Sí se puede 🩷
Todos esperan afuera mi gran momento, pero yo no puedo salir sin ver a Eloy. No creo en eso de la mala suerte por haberlo visto antes, eso lo dejo para supersticiosos incapaces de forjarse un futuro sin elección propia o cuando las cosas se les tuercen.
—¿Estás segura de querer seguir adelante con esto?
—Más que nunca. ¿Y por qué parece que estás tú más nervioso que yo? —pregunto extrañada. Tanto lo está que no se ha puesto bien la corbata, la que yo le arreglo en este momento—. Tranquilízate, hombre, todas las miradas estarán puestas en mí y en mi vestido.
—Ni me lo recuerdes, no debí dejar que Anika escogiese el modelo.
—Míralo y dime que no es una preciosidad. —Y al decirlo giro sobre mis pasos para que lo vea al detalle, o mejor dicho, para que vea lo que falta de él en mi espalda.
—Una preciosidad que me pone caliente y me provoca quitártelo a zarpazos.
—¡Animal! —digo riendo—. Para eso tendrías que suspender la fiesta —insinúo, sabiendo que es capaz de hacerlo
—A buen entendedor pocas palabras bastan, Romina. No me tientes, porque puedo mandarlos a todos a freír monas.
Río de pensar lo poco que necesito para que Eloy me complazca.
—Se dice mandarlos al carajo, ¿cuándo vas a empezar a hablar normal? Llevamos un año juntos, Eloy, ¿no se te ha pegado nada bueno de mí?
—¿Nada bueno? Hablo ya como un libro de citas célebres, mezclado con una enciclopedia animal y un traductor de inglés —dice él mordiéndose el labio inferior cuando me coge por la cintura para acomodar nuestras entrepiernas con un intenso roce. De seguir así yo también puedo mandarlos al carajo—, deja el diccionario de insultos para el año que viene, ¿sí?
Me río a carcajadas dejando expuesto mi cuello para sus besos.
—Eloy… tus padres están…, mi madre… —le pido sin ganas de que se detenga, pues he gemido a continuación.
—Sí, ya, ya... están todos ahí fuera para verte. —Él se aparta no muy conforme, con un quejido de dolor que me hace sonreír.
—Todos no —digo al tiempo que me miro en el espejo para asegurarme de que el rubor de mis mejillas desaparece—. No enviaste la invitación a Sonia.
Eloy mira mi reflejo en el espejo, detrás de mí, riendo y moviendo la cabeza a la vez, como negación.
—Tenemos que hablar de esa manía tuya, ahora, de limpiar conciencias ajenas.
—Compréndeme, cariño, si puedo aliviar su culpa lo haré, no quiero que se sienta ruin y mezquina por lo que te hizo. Y solo cuando vea lo feliz que eres ahora conmigo podrá estar en paz y seguir adelante.
—Qué cabrona eres —dice riendo.
—Oye, que aún no aprendes a insultar —contesto riendo con él.
—¿Y cómo llamas a lo que haces con Mijail?, ¿ONG postal para presos?
—Ah, no, a ese capullo solo le mando nuestras fotos para que se retuerza del coraje por vernos feliz a mí y a mi culo junto a ti.
Eloy mira la parte de mi cuerpo que he nombrado, otra vez se muerde el labio.
—¿A qué hora crees que podré mandarlos a todos al carajo?
Río por su nueva adicción a las palabras “sucias”. Miro el reloj del móvil junto a mi ropa, la que me pondré para la fiesta familiar del hotel después de la actuación.
—Las chicas y yo haremos un número conjunto de diez minutos, entre telas y barra. Nuestras actuaciones individuales son de otros diez y la graduación de los alumnos será de veinte minutos más. Calcula también los descansos y las presentaciones de cada uno.
—Setenta, joder.
—No. Luego en estos casos el público quiere saludar a los nuevos acróbatas y los padres felicitan a los profesores.
—Una hora y media larga. —Y es decirlo, y bajar la cabeza resignado por la espera.
—No tendrás tiempo de aburrirte, estás a cargo de la enana. Sus madres estarán conmigo en el escenario, y Tomás y Aurora piensan beber durante la fiesta.
—A veces pienso que yo también podría empezar a beber, me evitaría ciertas responsabilidades.
—No seas tonto, que se te cae la baba con Eloina.
—Esa es otra locura de Anika, por sus cojones tuvo que llamarla así. Yo me encargaré de convencerla para que se cambie el nombre cuando crezca.
—Deja de decir tacos sin mi supervisión —le regaño riendo—, y agradece el regalo como su padrino que eres. Yo lo hago.
—Pues que no crea que nosotros haremos lo mismo con ellas y nuestros hijos.
—No podrás evitarlo, las quieres así, tal como son.
Eloy gruñe, y sé que en su cabeza ya tiene las posibles combinaciones entre los nombres de Anika y Jazmín, que por cierto, a mí tampoco me gustan. Prefiero que sean niños varones a los que poner Eduardo, Eladio o incluso Epifanio, que por el lado de mi suegro es lo que nos espera para que hereden los hoteles.
—Cinco minutos para empezar, cuñadita.
Fran ha abierto la puerta de mi camerino y con su horrible sentido del humor, ese que no es comparable al de Eloy por mucho que dijese lo contrario cuando lo oía por teléfono, se tapa los ojos para no verme con el maillot semitransparente.
—Voy a bailar en la barra, cretino, no a hacer un pase privado del Burrow que te ponga cachondo. Díselo tú —ordeno a Eloy, quien le da a su hermano una colleja en la nuca.
Este sale corriendo mientras ríe, y me recuerda que no me lo crea tanto que no estoy tan buena. ¿Ah, no?
—Este gilipollas hará que hable mal antes de tiempo, ¿estás bien? —dice Eloy abrazándome. Yo y mis temores del pasado, o los que él cree que son.
Un año después de mi salida del club, y tras dirigir, con las chicas, una academia de artes acrobáticas para niños, puedo al fin hablar abiertamente de mi trabajo en ese lugar sin sentir vergüenza alguna.
La terapia con Eloy reforzó mi autoestima, aunque sus besos, caricias y amaneceres haciéndome el amor, también contribuyeron a ello. Y he de reconocer, además, que mi cuerpo resultó favorecido con una dieta de comidas equilibradas y los nuevos entrenamientos diarios.
—Tu hermano necesita gafas si no es capaz de ver el culito tan duro que tengo.
Eloy me mira asombrado por mi respuesta, no es propio de mí alabar mi cuerpo, y en concreto semejante parte provocativa que siempre me atará al Burrow. Yo lo miro deseoso de besarlo.
Me acerco a él de nuevo para coger su corbata, si ya estaba mal puesta, no seré yo quien tenga consideración ahora. Y le digo, a un beso de su boca:
—Sí, cariño, mandaremos a todos a freír monas antes de nuestro amanecer.
—¿Te he dicho ya que me gustan tus métodos?
Y ahora sí, Eloy me sonríe de manera pícara y sincera para enamorarme una vez más.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro