Prólogo: Decisión.
Prólogo: Decisión.
[Kaev en multimedia]
Estaba tan molesta con mis padres.
Estaba tan irritada, enfadada, furiosa... No entendía cómo habían podido hacerme algo así. Llevarme lejos hace cuatro años y darme una pre-adolescencia maravillosa al lado de Dinah y Spencer para luego devolverme a la escuela de mis pesadillas una vez más.
Al lugar donde todo había empezado, donde mis problemas de autoestima habían iniciado, donde pasé días llorando porque todos parecían decididos a dejarme en claro que era la "fea" de la escuela. Gracias a Dinah y Spencer había logrado superar muchos obstáculos de mi personalidad, era verdad. No sólo mi personalidad era más alegre, divertida, astuta y patea traseros, sino que físicamente la adolescencia había tocado mi puerta.
Mis enormes lentes negros habían sido sustituidos por lentes de contacto, la mamá de Dinah y Spencer, mi tía Lilli era estilista y había mejorado mi cabello y mi rostro, con cremas, mascarillas y recetas caseras. Había dejado mis frenillos y cuidaba mi sonrisa. Trataba de vestirme al menos a conciencia y me había hecho una experta en natación.
Los cuatro años sirvieron para crear a una total y completamente deslumbrante Criss Holt, pero estaba de vuelta ahora a mi infierno personal.
Mis primas para animarme me dijeron que lo tomara como una especie de prueba. Se habían enfocado en ayudarme con mis problemas cuando llegué ahí y era hora de que probara si esta vez iba a dejar que me echaran abajo o me levantaría, orgullosa y patearía sus traseros apestosos.
Sinceramente esperaba que fuera la segunda.
No quería volver a hundirme.
Me había propuesto que no dejaría que volvieran a hundirme.
—¡Criss! —gritó mamá desde abajo. Haciendo una mueca, pero guardándome el resoplido, bajé las escaleras hacia donde mamá sostenía una caja llena de portarretratos que en mi opinión, bien pudieron haber sido pasados por el incinerador porque en todas salía el odioso rostro de Kaev.
—¿A qué tipo de esclavitud estoy siendo puesta ahora? —refunfuñé, cruzándome de brazos. Mamá puso sus lindos ojos azules en blanco y señaló la cocina. O lo que pronto se suponía que sería una cocina.
—Necesito que saques la basura.
Fruncí mis labios y mi mirada se clavó en la bolsa negra que estaba al lado de la encimera.
—¿Ya tan rápido estamos creando desechos? —pregunté con un deje de sarcasmo en mi voz. A cualquier mamá le habría molestado, pero yo tenía ese sarcasmo y lengua afilada de mi mamá y mis hermanas mayores.
—Sí, somos unos cerdos. —Mamá se quedó mirando la bolsa negra fijamente como si quisiera evaporizarla con la mirada. Cuando dejó de mirarla, se enfocó en mí y suspiró—. Saca la basura, Criss.
Puse los ojos en blanco y fui hasta por la bolsa negra. Aunque no lo parecía, pesaba bastante. Supongo que Nate metió piedras en él sólo para molestarme. Ya había sucedido antes. Salí de la casa, el cálido aire envolviéndome y sonreí.
Si había una única cosa que había extrañado de Cosswood era su aire cálido. Siempre que salía de casa, su aire me envolvía, con ese ligero olor a madera y podía irme sonriendo de la casa. Aunque luego terminara llorando, claro.
La casa que mis padres habían comprado ahora era diferente a la de hace cuatro años y eso estaba bien, porque odiaba mi casa anterior. Tenía que compartir cuarto con Nate y Ariana cuando Kayla y Noah tenían su propia habitación. No tengo por qué explicar que Nate y Ariana parecen imposibles de quedarse quietos y destruían los pocos juegos que Kev y su clan de maldad no me rompían o escondían.
La casa actual era más grande, más espaciosa y más iluminada. Y aunque decían que el dinero no compraba la felicidad, no me molestaría estar llorando en la hermosa terraza con la hamaca mientras veía toda la ciudad desde ahí.
El pensamiento me hizo sonreír y al mismo tiempo, ponerme en marcha para dejar la bolsa de basura en el contenedor verde frente a mi casa. Gruñendo por el peso, bajé las escaleras del porche hasta que llegué a mi meta. Dejé caer la bolsa en el contenedor y me sentí triunfante.
Primera tarea que no había arruinado en mi nuevo inicio en Cosswood.
Sin problemas, sin humillaciones, sin bromas.
Eso fue hasta que la puerta de enfrente se abrió, dejando ver a un chico digno de la portada de esas revistas con las que mis primas cotilleaban. Tuve que obligarme a esconderme detrás del árbol grande que tenía a un lado porque al parecer, dejar de mirarle no estaba entre las cosas que pudiera hacer, así que al menos esperaba que no me viera desde aquí.
Era alto, probablemente me sacaba dos cabezas y tenía un cabello castaño ligeramente ondulado y sedoso. Sólo con verle la espalda, ya me estaba derritiendo por él, así que imagina qué sucedió cuando se giró y pude verle los ojos chocolate derretido más hermosos que me había encontrado en mi vida. Parecía que se derretían contra la luz.
Llevaba una sonrisa ladeada que casi me deja ciega al reflejo con la luz del Sol. Su sonrisa era entre traviesa y divertida, como si alguien le hubiera dicho algo interesante. Cargaba una bolsa negra como la que yo llevaba hacía unos minutos, pero a él no parecía pesarle. Y cómo no, si hasta acá podía notar cómo sus brazos se flexionaban a cado paso que daba.
Este chico era digno de que trajera un babero y unos vinoculares.
Y era mi vecino.
Me mordí el labio inferior, ocultando mi sonrisa algo traviesa junto con mis pensamientos. Con mis primas había aprendido el arte del coqueteo y no se me daba mal. Si este chico no me notaba pronto, tendría que hacer un buen movimiento antes de que alguien más acaparara su atención.
A menos que él ya tuviera novia.
Eso me preocupó.
Y la teoría ganó más peso cuando una morena, alta y delgada salió de la casa con un vestido azul marino tan corto que por un momento pensé que pronto le vería los calzones a la pobre chica. Ella se acercó con una sonrisa y él hizo lo mismo. Se inclinó un poco más hacia ella, hasta su oído y le susurró algo que la hizo reír y dar un respingo.
—¡Kaev, qué cosas dices! —chilló ella y me sorprendió que no tenía la típica voz odiosas y de pito que algunas de ese tipo de chicas fingían.
Pero eso no fue lo que me dejó paralizada.
Lo que me dejó piedra, interrumpiendo mis pensamientos sobre ese chico, era que ella lo acababa de llamar Kaev.
Kaev.
El nombre de mi némesis en la vida. El malo de mi historia. El que se dedica a hacerme la vida imposible. El enemigo. El hombre malo de la risa malvada y el gato sobre su regazo.
Era Kaev.
Y cuando lo miré mejor, intentando reconocerle, casi me di una bofetada en mi mente. ¡Pues claro que era Kaev! ¿Es que mis primas me habían borrado la memoria? ¿Cómo no reconocí el rostro prepotente, la sornisa arrogante, o los ojos chocolate que parecían derretirse contra el Sol? Porque no debería ser legal que alguien tan malo fuera tan guapo.
Lo cierto era que Kaev había sido un chico lindo desde que era pequeño, a quién iba engañar. Y desafortunadamente fue eso mismo lo que me metió en tantos problemas con él.
Y como no era así, podía odiarlo felizmente.
Estaba dispuesta a darme la vuelta cuando noté que el rostro de la chica palideció.
—Te advertí que no pasaría nada de lo que pensaste, Sam —dijo Kaev con el ceño ligeramente fruncido y la expresión agotada. Como si estuviera harto de tener que repetirlo una y otra vez. La tal Sam miró hacia el suelo, avergonzada.
—Sí, es sólo que...
La chica parecía casi tímida ahora y estaba segura que las lágrimas estaban picándole. Cuando vivía con mis primas, me contaron que existían hombres así, que te querían por un momento y luego te tiraban a la basura. Me advirtieron que esos hombres no cambian, que no porque tú des mejores besos o tengas mejor sonrisa, vas a ser diferente. Nunca te metas con los gracias-basura.
Ese consejo hizo llorar a Dinah. ¿Por qué? Porque le había sucedido a ella. Estaba enamorada Jason desde cuarto grado. Jason era guapo, popular, rico... y arrogante. Dinah era guapa, divertida y a veces coqueta. Cuando tuvieron un momento, Jason la abandonó al día siguiente. Dinah se dio cuenta que su enamoramiento había sido en vano. Que ella no podía cambiar a los gracias-basura.
Kaev era un gracias-basura. ¿Por qué no estaba sorprendida?
—Pensaste que eras diferente —se burló Kaev con una sonrisa tan fría que podría congelar el Sahara—. ¿Por qué todas las mujeres creen eso? —Las mejillas de Sam se habían vuelto de un rojo carmesí—. Nunca hago las cosas sin advertencia, así que vete ahora si no quieres que aparezca un "Primera Advertencia" mañana en tu casillero.
La expresión de miedo y timidez de Sam desaparecieron, rápidamente siendo sustituida por pánico. Alzó su cabeza, rápido y abrió sus ojos como platos. Ella le tenía miedo a lo que fuera que era la "Primera Advertencia". ¿En qué se había convertido este chico? ¿Era un monstruo?
La chica dejó de ser Sam y se convirtió en Dinah. Las lágrimas de Dinah, los meses que pasamos consolándola y dándole palmaditas. El daño que un chico puede hacerle a una chica con palabras. No debería de estar permitido.
Alguien debía decírselo a Kaev.
No me di cuenta que yo iba a decírselo a Kaev, hasta que estaba cruzando la calle a paso decidido y con el ceño fruncido. Tampoco podía detenerme y regresar, porque Sam y Kaev ya me habían visto.
Tomando aire y diciéndome que después de todo, tarde o temprano iba a tener que hacerle cara a Kaev Jonas, le planté cara. Sam había dado varios pasos hacia atrás.
En ese momento pude verla bien. Era hermosa, realmente guapa, bonita y atractiva. Tenía el cabello castaño chocolate que le caía en ondas preciosas, facciones definidas, labios carnosos y ojos del mismo color que su cabello, pero sumamente expresivos. Y en ese momento expresaban puros sentimientos tristes.
Kaev acababa de rechazar a una mujer hermosa, como Dinah, que seguramente pasaría semanas o meses lloriqueando, como Dinah. Como me había hecho a mí durante años.
La ira y el odio creció dentro de mí cuando vi que Kaev tenía una sonrisa torcida y que sus ojos cafés estaban más oscuros y chispeaban.
—¿Quién eres tú, linda —preguntó Kaev, su voz cambiando seductoramente y sentí que me daban arcadas. Me guiñó un ojo y tuve que contenerme de darle una bofetada.
¡El chico que me hizo mi infancia desdichada me guiñó un ojo!
Por si fuera poco, Sam se rompió. Y cómo no, él estaba coqueteando conmigo frente a ella. Esta chica necesitaba una dósis de dignidad —tal como la necesité yo pero ya me haría cargo de ella cuando terminara con Kaev, quien de forma divertida, parecía no reconocerme.
—¿Nada, Kaev? ¿Un solo recuerdo? ¿No tienes idea de quién soy, verdad? —La situación era tan cómica que podría echarme a reír si no estuviera así de furiosa.
Al principio, Kaev no entendió.
—¿Qué? Pero si apenas te conozco...
Entonces, sus ojos brillaron con reconocimiento y mucha, mucha, sorpresa. Sabía quién era yo y su mandíbula estaba en el piso. Sip, él definitivamente no se lo esperaba. Eso me hizo sonreír con maldad.
—¿En serio? ¿No te acuerdas o acabas de comprobar mi teoría que siempre te faltó la mitad del cerebro?
Mis insultos eran comunes, no eran groserías o golpes, pero orgullo crecía en mi pecho. Jamás le había hecho frente a Kaev Jonas y poder sonreírle con arrogancia y decirle que no tenía cabeza era tan satisfactorio.
Ahí fue cuando lo decidí. Fue algo sádico, pero estaba decidido. Nuestros roles estaban a punto de cambiar y hacer sufrir a Kaev sería mi misión para este año escolar.
—¿Criss?
—Sí, la misma. —Puse mis manos sobre mis caderas y alcé el mentón. No tenía miedo. El miedo había sido sustituido radicalmente por la decisión—. Ahora, Keev, resulta que no soy la misma chica que se fue y al parecer aquí a mi amiga Sam le debes una buena disculpa.
Kaev no dijo nada.
Simplemente acaba de cerrarle la boca a Kaev.
Pero por otras razones, al parecer. En su expresión vi cosas que nunca antes había pensando que pudiera sentir él. Reconocimiento, sorpresa, ¿algo como la ira? Pero luego su mirada se profundizó, como si acabara de tocar un nervio o hacer mella en algo que dije o hice.
No podía verle a los ojos porque la que terminaría con la boca cerrada sería yo y mi plan se iría al mango, así que tomé aire de nuevo y le lancé mi mirada más fulminante.
—Pídele. Disculpas. A. Sam. Ya.
Mi tono frío y cortante, como el que Kaev había usado antes con la chica, pareció sacarlo de su trance porque cerró sus ojos y al abrirlos de nuevo, brillaban con arrogancia pura y cruda. El cínico y escalofriante hombre había vuelto.
Me dio una sonrisa torcida.
—Explícate, Holt. ¿Quieres que le pida disculpas a Sam o a ti? Porque tus disculpas puedes esperarlas sentada. Nunca llegarán —se burló, rodando los ojos como si no pudiera creerse mis palabras. Ahí estaba de nuevo su típico tono burlón y cruel que solía romperme.
Inhalé. Exhalé. Ya no me rompería. Iba a luchar. Iba a hacerlo sufrir.
Y por si eso no había quedado claro antes, un lindo puñetazo directo a su mejilla sentenció mi acuerdo.
* * *
Al final, terminé eligiendo a Francisco Lachowski de protagonista porque es muuy guapo y como ¡PEP! ya no esá más, se puede decir que es un modelo que jamás he usado. Ya saben que con eso de que mis novelas se conectan, no es una buena idea repetir personajes xdxd.
[Keev o Kaev es el mismo. Empecé a corregir el nombre y tengo errores].
Díganme qué les pareció el prólogo :)
Faniela, fuera.
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