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No quiero creerlo. Todavía me aferro a la posibilidad de que Eloy se equivocase de verdad al marcar el teléfono de aquella psicóloga de Madrid. Porque así sería todo más fácil de entender y con menos drama que analizar, y nos garantizaría risas de por vida cuando lo recordáramos, cuando juntos, le dijera él a la gente: Marqué su número de teléfono, por error, y quedamos conectados para siempre.

     ¡Y una puta mierda!

    ¡Marcó el número de teléfono de la bailarina de alterne que se la ponía morcillona, la que cayó en su mentira!

     —¿Y dices que Eloy fue al club el mes pasado?

     No sé qué me habrá dicho Fran antes, mi atención se la ha llevado los ojos de su hermano, los que ahora, muy abiertos, parecen arrepentidos por algo.

     —Sí, estuvimos de vacaciones en Benalmádena y pasamos por Marbella.

     —Y Eloy decidió tomar un par de copitas para olvidar su divorcio, ¿no?

     Eloy da un paso hacia mí que sigo sentada en la cama, pero yo levanto la mano para detenerlo. No quiero que se me acerque, necesito mi espacio. 

     —Romina —me susurra él con demasiada lástima en su voz—, por favor, escúchame a mí, cuelga el teléfono.

     —Puedes contarme, Fran, ¿estuvo bien la noche de alcohol y chicas cachondas en el Burrow? —pregunto sin dejar de mirar a Eloy,  total, quizás así logre averiguar la verdad.

     —¿Alcohol? Pero si él no tiene por costumbre beber, solo lo ha hecho cuando firmó el divorcio.

     Por primera vez desvío la mirada de sus ojos y la detengo sobre los restos de nuestra cena, en la bandeja hay un solo vaso utilizado, el suyo todavía está lleno.

     —Entonces solo fue al club por las mujeres.

     De nuevo miro a Eloy, quien da un nuevo paso hacia la cama, negando con la cabeza. Me levanto de repente, no estaré sentada para cuando llegue hasta mí.

     —Para estar al tanto de esa noche te oigo muy molesta, Romina —dice Fran, confuso.

     —¿En serio?, ¿molesta yo? Yo me definiría más bien… cabreada.

     Para que veas, otra similitud con su hermano,  ya me conoce por teléfono y todo.

     —Creo que mejor le dices a Eloy que me llame él.

     —Será lo mejor, no tardará más de cinco minutos.

     Cuelgo el teléfono, empleo demasiada fuerza para que mi enfado se oiga bien.

     —Cinco minutos te doy. Después me marcho —digo mientras cojo mi ropa,  ya limpia, para ponérmela. 

     —Puedo explicártelo.

     —Me hago una idea. 

     Me quito la camisa con la que me fui a dormir, no quiero nada que sea suyo, y que huela a él, mucho menos. Comienzo a vestirme.

     —Romina, espera…

     —Suelta. —Aparto su mano de mi brazo—. ¿Me has dejado culparme por lo ocurrido con ese maldito club y todo lo que representa para mí, cuando ya sabías quién era?, ¡me has mentido!

     —No.

     —¡Me has mentido!

     —¡No menos que tú a mí, Doctora!

     Su grito nos deja a ambos callados. Mi respiración sobresaltada no logra calmarse. 

     —Yo no dije que fuese psicóloga —me defiendo.

     —Tampoco lo negaste nunca.

     —Ni dije que supiera dar consejos. Y óyeme bien… —le pido mientras agarro su camiseta por el pecho y atraigo su cara a la mía—, no fui yo quien te buscó, gilipollas.

     Ahora sí puedo ser la Romina vulgar y ordinaria que cree que soy, no voy a sorprenderle cuando ya sabe que poquitos estudios de psicología tengo.

     —Te has quedado con el dinero, eso no será mentir, pero se le parece mucho.

     —Eso es lo único que tú puedes echarme en cara, mi lista es más larga 

     —Romina, por favor…

     —¡Ahora entiendo por qué insistía en las llamadas!, ¡por qué querías "mis" citas! —digo zarandeando su cuerpo al dejar claro el posesivo.

     Eloy sujeta mi cara hasta hacer que nuestros labios se rocen, pero ya no hay sonrisas entre ellos que se acaricien. Al contrario, la tensión que acumulan pueden hacernos decir cosas muy dolorosas.

     —¿Y no te dice nada que luego quisiera oírte cada día?, ¿que ayer dejase a Sonia tirada para venir a verte?

     Su boca recorre mi mejilla, su aliento quiere hacerme entrar en razón.

     —Romina… lo hice mal, lo admito, y lo siento mucho —dice casi suplicando—, pero no puedes negar que conectamos en esa primera llamada. Que fuimos sinceros.

     Meto las manos entre nuestros pechos para separarlo, él se deja apartar, bajando el rostro. Vencido.

    —¿Y qué hubo de verdad en esa llamada?, ¡porque lo único que me queda claro es que estabas bebido esa noche, como dijiste!

     —Fuiste tú quien dio por hecho que estaba bebido, yo no dije nada.

     —Estupendo, y ahora me culpas a mí.

     —¿Qué? Nooo. Todo fue verdad, lo juro, todo cuanto te dije. 

     —¿Y por qué elegiste una excusa?, pudiste equivocarte y ya, ¿por qué elegiste hacerme pasar por una psicóloga?

     Eloy cierra los ojos para hablar, no quiere que yo vea algo en ellos.

     —Era ella o tú, llegué a tener los dos teléfonos en la mano. 

     —Y ganó la más fácil. 

     —Joder, no lo digas así. Mírame, Romina, soy yo, Eloy, el mismo que esperaba a cientos de kilómetros, cada amanecer, tus llamadas.

     Niego varias veces con la cabeza.

     —No juegues con eso, no te atrevas después de lo de hoy —digo enfadada. 

     —¡"Eso" somos nosotros,  ¿no te das cuenta?! Tu contándome toda la mierda del Burrow y yo haciéndote sonreír un día más. Al fin le encontré sentido a toda la basura  de mi pasado con Sonia, estar ahí para ti, escucharte.

     Se me escapa una sonrisa, sí, pero de burla.

     —Por eso no querías que ayer te hablase del club, ya estabas al tanto y podría ver que lo sabías.

     —De acuerdo —admite rendido—. ¿Sabes qué creo? —pregunta repuesto ya y con semblante serio. No parece lamentar mi enfado, y sé que él ahora va a defenderse.

     —Ilumíname con tu psicoanálisis.

     Eloy gruñe ante mi inmadurez. 

     —No quieres salir de esta dinámica, de la seguridad que te da ese lugar. No quieres abandonarlo y te refugias con nuestra primera llamada errónea para sentirte bien contigo misma.

     —No seas ridículo, el club ya no existe, ¿a qué me puedo aferrar ya?   

     He levantado la ceja, el gesto me hace parecer estúpida, no lo dudo, pero es lo que quiero, que me vea así.

     —Destruido o no, el club te impide avanzar, Romina, y si tu no quieres, yo no puedo hacer nada más.

     Me abrazo por la desesperación de saber que puede ser cierto. ¿Qué puedo hacer yo en la vida que no sea servir copas, bailar y dejarme sobar el culo? 

     Pero solo dudo un instante, antes de terminar de vestirme.

     —Así que al final te vas, no quieres saber por qué lo hice en realidad, por qué te elegí.

     —No cambiaría en nada mi decisión. Me viste seducir a una panda de borrachos.

     Eloy no se deja intimidar y continúa hablando:

     —Te vi bailando en la barra que es distinto —dice, y sus palabras cortan mi avance hacia la salida. Quiero preguntarle:

     —¿Y fue cuando te gustó el show y dijiste; a esa me la follo yo para ver si Sonia no me dejó eunuco?

     No he podido evitarlo, la nombro yo, todo este embrollo comenzó por ella, ¿no es así?, pues todo va a terminar igual. Eloy cierra los ojos, no muy conforme con mi pregunta dañina.

     —Hablo de la danza que realizas. Creo que aún no eres consciente, Romina, pero tienes cualidades acrobáticas que podrían servirte en otras disciplinas, una que no muestre tu culo desnudo —sigue diciendo con esos ojos llenos de admiración que le descubrí anoche. ¡Mentira!

     —Claro, a ti no te gustó mi culo como les ocurre al resto, ¿verdad?

     —Deja el sarcasmo para otro. Hablo en serio.

     —Sé muy bien que lo hago para provocar, no vas a reírte de mí.

     —¡No pude dejar de mirar tus movimientos, perdona si tus tetas a mí no me llamaron la atención esa noche!

     Imbécil. 

     No, Eloy no va a venir a decirme que bailo bien y que podría hacer otra cosa con mi cuerpo, es tan sencillo como pensar que se trata de menear el culo y abrirse de piernas para excitar a los tíos, no hago ninguna pirueta digna de elogio.

     —Gracias por el análisis corporal de mi trabajo en el Burrow, "doctor Cantero",  con eso ha logrado salvarme la vida, ya no volveré  a bailar pole. Bueno, en realidad lo consiguió Mijail cuando quiso prender fuego a todo, pero puede colgarse usted la medalla si quiere.

     Esta vez alcanzo la puerta, muy en el fondo quiero que me retenga de nuevo, pero parece que Eloy se ha rendido conmigo porque abandono el hotel sin que nadie salga a mi encuentro para evitarlo.

     

  

     La noticia está en todas partes. Hablan de la intencionalidad del incendio, y que incluso estando el local preparado para la magnitud que alcanzó, poco se pudo hacer con la llamas para que no se perdiese todo. 

     En varios de los pseudo programas de investigación que han colapsado la televisión, especulan también con los motivos desencadenantes, entre ellos destaca un ajuste de cuentas debido a los negocios fraudulentos que llevaba a cabo el gerente, Mijail Kuznetsov, en cuanto al tráfico de alcohol. Mira tú, cómo actúa el karma. Eso que nos ahorramos las chicas y yo, porque quien roba a un ladrón… ya se sabe. Bueno, nosotras no sabemos si nos perdonarán, pero por ahora no se ha podido rescatar nada del club que nos implique, y hablo de las grabaciones de seguridad. 

     A mí me gusta más la idea de que detendrán a Mijail por extorsión laboral, puesto que se quedaba con un porcentaje de las ganancias que le reportaba Jazmín y le impedía salir del país, y sé que a ella también le compensaría, o nunca olvidará que  casi lo mata por asfixia anoche.

     —Tranquila, si la policía no te busca, no tienes nada que temer —la abrazo para calmar sus nervios, que al parecer han aumentado con las horas de espera encerrada aquí en mi casa. 

     Sí, Anika se levantó como pudo y, arrastrando su cuerpo con la pierna totalmente vendada y ayudada con las muletas, cruzó el rellano para confesarle a Jazmín que sentía algo por ella, eso sí, antes tuvo que perdonarla o ninguna hubiera podido pasar página tras esa caída que a punto estuvo de ser peor para Anika.

     —¿Y tú? —pregunta espabilada Jazmín.

     —Verdad, tampoco te está buscando la policía,  no has tenido ni que declarar —Anika, sentada a mi otro lado en el sofá me coge la mano para transmitirme ánimo. 

     —No me preocupa demasiado. Mijail sabe que no puede delatarnos, él fue quien incendió el club y eso sería otro agravante  a su condena porque nos puso en peligro a todos.

     —Eso, y que yo le he enviado una foto de los documentos que me llevé. —Anika y yo miramos a Jazmín, nuestras caras de sorpresa no le pasan desapercibidas—. ¿Qué?, necesitaba un seguro de vida para mí y mi hijo.

     —¿Y te has llevado toda la noche sin dormir, preocupada por la policía, llorando y lamentando tu suerte? ¿Acabas de cuestionar que Romina no esté preocupada, cuando ya sabías que Mijail no puede hacerle nada?

     Ahora soy yo la que toma su mano para calmar a Anika. 

     —Son las hormonas, creo, no sé cuando me sorprenderán —dice Jazmín, sonriendo, al tiempo que encoge sus hombros.

     —No llego a verte parir, de verdad que no. Antes acabarás conmigo.

      Yo sonrío al verlas tan tranquilas, porque aunque no lo crean lo están, solo piensan en ese bebé,  como tiene que ser.

     —¿Qué son esas risas? —pregunta Tomás—. ¿No vais a contarnos? — Y viene acompañado de Aurora. 

     —A ver, abuelos, se llama a las puertas cerradas antes de entrar —dice Anika por la intromisión de ambos.

     —Tenemos llave, acostúmbrate —le contesta Aurora celosa de mi acercamiento con las chicas. 

     Ella no me lo ha dicho tan abiertamente, pero lo veo. Si ya Eloy era un peligro en nuestra relación materno vecinal, las chicas han venido a separarnos por completo. Bueno, Eloy ya no está aquí y dudo de que después de hora y media, que hace que abandoné el hotel, vuelva a interponerse entre nosotras.

     —Todo se está resolviendo, Aurora —dice Jazmín con mirada esperanzada.

     —Me alegro mucho, cariño. Tienes que cuidarte por ese bebé. 

     —Cuidado y no quiera quedarse con él también, para criarlo con Tomás —me susurra Anika al oído. Yo golpeo sus costillas para que deje de pensar mal de Aurora.

     —Venimos a cenar con vosotras —interviene Tomás poniendo sobre la mesa una tortilla de patatas capaz de alimentar al vecindario entero.

     —Ya veo. —Me pongo en pie para ir a la cocina—. El escuadrón cotilla lleva tiempo sin actuar, ¿no es así?

     —A ver, cielo, has vuelto de pasar la noche con Eloy, sola, seria y sin contar nada de vuestra cita, te miro a lo ojos y por instantes parece que quisieras llorar, otras reír y otras cagarte en su puta vida. —Aurora no debería conocerme tan bien—. Así que no quieras que nos mantengamos al margen.

     —No, para qué, ¿ verdad?, si haréis lo que os dé la gana —digo riendo mientras abandono el salón.

     —Espera y cuéntanos de una vez, mujer.  —Oigo que grita indignada por mi mutismo.

     No podrá ser, seguiré sin decir nada. Porque ojalá tuviese valor para decirles que mi estima es tan baja que no alcanzo a comprender cómo Eloy me pudo buscar sabiendo ya quién era, eso sería confesar mi arrepentimiento por haberme ido de su lado cuando supe la verdad.

     Cojo los platos y cubiertos, y saco una botella de agua del frigorífico, en esta casa se acabó eso de beber alcohol. La última vez que no controlé bebiendo cogí una llamada que no era del todo equivocada, la equivocada he resultado ser yo. Y además, días después confesé algo que ahora he de olvidar si quiero seguir viviendo. 

     Están muy callados los cuatro ahí en el salón, no oigo discutir a las chicas, o a los recientes novios, y eso es extraño cuando no son discretos precisamente.

     —¿Se puede saber qué os ocurre? —digo al llegar a ellos y soltar las cosas en la mesa.

     Tomás y Aurora tienen abierta la puerta de la entrada, cuyo timbre tampoco oí. 

     Jazmín corre hacia mí para apoyarme en lo que pueda necesitar, Anika lo haría de igual modo si la pierna no se lo impidiera, porque se revuelve inquieta en el sofá.

     El hombre que nos observa a todos parece disgustado. No menos que yo, que no esperaba ver a nadie extraño a las diez de la noche con semejante estado de ánimo que tengo, y menos si viene tan impecablemente vestido.

     —Quieren contestarme si vive aquí, o no, Romina Sánchez, por favor.

     ¡Joder!, este tío es de la secreta.

     Jazmín me da la mano, y con ese gesto sé que se declararía cómplice conmigo.

     —Miren, señores, me están haciendo perder el tiempo, la vecina del C me dijo que podía escontrarla aquí —insiste él. 

     Claro, no me extrañaría saber que esa mujer está con la oreja pegada al tabique, contenta por deshacerse de mí.

     Ninguno ha hablado todavía. El susto no se nos va del cuerpo.

     Pero esto no es eterno, tarde o temprano he de dar la cara.

     —Yo soy Romina Sánchez —digo dando un paso al frente en mi presentación. 

     —Al fin —exclama bajo nuestras miradas de sorpresa. 

     Tomás y Aurora se apartan de su camino, a él le oigo decir su frase estrella: puto Mijail. 

     El del traje pasa al interior de mi piso con una autoridad aplastante, que ninguno nos atrevemos a cuestionar, y es cuando reparo en un portafolio que lleva bajo el brazo.

     —¿Será policía judicial? —me dice Jazmín al oído. Coño, esta está bien enterada de las leyes.

     No tengo la menor idea de si lo es, pero parece que él nos sacará de dudas pronto. Abre su carpeta y saca una serie de documentos.

     Mierda. ¿Me leerá mis derechos?

     Sujeto con fuerza la mano de Jazmín, ella se retuerce del dolor que le provoco. 

     —Lo siento —me excuso con ella.

     —Señorita Sánchez. —Ambas lo miramos. Mi nombre, dicho así, impone respeto—. Necesito hablarle sobre el dinero que tiene usted…

     ¡Lo que me faltaba!

     —¿Trabaja para Eloy?

     —¿Perdone?

     —Dígale  que no le voy a devolver un solo euro de nuestro acuerdo. Ese maldito dinero es mío.

     Cada uno de los presentes me mira sin entender mi reacción con Eloy. Jazmín opta por retenerme, intuye, y puedo darle la razón, que la pagaré con al mensajero del traje elegante. Aurora me pide calma mientras Anika se levanta, sola, del sofá, creo que le arrea al trajeado con la muleta para defenderme. Y Tomás está equivocado cuando vuelve a decir puto Mijail. 

     De eso nada, el culpable es Eloy.

     —Aunque puede decirle algo que entenderá mucho mejor: Santa Rita, Rita, lo que se da, ¡no se quita!

     El hombre se ha retirado dos pasos al oírme gritar, se cubre el pecho con sus papeles como si se tratase de un chaleco anti balas.

     —Hablo de su local con domicilio fiscal en Puerto Banús, señorita Sánchez. Tras el incendio de anoche y el dinero que tiene usted invertido en nuestra compañía de seguros, año tras año, vengo a notificarle que se le indemnizará con trescientos cincuenta mil euros por siniestro total. 

     —¡Su puta madre! —Anika verbaliza lo que todos pensamos, solo que el resto nos hemos quedado mudos.

     —Aquí tiene su póliza, cuya cláusula de malintencionalidad de terceros ha quedado avalada por la investigación policial. 

     —¡Jura! —Anika sigue hablando por mí, menos mal que el hombre pasa de ella.

     —El foco se originó en el despacho de Mijail Kuznetsov, su gerente, y los documentos que se salvaron, y que lo acusan directamente, junto con el contenido rescatado de la caja fuerte, son las pruebas. A falta de medios audiovisuales, nos basta con eso.

     —Alucinante.

     Miro, enfadada, a Anika. Ella se tapa la boca para no incordiar más.

     —Una última cosa, señorita Sánchez,  su abogado… —El hombre se dirige a mí, harto de Anika. Y ahora precisamente yo sí que diría "alucinante", puesto que alucino con eso del abogado—, insiste en que nadie sepa de usted para que la prensa no la moleste, y mis jefes no ven ningún problema con eso, lo prefieren para no crear precedentes de fraudes por personas jurídicas inexistentes. 

     —¿Abogado? —Está sí es mi voz, aunque haya sonado temblorosa y dubitativa porque no he entendido demasiado.

     —Claro —asegura rotundo—. Esta mañana acudió al lugar del siniestro por si era necesario que usted declarase.

     No tengo abogado, por no tener, no tengo ni declaración que hacer, y esta mañana yo solo estuve con Eloy. Uy, no, no fue así exactamente, yo estuve sola, durmiendo.

     —Aquí tiene todo lo relacionado con su póliza y el próximo ingreso de su dinero. Si su abogado necesita cualquier otro formulismo, que no dude en llamarnos, nos gustaría acabar con esto lo antes posible.

     —Gracias —digo sin ser capaz de articular otra palabra.

     Doy el paso que nos separa para poder darle la mano, pero el pobre hombre se tapa con su carpeta vacía antes de darme las buenas noches y salir corriendo.

     He cerrado la puerta cuando se ha ido, y yo no dejo de mirarla pensando en lo ocurrido. De creer que iba a ser detenida, a tener abogado que me defienda. De creer que tenía que devolver los dos mil pavos de la terapia, a tener en mi cuenta trescientos cincuenta mil más. De creer que no volvería a ver a Eloy, a tener que llamarlo cuanto antes.

     Los gritos de felicidad, las risas nerviosas y las inevitables felicitaciones se suceden conmigo de protagonista en los abrazos. Todos están contentos por mí, ninguno repara en mi cara seria.

     Yo pienso en Eloy y en que tenemos que aclarar esto. El dinero todavía no está en mi cuenta, por tanto las explicaciones pueden esperar, además, esas le corresponden a Mijail dármelas. Yo quiero saber del abogado. 

     —¿Agua? —dice Tomás reparando en la botella que puse sobre la mesa—. De eso nada, brindaremos con champán. 

     Y sale del piso dispuesto a traerlo.

     —Llama a la del C, Tomi, que reviente de envidia y no pueda dormir esta noche. —Jazmín y Anika ríen la ocurrencia de Aurora, eso hace que no reparen en mí, que me alejo de ellas sigilosamente para encerrarme en mi habitación desde donde llamaré a Eloy. 

     Pero antes de buscar su contacto me doy cuenta de que no podría escuchar su voz sin romperme, y no hacer nada. Es mi corazón y ya late a mil por él, así que una llamada me provocaría un infarto.

¿POR QUÉ LO HICISTE, ELOY?➡️
YO NO TENGO ABOGADO.➡️

Mi telefono:

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