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025.

Un año antes.

Jimin tenía las rodillas adoloridas y es que dar una mamada en esa posición no era lo más cómodo del mundo, pero al menos ya había acabado con quien era su tercera conquista del mes. Por ese entonces no importaba mucho de quien se tratase, con tal de olvidar al menos unos minutos el infierno en que se había convertido su vida bastaba... O trataba de creer eso.

Como siempre se levantó del piso para luego limpiarse las rodillas manchadas con el polvo del baño. Se podía escuchar como su acompañante se subía el cierre del pantalón y se acomodaba la camisa. Jimin intentaba no mirarlo y apenas se despiden con un asentimiento de cabeza. Las cosas eran mucho más fáciles cuando apenas había interacción, lograba hacerlo sentir menos basura el echo de que el otro chico también fuese directo al grano. 

En su escuela habían grandes espejos sobre los lavabos y Jimin los ocupaba para retocarse el maquillaje después de sus sesiones de sexo, intentando quedar perfecto antes de volver a
a clases haciéndose el desentendido. Abrió el grifo dejando que el agua corriera para lavarse la cara intentando no mirar hacia adelante y encontrarse con su demacrado semblante. Cuando esto sucedía existían veces en las que se quedaba viendo su reflejo por unos minutos, más de lo que acostumbraba, y se le hacía imposible reconocer al chico que estaba frente a el, como si fuese alguien totalmente extraño y no el mismo.

Si eso pasaba lo mejor era aguantarse las lágrimas que se acumulaban en los ojos y beber un poco de agua para aliviar el nudo que se le formaba en la garganta. Ese día intento hacerlo y nunca supo que falló ya que termino en el piso del baño sollozando como un niño pequeño.

Patético.

Sabía que era patético quejarse después de que el tomó la decisión de llevar su vida de esa manera. Había echo caso a los miles de comentarios que hacían sobre el día a día, convirtiéndose en la zorra que sus compañeros siempre creyeron que era. Seguramente si sus padres estuviesen vivos se decepcionarían de inmediato al ver el ser en el que se había convertido.

Siguió sollozando unos minutos cuando escuchó la puerta abrirse. Pensó que era Yoongi, quien contaba con un extraño sexto sentido para saber cuando estaba mal, que venía a buscarlo para entrar a clases de historia. Pero cuando dirigió su mirada hacia la puerta se encontró con un hombre alto de cabello negro, cuerpo esbelto y gafas redondas. No era un alumno, eso Jimin lo sabía porque conocía al sujeto.

– Me parece que sea lo que sea que ocurre no merece que un rostro tan lindo se empañé con lágrimas.

Las palabras son armas de doble filo y las personas que les gusta hacer daño siempre sabrán ocuparlas a su favor. Jimin cayó por las frases bellas y el cariño melódico de la voz, estaba tan necesitado de afecto que no fue capaz de distinguir al lobo con piel de oveja.

– Estoy bien, Profesor Xan –respondió mientras se secaba las lágrimas.

El hombre se acercó con cuidado y se sentó a su lado ofreciéndole un pañuelo de seda bordado, igual a los de las películas antiguas.

– Dime Youngsoo, Jimin.


•   •   •


El profesor Xan enseñaba Filosofía en la escuela. Era el docente más joven con 32 años y la mayoría de las compañeras de Jimin babean cada vez que entraba al salón. El rubio jamás hizo eso, estaba han asumido en olvidar cosas que prácticamente era un fantasma en las clases. Sí Yoongi no fuera un genio y un buen amigo que le ayudaba con las trabajos de seguro hubiese reprobado el curso. Así que no notó la belleza de su profesor hasta que sus caminos se interceptaron.

Las cosas empezaron suavemente, sin prisa. Después de que el profesor Xan lo encontrase en el baño llorando ambos comenzaron a compartir un vínculo especial. Jimin se quedaba después de clases a preguntarle sobre la materia que habían visto y el le ofrecía tutorías en la biblioteca. Tomaban café y platicaban de todo los que se les viniese a la mente. Después de mucho tiempo Jimin sentía que podía volver a confiar en otra persona dando paso a la posibilidad de estar con alguien que le hiciese bien.

El primer roce fue tan suave como el tacto de un pétalo, Jimin llegó a pensar que lo había imaginado. 

Como ya se les había echo costumbre estaban en la biblioteca teniendo las tutorías. El profesor Xan le había dado unas preguntas sobre el libro que habían estado discutiendo las últimas semanas y Jimin estaba muy concentrado respondiendolas en su cuaderno. Quizá fue lo íntimo del momento, la bibliotecaria había ido a buscar unos papeles y no había nadie que pudiese verlos. Debió haber dicho algo, debió haber detenido la avalancha de problemas que se avecinaba...

Cuando sintió los dedos de Youngsoo en su muslo derecho.

– Estoy muy orgulloso de ti, Jimin.

Y es que el sabía que estaba mal pero su cuerpo era tan débil ante cualquier tacto cariñoso que se metió en la cabeza que aquello estaba bien, que el Profesor Xan tan solo le estaba demostrando su afecto. Mentiría si dijera que no le gusto, Jimin necesitaba a alguien que le hablase dulcemente y no lo tratará como un simple objeto.

Los dedos de Youngsoo apretaron su agarre y volvió a quedarse callado aunque por dentro quería gritar que lo soltara de una vez. 

– Tan bello, tan hermoso.

Esas palabras lo relajaron y en ese momento todo estuvo bien... 

Pero duro poco.


  • • •  


Los besos no se hicieron esperar, llegaron en un día lluvioso cuando el alma de Jimin estaba mucho más nublada que el cielo. Ni siquiera se lo esperaba, el primer roce había sucedido días atrás y casi lo había olvidado. No podemos culparlo, aunque el quisiera demostrar otra cosa seguía siendo el mismo chico inocente de siempre.

Ese día cuando puso un pie en la escuela fue directo al baño para retocar su maquillaje. La noche anterior no había dormido bien a causa de las múltiples pesadillas que le acosaban y no quería que nadie se diese cuenta. El timbre sonó y los chicos que estaban allí desaparecieron para no llegar tarde a clase mientras Jimin seguía aplicando polvo bajo los ojos. Se ponía que estaba solo, pero el hecho de que la puerta se abriera y luego la cerraran con el pestillo puesto daba cuenta de que su tranquilidad había durado la nada misma.

– ¿Profesor Xan? –Preguntó al ver al mayor.

– Por favor, Jimin. Hazme caso y dime Youngsoo.

Se acercó demasiado y a Jimin le temblaron las rodillas. Estaban cerca, demasiado. Esa hubiese sido la parte donde a Jimin le comenzara a latir el corazón con fuerza, la piel se le pusiera de gallina o simplemente sintiese agrado de estar a tan pocos centímetros de su profesor de Filosofía.   

Pero no sucedió, ni siquiera cuando este le devoró la boca.

No habían mariposas revoloteando en su estomago ni ganas de seguir el ritmo. Parecía que Jimin había sido transportado lejos de su cuerpo porque se quedo estático sin negarse ni un poco. Sus manos colgaban inertes a cada lado esperando la señal por parte de su cerebro para apartar a Youngsoo de una vez. En el fondo sabía que ese era el momento en que si no hablaba todo se iría a la mierda.

Pero las palabras lo atraparon otra vez.

– Eres perfecto, Jimin. 

El nombrado abrió los ojos de par en par. Si había algo que Youngsoo sabía hacer a la perfección era decir todo lo que Jimin quería oír.

– ¿Lo soy?

– Lo eres. El más bello y perfecto.

Jimin necesitaba eso, aunque significase la perdición.  


    • • •   


– Así bebé, un poco más.  

Jimin movía sus caderas con su semblante congelado. Cada estocada le dolía en lo más profundo de su ser porque parecía que quebrantaba su espíritu. Jamás había llegado a rebajarse tanto, dar su cuerpo a cambio de un par de palabras bonitas que parecían ser su sustento para seguir de pie. 

– Eres maravilloso, Jimin –susurraba entre gemidos Youngsoo.

Las tutorías habían sido reemplazadas por folladas en el asiento trasero del auto que tenía el señor Xan y las frases románticas se nublaban por lo sucio. Todo se deterioraba al alrededor de Jimin y parecía que ese era su destino... Ser utilizado como un simple juguete.

– ¡Dios, sí!

El show había terminado, Jimin dejó su posición para colocarse los boxers y sentarse sobre el asiento mientras se aborrece a si mismo. Mal, todo estaba mal y no era capaz de detener lo que estaba pasando. La posibilidad de que todo terminase siendo peligroso era muy alta y de eso se dio cuenta unos segundos después cuando a su celular llegó un mensaje de Yoongi. Levantó el teléfono para mirar la pantalla pero antes de que pudiese completar la acción la mano de Youngsoo apretó su muñeca con fuerza.

– ¿Quién es? –Le preguntó su maestro con el ceño fruncido.

– Solo es Yoongi...

El agarre se hizo más fuerte.

– Ya te dije que odio cuando hablas con alguien más mientras estamos juntos. Tu eres mío, Jimin, mío y de nadie más.

Fue la primera vez que Jimin experimentó el miedo verdadero.  


• • • 


El día en que la bomba de tiempo explotó Jimin había llegado a su casa corriendo y las lagrimas recorrían su rostro como cascadas. Estaba en el punto de no retorno y lo único que quería era que todo desapareciese de una vez o que el mismo lo hiciera.

Dejó caer su cuerpo apoyando su espalda contra la puerta principal y como no lo había echo en meses gritó. La frustración podía sentirse en sus cuerdas vocales y la desesperación se veía en los temblores de sus manos. Jimin no había estado tan destruido como en ese momento.

Iseul escuchó el escándalo y fue corriendo a ver lo que sucedía. Ya se encontraba preocupada porque Yoongi le había dicho que su hermano estaba actuando de lo más extraño pero ni siquiera eso le preparó para la escena que tenía en frente.

– ¡Dios mío, Jimin! –Fue lo primero que grito ante de abalanzarse a abrazar a su hermano menor–  Tu... Tu rostro, Dios mío...

Jimin casi había olvidado el echo de que traía un ojo cerrado gracias a la hinchazón, la nariz rota y el labio partido. Miró a su hermana devastado. Después de la paliza que Youngsoo le dio por tratar de dejarlo ya no tenía ni una pizca de amor propio. ¿Qué se hacía ahora? Quería hablar pero aquella extraña barrera que se había creado meses atrás seguía allí impidiéndoselo. 

– Por favor, hermanito –le pide Iseul ahora sollozando–. Eres todo lo que tengo y moriría si no sé que esta pasando contigo. Necesito que confíes en mí...

Ver a su hermana en ese estado fue lo que despertó a Jimin de su letargo. No podía dejar que la gente que amaba sufriera de esa forma por su culpa. Ya era hora de que todo acabara.

– Me golpeó... El me golpeó...

Ese día dijo la verdad.  


  • • •   


– No me importa si es el sobrino del Alcalde o familiar del papa, lo llevare a juicio sea como sea y a esa maldita escuela también...

Jimin escuchaba a su hermana hablar por teléfono y el pecho le ardía de frustración.

Hablar no sirvió de mucho. Iseul quiso tomar cartas en el asunto pero la escuela no se hizo cargo de lo que sucedió y cuando trato de poner una demanda contra Youngsoo se la rechazaron por supuesta falta de pruebas, o mejor dicho que el profesor tenía conexiones importantes en la corte de la ciudad. Hasta en lo periódicos locales se ponían de parte de aquel abusivo dejando a Jimin como un pobre chiquillo que buscaba atención después de la muerte de sus padres.

Youngsoo por su parte se creía el dueño del mundo. No importaba cuantas veces Iseul pidiera una orden de alejamiento o que Jimin dejara de asistir a la escuela, el seguía mandando cartas de amenaza y dejando mensajes que ponían los pelos de punta en la contestadora. Insistía en que no se detendría ni dejaría vivir tranquilo al menor de los Park si no volvía a su lado.

Todo estaba muy jodido.

Y ese día se dejó caer la gota que rebalso el vaso mientras los dos hermanos estaban en la sala de estar. Primero se escuchó un sonido estrepitoso desde el segundo piso y luego un golpe en seco contra la ventana. Jimin se levantó del sofá para luego correr a ver que sucedía. 

La puerta de su habitación estaba semi abierta y cuando entró vio los vidrios de la ventana repartidos por todo el piso. Pudo haberse asustado por eso solamente pero cuando su mirada se dirigió a las paredes su corazón se detuvo en seco. El infierno se había abierto antes sus ojos.

– Joder –escucho decir a Iseul cuando llego a su lado–. ¡Jodido enfermo!

Las paredes estaban llenas de fotografías de Jimin tomadas en su casa y sobre ellas se escribieron varias frases con pintura roja.

Siempre serás mío.

Te amaré por siempre.

Ya  volveremos a estar juntos.

Jamás te dejaré solo.

Jimin cayó de rodillas al piso en su estado más vulnerable. Muchas preguntas sin respuestas comenzaban a volar por su mente logrando que se marera y es que... ¿Como volvería a sentirse seguro?, ¿cómo podría tener una vida normal sabiendo que Youngsoo estaba afuera observando cada uno de sus movimientos?, ¿cómo recuperarse de lo roto que estaba?

– Se acabó. Se acabó, joder –decía Iseul con sus puños cerrados–. Haz tu maleta, Jimin. Hoy mismo nos iremos.

Jimin miró a su hermana y sollozó en silencio por unos minutos. No les quedo otra que huir de su propio hogar.



    ( ✧ ) 



Nota: Ya, lo prometido es deuda y aquí esta la actualización por mi cumpleaños. Sí, cumplí  19 años el 27 de Abril y no lo celebre porque estuve estudiando para mis solemnes </3. En fin, hoy me quede hasta tarde solo para terminar este capítulo así que espero que lo disfruten y sus dudas hayan sido aclaradas. Un besito, los adoro.    


    


   

 

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