¿Intenta asustarnos?
Siempre se ha oído hablar de leyendas, de cuentos fantasma, de mitos o rituales. ¿Quién iba a creer en semejante estupidez? Estos seis amigos no. Estos no se clasificaban por su fe católica, no creían en nada de eso, ni siquiera han ido a misa a no ser que los hayan obligado. Para ellos, todo lo que tiene que ver con el reino de los cielos y Satán es aburrido, incluso se mofan o hacen bromas a otros amigos que sí creen. Cada cual tiene su manera de creer en las cosas, sin embargo, no saben que les depara el futuro y que nuevas aventuras pueden emprender.
Todos los jueves por la tarde se reúnen a tomar unas cervezas mientras hablan de donde ir el próximo fin de semana. Los chicos son más de ir a excursiones por el campo y a las chicas les gusta más visitar nuevas ciudades.
— ¿Qué queréis hacer este fin de semana? —inicia la conversación James mientras coge su cerveza y le da un largo trago.
— Pues podemos ir a algún albergue o acampar en algún lugar cerca de aquí. —dice Josh con una gran sonrisa. Acampar es una de sus aficiones favoritas, estar en contacto con la naturaleza le encanta y poder disfrutar con sus amigos en ella, es uno de sus pasatiempos favoritos.
De pronto, un anciano aparece de la nada. Miran hacia las otras mesas y están llenas de gente joven conversando sobre su vida o sobre la fiesta que van a montar en sus casas. Pero al hombre mayor, nadie lo había visto. Se le quedan mirando con atención. Esperan a que diga algo pero solo los observa uno a uno. Da pavor verle esos ojos amarillentos que son tan inusuales de ver. Su rostro es una incógnita, no se puede ver de qué humor está, no está ni serio, ni triste, ni enfadado, ni alegre. Cansados de que los observe vuelven a su tema de conversación. Al final eligen la acampada, han dicho varios lugares, seis en concreto, pero cada uno lucha por el suyo. Es como un debate, un debate que no irá a ningún lado si alguien no se alista con otro. Sin embargo, el anciano que lleva rato parado delante de ellos empieza hablar. Su voz es francamente tenebrosa, es ronca y cada palabra que escupe por la boca parece puro veneno.
— No sabéis nada de lugares perfectos para acampar, hay un pequeño pueblo a unos cuantos Kilómetros de aquí, está abandonado.
— Discúlpeme señor pero, ¿qué más da si está abandonado o no? No tenemos miedo a nada. Hemos ido a muchos lugares abandonados a ver los escombros y estamos vivitos y coleando. No nos vengas con cuentos chinos que de esos ya conocemos lo suficiente. —le contesta Natacha un tanto enojada. Natacha es muy directa y sincera. Aunque sea la típica rubia con ojos azules, no le hace asco a nada. Es luchadora, valiente y fuerte.
— No es como las demás, en este lugar nadie sale vivo y quien sale, se queda terminal para toda la vida, viendo en sus tenebrosos sueños lo más ruin de su futuro. —todo el grupo ríe por lo bajo. El anciano los mira con puro odio pero no consigue intimidarlos aunque las chicas empiezan a sentir cosas extrañas.
— Si no le importa, estamos hablando y está invadiendo nuestro espacio... —dice Erik intentando echar sutilmente al anciano que les está molestando con tanta tontería.
— No tenéis ni idea de lo que habita allí. Cuenta la leyenda que todo aquel que pisa la zona prohibida no vuelve. A no ser que lo saquen a plena luz del día y como digo, se queda terminal. No se sabe con exactitud lo que hay pero muchas personas que han pasado cerca del lugar afirman haber oído voces, sonidos extraños...
— Es muy interesante lo que está diciendo señor pero no nos interesa. —reclama Erik.— Si no le importa...
— No os atrevéis porque tenéis miedo de ir y no volver. —ríe. Su risa es espantosa, le faltan la mitad de dientes. Tiene los ojos cerrados mientras ríe pero cuando los vuelve abrir son de un color más rojizo.
Los jóvenes se quedan alucinando por lo que acaban de ver, no se explican como acaba de hacer lo de los ojos pero fuera lo que fuera, habían relacionado al anciano con la locura. Todos se miran unos a otros, esperando que alguien dijese algo oportuno y callarle la boca al maldito anciano. Sus rostros se volvieron pálidos cuando vieron que ya no estaba, se había esfumado como el aire.
— No hagáis caso, solo es un viejo que intenta asustarnos. Estoy seguro de qué en ese lugar no pasa nada extraordinario. Será igual que los otros lugares a los que hemos ido, cuatro arañas, tres cucarachas... nada de especial. —dice James sonriente. — Otra cerveza guapa. —le guiña el ojo a la camarera y ésta le contesta con una sonrisa coqueta.
¿Qué os ha parecido? ¿Os gusta? :)
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