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Estoy a salvo, o al menos eso creeré mientras esto dure, que Eloy está conmigo. Y me refiero tanto a la cama que en este momento ocupamos como al instante de mi vida.
La sensación es extraña, nueva para mí, como si navegara en un mar en calma tan solo mecida por unas olas casi inexistentes que relajan mi cuerpo y lo vuelven a su vez elemento líquido, si no, a mis fluidos vaginales me remito, los que inundan mi sexo desde que Eloy me besara hace unos minutos.
Y es que él utiliza nuevamente su lengua, en pequeños mordiscos, para dejar un reguero de besos por mi cuello, pechos y vientre. No necesita profundizar con ella en mi interior porque mi respuesta es inmediata, en apenas esos segundos mi cuerpo se retuerce buscando el roce de su pene duro.
-Te necesito -exclamo con un susurro convertido en gemido.
Él se demora un instante en mirar mis ojos, al oírme, y yo descubro que puede hablarme también con ellos. Eloy me da, con su mirada, las gracias por estar aquí, a su lado.
Y ojalá sea cierto todo lo que veo de él y no lo tenga que imaginar, porque cuando se levanta para poder ponerse el condón, compruebo que esa necesidad que tengo va más allá del placer que me pueda dar.
-Ayúdame, ¿vale? -Eloy, de pie fuera de la cama, toma la iniciativa al inclinarse sobre mí, ya me acaricia con la punta engomada cuando me ha dado otro beso. Se me escapa un suspiro, un gemido que no puedo controlar al decirle que sí-. Puede que esté todavía un poco torpe y que no controle...
-Lo haremos bien. Juntos -le digo sonriendo.
Eloy me posiciona hasta dejarme en el borde del colchón, donde recibo su primer empuje. Dejo salir el aire de mi boca abierta, ¡joder!, eso sí que ha sido improvisado. Matrícula de honor le doy, o mejor dicho, me las doy yo por mis consejos.
-Estás tan... ¡joder! -se queja al penetrarme por completo.
-¿Tan qué...?
No puedo hablar, solo gemir. Y cada movimiento de su pelvis hace que la mía quiera más. Que me llene, que me estremezca y que me haga gozar de cada centímetro que recibo de él.
-Receptiva.
Y dice mi nombre como no ha hecho hasta ahora, cargado de deseo.
-Mojada.
-¿Qué? -me pregunta él sin dejar de moverse.
Meto mis manos en su cabello, para bajar su rostro al mío a tan solo un aliento de mi beso, el que se lleva húmedo, pero en la nariz. Sonrío con cada embestida que me da.
-Se dice mojada, Eloy, y eso es por tí.
-Sí. -Y más se mueve, y más golpea mi interior, y más me excito yo-. Me gustas mojada -dice riendo.
Su boca encuentra la mía, abierta y expuesta para un beso que nos damos de manera salvaje, comiéndonos vivos.
Las palabras entre nosotros se acaban para oírse solo nuestras respiraciones, nuestros jadeos, tan íntimos y sincronizados que nos convierten en uno solo. Nos sonreímos en cada cruce de miradas, nos miramos con cada sonrisa.
Un nuevo beso favorece nuestra unión total, bocas, cuerpos y fluidos, al tiempo que comienzo a notar lo cerca que estoy de tener mi orgasmo.
-Eloy.
Él oye su nombre y lo entiende. Sigue empujando, sigue besando, sigue...
-Deja de hacer eso -ordeno sin muchas ganas de detenerlo del todo cuando le ha dado por tocarme a fondo.
-¿Que detenga ahora? -pregunta él frotando su dedo pulgar, mucho más rápido y más fuerte entre mis piernas-. Si tan convencida estás, entonces, ¿por qué levantas las caderas?
-Vas a hacer que me corra.
-De eso se trata ¿no? Tú me estás exprimiendo -dice riendo abiertamente con gesto de listillo. ¡Joder con el dedo, ni que fuera el mío! Eloy sabe dónde tocarme y con qué intensidad, y cómo detenerse después para torturarme.
-Por favor -suplico aferrada a su mano con las mías, para que no deje de moverla ahora y me quede con las ganas.
Eloy se deja guiar por mí, así que dirijo su mano y él no se niega. Y es cierto que muevo mis caderas para que él lo haga también con las suyas, como cierto es que me voy a correr y no creo poder esperarlo en su propio orgasmo.
Cuando al fin sucede, y mi excitación está decreciendo, mi cuerpo se abandona al relax que siente. Y es cuando me doy cuenta de que agarraba las sábanas, a mis costados, como si me negase a abandonar esta cama. Tan perfecta, tan nuestra.
No sé si volveremos a repetir semejante experiencia, pero me alegraré si se le parecen aunque sea un poquito.
-Romina, yo... -se excusa Eloy, tímido. El rostro lo tiene encendido, se le aprecia un rubor de vergüenza.
¡Joder, ¿qué le he dicho?! Mira que cuando me corro puedo ser de lo más vulgar, y entiendo que a no todos los tíos eso de escuchar borderías les ponga cachondos.
-Ay, dios, mierda. No me hagas caso, Eloy. -Me aparto cuando él ya sale de mí, para arrodillarme en la cama-. Ha sido el calor del momento, puedo hacerlo mejor. Y callada, claro.
Él me mira serio, creo que se le está bajando hasta la erección. ¡Joder! Cuando por fin conseguía una y lograba reponerse así del recuerdo de su ex, voy yo y le echo un cubo de agua fría.
-Romina...
-Eloy, perdona, supongo que la sangre no me riega el cerebro cuando se me agolpa toda en el clítoris.
Lo retengo por el cuello para poder besarlo. Él no me lo impide, al contrario, abre su boca para permitirme apoderarme de sus labios. Me besa, y pide mis besos.
Cae sobre mí con ganas de continuar lo que yo estropeé. Bien, podemos conseguirlo. Eloy está aquí conmigo, nada puede salirnos mal.
-Romina. Romina, despierta.
-¿Qué hora es?
-Las siete, despierta.
-¿Y por qué? -pregunto adormilada.
Hace meses, al menos veinte si no los cuento por años, que no dormía así de bien. La ducha que por fin pude darme, ha sido la culpable de mi sueño ahora, eso y que Eloy me quiso hacer de nuevo el amor antes de salir del baño. Dijo que le gustaba mojada y no mentía.
-Tranquila -dice mientras sonríe, y yo no me puedo creer que aún me queden ganas de comerme esa boca tan bonita, así esté completamente agotada-. Quiero hacer una cosa.
-¿Cómo? ¿Ahora, Eloy?
-Venga -me anima al quitar la ropa de cama de mi cuerpo desnudo para que me levante-, no seas perezosa, arriba.
Me cuesta levantarme. ¿Es que no le doy pena?, la hora que es y me ve así, desorientada.
-Date la vuelta.
-¿Para qué?
-Hazlo por favor.
-¡Joder, Eloy! Esto es increíble, a las siete de la mañana y tú... ¿qué haces? -pregunto sabiéndolo bien cuando me tapa los ojos con un pañuelo.
-Schhh, así la sorpresa durará un poco más.
Hago memoria rápidamente y no tardo mucho en revisar los recuerdos de las sorpresas que he recibido a lo largo de mi vida. Si elimino las de cumpleaños y las de las noches de reyes, cuando era pequeña, sorpresa lo que se dice sorpresa, la de Eloy podría ser perfectamente la número... uno de esa lista. No creo que averiguar los cuernos que tengo de Mijail, el test de mi embarazo y el posterior aborto sean del tipo de sorpresa que da Eloy.
Me toco la venda de los ojos y los cierro debajo de ella. No quiero ver nada si con eso el impacto final es mayor
-¿Lista? -pregunta girando mi cuerpo hacia él, o al menos eso creo porque no veo nada.
Quiero decirle que si es para descubrir su sorpresa, sí, lo estoy, ¡ha tapado mis ojos, ¿no?! Si es para dejarme querer, mimar, e incluso rescatar, creo que lo estoy desde que lo oí por primera vez. Por lo pronto, y para no asustarlo con tanta responsabilidad, muevo la cabeza en un sí, impaciente.
Andar a ciegas no es lo mío, y encima Eloy quiere hacerlo divertido puesto que extiendo los brazos para alcanzarlo y él se aparta de mí.
-Venga, Eloy, no juegues conmigo.
Me sobresalto por el beso en mi hombro. Está detrás de mí. Me coge de la cintura y me pega a él ¡Uff! De no ser por que ahora mismo no me ubico bien en la habitación, ya lo habría empujado para que cayéramos sobre la cama.
-¿Y esa sonrisa? ¿Estás contenta? -me dice Eloy al oído. Su sonrisa ha rozado mi oreja.
-Sí -susurro yo al pensar en la cama y lo que hemos hecho hace un par de horas en ella.
Toma mis manos y me conduce, no sé a donde.
-Estoy desnuda, Eloy.
-Ya, y me encanta -dice. Es como cuando nos conocimos, sin poder verlo lo imagino riendo y a mí sí que me vuelve loca eso.
-Pues al resto de huéspedes también le gustará verme si salimos por la puerta.
-Por eso, y porque no creo dominar los celos que pueda tener, nos quedaremos dentro, en la terraza.
-Espera, no, ahí mucho menos.
Pero no termino de negarme cuando él ya me cubre con lo que siento que es el albornoz. Mi ropa hace horas que la mandamos a lavar por lo del incendio.
Camina detrás de mí hasta la puerta de la terraza, he podido contar en mi memoria de esta misma noche los pasos.
Tras abrir las puertas de cristal, un pequeño escalón y el aire fresco de la madrugada nos saludan.
-He pensado que quizás no tenga que mejorar nunca más tu día anterior si previamente ya lo inicias conmigo, ¿qué te parece?
-Que no te sigo. -Coño, que no hace ni dos minutos hibernaba más que dormía, debe aclarar el concepto para mentes espesas como la mía.
-Se trata de ver el amanecer a mi lado.
Eloy se sitúa a mi derecha. Yo todavía no hablo, asimilo lo que eso significa y mis neuronas somnolientas solo trabajan en esa dirección: Amanecer, tras una noche de mierda, a su lado.
-Estás muy callada -dice extrañado.
Él retira, suavemente, el pañuelo, dejando mis ojos al descubierto. Ojos que no puedo abrir para no dejar escapar mis lágrimas.
Y entonces, cuando ya se ven los matices naranjas del cielo, un beso de Eloy alcanza el lateral de mi frente.
Yo no soy así de tonta, nunca me permito serlo. Considero que eso de derramar lagrimitas de emoción es un signo de debilidad, si siendo feliz la gente llora, ¿qué no harán estando tristes?
Eloy me hace girar y me mira a la cara.
-No sé a dónde nos llevará esto, Romina, ni siquiera sé si las mochilas que cargamos nos dejarán avanzar como nos merecemos, pero te aseguro que cada día, con su nuevo amanecer, procuraré que no vuelvas a llorar.
Ha sido decirlo y secar mis ojos con un leve beso. Sonrío al pensar en sus palabras. Cada día, él y yo. No más lágrimas.
-Más te vale, no me gustaría tener que poner en práctica mis propios consejos para salir a flote. Yo no tomo azúcar -le digo al tiempo que le guiño el ojo.
Eloy me besa, y con el ímpetu que ha puesto al cogerme de la cara sé que se tomará muy en serio su promesa.
Busco el cierre de su pantalón del pijama, un pequeño cordón al que no tardo en deshacer el nudo, y meto mi mano entre el fino algodón y su piel tibia y desnuda.
-Romina.
La intensidad de su beso crece a medida que lo hace su miembro en mi mano, provocando que mis ganas de acariciarlo pasen ahora por el interior de mi vagina, la que ya lubrica dispuesta a tenerlo dentro. Necesito sentirlo en ella, que me haga de nuevo el amor.
-Eloy.
Él me devuelve las caricias en los pechos, cuando ha retirado el albornoz. El frío que pueda hacer aquí fuera no lo siento por el calor que emana de mi cuerpo, cuando él pellizca y acaricia mis pezones. Los gemidos abandonan mi boca, los suyos me los trago con cada nueva aspiración.
-Un momento -me pide con un quejido de placer que encoge su rostro y cierra sus ojos. Su piel suave, y húmeda ya, resbala por la palma de mi mano, palpita en todo su grosor.
Nos miramos a los ojos mientras sonreímos y sin que ninguno tenga que decir nada más estamos de acuerdo.
Esta vez soy yo quien lo lleva a hasta la cama, donde con un gesto divertido me dice:
-Ahora tú -propone cuando sus labios entran en contacto con los míos.
Eloy deja a medias nuestro beso para lamer mi cuello en su recorrido hacia mis pechos, para provocarme una mayor excitación de mis pezones, ya duros, al metérselos en la boca.
-Por favor, Eloy. -Y exhalo su nombre tratando de respirar. Que por otro lado, no quiero que se detenga cuando agarro su pelo para que no deje de estimularme.
Él atiende mi ruego y me mira a los ojos un segundo antes de dejar caer por completo mi albornoz al suelo.
Sonrío, y es que Eloy sujeta fuerte mi culo con la idea de restregarse conmigo. Joder, con tan poco hará que me corra, no puedo ni hablar.
Y en la cama deshecha, la que sigue manteniendo nuestro calor, encontramos la postura definitiva.
Él, sentado en el centro, espera a que yo lo monte, cosa que hago tras situarme encima de él, para a continuación dejarme penetrar lentamente al descender sobre su erección, ya cubierta de látex. Pero no me muevo todavía, Eloy quiere besarme primero, comerse mis suspiros.
-Tengo que reconocer que ha sido un acierto que me despertases a esta hora -comento entre risas. Con delicadeza, Eloy aparta el pelo de mi cara para contemplar mis ojos risueños.
-Será difícil mejorarlo después de esto -susurra excitado cuando yo comienzo a mover mis caderas y a contraer cada músculo de mi interior que nos haga alcanzar el clímax. Él toma aire antes de continuar hablando-. Pero me gusta la idea de esperar los amaneceres, así, a tu lado.
Me río a carcajadas. Para darme amaneceres como este no sé, de lo que estoy segura es de que Eloy ha llegado a mi vida para disfrutarla conmigo.
Mierda, no cerramos las cortinas y la luz que entra en la habitación es ya de medio día. Aunque no lo sé solo por eso, el sol que alcanza mi piel, quema y a punto está de hacerme sudar ya.
Estiro los brazos por encima de la cabeza y procuro no despertar a Eloy cuando me levanto para oscurecer la habitación.
Hace horas que hemos caído rendidos, cuando al fin pudimos comer algo. ¿Y adivina que?, fueron macarrones a la carbonara porque no me pude resistir a los argumentos de Eloy:
-Me apetece desayunar macarrones, como el primer día que me llamaste, recuerda que ahora puedo improvisar -dijo descolgado el teléfono de la habitación.
Sí, ser el dueño de esto y disponer de una cocina de cuatro estrellas te permite ciertos lujos, como por ejemplo que te suban a las ocho de la mañana dos platos enormes de macarrones con una botella de rosado, total, si no duermes en toda la noche bien que puede pasar por cena antes de irte a dormir, ¿no?
Todavía sonrío al recordar cómo los comimos sentados en la cama. Nuestra cama.
Pero cuando regreso a meterme en ella, entre las sábanas, veo que Eloy no está. De hecho entro al baño, y este sigue igual que lo dejamos tras nuestra ducha apresurada. Desocupado.
No me dijo en ningún momento que saldría. Cojo mi teléfono y nada, ni un mensaje, ni una nota de voz que me diga que enseguida vuelve.
Y en medio de mi incertidumbre, el teléfono de la habitación suena, ¿Quién llama ya por los teléfonos internos de los hoteles si no es por un aviso de la recepción?
El sonido acaba de despejarme por completo.
-¿Hola?
-No eres mi hermano.
-No -digo riendo al oír la voz de Fran-. Cuando he despertado he visto que sigo siendo Romina.
Fran ríe al otro lado con un tono divertido, similar al de la risa de Eloy, bueno, exactamente no, distingo que Fran ríe de coña y no por admiración, como le ocurría a su hermano, detalle que me ha confesado esta noche el mismo Eloy, entre los muchos otros que decían lo que le hice sentir con nuestra primera llamada. Al parecer no solo he logrado que sonría, deje de pensar en Sonia o se plante salir a flote por su propio esfuerzo, le he hecho creer de nuevo en las relaciones de parejas.
-Con que Romina, ¿eh? -dice recordando mi nombre-. Por la voz ronca, así como de hombre rudo y grosero, harto de aguardiente, dudo que no seas Román.
Mira, en eso sí se asemejan ambos hermanos, tienen sentido del humor y les resulta fácil hacerme reír.
-No me hagas caso, Romina. Me alegra saber que está contigo.
-¿Ah, si? -pregunto riendo, ya sabemos, la empatía masculina de un tío con sus colegas y sus pollas, yo era el milagro que necesitaba Eloy para levantar la suya, ¿no?-. Y a mí me alegraría poder pasarte a tu hermano, pero resulta que no está -digo cuando dejamos de reír. He tenido que esperar a que él se callara, pero no me importa, creo que llegaremos a caernos bien en cuanto Eloy nos presente.
-Pues no contesta al móvil tampoco. Y no se ha comunicado con nadie de Madrid.
-Vaya, ahora has logrado asustarme. -Pero para nada es cierto, Eloy es adulto, deben dejarlo vivir ahora que no se compadece de su ruptura-. No puede ser que Eloy tenga treinta y ocho años y vosotros queráis controlar sus erecciones. Eso no está bien, Fran.
Él ríe a carcajadas, demasiado escandaloso, solo que yo no me siento ya con ganas de bromear. Miro la cama vacía, el baño vacío y mi cuerpo vacío, el que además tiembla por un mal presentimiento, su familia no llamaría si...
-He sabido esta mañana, por las noticias, del incendio de ese club en Marbella y me he preocupado.
De repente el olor a humo que tuve en mi piel se deja oler de nuevo. La memoria de Burrow sigue ahí, la última visión que tuve de él mientras huía con Jazmín y se consumía entre las llamas, también. Mijail no desaparecerá tan fácilmente como lo hizo el club. Ilusa de mí si creí poder olvidarme del pasado.
-¿Por qué?, ¿qué tenéis que ver Eloy y tú con ese sitio?
Mi angustia por no saber de Eloy se torna en indignación.
No es que él y yo firmásemos un acuerdo de confidencialidad, terapeuta/clienta, más que nada porque durante la noche hemos hecho de todo menos jugar a las consultas psicológicas como es habitual entre nosotros, pero al menos me debía guardar el secreto. ¿Por qué entonces ha hablado con su hermano de mi vida?, después de todo puedo llamarlo así, ¿no?, el club formaba parte de mí y era tan real como que en algún momento el Burrow fue lo único que tuve en ella. Esa vida vacía que mi madre ya no compartía conmigo, que Mijail pisoteó con sus engaños o que un hijo jamás pudo rellenar con sus sonrisas.
-¿No te lo estoy diciendo? Me dijo ayer que regresaba al club de alterne ese que se ha quemado, y hoy todavía no sé nada de él.
-¿Alterne? -Oírlo de alguien tan cercano a Eloy pinta mal. Su familia podría averiguar que yo... bueno, que yo bailaba en él.
-Hostia, que he metido la pata contigo.
-No, no te preocupes, algo sé de eso -le aseguro de buena mano.
Alterne, copas y sonrisas con los clientes. Más copas mientras me dejo tocar un poco, algún que otro baile para entretenerlos y que beban más alcohol. Sí, algo sé de un club de alterne.
-Pues menos mal que te lo ha contado él, me dejas más tranquilo.
-Si algo tiene tu hermano es que habla mucho -digo muy convencida ya que puede hacerlo por horas, por teléfono sobre todo.
-Desde luego que sí. Por eso cuando supe que viajaba a Marbella supe también que era por la mujer de ese club que le gustó hace un mes. Pero bueno, me equivoqué, ahora que sé que está contigo...
Fran continúa hablando, pero ya no le escucho. Eloy acaba de entrar a la habitación, deja mi ropa seca sobre la cama y me mira extrañado de encontrarme hablando por teléfono.
Y no debería, él llamó una vez al mío, y ambos hemos demostrado lo fácil que es engañar al que está al otro lado.
Mi teléfono:
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