Había un olor acre proveniente de las alcantarillas. Unos cuantos transeúntes la quedaban viendo con ojos sospechosos. Escondían sonrisas malévolas y reían entre ellos. El aroma a humo de cigarrillo y marihuana también se hacían presentes. Los vendedores miraban cautelosos a los alrededores, por si aparecía la policía cruzando la esquina. Había unos chulos y prostitutas de la misma manera, esperando realizar su trabajo con "dignidad".
La llegada de la joven despertó el interés de muchos, tanto de prostitutas como de drogadictos. Algunos vestían con ropas andrajosas mientras otros lucían sus grandes lujos. En ese medio, lo que menos importaba es tu forma de vestir.
Sus oídos y olfato desarrollado la guiaban entre los callejones. Oía el leve chillido de las ratas entrecruzándose por los botes de basura y las lejanas conversaciones de unos cuantos malandrines.
Un hombre en especial la observaba de pies a cabeza con malas intenciones. Tenía una serpiente tatuada en un brazo y un cabello largo hasta los hombros. Sus escleróticas venosas e inyectadas en sangre le daban un aspecto pesadillezco mientras mordía su cigarrillo y expulsaba el humo por la nariz.
Leena no le prestó atención y prosiguió con su camino. Sabía perfectamente lo que le pasaría a aquel hombre malencarado si se atrevía a seguirla.
El almacén de armas ilegales no estaba muy lejos de allí. Como supo Leena que allí vendían armas, porque ella frecuentaba ese sector para cazar a los desprevenidos alcohólicos o desventurados que pasaban por el sector. No lo hacía para alimentarse bajo la luna llena, sino cuando su instinto asesino le atacaba y solo le pedía asesinar sin razón.
No había tenido uno de esos ataques hace mucho tiempo, su naturaleza se había mantenido tranquila con la caza de la luna llena. Era casi un milagro para ella.
La tienda no poseía un nombre y ni siquiera estaba abierta a todo el público por lo que Leena tuvo que preguntar donde estaba escondido el lugar a una pareja desatada en uno de los callejones. La mirada que le dieron al detener la faena fue gélida y de odio. Por suerte, Leena logró llegar a su destino.
La pequeña tienda de suelo terroso y sostenida por unos cuantos pilares de metal estaba mugrienta y el olor a óxido le causaba un mareo y fastidio. Solo había un cliente de mala pinta comprando unas cuantas balas para su revólver mientras mantenía una acalorada conversación con la hija del dueño de la tienda, una muchacha incluso más joven que Leena con múltiples piercings en el rostro y de un llamativo cabello color lila.
Un sujeto fornido se aproximó al mostrador al ver a Leena entrar y se frotó el poblado bigote blanquinoso mientras tosía debido al humo de la pipa que fumaba.
—Buenas, buenas ¿Qué se le ofrece, señorita? —exclamó en tono de mofa e inspeccionándola.
Todos en aquel sector tenían esa maleducada forma de mirar. A Leena eso en el fondo le causó iras, tanto que incluso sintió como su lobo interior se sacudía en sus entrañas.
—Buenos días, deseo comprar un arma y un silenciador.
—¿Una chica como tú necesita un arma? —coqueteó el dueño mientras colocaba un codo sobre las sucias vitrinas—. Éste lugar es muy malo para una chica tan inocente como tú querida. Si deseas, puedo regresarte a tu casa en mi camioneta. Sin compromiso.
A Leena le asqueó el comentario, incluso más que cuando sacó el dinero de su bolsillo, el mismo que no le pertenecía pues lo había sustraído de todas las víctimas que había asesinado así como muchas de sus vestimentas.
—Dame un arma de buena calidad y el silenciador y rápido —ordenó azotando los cinco billetes de diez mil coronas ante la sorpresa del vendedor—. No vengo para estupideces.
En eso momento la expresión del vendedor cambió al apreciar el destello sobrenatural en los ojos de la chica cuando declaró su sentencia. El dinero también lo hizo callarse y enfocarse en su trabajo. Se alejó entre las vitrinas y sacó dos armas de entre sus bienes y el silenciador. Leena apreciaba cuidadosamente las acciones del hombre mientras sentía su pulso crecer más y más y su respiración volverse irregular. Estaba lista para atacar si el caso lo ameritaba.
El vendedor colocó las dos armas con sus respectivas balas sobre el mostrador y a un lado aislado, dejó el silenciador.
—Tengo una calibre 38 y una Glock nueve milímetros. Son las más apropiadas para unas manos tan delicadas como las tuyas, preciosa.
Leena volvió a ignorarlo y tomó la Glock entre sus manos sintiendo con las uñas sus grabados y textura. Esa arma era perfecta.
—Dame esta.
—Son cuarenta y cinco mil coronas con silenciador incluido. Le hice un descuento debido a su belleza señorita.
Leena solo entregó el dinero y tomó sus objetos sin ni siquiera regresar la mirada. Cubrió el arma en su costado y el resto lo metió en su mochila negra y gastada, la cual había obtenido hace algunos años luego de habérsela sustraído a un pobre universitario en una noche de Enero cuando se encaminaba a su hogar.
Pensó en el pobre Travis y se imaginó si aquel chico que había asesinado fuera él. ¿Cómo podría ser ella capaz de hacerle daño? Ella lo pensó la primera vez que lo vió luego de olfatear su sangre y oír hablar cosas feas sobre su persona. Aunque, tenía justificación. Ella no era una persona buena. Ni siquiera era una verdadera persona.
Unos pasos se oyeron cruzar el andén por sus espaldas. Leena se imaginó de quién se trataba y su instinto no pudo haber estado más alegre por aquello. No se resistió ni dijo ninguna palabra, solo se dejó llevar por las bruscas manos del hombre que la deseaba.
La lanzó con fuerza contra la pared de un callejón mientras reía a carcajadas y la arrinconaba contra su cuerpo. No se detuvo para ni siquiera hablarle ni mirarle a los ojos pues sus manos fueron directamente a profanar su delgado cuerpo juvenil. Ella por su parte esperó el momento justo y lo dejó disfrutar sus últimos momentos de vida acariciando el cuerpo del mismo demonio en busca de satisfacer la lujuria animalesca que lo dominaba. En ese preciso momento, Leena consideró que algunos humanos podrían llegar a ser igual de monstruosos que ella.
Tenía que alejarse de la muchedumbre para así poder realizar su matanza sin levantar sospechas.
—Espera... Mejor será un lugar más privado... —exclamó entre gemidos fingiendo seducción ante la mirada primitiva de él—. Quiero sentir más placer junto a tí.
Él ni siquiera respondió, solo asintió y ambos fueron hasta un terreno baldío donde solo las ratas y la nieve caída les harían compañía. Allí continuó con lo que había empezado mientras ella miraba fijamente a las ratas que huían del sitio ante la presencia de un predador.
Al dejar de oír las respiraciones de los transeúntes cerca, su lobo se disparó. Sus ojos centellearon y no le dió tiempo al hombre para reaccionar pues sus largos caninos ya perforaban su garganta.
Él intentó defenderse, pero era inútil luchar con aquel ente demoníaco que fácilmente logró inmovilizarlo sin soltar su cuello con sus fauces. Leena resoplaba la sangre hastiada y al oír su respiración extinguirse, soltó el cuerpo inerte de su agresor y huyó del lugar con la ropa cubierta de roja sangre, escabulléndose entre las laberínticas calles del barrio popular.
Había asesinado a plena luz del día, se había expuesto a mayor escala. Su hogar por suerte no estaba muy lejos del lugar y aquella zona no era muy poblada.
Fue cuestión de minutos llegar a su apartamento en el primer piso del viejo edificio sin ni siquiera atraer miradas extrañadas. Entró en su cueva y cerró de un portazo y con llave para luego echarse al suelo y calmar su agitada respiración.
—Esto es una de las cosas más estúpidas que he hecho en toda mi vida como lobo... Espero que no encuentren el cadáver.
Sus ojos aún centelleaban en dorado y su corazón estaba a mil por hora. Su mochila negra apestaba a sangre y suciedad mientras la despojaba de su contenido y sacaba el arma de entre sus ropas.
Ella se había olvidado de cual había sido su nuevo objetivo.
Con un sonoro click, insertó las balas en el cargador y activó el silenciador mientras se disponía a practicar el tiro con latas de refresco sobre la alacena. No podría fallar cuando se encontrara con aquella chica que escapó de sus fauces.
La patrulla iba veloz esquivando autos y volquetas y recibiendo insultos y maldiciones por parte de los conductores. Hannes manejaba con violencia mientras a lo lejos divisaba la escena del crimen con varias patrullas y el camión de Medicina Legal aparcado al otro lado de la calle. Divisó de pie, con su característico uniforme blanco y mascarilla el pelo entrecano de Víktor contemplando el lugar asimilando lo ocurrido.
Hannes aparcó la patrulla rápido al lado de otra y salió hasta alcanzar al forense.
—¡Víktor! ¡Víktor!
—Me alegra que hayas venido. Aunque quizá esto te inquiete un poco. A mí me ha dejado absorto.
Antes de que Víktor pudiese continuar, Hannes le cortó dando a gritos su sopsecha.
—¿Es Madame Valérie?
Víktor abrió los ojos como platos. Le agradaba la perspicacia del gendarme.
—Vamos adentro, quiero mostrarte algo —le dijo pasándole una mascarilla y unos guantes—. Usa esto, el olor y la escena es desagradable.
En efecto, al apenas poner un pie en el porche de aquella casa abandonada el olor a muerte era nauseabundo. Hannes aguantó las ganas de vomitar mientras se adentraba en la casa y aún más cuando vió el putrefacto cadáver, al cuál recién cubrían con una funda negra, de la mujer adivina que había propiciado tanta información sobre el asesino de Reikiavik.
Hannes sintió una infinita lástima por la mujer mientras veía como sacaban la funda hasta el camión de Medicina Legal y lo colocaban en la fría plancha de metal. Víktor observaba de brazos cruzados mientras inspeccionaba el lugar en bsucas de pequeñas pistas.
—Los vecinos llamaron por el horrible olor que emanaba de aquí. Pensaban que se había muerto un animal aquí, pues esta infraestructura era inhabitable. Al descubrir una señora de lo que en serio se trataba, llamaron a las oficinas de policía. El cuerpo lleva días aquí y mi equipo no ha logrado descifrar a primera vista las causas de muerte...
—¿Y si el asesino la mató? ¿Por saber demasiado? —se apresuró Hannes mientras seguía el paso del galeno contemplando las agrietadas y mohosas paredes de la vieja casa.
—No hay que eliminar ese detalle. No podemos saber a ciencia cierta si en serio Madame Valérie fue asesinada por el hombre lobo pero no hay que quitarle un ojo de encima.
—Vaya... Cada vez esto se pone más oscuro...
—Concuerdo. Es más. Debemos estar más precavidos. Creo que el hombre lobo está cazando a sus cazadores...
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Queridos lobos y lobas del bosque. Gracias por leer mis humildes escritos. Más suspenso y acción para el porvenir. Leena armada y el squad anti-lobos más precavido que nunca. ¿Será hora de que entren las autoridades en acción? Veremos si Leena erradicará a sus enemigos o si Reikiavik erradicará a su monstruo de sus calles.
¡Esto cada vez se calienta más y más!
No olvides votar, comentar y dar amor ^^
~Loba 🐺
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