo la lengua antes de mirar el papel que le entrego Kotomine, en ella había una lista de deberes que debía hacer.

Sin lugar a dudas Kotomine Kirei no podía ser buena persona, mucho menos amable. Quién creyera lo contrario solo era un ingenuo más, pensó Cú antes de darse la media vuelta y marcharse.

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Cuando Cú llegó a la iglesia está se encontró en completo silencio, en su mano derecha traía la ropa que Kotomine había llevado a la tontería, hace un par de días había sufrido un accidente con un feligrés quien por accidente vertió vino en sus ropas bautismales. El hombre le dijo que pagaría la tintorería y aunque Kotomine se negó al inicio, al final acepto, sin mucho interés se dirigió hacia su habitación, entre más rápido terminara con ello más tiempo tendría para si mismo. Sus manos picaban y el deseo de fumar empezó a crecer en su interior.

Bajo la mirada de los feligreses "Lancer" el nombre que usaba Kotomine para referirse a él en público; era un acólito enviado por la iglesia para ayudar a Kotomine, por ende no podía permitirse lo que para la gente común era un placer banal, Kotomine le instruyó mantener las apariencias por ende el lujo que conllevo fumar o tomar un trago de una buena cerveza estaba prohibido. Sin embargo no era como si no pudiera hacerlo al menos en sus momentos de privacidad, y mientras no lo descubrieran.

Cú coloco la ropa encima de la cama, la habitación de Kotomine era pequeña y austera, el hombre en cuestión siguió a pie de la letra lo que su doctrina le enseño. Con pocas posesiones, Kotomine mantuvo solo lo indispensable consigo, es decir una cama, un par de prendas de vestir y muebles para guardarla en este caso. Cú se dirigió hacia la puerta, al menos ese había sido su plan, sin embargo antes de irse del lugar notó una copa de vino en la mesita de la esquina. A un lado de lámpara el rojo del vino brillo con esplendor y cuando se propuso a olfatear noto el olor dulce de su contenido.

Era buen vino, del tipo de vino que alguna vez probó en las ceremonias de gala que tanto odio asistir, y de las cuales tuvo que admitir a regañadientes que servían buena comida cuando estaba vivo.

Junto a la copa había una nota, la cual contenía un simple mensaje: Para Lancer, que el sabor de este vino logre complacer tus deseos.

Cú miro la nota con recelo, ¿Kotomine había preparado esto para él? No, eso era imposible, ese hombre era un tacaño cuando se lo proponía, además ¿De dónde podría haber sacado un vino de tan buena calidad? El olor embriagó sus fosas nasales, instándolo a tomar un trago, de pronto su boca se sintió seca y deseosa por beber su contenido.

Tal vez había sido el tiempo que tuvo de abstinencia al no tocar ni una sola gota de alcohol, por lo que Cú se vio caminando hacia adelante hasta estar a un solo paso de la copa, ¿Era un tipo de pago por su trabajo? ¿O solo una mala broma que Kotomine preparo? Tal vez solo se estaba burlando de él, Kotomine era del tipo de hombre que apreciaba observar las reacciones de otros. La lengua de Cú saboreo su paladar. Una vez más su nariz olfateo, el olor era embriagador, y sin más tomo la copa.

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Cú Chulainn se removió en su lugar, el frío se instaló en sus huesos generando que se encogiera lo más posible cuál ovillo, mientras se abrazaba así mismo.

Los espíritus heroicos no necesitaban comer ni mucho menos dormir, con la magia de su maestro podían subsistir hasta que el contrato finalizara, es decir hasta que el maestro o por consiguiente el propio sirviente perdiera la vida.

Sin embargo él ya había perdido a su maestro, Bazett Fraga McRemitz había muerto a las pocas horas de haberlo invocado y fue tomado por Kotomine Kirei, quien no era un mago.

Cómo tal no solo la magia que era administrada en un pase de por sí endeble era mínima lo que conllevó a Cú a tomar otras alternativas. No solo comía cuando podía hacerlo, sino que también se vio así mismo tomar algunas siestas para ahorrar energía.

Con la llegada del cese al fuego un día Kotomine le insto seguirlo dentro de los aposentos de la iglesia, como tal Cú espero lo peor, cuando fue llevado a la iglesia tras la muerte de Bazett, Kotomine le dejo en claro que solo tenía permitido pisar su oficina privada, cualquier otra parte dentro de los terrenos de la iglesia estaba prohibido para él, por lo que, el simple pedido le hizo sospechar.

En ese instante Cú se había mentalizado, después de todo la única razón de haber aceptado un contrato con ese hombre había sido solo para matarlo, no había ninguna otra razón para seguirlo, ni mucho menos para protegerlo, Cú no necesitaba el grial, cualquier deseo que tuvo alguna vez lo cumplió por si mismo, algunos vieron su leyenda como una serie de tragedias con un final igual de trágico, sin embargo esa fue su vida y nunca se sintió avergonzado de como la vivió ni mucho menos como terminó.

Su mano derecha se abrió y cerro, invocar su lanza en ese momento no sería un problema, era natural que Kotomine tratara de deshacerse de él, pero al menos antes de darle una oportunidad lo mataría. Si obedeció su propio código de honor solo había sido para ese preciso momento; donde pudiera matarlo el mismo y así vengar la muerte de su anterior maestro.

Sus pasos se detuvieron cuando observó la espalda de Kotomine detenerse, pronto el hombre se hizo a un lado mostrando así una puerta y con un gesto que casi pareció cortes le insto a abrirla.

Con el entrecejo fruncido y una mueca de disgusto Cú hizo lo que le pidió, si era una trampa podría lidiar con ello, al menos de eso estaba completamente seguro, después de todo había hecho un juramento; el mataría a ese hombre a como de lugar.

No obstante la sorpresa recayó en su rostro cuando miro adentro.

—¿Qué significa esto? —pregunto al mirar la pequeña habitación.

Kotomine sonrió autocríticamente antes de responder, parecía divertido por su reacción, sin embargo tan pronto como apareció el interés este se esfumó.

—Esa Lancer, será tu habitación, al menos hasta que todo se arregle.

Cú parpadeo con sorpresa en su dirección, pero Kotomine ya le había dado la espalda. A veces ese hombre podía ser tan tacaño con las palabras, se dijo así mismo antes de inspeccionar el lugar.

Lancer espero encontrar alguna trampa, después de todo Kotomine no era tan generoso.

Pero la respuesta a sus dudas llego más rápido y fue más simple de lo que espero, ya que a la mañana siguiente Kotomine empezó a darle tareas particularmente mundanas. Pronto Cú se vio familiarizado con todo el terreno de la iglesia y como la gente que solía frecuentarla.

"Ya que estarás aquí, entonces no queda otra opción que hacerte útil de alguna forma".

Había dicho una mañana Kotomine como si fuese la respuesta más natural del mundo.

Desde entonces Cú tenía su propia habitación en la iglesia y a ojos de los lugareños tenía un rol activo dentro de ella como ayudante de Kotomine.

Cú tirito en su lugar, sentía frío y la boca seca, trato de abrir los párpados pero los sentía pesados, lo último que recordaba era haber dejado la ropa de Kotomine sobre la cama y tomar el "regalo" que le había dado para luego marcharse arriba. En el techo del campanario se apoyo en una baldosa y mientras miro el cielo nocturno fumo su cigarrillo con calma, después de eso supuso que se fue a dormir ya que se encontraba en su cama, sin embargo cuando quiso levantarse simplemente no pudo.

Tenía sed y frío, demasiado frío como para querer aferrarse así mismo buscando que su cuerpo dejara de temblar.

Se suponía que era un espíritu heroico, este tipo de cosas no deberían de afectarle ¿Acaso se había descuidado?

El pase entre Kotomine y él era débil, la magia fluía de forma errática y esta apenas podía satisfacerlo, cuando Kotomine planteo la idea de hacer algo al respecto Cú dijo que buscaría alguna alternativa por su cuenta. En ese entonces Kotomine sonrió divertido antes de despedirlo para que iniciará su reconocimiento. Cú se preguntó si había sido demasiado temerario, un espíritu heroico no podía mantenerse en ese plano por su propia cuenta, su ancla era su maestro y si este no podía mantenerlo desaparecería, sin embargo desde hacía semanas que las peleas habían cesado, ningún maestro busco luchar cuando las consecuencias podrían ser mayores que los beneficios y él seguía comiendo y tomando descansos para manejarse así mismo junto con el pequeño suministro que Kotomine le proporcionaba, por lo tanto debería estar bien.

Cú trato de buscar la sabana en la cama, solo para darse cuenta que sus brazos pesaban y no podía moverlos como él quería, el miedo como la ira se mezclaron entre si en medio del cansancio que le hizo sucumbir una vez más en la cama sin saber que hacer.

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Kotomine se dirigió hacia la llave, en sus brazos se encontraba la manguera que había usado minutos antes. Pensó en sacar sus viejas herramientas cuando observó crecer rastros de mala hierba en los alrededores, lo cual sería problemático a futuro si lo dejaba pasar.

Si bien no era fanático a la jardinería, el hábito se fue adquiriendo con el paso del tiempo, su padre solía llevarlo en sus peregrinaciones donde solían quedarse en diferentes monasterios en donde era natural sembrar sus propios alimentos. Y cuando se casó, esa persona quería ver flores...

Agachándose un poco, Kotomine desatornillo la manguera de la llave, sin embargo se detuvo cuando un par de manos se colocaron sobre sus ojos.

—Gilgamesh —dijo con calma y pronto escucho una risita baja caer.

—Así que te diste cuenta —Kotomine observó la sonrisa risueña en el rostro del pequeño rey de los héroes, su sudadera blanca se encontró está vez cerrada por completo. Kotomine se limitó a asentir.

—¿Saldrás? —fue un hecho, a pesar de ello por cortesía pregunto, mientras se levantaba y enrollaba la otra parte de la manguera.

Gilgamesh se movió un par de pasos hacia atrás cuando Kotomine avanzo hacia adelante y tarareo.

—Sigue impresionándome como puedes preocuparte por pequeñeces como está ¿Estás preocupado por mi?

Kotomine detuvo sus pasos por unos segundos, ladeó la cabeza, mientras pensaba en ello.

—Seria un problema si pasará algo —concluyo.

Gilgamesh asintió feliz.

—Así que es así —tarareo— Por cierto ¿No es raro verte haciendo este tipo de trabajos?

—Gilgamesh ¿No siempre los he hecho?

—Eso es verdad, mi versión mayor tiene recuerdos sobre ello, sin embargo ¿No es el señor Lancer quien se encarga de este tipo de cosas?

—Parece que ha decidido desentenderse de sus obligaciones, no hay nada que pueda hacer al respecto.

—¿Es así? —Gilgamesh se giro, sus ojos cuál serpiente centellearon con curiosidad— Suelen decir que las mascotas se parecen a sus dueños ¿No será que el sr. Lancer aprendió algo de ti Kotomine?

Kotomine sonrió, parecía divertido.

—Rey de los héroes ¿No cree que me esta sobrestimando?

—No es solo lo que muestras a otros Kotomine, sino lo que no muestras lo que puede ser aprendido por los demás y por inercia ser "enseñado" —Gilgamesh regreso la vista al frente y prosiguió su camino, a pesar de su pequeña estatura y habla despreocupada su andar no perdió la majestuosidad al ser el soberano de la antigua Mesopotamia— Por cierto dale mis saludos al sr. Lancer.

Fue lo último que dijo antes de marcharse.

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Cú Chulainn se encontró en medio del campo de batalla, el fuego ardió con fuerza alimentado por los cadáveres de enemigos como compatriotas, en su mano la lanza se mantuvo firme, mientras el calor empezaba a tragarse todo a su paso, sin embargo no sintió miedo. La suciedad impregno su armadura como parte de su cuerpo, los vestigios de sangre se secaron por encima de las heridas formando ligeras costras que fácilmente podrían romperse al dar el primer paso, a pesar de ello no hubo dolor o miedo.

Después de todo él lo supo desde un principio; los grandes guerreros estaban destinados a perecer como las estrellas que surcaban en los cielos.

«—Mi cuerpo será como esa estrella, se consumirá a una edad temprana y luego desaparecerá».

Había susurrado cuando tan solo era un niño cuando miro el cielo y acepto su destino con orgullo y honor.

Sin embargo cuando las llamas lo alcanzaron no sintió el ardor de la piel desgarrándose de su cuerpo mientras la grasa empezaba a consumirse, en su lugar se vio en medio del antiguo castillo donde alguna vez vivió con Emer, su brazo se encontró extendido al frente, el sonido de gotas cayendo en el suelo llamo su atención, la sangre se derramó formando pequeñas manchas en el piso, y cuando sus ojos se movieron hacia arriba encontró a Connla muerto por su propia lanza.

Su cuerpo tembló, estaba seguro que en ese entonces su mano no dudo cuando saco la lanza de su pecho y se marchó del lugar, sin embargo en ese entonces no sabía lo que sabía ahora, el horror cruzó por su cuerpo y le hizo abrir los ojos mientras la furia empezó a filtrarse haciéndolo temblar lleno de ira y decepción, sus piernas fallaron y su cuerpo cayó.

—Yo... —Susurro, mientras observó sus manos, Cú Chulainn nunca se sintió avergonzado de las muertes que cargo sobre sus hombros, él mismo sabía que sus manos siempre contendrían la sangre de sus enemigos como aliados sin importar cuánto tratara de lavarlas. El campo de batalla era cruel, separaba a los hombres de los niños desde el primer día.

Él no era un niño. Los guerreros mueren jóvenes, era algo que cualquier guerrero debería saber desde un principio, sin embargo está vez su estómago se revolvió y casi vomito.

—Tienes que levantarte —escucho una voz familiar, fría y estoica a pesar de lo delicada que podía sonar.

Cuando alzo la vista se encontró con su antigua maestra.

Estos eran los recuerdos de su vida.

Uno tras otro los observó continuamente como si se encontrara en medio de un limbo del cual no podía salir.

Los errores, los fracasos, las pérdidas como las victorias, los hallazgos y los aciertos, cada uno de ellos golpeó a Cú Chulainn hasta que el asombro y el dolor fue reemplazado por el aburrimiento.

Cosas que pasaron, cosas que no podía cambiar, cosas que volvería a repetir porque no era un hombre que lamentara del todo la vida que vivió, ese era el tipo de persona que era.

Así que pronto el aburrimiento se instaló dentro de él, los recuerdos no podían herirlo físicamente, se dio cuánta después de encontrarse al borde de la muerte varias veces y salir avante.

Sin poder salir, en un ciclo sin fin, a veces en medio del recuerdo se pregunto si todo había sido solo un sueño más; el hecho de ser invocado, la guerra del santo grial y conocer a un hombre que claramente nunca buscaría conocer por cuenta propia.

Cú aferró con fuerza su lanza, el deseo de acabar con él ¿Que sentido tenía?

Se pregunto así mismo cuando observó la batalla de Cuáilnge, encima de sus poderosos bueyes cabalgó solo al campo de batalla y luego de la nada se encontró sentado en una silla.

Cú miro con curiosidad la habitación extraña, está era pequeña pero no menos acogedora, todo se mantuvo limpio y reluciente, el olor de las flores se adentro en sus fosas nasales, olía a margaritas y a té caliente.

Y frente a él se halló una cama, una cama grande y espaciosa, en la cuál fácilmente cabrían dos personas, sin embargo en medio de está un cuerpo demasiado delgado se encontró recostado con un edredón con varios bordados.

Cú trato de ver a la persona que tenía al frente, pero simplemente no pudo hacerlo, cuerpo pequeño, brazos delgados, fácilmente pudo notar que la persona recostada en esa cama lo estaba mirando, sus labios se movieron de forma ligera, Cú notó lo pálidos que eran, secos y rotos, pero por más que intento ver su rostro por completo fallo. Era como una niebla encima de su cabeza que garabateo por encima de sus ojos.

¿Nos conocemos? ¿Acaso eres alguien que alguna vez conocí?

Quiso preguntar, pero su boca no se movió, sin poder tener control de su cuerpo miro su brazo extenderse hacia el pequeño cuerpo y acariciar su frente. El gesto fue ligero como el de una pluma, como si temiera romper lo que tenía al frente con un movimiento en falso y por un segundo casi pudo escuchar una risa ligera, tan ligera que fácilmente creyó que solo fue su imaginación.

Los labios de esa persona se movieron, estos se alzaron con una sonrisa ligera cuando termino y su mano se extendió hacia la suya para llevarla contra su mejilla.

Cú no pudo sentir nada, no había calor, no hubo suavidad, aunque objetivamente puede descifrar la sensación que debería estar ahí, y aún así no había nada.

Una vez más intento hablar, quería saber quién era, porque él no recordaba haber conocido a alguien así. Sin embargo no pudo hacerlo. Fue entonces que Cú se dio cuenta que no tenía control de nada en este lugar. Cuando miro su propio pasado tampoco tuvo control de la situación, pero al menos podía mover libremente su cuerpo, pero en esta ocasión no fue así.

Cú lucho, la sensación se volvió extraña a pesar de lo que estaba viendo, en comparación con sus memorias este recuerdo no parecía peligroso, sin embargo el hecho de sentirse restringido lo asusto.

Quería irse, quería estar en cualquier otra parte, muy lejos de ese lugar, trato de moverse una y otra vez, levantarse de la silla, o al menos caer de ella, pero nada dio resultado. Y la sonrisa amable que le dio la otra persona empezó a causarle una sensación de incomodidad.

No importaba cuánto hablará la otra persona, no podía escuchar ni una sola palabra de su interlocutor, y tampoco importaba cuánto lo intentará no podía ver su rostro con claridad.

Cú se preguntó que significaba esto ¿Acaso era un tipo de purgatorio?

Agitado siguió intentando en vano moverse solo para generar más frustración dentro de él.

Cansado de los esfuerzos en vano miro hacia sus rodillas, y vio el pantalón negro que estaba usando, ¿Alguna vez uso este tipo de ropa?

Se pregunto antes de regresar la vista al frente, está vez esa persona no estaba sonriendo, pudo notar la incertidumbre en sus labios y cuando acaricio su mejilla casi estaba seguro que estaba tratando de consolarlo.

Entonces Cú despertó.

Agitado y sudando en medio de la cama, su pecho se movió de arriba abajo con fuerza.

Cú miro a su alrededor, está era la habitación que Kotomine le había dado, las luces se encontraban apagadas y solo la lampara sobre el estante iluminó parte de la habitación.

—Así que al fin despertaste —escucho la voz de Kotomine, Cú giro su cuello con mayor rapidez de la que debió hacerlo lo que le hizo mostrar una mueca de dolor cuando encontró al hombre sentado en una silla frente a la cama. Sus ojos ardieron con fuerza, su boca se sentía seca y rasposa y Kotomine pudo entenderlo sin decir palabra alguna— Parece que te sorprendió verme —sonrió divertido— Vamos, no gastes energía en vano, es bueno que al fin hayas despertado —dijo y a Cú le tomo un poco de tiempo procesar sus palabras, tenía tantas preguntas, pero cuando abrió la boca simplemente tosió— Te lo dije, no debes esforzarte demasiado, debes tener sed, ¿Puedes beber solo o necesitas ayuda? —pregunto, Cú trato de levantase, pero fallo patéticamente— Entiendo —dijo antes de colocar el vaso de agua a un lado de la mesa y levantarse. Cú miro al hombre con sospecha, mientras Kotomine se erguía sobre él, con sumo cuidado extendió su brazo en su hombro izquierdo mientras posicionaba el otro por detrás de su espalda, el movimiento fue suave a pesar de lo que esperaría de un hombre sádico como él y con mucho cuidado lo ayudo a sentarse en la cama. Kotomine acomodo los almohadones de tal forma que pudieran brindarle el suficiente soporte sin que esto fuese incómodo— ¿Puedes usar tus manos? —pregunto, Cú no había pensado en ello, pero cuando lo hizo intento hacer palanca, el movimiento fue lento como si los nervios de sus extremidades hubieran sido cortadas, Kotomine lo notó, sin decir otra palabra, Kotomine tomo el vaso y apoyo el vaso contra sus labios. Cú no era lo suficientemente orgulloso como para no aceptar ayuda en su mayor momento de debilidad por lo que acepto el gesto. Al inicio saboreo el agua con sus labios hasta que se encontró bebiendo con desesperación, parte del agua se derramó por su mentón y cuando termino observó a Kotomine mirándolo fijamente lo que le hizo fruncir el entrecejo.

—¿Qué? —dijo, su voz salió rasposa y gutural, demasiado lamentable para su gusto.

Kotomine negó, sus labios se alzaron en una sonrisa misteriosa. Eso enojo aún más a Cú quien estuvo a punto de despotricar o al menos eso intento hasta que sintió una palma sobre su cabeza.

—Parece que la fiebre está bajando —comento casualmente Kotomine.

—¿Tenía fiebre? —pregunto, sus ojos parpadearon escépticos, era verdad que no se había sentido bien esa mañana pero solo era eso ¿Verdad?— Pero —dijo tardíamente— ¿No se supone que los espíritus heroicos no podemos enfermarnos?

—Se supone que ese era el caso, pero Lancer pareces ser un caso excepcional ¿No?

—¿¡Ha!? Qué demonios ¿A qué te refieres? ¿Qué está pasando?

Kotomine se reclinó sobre la silla de madera, está crujió, la mayoría de los muebles en la iglesia eran viejos, así que era natural. Kotomine no traía el traje habitual de sacerdote, está vez solo traía una camisa blanca y pantalón negro encima. Su cabello estaba más alborotado que de costumbre. Una sonrisa demasiado generosa se extendió sobre sus labios cuando respondió.

—Eso mismo me preguntó yo, Lancer ¿Sucedió algo extraño antes? —pregunto, Cú lo miro directo a los ojos, su entrecejo se frunció formando una mueca malhumorada.

—No. Solo hice lo que me pediste —Kotomine tarareo y tras un momento de silencio musitó tardíamente "interesante", Cú chasqueo la lengua, y pensó que era natural que un hombre como él pensara de esa forma. Dejando caer aún más su peso contra los almohadones se hundió. No recordaba que hubiera demasiadas almohadas en la iglesia, ¿Tal vez Kotomine tomo prestadas de las otras habitaciones?, rápidamente negó, no, eso no era importante ahora, si bien sentía su garganta mejor, aún no tenía un control adecuado de sus extremidades, sus movimientos eran lentos y su cuerpo se sentía pesado, Cú trato de flexionar su mano derecha solo para darse cuenta que seguía entumecida. Extraño. Tan o más extraño de lo que estaba pasando ahora, él había sido invocado para pelear en la guerra del santo grial, aún así el primer día perdió a su maestro y luego la guerra simplemente acabo antes de empezar. Y hablando de la guerra... Sus ojos se abrieron a la par— ¿Y los demás?

Kotomine pareció entender lo que quería decir, poder invocar a gente muerta no era una magia común a utilizar aún menos si estos eran espíritus heroicos, el ritual que se utilizó en Fuyuki era especial, no solo se hacía uso del conocimiento del mago para preparar el encantamiento sino de las líneas ley del lugar. El grial como tal permitía traer al espíritu invocado facilitando su materialización al ser el catalizador, sin embargo que el espíritu heroico pudiera mantenerse así mismo en esa era tras ser invocado era responsabilidad del mago en cuestión.

—Me di a la tarea de ver si hubo algún cambio, mientras no estabas, al parecer eres el único afectado— Cú quiso decir algo, pero antes de poder hacerlo Kotomine lo interrumpió— Tampoco parece ser algo derivado al grial —Kotomine cruzó se cruzó de piernas, mientras colocaba sus manos por encima de su rodilla y se inclinaba al frente— Por eso una vez más pregunto, Lancer ¿Sucedió algo extraño?

Cú observó los pliegues de la sábana blanca encima de su regazo, Kotomine no parecía estar mintiendo, sin embargo mientras más pensaba en lo que había pasado antes de "enfermar" no parecía haber algo realmente rescatable que contar, después de todo tras firmar contrato con él, Kotomine no le había dado tareas destacables, en realidad estás solo empeoraron cuando la guerra dio un cesé definitivo.

—¡Ya te lo dije! ¡Solo hice lo anotaste en esa estúpida lista! —su voz salió ronca, un grito roto en medio de la tranquilidad del silencio, demasiado áspero, y sin mucha fuerza a pesar de los sentimientos que se arremolinaban dentro de sí mismo, después de todo odiaba a ese hombre, ese hombre molesto y con horrible personalidad que lo hacía hacer odiosas tareas de casa como si fuese un criado más y...

Con una sonrisa autocritica miro a Kotomine una vez más, solo para encontrar su completa atención sobre él, extraño, por supuesto que Cú pensó en eso cuando lo miro, Kotomine Kirei no era un tipo que mantuviera su atención en las cosas, a pesar de ser una persona curiosa, si perdía el interés en algo simplemente era así y ya, sin embargo, sus ojos seguían sobre él, la risa salió como un intento fallido de burla y pronto la tos atacó su garganta haciéndolo doblar su cuerpo. Una mano se extendió sobre su espalda, ligeros movimientos de arriba abajo se hicieron sentir por sobre su armadura mágica, cuando Cú se dio cuenta que Kotomine estaba tratando de calmarlo, lo apartó enseguida. El movimiento fue desprolijo, Kotomine fácilmente evadió su golpe, por supuesto en otra ocasión, el hombre hubiera luchado contra él, pero esta vez simplemente se alejo.

Cú observó su rostro, sus ojos negros como el propio abismo se mantuvieron reflejando su propio reflejo, mientras lo miraba directamente con el semblante serio. Cú volvió a reír, se sentía estúpido, y por supuesto que lo había sido. Su maestro era un mentiroso de primera, esto de seguro era alguno de sus retorcidos planes para molestarlo.

—Muy bien, me atrapaste ¿Que quieres que haga? —sonrió divertido, Kotomine siguió inexpresivo, Cú sentía que el cansancio volvía a él, solo quería terminar con esta mierda y dejar el asunto atrás— La broma de la copa, fue buena, lo admito, sin embargo ¿No es demasiado trabajo como para meterte con tu propio sirviente?

—¿Copa?

Cú negó con la cabeza, la sonrisa que perfilo en sus labios se borró en el segundo movimiento cuando regreso la vista a Kotomine y sus labios mostraron una línea recta.

—Debo darte crédito, usar magia contra mi, pero aún así ¿No es demasiado, Kotomine?

—Lancer, no sé a qué te refieres, mencionaste una copa, ¿Que quieres decir con eso?

Cú lo miro mal, sus colmillos se mostraron, sus dientes rechinaron.

—¡La copa que dejaste en tu habitación para mí!

Kotomine sonrió, de esa forma condescendiente que tanto odiaba ver, ya que por un instante sus ojos parecían amables y casi humanos.

—Pero Lancer, yo no deje ninguna copa.

━━━✧━━━

Cuando Cú Chulainn abrió los ojos lo primero que observó fue el techo, la madera a pesar de ser antigua no demostró signos de desgaste, tampoco encontró polvo o telarañas, lo que se esperaría para una habitación que en primer lugar no era utilizada por una persona, ahora que lo pensaba bien, nunca le había prestado atención, después de todo la razón por la que había sido invocado había sido para luchar en medio de una sangrienta guerra, y no para ser el chico de los recados de Kotomine, sin embargo con el paso de los días se vio así mismo contemplando los pequeños detalles dentro de ella.

Por supuesto ante ello se sintió patético, a pesar de haber recuperado algo de fuerza aún se mantuvo en cama, la razón desconocida de su enfermedad tenía un nombre y cuando las letras formaron su nombre no pudo evitar apretar los dientes con fuerza.

Gilgamesh se las pagaría sin lugar a dudas.

Su vista se desvío hacia un lado, mientras su entrecejo fruncido solo mostró la ira que trataba de contener, después de todo el causante de sus males no se encontraba cerca. Cú observó los rayos de sol que empezaron a colarse por el vidrio de la ventana, la cortina había sido corrida y sujetada por el cordón que solía colgar holgadamente a un lado, estaba seguro que estaba haciendo un buen día, un día glorioso como para salir y conocer a una agradable chica, pero en su lugar tuvo que mantenerse confinado en una cama como un simple mortal.

Cuando Kotomine y él llegaron a la conclusión obvia después de por supuesto cerciorarse que efectivamente era el único sirviente enfermo, se encontró un problema aún mayor.

Se suponía que los espíritus heroicos se mantenían en el plano humano en base al contrato de su maestro, siendo así alimentados por su magia, sin embargo para ahorrar consumo y protegerse así mismo el propio sirviente tenía la opción de volverse incorpóreo, por lo que, la respuesta mas simple para mejorar su estado sería dejar su forma física, sin embargo cuando Kotomine lo sugirió, Cú se dio cuenta que si forzaba su desmaterialización corría el riesgo de simplemente desaparecer para siempre. No solo su cuerpo se encontraba débil físicamente sino el núcleo que conformaba su Saint Graph se encontraba inestable.

Kotomine no pareció preocupado en su lugar soltó un simple y plano: "Ya veo".

Por supuesto Cú no espero otra cosa de él y sin embargo como de costumbre ese hombre siempre lograba sacarlo de quicio.

"Tan molesto" murmuró para si mismo cuando escucho los tres toques a su puerta, bien tenía que reconocerlo Kotomine Kirei era un hombre aborrecible pero con buenos modales.

Apoyando sus brazos para cambiar de posición, Cú logro sentarse en medio de la cama, mientras la puerta se abría. Si bien no había un reloj en la habitación, Cú Chulainn podía darse una idea de qué hora era mediante la comida que Kotomine preparaba para él.

Esta vez en el tazón había gachas, por lo que significaba que había despertado temprano o por lo menos lo suficientemente temprano como para tomar el desayuno a tiempo.

—Lancer, buenos días —sonrió Kotomine, su cabello se encontró atado y por el leve humo que desprendió la comida comprendió que no hacía mucho que había terminado de cocinar, eso solo hizo que sus labios formarán una mueca mientras lo observó avanzar.

La hermosa Dama que al parecer no solo era una competidora de la guerra del Santo Grial sino familiar de Kotomine comento tras ver la situación en la que se encontraba que lo mejor que podían hacer para estabilizarlo era darle suficiente poder por lo tanto tenían que estabilizar el pase.

En ese instante Cú se sintió horrorizado. El pase entre Kotomine y él era débil, lo que lo hacía aún peor era que Kotomine como tal no era un mago, por ende la magia no solo era poca, desde que había firmado contrato con él habían llegado a un acuerdo o al menos Cú lo había hecho y a Kotomine no pareció importarle, por lo que el pase y la administración de magia seguiría sin cambios ya que él se encargaría de obtener los nutrientes faltantes por su cuenta, por ello no solo se vio así mismo en la obligación de comer y tomar descansos y hasta de dormir, así que el simple hecho de formalizar el contrato le hizo estremecerse, después de todo Cú no estaba interesado en reconocer a Kotomine como su maestro. Él solo había tenido uno, lo único que lo ataba a ese hombre era la sed de venganza. Cú lo mataría, era una promesa velada. Una que recitó de frente mientras Kotomine simplemente le sonrió tras escucharlo cuando pactaron contrato.

—No parece que la fiebre vaya a volver —el toque de la palma de Kotomine atrajo su atención, como cada mañana Kotomine verificaba su temperatura antes de colocar la bandeja de madera sobre la cama— ¿Has sentido algún cambio? —pregunto mientras colocaba el plato de gachas, Cú observó el humo ondear hacia arriba antes de desaparecer.

—No, nada en particular —la respuesta fue corta y simple omitiendo demasiados detalles que realmente no quería compartir con él. Después de todo no eran su "asunto".

—Ya veo —sonrió, Cú lo miro de reojo, su sonrisa parecía honesta, lo que se esperaría de un ser humano que se encuentra feliz por otra persona, sin embargo viniendo de Kotomine no pudo evitar sentir un escalofrío.

—Iré por la jarra de agua ¿Necesitas algo más?

Cú negó, sus ojos trataron de concentrarse en la comida frente a él, sin embargo se desviaron a la espalda ancha de Kotomine, una vez más solo traía una camisa blanca encima del pantalón negro, desde hace días que no lo veía usar su traje habitual de sacerdote y si no fuese por su cuello y la cadena que colgaba en él, Kotomine pasaría como una persona común más.

Cú tomo la cuchara a un lado del tazón, el olor era bueno y la vista agradable, días atrás se hubiera visto reticente de tomar un bocado, siendo que alguien con un gusto tan pésimo para cocina no debería saber cocinar ¿Verdad? Pero, a pesar de las probabilidades Kotomine sabía hacerlo y no solo era comida, sino comida que realmente podía comerse.

Cú espero platos cuál lava hirviendo la primera vez que Kotomine le llevo la comida a la cama, pero en su lugar fue comida simple y ligera, parecía haber sido elegida en base a su condición débil. Por supuesto no le dio las gracias y Kotomine no espero recibirlas. Aun así no pudo ocultar la irritación que creció en él.

"Si sabes cocinar ¿Por qué comes esa comida incomible?" Claro que nunca le diría eso, por suerte los pensamientos inútiles se vieron dejados de lado cuando la puerta se abrió una vez más.

Kotomine llevaba consigo en una bandeja más pequeña, encima observó una jarra y a un lado una manzana, sirvió un poco en un vaso y se lo entrego a Cú, quien a pesar de aún sentir algo rígido el agarre pudo llevárselo a la boca.

La madera crujió, a un lado Kotomine había tomado asiento, Cú espero verlo leer la Biblia como de costumbre, mientras esperaba a que terminara de comer y así lavar los platos, sin embargo de su bolsillo saco una navaja y como si nada procedió a cortarla. El movimiento fue familiar y preciso a pesar de que el cuchillo como tal no era de cocina.

"Bien, al menos no era alguna cosa rara" pensó Cú mientras seguía comiendo.

El sonido del movimiento del cuchillo entrando y saliendo de la fruta amortiguó el silencio que se formó entre los dos.

No era su asunto, pensó Cú obligándose a no prestarle atención. Desde que enfermo Kotomine había estado "cuidando de él" al menos dijo que lo haría hasta el regreso de Gilgamesh ya que no parecía haber otra opción a menos que quisiera volver al trono de los héroes antes.

Cómo tal Cú no tenía algún otro motivo de quedarse, no había una guerra del santo grial en la cuál luchar, pero aún tenía una promesa que cumplir, así que estaba claro que no dejaría que Kotomine se saliera con la suya tan fácilmente por lo que simplemente respondió desdeñosamente; —Cuento contigo.

Y así fue, a pesar de ello no podía evitar sentirse raro con la situación actual.

—Lancer —escucho la voz de Kotomine, su mano se detuvo antes de que la cuchara chocara con la nada, al parecer se había terminado el plato antes de darse cuenta ¿Acaso su comida era demasiado buena? No, no era la gran cosa, en realidad era la comida de una persona promedio, simple y con un gusto neutral, no era demasiado suave ni pastosa, mucho menos dura, tampoco era demasiado dulce, y aún así se la había acabado toda, Cú se sintió horrorizado— Lancer —volvió a escuchar la voz de Kotomine, la irritación agolpo su pecho y lo hizo girarse para verlo, frente a él encontró un trozo de manzana en forma de conejo.

Eso era una completa locura.

El detalle de las orejas rojas estaba bien definido y hasta hizo dos pequeños cortes para recrear los ojos del conejo. Cú parpadeo sin saber que hacer o que decir, Kotomine en cambio sonrió.

—Vamos, puedes comerla, no está envenenada o ¿Es que los perros no comen manzanas?

—¡No me llames perro! —reprendió antes de tomar de mala gana la ofrenda de Kotomine.

Para su mala suerte no pudo quejarse del sabor, la manzana estaba dulce. Fue un agradable sabor.

—Toma —ofreció otra, Cú se sorprendió de lo rápido que había hecho el segundo conejo.

Mientras masticaba se atrevió a hablar con Kotomine quien no pareció interesarle sus malos modales en ese momento.

—Pareces hábil en esto —los ojos de Kotomine se mantuvieron sobre la fruta. El cuchillo corto con destreza mientras los pedazos rezagados cayeron en el pañuelo blanco— No pensé que fueras ese tipo de persona.

El cuchillo se detuvo, y este se extendió hacia Cú con el pedazo de manzana en la punta, Kotomine lo miro a los ojos, vacíos, sus ojos siempre estaban vacíos, reflejando lo que veía a su alrededor, Cú se preguntó si había hablado demás, pero para su sorpresa Kotomine respondió.

—No lo soy.

No fue mucho después de que Kotomine se marchara de la habitación que Cú se encontró bostezando cada vez con mayor fuerza, tal vez fue el aburrimiento o a qué su estómago se encontraba satisfecho, pero el sueño empezó a invadirlo una vez más.

Y para cuando Cú se dio cuenta una vez más se encontró ahí, en medio de la absoluta nada.

Dónde la luz no podía entrar y solo la oscuridad misma existía por dónde quiera. Dónde su esencia flotaba en medio del mar negro y profundo y el cielo como la tierra se habían vuelto uno.

No había sol, ni nubes, no existía el concepto de arriba o abajo, tampoco había algo como un "Cú Chulainn" ya que no podía ver más allá de la espesa oscuridad, pero aún así sabía que estaba ahí, en medio, flotando de forma letárgica sin poder hundirse.

Estos eran los sueños que empezaron a aquejar a Cú con el paso del tiempo, un cambio que no estaba dispuesto a compartir con Kotomine porque después de todo no era algo que le concernía.

Sin embargo mientras cerraba los ojos en medio de la nada no pudo evitar recordar sus ojos. Un negro igual o más profundo que la propia oscuridad que lo estaba tragando. Cú se preguntó si tal vez estaban hechos de la misma materia.

━━━✧━━━

Cú observó las flores frente a él, los colores brillantes bailotearon bajo los rayos de sol mezclando sus tonalidades entre las hojas.

El sentimiento de familiaridad agolpo su pecho, sin embargo rápidamente dejo el pensamiento a un lado.

Sus sueños se habían vuelto extraños, soñaba con calles y lugares que estaba seguro nunca visito o conoció. Lugares que, cuando los miro simplemente no sintió nada además de la sensación que debería existir ahí, pero que por alguna razón carecía de fuerza. Para Cú estos sueños no eran nada más que ver una película, como un espectador se limito a mirar sin entrometerse demasiado al sentimiento desolado que a veces se colaba en su interior.

No obstante está vez había sido diferente, había algo en las flores que estaba mirando que le genero una sensación de deja-vu, Cú estaba seguro que el lugar donde se encontraba no era alguno que hubiera conocido antes, aún así las flores que tenía al frente le resultaron particularmente familiares.

Era extraño, la sensación familiar y al mismo tiempo desconcertante desaparecieron cuando se dio cuenta que estaba siendo observado, ahora que lo notaba bien se encontraba en el jardín de alguien y detrás de él la puerta del dueño de ese patio se abrió de forma lenta.

El sonido de la madera chirrió, la puerta parecía antigua al igual que la casa, sin embargo no era menos hermosa, de alguna forma tenía su encanto, Cú se preguntó si se trataba del supuesto encantó occidental y sus antigüedades.

Lo primero que observó fue una mano pálida y delgada asomándose por la abertura y pronto un par de pies y piernas igual de prístinas que la mano que vio al inicio.

Cuando la puerta se abrió un poco más notó el cuerpo delgado debajo de lo que parecía ser un camisón holgado sobre un cuerpo demasiado pequeño como para ser suyo, y cuando quiso dirigir sus ojos a su rostro, los rayos del sol ocultaron gran parte de el.

"Esta persona.. Esta persona yo la he visto antes"

Pensó mientras trataba de ajustar su vista, dejando de lado el movimiento de los labios de la otra persona y la voz que no logro escuchar, Cú trato de ver su rostro, solo para fallar miserablemente.

"Es molesto" concluyó perdiendo las esperanzas de poder hacerlo, Cú era consciente que no tenía un control real sobre la situación, lo que sea que estuviera mirando a través sus sueños era algo más allá de su propia existencia.

¿Tal vez algún efecto secundario de lo que le dio Gilgamesh a beber? ¿Alucinaciones?

Cú negó, no era indispensable saberlo, en realidad no importaba en lo más mínimo, sin embargo si tenía que soñar con esto por un rato al menos quería saciar su curiosidad ante el aburrimiento.

Pero una vez más, no tenía el control de nada mientras se encontraba en medio de esos extraños sueños.

Por lo que, cuando se movió hacia adelante no pudo evitar sentirse asombrado, como si su cuerpo respondiera a sus deseos se acercó a la otra persona, mientras su mano se extendía y cuando estuvo a punto de tocar su hombro simplemente desapareció.

¿Que significa esto?

Mascullo de mala gana cuando se sintió así mismo caer en medio de la nada.

Su cuerpo se sentía etéreo en medio de la completa oscuridad. Una vez más se encontró en medio del mar negro. No había cielo ni estrellas, la luna cómo el sol fue tragado por completo y su cuerpo cada vez más ligero floto en medio de lo que parecía ser un lodo fangoso, pero no hubo miedo ni mucho menos tristeza en su interior, a pesar de estar completamente sumergido y sin poder sentir sus extremidades el calor lo envolvió.

Cú sintió que estaba perdiendo la consciencia al igual que el sentido del tiempo. Sin nada más ahí, se pregunto si un día sería tragado por completo, su rostro miro a su alrededor, esperando encontrar la misma respuesta de siempre; que se encontraba complemente solo.

No obstante para su sorpresa había algo encima del lodo, pequeños pétalos blancos esparcidos sobre el lodo negro.

Extraño, el terror se apoderó de su cuerpo sin saber porque lo había asustado la simple imagen, Cú trato de escapar, ir lo más lejos posible del lugar, pero su cuerpo carente de forma se había derretido en el lodo.

El terror se profundizó al darse cuenta que no podía hacer nada y cuando estuvo seguro que sería tragado por completo despertó.

El pecho de Cú Chulainn se movió de arriba abajo de forma errática, cubierto de una delgada capa de sudor se vio así mismo aferrando parte de las sábanas, tratando de ajustar su visión se dio cuenta rápidamente de dónde se encontraba, estaba en su habitación, la misma que ahora se encontraba sumergida por la oscuridad de la noche, las persianas se habían cerrado y la única luz que iluminó el lugar lo suficientemente bien para la habitación fue la luz de la lampara. Cuando sus ojos se dirigieron en su dirección notó la biblia desgastada a un lado, entonces se dio cuenta que no estaba solo.

Kotomine se encontraba sentado en la silla de madera, a pesar de la incomodidad se había quedado dormido, supuso que había sido por el cansancio, después de todo no era del tipo de sujeto demasiado vago como para quedarse dormido de la nada.

Cú reacomodo su posición, sus brazos aferraron la almohada que se encontró de bajo de su cabeza mientras miro al hombre dormir plácidamente. De alguna forma mirarlo dormir así le hizo enojar.

El rostro tranquilo y la suave expresión aliso mucho sus rasgos faciales, generando que su de por sí llamativa apariencia fuese más llamativa, y Cú casi pudo darse el lujo de decir que parecía una persona normal.

Si mostrará era expresión en público ¿Que pensaría la gente? Estaba seguro que no sería el único que estaría desconcertado al verlo así.

Cú hizo un mohín con la nariz, no, estaba seguro que solo atraería aún más la atención de la gente.

"Sacerdote falso con una falsa cara" maldijo para sus adentros, mientras la irritación empezó a burbujear. "Deja de poner esa cara ¿Cómo puedes bajar la guardia cuando el enemigo está cerca?" maldijo internamente con exasperación.

Sin lugar a dudas ese hombre lo sacaba de quicio, desde que enfermo lo había estado cuidando, verlo sentado en la silla de al lado fue algo rutinario de ver, sin embargo encontrarlo durmiendo tan plácidamente ¿No era como si lo estuviera menospreciando?

Tal vez había accedido a firmar un contrato con Kotomine Kirei, pero también le había jurado matarlo él mismo, así que mostrarse así de indefenso ¿No solo demostraba que lo estaba subestimando sino que no lo veía como una amenaza?

Molesto, era tan condenadamente molesto, gruño antes de que instara a su cuerpo a levantarse.

Con sumo cuidado se movió tratando de no hacer algún ruido que alertara a Kotomine, tal vez lo que le había dado Gilgamesh no tenía una cura real y si tenía que vivir de esta forma ¿No era mejor tomar la oportunidad que se cernía frente a él?

Cú avanzo de forma diligente y estiró su brazo izquierdo, "si pudiera invocar su lanza..."

Pensó antes de que sus dedos estuvieran a punto de tocar su flequillo.

Cú gimió de frustración.

"Maldita sea no pongas esa cara". Cú sabía lo que debía hacer, estaba completamente seguro de ello, sin embargo cuando estuvo lo suficientemente cerca y las yemas de sus dedos estuvieron a punto de tocar su cabello, perdió el equilibrio.

El sonido de la cama hundiéndose lo alertó, Cú sabía que lo había echado a perder, aún más cuando escucho la somnolienta voz de Kotomine.

—Lancer —su voz sonó más ronca de lo normal en un sonido bajo y prolijo— ¿Tuviste un mal sueño? —pregunto, la madera rechino y estaba seguro que Kotomine enderezó su postura, en cambio Cú quien había caído en la cama mirando hacia el techo no se atrevió a mirarlo ni una sola vez. Después de todo ¿Qué estaba pensando en primer lugar? El bochornoso recuerdo de lo que estuvo a punto a hacer le hizo arder la cara. Una vez más el rechinido de la madera se escuchó y pronto se encontró con los ojos de Kotomine quien se había levantado de su asiento— Tu rostro esta rojo —dijo antes de colocar su palma en su frente, Cú tragó saliva, sin lugar a dudas Kotomine era molesto— No pareces tener fiebre —ladeó la cabeza, mientras parecía pensar en algo— ¿Es alguna reacción secundaria?

Cú chasqueo la lengua y aparto su mano irritado.

—¡Eres molesto!

La respuesta no pareció ofender a Kotomine quien sonrió, Cú pensó que en definitiva ese hombre tenía una horrible personalidad.

—Bien, supongo que si tienes la suficiente energía como para gritar no es lo suficientemente malo —dijo aún con una sonrisa complaciente antes de alejarse— Estoy seguro de que debes estar hambriento, después de todo dormiste toda la tarde y parte de la noche.

Cú parpadeo con sorpresa.

—¿Yo lo hice? —murmuro, pero Kotomine ya había salido de la habitación.

━━━✧━━━

El sonido de la puerta cerrándose resonó con fuerza en medio del silencio. La iglesia era grande, no solo contaba con un campanario, y varias habitaciones, Cú descubrió con el paso del tiempo que la iglesia había fungido como orfanato hace años, en retrospectiva la imagen de "niños" y "Kotomine" fue algo irrazonable de imaginar y sin embargo demasiado fácil de hacer.

Ante la sociedad su maestro era un hombre recto y de buenos valores, un pilar para la gente que visitaba su iglesia en busca de consuelo. Solo una fachada ante su naturaleza desalmada y maligna.

Y aun así, Kotomine lo estaba cuidando mejor de lo que espero.

¿Acaso así cuido a los niños que alguna vez acogió en nombre de su religión?

Kotomine parecía conocer la forma adecuada de cuidar a otro ser humano, no obstante cuando señaló sus habilidades no pareció interesado en hablar de ello.

Una vez más no hubo alguna emoción enfrascada en su forma de actuar o responder, Gilgamesh una vez le contó que el hombre en cuestión había estado yendo de un lado a otro instruyéndose en diferentes materias, pero nunca termino ningún entrenamiento.

En ese entonces Cú quiso decirle que nunca hubiese imaginado a Kotomine actuar como un niño caprichoso, pero la mirada del joven rey fue demasiado compasiva como para decir algo más.

Cú suspiro y sus hombros cayeron hacia abajo, maldijo su mala suerte de haber quedado atrapado en medio de personas tan problemáticas. Su mano derecha se abrió y cerro, el agarre era más fuerte que antes, pero no lo suficientemente fuerte como para combatir.

La luz que ilumino la habitación llamo su atención, Kotomine había prendido el interruptor cuando abrió la puerta, en sus brazos llevaba una bandeja con un tazón, fácilmente dedujo que era algo de sopa.

Una vez más, la elección era la adecuada, una comida ligera era lo mejor en medio de la noche.

Cuidar a otros no era algo con lo que una persona nace, la intuición de proteger a tu propio grupo era natural, pero pulir los pequeños detalles conllevaba esfuerzo y años de práctica.

¿Cuánto tiempo le había tomado a Kotomine llegar hasta ese punto?

La pregunta se quedó atascada en la punta de su lengua cuando deslizo el bajo, pero audible "gracias" antes de que Kotomine tomara asiento frente a él.

La cena fue silenciosa, Kotomine no solía empezar la conversación y Cú no era del tipo que quisiera iniciar una con Kotomine de entre todas las personas, pero a veces la necesidad lo hizo hacerlo.

Cú dejo la cuchara a un lado del tazón, sus labios se torcieron en una mueca antes de abrirse, no le gustaba depender de ese hombre, pero se vio así mismo en la necesidad de hacerlo y se odio por ello.

—¿A habido algún cambio? —la voz de Kotomine llamo su atención, Cú parpadeo confundido, solo para segundos después fruncir el entrecejo.

—No, nada ha cambiado —respondió de mala gana, no era la primera vez que Kotomine preguntaba sobre su condición, y con el paso del tiempo comprendió que Kotomine no le estaba preguntando sobre si estaba mejorando, sino sobre si estaba empeorando. Kotomine tarareo y aparto la mirada, parecía estar pensando en algo, Cú se sintió frustrado— Oi ¿Qué clase de pregunta es esa?

—¿Hmm? ¿No es natural preguntar? —ladeo la cabeza de forma inocente mientras pregunto, Cú se frustró aún más.

—Bueno si, pero viniendo de ti... ¡argh! ¡Como sea! A lo que me refiero es ¿¡No debería ser yo quien pregunté eso!?

—Oh...

—¿Y bien?

Los labios de Kotomine se alzaron mostrando una sonrisa demasiado generosa, Cú sintió un escalofrío. Apoyando su espalda contra el respaldo de la silla, Kotomine cruzó la pierna derecha y sus manos se juntaron por sobre la rodilla.

—Bueno, conoces a Gilgamesh.

—¿HA? ¿Que significa eso?

—Sabes que Gilgamesh es un espíritu libre, no es alguien a quien se le pueda contener u obligarlo a hacer algo, solo debes darle tiempo a que se aburra y regrese por si mismo —soltó de forma ligera, mientras hablaba su sonrisa se suavizo.

—¡No me jodas! —grito, su puño se estrello contra la madera de la tabla, sin querer, el plato a medio terminar cayó sobre su regazo y la sábana. Cú sintió la humedad filtrándose y mojando parte de su armadura, sus ojos se habían abierto con asombro ante lo sucedido— Yo... —quiso decir algo, pero su boca no coopero, la mancha empezó a hacerse más grande, Cú se había congelado, lo que había dicho Kotomine no era errado, Gilgamesh era un hombre egoísta, siempre moviéndose a través de sus deseos, solía irse por largos lapsos de tiempo y volver cuando quería, y a Kotomine no parecía importarle. La relación entre ambos era complemente diferente a la suya. Eso de alguna forma lo había molestado.

"No diría que es una relación de amo y sirviente, sino más bien" Kotomine se había detenido a pensar por unos segundos antes de sonreírle de forma misteriosa "Diría que somos cómplices".

Las palabras resonaron en su mente con fuerza, había escuchado de compartir un mismo fin en una relación, pero ¿Cómplices? ¿Ellos dos?

Una sombra se cernió sobre él, cuando giro su rostro se encontró con Kotomine de pie, Cú abrió la boca una vez más solo para cerrarla cuando vio a Kotomine levantar la mesa y colocar el tazón sobre ella.

No parecía molesto, pero una vez más ese hombre era alguien difícil de leer.

—Oye yo...

—Iré por una sabana nueva, sin embargo si traspaso, lo mejor será colocarte en una nueva habitación —dijo sin prestarle atención. Cú una vez más lo vio marcharse, dejándolo completamente solo.

Cú apretó los puños con fuerza, sus nudillos se habían tornado más blancos de lo que ya eran y sus dientes chocaron formando una mueca de malestar en sus labios.

Odiaba esa sensación que empezaba a carcomerlo por dentro de forma lenta. Parecía una infección esparciéndose e infectando otras zonas.

Odiaba a ese hombre, lo odiaba como a ninguna otra persona odio en su vida; vil y cobarde, sin honor alguno. Que Kotomine fuese un hombre malvado y fuese un mal maestro con él solo facilitaba las cosas para hacerlo, pero cuando actuaba de esa forma, lo hacía sentir extraño.

"No seas amable conmigo"

Quería gritar, pero Cú reconoció que era una completa estupidez, Cú era una persona simple con pensamientos aún más simples.

Sé amable con las personas que son amables contigo, paga los favores que debes. No cargues más de lo que puedas cargar y si las runas auguran un mal presagio por lo regular es verdad.

Entonces ¿Por qué no podía aceptar su amabilidad?

Cú se llevó una mano a la cabeza, sus dedos agarraron con fuerza algunos mechones de su cabello, mientras dejaba escapar una risa metálica.

Todo parecía una locura, ¿Cuánto tiempo llevaba en cama? Aún más ¿Cuanto tiempo tendría que soportar ser cuidado por Kotomine?

Lo primero que veía al despertar era a Kotomine al igual que era lo último que veía antes de quedarse dormido.

Sin querer sus ojos se enfocaron en la mancha, la incomodad que alguna vez sintió había desaparecido y con cuidado empezó a quitar la sábana de su regazo.

"Bien, al menos podría hacer esto" se dijo así mismo, mientras empezaba a formar un rollo con la tela.

Odiaba sentirse inútil, dejar todo el trabajo a los demás no le sentaba bien, aún menos si de Kotomine se trataba.

—Oh —el sonido de una voz atrajo su atención hacia la puerta, frente a ella, Kotomine llevaba consigo una canasta con un par de sábanas limpias y una cubeta con agua, los dos se quedaron en silencio por un momento, mirándose el uno al otro hasta que Cú fue el primero en apartar la vista.

Cú escucho el ruido sordo de la cubeta y la canasta siendo colocadas en el piso, de pronto una sombra se estacionó sobre él y forzándose a no mirar hacia atrás siguió doblando la tela.

—Déjame ayudarte —pronunció Kotomine con calma mientras su mano tomaba el otro extremo, Cú no respondió en su lugar se limito en seguir con su trabajo— Ya veo, es una suerte, el colchón quedó intacto, no tendremos que moverte— Kotomine sonrió— Sin embargo ¿Que harás? —preguntó llamando su atención, Cú no pareció entender sus implicaciones hasta que Kotomine señaló su armadura— Te empapaste con la sopa ¿Crees poder limpiarlo tu solo? —Kotomine se llevó una mano al mentón— Si la armadura de un sirviente es solo energía mágica ¿Realmente podría decirse que está sucia?

—¡Espera! ¡Oye, detén un poco tu tren de pensamientos!

—Como sea —bajo los hombros Kotomine restándole importancia— Solo necesitas hacer desaparecer tu armadura ¿No es así?

—¿Ha?

—Mencionaste que no tienes suficiente energía mágica como para volver a tu forma espiritual ya que crees que si lo haces no podrás regresar a tu forma corpórea, sin embargo lo estuve pensando desde hace tiempo ¿No es un desgaste para ti crear una armadura mágica cuando careces de magia en este instante?

—¿Y de quien crees que es la culpa? —se quejó Cú.

—Ah, supongo que la responsabilidad siempre recae en el dueño de la mascota ¿No? Si te hubiera vigilado mejor no habrías ingerido cosas extrañas, mi pobre y lamentable Lancer —Cú tragó saliva, el sonido de la voz condescendiente de Kotomine le dio un mal presentimiento— Bien, lo entiendo, asumiré toda la responsabilidad, ahora dime ¿Crees poder caminar por tu cuenta al baño o prefieres que te lleve?

━━━✧━━━

Cú hundió su cuerpo en el agua tibia, su cabello largo floto a los costados, mientras miro el techo, la tina no era lo suficientemente grande como para que su cuerpo entrara por completo, por lo que flexiono sus rodillas.

El agua se sentía agradable, nunca imagino extrañar tomar un baño como tal, en retrospectiva un espíritu heroico no lo necesitaba ya que su cuerpo solo era la imitación de lo que alguna vez fue en vida. Sin embargo aún agradeció el pequeño cambio de entorno.

Kotomine lo había dejado solo dentro del pequeño baño tras colocarlo en la tina, Cú suspiro, al menos agradeció el hecho de mantener la suficiente fuerza como para mantenerse erguido y no ser cargado por Kotomine todo el camino.

Apoyando los codos se deslizó hacia arriba y con ambas manos tomo algo de agua para lavar su cara.

¿Hace cuánto que no hacía esto? Se pregunto antes de moverse a un lado y tomar del banco de madera el jabón y el shampoo que había dejado Kotomine.

Sin querer, el movimiento le insto a mirar hacia abajo, sus ojos miraron el reflejo en el agua, por la posición no logro ver por completo su cara, sin embargo pudo notar el hundimiento en sus mejillas y la oscuridad que se extendió por debajo de sus ojos.

Cú se preguntó si se veía tan mal como se sentía, eso lo hizo congelarse por un momento.

—¿Lancer? —llamo una voz detrás de la puerta, Cú miro la madera esperando que la puerta se abriera, pero está no lo hizo— Avisa si necesitas algo.

Cú escucho pasos alejándose del lugar, eso le hizo recobrar la compostura, por alguna extraña razón se sintió ansioso y el pensamiento de que debía darse prisa lo insto a tomar el jabón con la mano.

Para cuando termino de bañarse Cú se encontró sentado en medio de la tina, el sonido de la lavadora que se mantenían en el primer piso hizo ese extraño ruido que ocasionalmente hacia cuando era usada.

Si no mal recordaba Gilgamesh había mencionado que antes era mucho peor ya que se lavaba a mano.

Cú suspiro, desde hacía 5 minutos que el agua había sido tragada por la tubería y no quedó rastro alguno de ella, sin embargo no se movió de su lugar, se sentía extraño, la botella del shampoo seguía sobre el banco de madera, cuando lo abrió no se había percatado del olor, pero de alguna forma ahora era demasiado consciente de ello.

Kotomine no solía malgastar el dinero en cosas banales, la mayoría de los artículos modernos dentro de la iglesia pertenecían a Gilgamesh y se encontraban resguardados en su habitación y el otro pequeño porcentaje eran donaciones de la gente.

Sin embargo lo que uso hace un momento estaba seguro que pertenecía a Kotomine, Kotomine como tal no solía usar perfume, el hombre en cuestión siempre se vio invadido de olores familiares dentro de la iglesia; papiro antiguo, madera vieja, una taza de café caliente y el olor de las flores que solía impregnársele cada vez que pasaba por el jardín, y el tenue olor del shampoo a jazmín. El olor era demasiado delicado y suave para un hombre como él y sin embargo demasiado adecuado para el papel que desempeñaba.

El papel de un hombre recto y austero dentro de esa iglesia siendo amado por sus visitantes.

Su olor se encontró en las puntas de cabello como la raíz y noto el leve aroma entre los dedos de sus manos como si las lamiera.

Eso le asusto.

Cú trato de levantarse, sin embargo el sonido del toque de la puerta lo alertó, fueron dos toques suaves, pero firmes con un lapso adecuado entre cada uno.

—¿Lancer? —llamo— El sonido del agua dejo de escucharse, así que vine a ver si te encontrabas bien —Cú observó la sombra detrás de la puerta y como el pomo se movió— Entrare ahora —dijo y la puerta se abrió, Cú parpadeó cuál ciervo frente a los faros de un auto— Parece que llegue a tiempo, toma —extendió su mano con una sonrisa misteriosa, había algo en sus ojos que no pudo comprender del todo.

Pero Cú no pudo detenerse a pensar en ello, no cuando noto al instante el olor extraño en la habitación. Rápidamente sus ojos se movieron del rostro de Kotomine hasta la altura de su mano, la cuál sujetaba una camisa blanca.

—Ya que has desecho tu armadura, esto parece adecuado para ti —no parecía haber malicia en sus palabras, pero eso no lo hizo mejor, en realidad el tono monótono le hizo enojar aún más— ¿Lancer?

Cú no hizo caso a su llamado, sus ojos siguieron fijos en la camisa, a simple vista era una camisa normal, una más del montón que usaba Kotomine, pero había algo diferente, algo extraño se había colado en ella, algo que no parecía pertenecer ahí.

—Apesta —su voz sonó áspera mientras sus dientes chocaron entre sí, está vez Kotomine lo miro con curiosidad.

—¿Que quieres decir?

Cú no respondió, siguió mirando la prenda y una vez más repitió; —Apesta.

El entrecejo de Kotomine se frunció por lo vaga que fue su respuesta.

—Lancer, no sé a qué te refieres. Ahora ponte la ropa y vuelve a la cama —movió la camisa hacia su dirección solo para encontrarse con su rechazo.

—Apesta —Kotomine sintió el dolor de cabeza venir, dirigiendo su atención hacia la dirección en la que Cú estaba mirando notó que no apartaba la mirada de su camisa.

—¿Acaso te refieres a "esto"? —Kotomine suspiro, sus labios se alzaron mientras lo miro condescendientemente— Lancer ¿Acaso la fiebre te quemó el cerebro y afecto tu sentido del olfato? —se burló, pero Cú no pareció prestarle atención, Kotomine volvió a suspirar, la diversión de molestar a alguien radicaba en ver sus expresiones, sin embargo si no podía sacar nada de ello no había razón de porque continuar— Como sea, deja de ser testarudo, solo póntela, tengo trabajo que hacer —una vez más lo instó a tomarla, pero Cú lo rechazo, el golpe de su mano chocando contra la suya hizo un sonido sordo dentro de la habitación. Kotomine frunció el entrecejo cuando vio la camisa en el suelo— ¿Acaso malcríe demasiado a un perro tonto? —soltó, mientras trataba de recuperarla solo para encontrar la mano de Cú sobre su muñeca— ¿Lancer? —su mirada se afilo en su dirección— ¿Qué estás haciendo? —pregunto cuando Cú acerco su rostro a su mano, parecía estarlo olfatearlo. Kotomine no sabía si reír o sentir lástima, mientras lo miro en silencio, a sus ojos parecía más un perro que la leyenda del héroe de Irlanda, sus labios se arquearon hacia arriba y el enojo que sintió por su rabieta casi se había esfumado.— ¿Ahora eres un perro? —se burló, solo para encontrarse con la mirada de Cú, sus ojos rojos se oscurecieron y su mandíbula apretada con fuerza, se abrió.

—Apestas —dijo y Kotomine lo miro con recelo, su mano libre se colocó detrás de su pantalón, pero antes de poder hacer algún movimiento, Cú lo tomo con la otra mano y lo hizo caer en el suelo.

El movimiento fue rápido, Kotomine se dio cuenta que no debió haber subestimado a su oponente, su sirviente no se encontraba en el mejor estado, pero aún seguía siendo algo inhumano traído por el grial. Kotomine soltó una risa baja antes de mostrar una sonrisa en sus labios, Cú quien se encontró sentado encima de él lo miro con sorpresa, aún así no lo dejo ir. La sonrisa de Kotomine se suavizo cuando miro su rostro confundido. Para él, aquel hombre que alguna vez fue una leyenda no era más que solo un triste perro confundido dentro del baño de esa iglesia.

"Ah, tan lamentable" murmuró para sus adentros, mientras miro el rostro que tenía enfrente, el mito irlandés describía a Cú Chulainn como un hombre realmente hermoso, que solía engatusar a hombres y mujeres por igual, su belleza no era de este mundo, se afirmó en el mito y cuando lo vio en persona por primera vez no pudo evitar sentirse decepcionado.

Bajo la perspectiva lógica, Kotomine sabía que su sirviente era lo que la gente denominaría hermoso, sin embargo no sintió el encanto que solían describir cuando se miro al hombre por primera vez.

Sin embargo en ese instante, no pudo evitar sentir que lo que estaba mirando era definitivamente hermoso.

—Apestas —volvió a mascullar con irá contenida Cú, su agarre era fuerte, pero no lo suficientemente fuerte como para que Kotomine no pudiera zafarse, Cú comprendió que Kotomine sentía curiosidad por lo que pasaría después. Y Cú se vio molesto no solo con ese hombre sino consigo mismo porque realmente no sabía lo que debía pasar después, lo único que revoloteaba en su cabeza era el olor extraño impregnado en la ropa de Kotomine y que se había impregnado en su mano— Apestas —murmuro— ¡¿Por qué apestas?! —las palabras sonaron más como una advertencia tardía sobre la respuesta que contemplaba a un castigo del cual no podría escapar.

━━━✧━━━

Kotomine observó a su sirviente en silencio, su entrecejo se encontraba fruncido, sus colmillos resaltaron a la vista, mientras sus bonitos rasgos empezaron a formar una fea mueca, sus ojos rojos oscurecidos por lo que Kotomine comprendió como de enojo e ira empezando a consumirlo solo lo instaron a mirarlo con mayor atención.

Kotomine se preguntó si sería mordido por su propio perro, pero lo que no espero fue escuchar el lloriqueo casi desesperado cuando lanzo la pregunta.

Kotomine desvió la mirada en dirección de la camisa, el agarre se volvió más fuerte, las uñas se clavaron por sobre la piel aunque no lo suficientemente profundas para dejar marcas, sin embargo entendió el mensaje.

"No apartes la mirada"

Aún así hizo caso omiso a su advertencia, Kotomine sintió el cuerpo sobre él temblar, al igual que las manos que lo sujetaron.

Vergüenza.

Ira.

Menosprecio.

Fastidio.

Estaba seguro que en ese instante el orgullo del guerrero Celta se encontraba herido. Reducido a un simple humano se vio obligado a soportar ser cuidado por el hombre que más odiaba.

El deseo de ver su rostro reverbero en su interior, sin embargo desistió de hacerlo, en su lugar miro la prenda con curiosidad.

Estaba seguro que la camisa estaba completamente limpia, había sido lavada por él y colocada en el cajón junto con las demás.

—Oi —llamo Cú, pero Kotomine no lo escucho, siguió mirando la camisa, eso solo le hizo molestar aún más, sus dientes chocaron entre si y su agarre se apretó aún más en sus muñecas, estaba seguro que dejaría marcas después, pero también era consciente que a Kotomine no le importaría.

"Molesto" pensó para sus adentros, ese hombre era terriblemente molesto, su sola presencia lo hacía enojar y para aumentar sus males tenía que estar con él, eso no sería malo si Kotomine no estuviera pegado a él, invadiendo cada pequeño espacio.

Y aún así para ese hombre él no significaba nada.

Cú gruño, el olor extraño le hizo poner los pelos de punta, tantas preguntas pulularon en su cabeza; ¿Quien había entrado al recinto y se había acercado a ese hombre lo suficiente como para dejarle una marca que ni él pudo hacer? ¿Era alguna clase de juego de Gilgamesh?

No, Cú negó, el olor le resultaba familiar, demasiado familiar para su gusto, lo cual solo hizo aumentar su enojo, ¿Por que si era algo tan obvio entonces como no pudo hacer algo para detenerlo?

—Oi —casi gruño al final de sus palabras cuando volvió a llamar a Kotomine, para ese hombre el dolor no era nada, estaba seguro que con su fuerza menguada solo era como la caricia de un bebé.

Sin embargo para su sorpresa, está vez Kotomine lo miro y Cú rápidamente se lamentó de haber visto su mirada.

—Lancer —Kotomine pronunció su nombre cuál susurro, mientras sus ojos lo miraron con demasiada amabilidad. Cú soltó rápidamente su agarre, mientras un escalofrío recorrió su espina dorsal, su primer instinto le insto a querer alejarse rápidamente, pero la ronca voz de Kotomine le hizo congelarse en ese instante— Lancer —Kotomine volvió a llamarlo, su voz era dulce, agradable y seductora para cualquier otra persona, pero Cú solo pudo sentir desagrado por ella— Lancer —pronuncio suavemente, Cú no se dio cuenta de la mano de Kotomine extendiéndose hacia él, hipnotizado por sus ojos, ojos que parecían haberse fundido con la propia oscuridad de la noche, observó en ellos la compasión derramarse mientras lo miraba fijamente. Molesto. Era tan molesto. Cú odiaba esa mirada demasiado falsa y complaciente, un hombre como él, demasiado roto y retorcido ¿Con que derecho lo miraba de esa forma?— Lancer —su toque fue cuál pluma, el calor de sus dedos genero una sensación placentera en su cuerpo, pero el olor que desprendió su mano le hizo gruñir. Un sirviente se alimentaba de la energía mágica de su maestro cuando era invocado, sin embargo su contrato con Kotomine era irregular, naturalmente un sirviente podía absorber la energía mágica de forma automática, pero su pase no solo carecía de fuerza sino que la energía de Kotomine era poca al no tratarse de un mago de verdad, cuando enfermo la solución más práctica para estabilizar su núcleo espiritual fue estrechar su pase a través del contacto físico, sin embargo Kotomine no hizo algún movimiento, al principio supuso que se debió a qué la mayor parte del tiempo se la había pasado durmiendo, sin embargo con el paso del tiempo Cú comprendió que Kotomine no parecía interesado en ello. En su lugar alimento y cuido de él, pasando la mayor parte del tiempo junto a su cama, tratando así que el poder mágico llegará de mejor forma a su cuerpo. Lo cual mejoro un poco la situación, pero no calmo su ansiedad como inquietud. Cú quiso reír, se sentía lamentable, su cuerpo no solo olía a Kotomine sino también su habitación se había impregnado de él, en ese momento no pudo evitar sentir que todo parecía un mal chiste. Kotomine había invadido cada espacio de lo que fue alguna vez Cú Chulainn, pero el propio guerrero Celta no pudo dejar ninguna marca en ese hombre espeluznante, sino que alguien más se había adelantado— ¿Aun no te has dado cuenta? —susurro con suavidad, mientras su palma dio pequeñas caricias, Cú tomo su mano, pero no la apartó en su lugar la aferró con fuerza. En cambio Kotomine sonrió ante el gesto. Sus labios se arquearon hacia arriba en un gesto burlón y sus ojos brillaron con un encanto que cualquiera podría llamar hechizante.

Ese hombre daba miedo.

Como un completo enajenado, un fracaso viviente para el mundo en el que se veía rodeado a interactuar, su única felicidad radico en el sufrimiento y la miseria de los demás, sin embargo a pesar de ello fue consiente de los estándares éticos y generales, y decidió regirse por ellos. En ese mundo donde todo hombre tenía derecho a ser feliz, su felicidad era algo inadmisible.

Pero en ese instante, Kotomine parecía feliz mientras lo miraba con la ternura con la que un niño miro la agonía de las hormigas que son pisoteadas por sus propios pies.

De alguna forma Cú sintió que así debía ser.

"No me mires como miras a los demás, no con esa falsa máscara con la que les mientes", el pensamiento amargo lo inundó de inmediato.

Los ojos de Kotomine se volvieron medias lunas, mientras su sonrisa se volvió depredadora, el dedo pulgar de Kotomine se deslizó de su agarre y acaricio la comisura de sus labios.

A pesar de ello Cú lo permitió.

La mirada de Kotomine era buena, esa mirada que desgarraba la piel, mientras lamía las heridas y creaba nuevas, y aplastaba cada rincón hasta que no quedaba nada además de los secretos más profundos que brotaron cuál lodo desde interior, era algo que parecía combinar con ese hombre.

Algo que el propio héroe Celta vería con repulsión, y sin embargo fue esa misma mirada la que lo hizo darse cuenta que su corazón empezó a latir con mayor fuerza en ese instante ante la anticipación.

No era como cuando Emer le sonreía dulce y anhelante tras su despedida, y le hacía querer abrazarla suavemente, mientras le juraba palabras de amor eterno.

Lo que sintió en ese instante no era para nada similar. Sin embargo Cú prefería esa mirada que parecía ver dentro de su interior secretos que el mismo desconocía de si mismo que algún otra.

Corta, hiere y destruye todo de forma maliciosa, esa era la mirada de un niño que juega sin cansarse. Algo que se suponía que era suyo y...

—Parece que quieres llorar —la voz de Kotomine corto el hilo de sus pensamientos. Cú se preguntó si ese era el caso, o solo Kotomine se estaba burlado de él una vez más— ¿No es como ver a un perro al que le han quitado su juguete favorito? —rio y su risa reverbero con fuerza en medio del silencio— Mi tonto, tonto perro —suspiro complacido— ¿Tal vez debería recompensarte y decírtelo? —su pulgar acaricio el costado de su labio inferior— Este olor, del que te has asustado ¿Aún no lo reconoces? —hizo una pequeña pausa— No, supongo que no, después de todo no es algo afín a los tuyos— Kotomine pareció pensarlo por unos segundos antes de proseguir, su sonrisa se volvió autocritica— Es la vida, Lancer.

Los ojos de Cú se abrieron, el recuerdo de hace unos meses llegó a él, en esa iglesia plagada de palabras falsas lo que Kotomine contempló como un milagro fue llevado a cabo. Una mujer había dado a luz en los recintos de la iglesia, fungiendo como su partero, la ropa de Kotomine se había machado de sangre, sin embargo aunque las manchas de sangre se quitaron, el olor impreso fue otro asunto.

El olor del nacimiento, la verdad fragante que se movía frente a ellos, lo que separo a los suyos de los vivos, no era algo más que la propia vida.

Cú Chulainn había jurado por su difunta maestra que la vengaría matando a Kotomine y lo llevaría al propio infierno aunque tuviera que caer con él.

—Los muertos, Cú Chulainn, no... —hizo una pausa— Sétanta —pronunció el nombre perdido con suavidad— No pueden cambiar, ni mucho menos intervenir en el mundo de los vivos, no importa cuánto lo intenten, no importa cuánto lo deseen.

"Ah, ahí está" pensó Cú, sus ojos se habían abierto con sorpresa ante las palabras de Kotomine.

Ese hombre siempre supo dónde golpear, creando heridas precisas, desenterrando los deseos más sucios de las personas. Cú por un momento recordó el barro cubriendo todo a su paso, sin embargo en ese momento no era él quien se hundía, sino Kotomine en medio del lodo dejándose consumir sin pelear.

Sétanta —la dulzura destilo de sus labios— ¿Aún no te has dado cuenta? —dijo condescendientemente, mientras su otra mano acaricio un mechón de su cabello

—¡Cállate! —gruño— ¡Solo cállate! —Kotomine rio divertido. Sus ojos parecían decir que había ganado, pero Cú se negó a aceptarlo.

"No puedes tomar lo que ya fue tomado" dijo, pero Cú sabía que aún podía obtenerlo si podía robarlo.

La razón por la que había estado tan enojado era por la risible verdad que se había negado a ver, el olor de la vida era un olor extraño en medio de un lugar lleno de muerte.

Cú tomo ambas manos y las colocó en el piso a la altura de la cabeza de Kotomine, Kotomine no pareció tener miedo, en su lugar se quedó en silencio, expectante ante lo que vendría después.

—¡Realmente eres desagradable! —gruño antes de inclinarse hacia abajo, sus narices casi se rozaron, y el flequillo de Cú acaricio la frente de Kotomine.

—¿Sucede algo Sétanta? —pregunto Kotomine inocentemente, Cú lo miro mal.

—¡Cállate! ¡No tienes derecho de llamarme así! No cuando ese nombre ha sido abandonado.

Kotomine tarareo —¿Pero no es adecuado que un nombre que ha sido dejado atrás sea pronunciado por un hombre que está mue...?

—¡No lo digas! —mostro los dientes y gruño en advertencia, Kotomine rio divertido, Cú no pudo evitar pensar en que tenía que darse prisa y tomar a ese hombre antes de que alguien más pudiera hacerlo.

━━━✧━━━

Cú tuvo un sueño, uno completamente diferente a los demás, está vez no hubo lodo, ni el fuego en medio de la guerra, sino una habitación demasiado familiar, frente a él un hombre se encontró recostado en un sillón de terciopelo, su cabello rubio relució cuál oro, mientras se balanceo cuando cambio de posición, en medio de ellos había una mesa de madera y sobre ella una copa de vino.

—¿Estás bien con esto? —escucho al hombre decir, sus ojos rojos cuál serpiente relucieron, ese hombre no era como el rey de los héroes que conoció cuando fue invocado, mucho menos era similar al joven rey que solía jugar con los niños en el parque, este hombre era alguien más y al mismo tiempo era el mismo con quién compartió un hogar en la iglesia.

Sus ojos siguieron fijos en él, pero de pronto su atención cambio a la copa que tenía en su mano, Cú estaba seguro que esto no era uno de sus sueños, ni mucho menos un recuerdo.

El terror se estacionó en su cuerpo cuando intuyo de quién podría pertenecer este recuerdo, y cuando miro el reflejo en su copa no pudo evitar despertar ante el susto que se llevó.

En medio de la noche Cú Chulainn despertó asustado, su pecho se movió de arriba abajo mientras el sudor recorrió su rostro y parte de su cuerpo.

La persona que se reflejo en el vidrio era un hombre de cabello castaño obscuro corto, cejas gruesas y mirada inexpresiva, un hombre que estaba seguro nunca había visto en su vida sino fuese por los ojos vacíos que observó.

"Esto era un recuerdo de Kotomine" murmuró en su mente, mientras trataba de calmarse, sin embargo la develación solo genero más dudas en su interior cuando recordó lo que había soñado antes.

Lodo negro, un paisaje desolado y alguien en medio de una cama limpia, esa persona parecía preocupada...

Cú miro de reojo hacia su derecha, a un lado la espalda de Kotomine se encontró desnuda, las marcas de mordidas que estaba seguro curaría en un par de horas aún eran visibles ante los pequeños rastros de la sangre que coágulo.

Cú se hundió en la cama, quería destrozar a ese hombre, aplastar cada órgano y hueso, beber su sangre y devorarlo sin dejar rastro alguno de su existencia.

Su lengua lamió cada parte recóndita de su cuerpo, el interior de su ombligo como los pliegues de sus dedos, mordió su nuca como la parte superior de su oreja cuando lo coloco boca abajo y sorbió sus lágrimas cuando lo hizo llorar al llegar al clímax.

El cuerpo de Kotomine era el de un guerrero en forma a pesar de su edad y vocación, en él las heridas de las "guerras" pasadas escribieron sobre su piel y eso solo insto a Cú a ser más cruel.

Una vez más suspiro cuando se dio cuenta que el cansancio y la falta de energía se habían recuperado.

La joven dama había tenido razón, pero no era algo de lo cual estaba feliz de aceptar, en su lugar se sintió agobiado. Si Kotomine no fuera un hombre despreciable, pensó que las cosas podrían ser más fáciles, no obstante a pesar de eso, se dio cuenta que si hubiera sido un hombre simple tal vez nunca se hubiera encaprichado con él de esa forma, Cú no pudo evitar sentir lástima por si mismo y para no pensar más en ello trato de volver a dormir, sin embargo la voz de Kotomine le hizo girarse en su dirección.

—¿Tuviste un mal sueño? —pregunto sin mirarlo. Aún seguía de espaldas mirando en dirección de la lámpara. Cú hizo un pequeño sonido de negación— Ya veo, entonces ¿Necesitas algo? —la cama rechino, Cú observó cuando Kotomine estuvo a punto de levantarse, sin embargo la mano de Cú lo detuvo— ¿Qué sucede?

Cú guardó silencio por un momento, estaba seguro que si no decía nada Kotomine se iría.

—No creo que sea bueno que te vayas —esta vez Kotomine fue el que guardo silencio y antes de que Cú estuviera seguro que Kotomine simplemente lo ignoraría la cama volvió a crujir.

—Entiendo, aún se necesita estabilidad con el pase —dijo antes de volver a su posición original.

Cú suspiro aliviado, aunque no soltó la muñeca de Kotomine y a este no pareció importarle.

"Sin lugar a dudas es un bastardo sin corazón" murmuró Cú preguntándose así mismo si lo que estaba sintiendo en ese momento no era tan diferente a lo que "esa" persona sintió.

━━━✧━━━

Cú observó la puerta de la iglesia, como de costumbre la gente se aglomero alrededor del sacerdote que dirigía el lugar, con una sonrisa falsa y palabras amables les mintió de forma descarada.

Kotomine Kirei no era un hombre que pudiera entender sus corazones por ello podía entender mejor que nadie las emociones ocultas dentro de ellos, alimentándose de su pena y dolor cumplió su deber como sacerdote.

Pocos sabían su verdadera naturaleza maliciosa y estaba seguro que, cuando lo descubrieran esa misma gente que lo adoro como un hombre recto y cercano a Dios le darían la espalda.

Sin embargo Cú estaba seguro que a Kotomine no le importaba. En realidad si un día llegará a pasar, estaba seguro que Kotomine estaría complemente feliz al ver su reacción llena de enojo e ira.

Ese era su maestro actual, un hombre despreciable y desagradable.

—Parece molesto Sr. Lancer —una voz familiar atrajo su atención. Cú dejo la pequeña pala en el suelo y la rosa que estaba a punto de trasplantar quedó inerte a un lado. Realmente no entendía porque Kotomine se esmeraba por tener un jardín impecable si en primer lugar no le gustaban las flores.

—¡Tú! —apunto con el dedo acusadoramente al joven rey de los héroes, quien sonrió encantadoramente.

—¿Sucede algo Sr. Lancer?

—¿De verdad dirás eso? ¡Tu, pequeño y desvergonzado...!

—Oh, Gilgamesh, has vuelto —la voz de Kotomine interrumpió las palabras de Cú— Es bueno verte.

—¿Kotomine se sintió solo sin mi? —se movió hacia adelante, sus ojos brillaron curiosos.

—Siempre eres una fuerza a tomar en cuenta Gilgamesh.

Gilgamesh rio divertido, pareció aprobar las palabras de Kotomine. Cú chasqueo la lengua.

—Oh, cierto, algunos de los feligreses dejaron algunos dulces y galletas en el despacho ¿Podrías ser tan amable de aceptarlos? —Cú suspiro, parecía que todo había vuelto a la normalidad— ¿Lancer? —los ojos de Lancer se dispararon en su dirección y parpadeo confundido— Al parecer preocupaste a más de una persona en la iglesia, sería educado aceptar sus regalos, claro está, que siempre puedes tirarlos a la basura —dijo Kotomine antes de irse primero.

Cú miro su espalda alejándose, era verdad que cuando volvió, mucha gente fue a saludarlo y preguntarle por su salud, al principio pensó que solo era una cortesía, después de todo durante la semana que estuvo en cama, la iglesia de Fuyuki permaneció cerrada, y aunque Cú regaño a Kotomine por hacerlo, este no pareció afectado ya que en el pasado solía hacerlo con frecuencia.

Cú suspiro, había muchas cosas que no sabía, y no estaba seguro si quería saber, y sin embargo no pudo evitar sentir curiosidad.

—Parece más animado Sr. Lancer —la voz de Gilgamesh atrajo su atención una vez más al presente, con el entrecejo fruncido lo miro mal.

—Tú —señalo— ¿Por qué hiciste eso?

Gilgamesh se llevó una mano al mentón, parecía estarlo pensando.

—¿Hmm? ¿Hice algo que pudo molestas al sr. Lancer?

—¿Ha? ¿Y todavía lo preguntas? ¿No me digas que no tienes nada que ver con la copa de vino que encontré en la habitación de Kotomine?!

—¿Oh? —Gilgamesh lo miro con curiosidad— Pero ¿No era lo que quería el Sr. Lancer? ¿Me habré confundido, tal vez? —soltó pensativo y antes de que Cú pudiera interrumpirlo, prosiguió— Es solo, parecía que el Sr. Lancer se sentía algo celoso, acaso el sr. Lancer no estaba pensando en algo como: ¿Por qué es tan amable con ellos? ¿Por qué solo los mira a ellos de esa forma? ¿No es así?

Cú palideció cuando miro los ojos de Gilgamesh, a pesar de ser un niño, sus ojos eran aterradores, no eran como los de Kotomine que buscaban saber, los de Gilgamesh sabían. Cú carraspeo tras desviar la mirada.

—Como sea, no vuelvas a hacerlo.

Okey~ —respondió animadamente antes de empezar a caminar hacia la iglesia, Cú decidió levantarse y tomar camino también, sin embargo este se detuvo cuando Gilgamesh detuvo sus pasos— ¿Y bien? —dijo— ¿No es terriblemente dolorosa su amabilidad, Sr Lancer?

Gilgamesh no espero una respuesta, como si nada emprendió camino dejando atrás a Cú.

El viento soplo removiendo las hojas de los árboles y arbustos, Cú se preguntó sobre a qué se refería, si a la visión del hombre que solo podía amar la fealdad de la gente aunque no pudiera amarse así mismo o al hombre siendo tragado sin haber probado la felicidad que se le había negado desde el día que nació.

Cú recordó el lodo, la sensación de ser tragado y el vacío que reverbero en su persona, cuando Kotomine fue tragado por él no sintió pena ni dolor por su destino. Toda la amabilidad que ofreció nunca se le fue devuelta y en cambio se dejó tragar en completo silencio.

Cú se rascó la nuca antes de chasquear la lengua, sin lugar a dudas ese hombre era problemático. Pero él había hecho una promesa, lo mataría, y lo llevaría consigo, por eso debía darse prisa antes de que fuese llevado por algo más, sin importar que esté algo ya hubiera cumplido con lo primero.

Sin más, Cú camino en dirección a la iglesia.

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