Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

|17|

Miro de nuevo la calle, de izquierda a derecha, y regreso a nuestro escondite entre dos coches que dan al aparcamiento de supermercado, cerrado a las doce de la noche que son ya.

     —¿Te dijo que vendría? —me pregunta Jazmín bostezando de sueño. Está sentada en un bordillo mientras abraza su bolso sobre las piernas.

     —Sí, pero tiene que venir desde Benalmádena, su hotel está allí.

     —Tarda demasiado. ¿Se habrá arrepentido de ayudarnos al saber del incendio?

     —No te preocupes, Jazmin, Eloy no sabe nada de mí en el club.

     —Pues menos mal, porque quizás al ver a tanta policía, bomberos y ambulancias se hubiera asustado.

     —¿Tú crees?

     Bueno, no es algo de lo que tenga ya que preocuparme, ¿no? Eloy no sabe nada de lo que hacía en el Burrow y hoy definitivamente ha sido mi último día, más que nada porque no creo que haya un Burrow al que volver nunca.

     El incendio se propagó de tal manera,  y en tan poco tiempo, que solo pudimos dejar a Mijail en el pasillo para que lo encontrara otro y salir corriendo de allí con la intención de ponernos a salvo. El tiempo de coger nuestras cosas y hacer como que no estuvimos allí. Y ahora tratamos de escondernos hasta que la presión mediática se olvide de la catástrofe del club de alterne de Puerto Banús. 

     —¿Habrán encontrado a Mijail con vida? —Hago la pregunta mientras miro en el móvil para ver si ha habido víctimas mortales en tan aparatoso incendio.

     —No quiero pensar en eso, y tú no deberías de estar haciéndolo cuando no te libras de sospechas por haber desaparecido de tu turno —me recrimina Jazmín.

     Hoy está siendo la más lista de las dos.

     —Tienes razón, olvida la conversación.

     La incertidumbre está ahí, pero no adelanto nada con agobiarme. Las cámaras de seguridad en nuestra huida, como bien supuse al inicio, no serán un problema, la propia Jazmín destruyó las grabaciones.

     —Pero tendrás que contarme eso de las cámaras y cómo lo conseguiste.

     —Muchos clientes solo van al club para  hablar con alguien —dice de manera tierna—, y bueno, uno de ellos la otra noche, cuando supimos de las grabaciones de las cámaras, quiso ayudarme con ellas. Y lo hice precisamente ayer porque oí a Piero acusar a Anika por la falta de botellas en la barra de la piscina.

    —Y para sacarla del club se te ocurrió la idea de tirarla por las escaleras.

     Ella me mira con cara de perro, a punto de morderme por defender a nuestra amiga. No lo sabe,  pero así defendería yo a Eloy en este momento de mi vida, y en su día lo hice por Mijail.

     —Primero os necesitaba fuera del club o al menos lejos del despacho para poder entrar yo. Pero noooo… tú has preferido hacerte la mártir y venir a por mí.

     —Pasas  mucho tiempo con Anika, ¿no? —pregunto sorprendida de la coincidencia, no es una palabra que se utilice en cualquier diálogo habitual, tipo: Buenos días, Jazmín, llama a la mártir para quedar en la playa.

     —¿Por qué lo dices? 

     La oscuridad de la noche potencia aún más el rubor de sus mejillas. Su tez morena reluce al igual que sus ojos emocionados.

     —Un momento —le digo yo.

     Mi teléfono suena antes de poder decirle que creo que le gusta Anika, y lo siento, pero suena mi teléfono y el resto del mundo me importa poco si puede ser Eloy.

     Pero no, es la rubia que se le ha metido a ella en la cabeza, y creo que en el corazón.

     —Mierda, Romina, el Burrow está en las noticias, las imágenes del incendio se han hecho viral y desde aquí puedo oír las putas sirenas de los coches de emergencias, ¿se puede saber por qué no me habéis llamado para decirme que estáis bien?, porque estáis bien, ¿verdad?

     —Es para ti. Jaz —le digo cuando ya veo a Eloy a menos de diez metros salir de su coche.

     Le paso el teléfono a Jazmín, que lo toma sin entender, y corro a su encuentro. Aunque al llegar a su altura me quedo sin saber qué decirle.

     —Siento llegar tarde —se excusa Eloy rompiendo el incómodo silencio. Yo sonrío porque inquieto y todo no puede dejar de sonreírme él. 

     —Estás convirtiendo en rutina eso de preocuparte por mí. No sigas haciéndolo, o no voy a dejar que regreses a Madrid.

     Eloy ríe mucho más. 

     Y a esto me refería cuando dije que un teléfono me ha estado privando de él, a su nuevo abrazo.

     —¿Me cuentas qué te ha pasado?

     Mi ropa sucia y el olor que tengo a humo quizás sea más alarmante de lo que pensé en un principio. 

     —Primero necesito un plato de macarrones, y luego podemos sentarnos a hablar de por qué hoy mi vida ha cambiado radicalmente, ¿quieres? —propongo sin querer despegar mi cuerpo del suyo.

     —Me parece bien, no he cenado —dice sin ocultar su sonrisa—. Y por suerte sé de un lugar de confianza, no muy lejos, en el que podemos comerlos a esta hora. Conozco al dueño.

     Me aparto lo justo para poder mirarlo a los ojos.

     —Espero que hables de tu hotel, o nunca nos entenderemos.

     Su abrazo y su risa se prolongan hasta el punto de hacerme olvidar la última hora en el club, creo que hasta mis últimos diez años en él acaban de desaparecer de mi memoria. 

     —Romina.

     Jazmín consigue separarnos, quiere devolverme el teléfono. Ella llora y, por la intensidad de sus quejidos, de inmediato sé que tengo que aplazar mi cena con Eloy por un rato más.


    Después de un primer intento por calmarla, porque siguió llorando todo el trayecto en el asiento de atrás, Eloy nos trajo a ambas a casa de Tomás. No veo que sea el mejor momento para presentaciones "familiares" entre ellos, pero tendrá que ser así, inesperado e informal, porque lo que menos necesitaba mi amiga ahora era dormir sola en casa de Anika. 

     Y de paso Aurora la podrá consolar con sus besos de mamá. 

     —Así que tú eres… —comenta Tomás con cara de padre autoritario que me hace sonreír, cuando lo observa de arriba a abajo, de vuelta atrás, e izquierda y derecha.

     —Sí, yo soy Eloy. —Él mira a Tomás, de tú a tú, y no demuestra temor por nada.

     Las tres mujeres estamos sentadas en el sofá —Aurora ha preparado una tila a Jazmín para combatir su llanto, puesto que no requiere de muchas dotes culinarias—, mientras que ellos no han pasado del umbral de la puerta. 

     Aurora y Tomás estaban tan preocupados por mí que solo con verme ya se han tranquilizado ellos. La noticia del incendio les ha cogido por sorpresa, como al mismo Eloy, que no pilla demasiado la conversación que tenemos mis vecinos y yo. Pero es tan educado que no ha preguntado todavía por el puto de Mijail que nombramos.

     —Y tú, chaval, ¿has venido para…?

     —Sí, he venido para ver a Romina.

     —Así que atraviesas medio país…

     —Ay, Tomás, deja al pobre hombre ya, que el que no oye eres tú. —Aurora se levanta del sofá y se pone al lado de su…, ¿puedo llamarlo novio si tiene setenta años?—. Eloy ha entendido de sobra que Romina no está sola, que tú eres como su padre, y que volverá a Madrid castrado si se le ocurre lastimarla en lo más mínimo. 

     ¡Coño! Hasta yo lo he lamentado por Eloy y más cuando he visto su carita, tan bonita, encogida de dolor.

     —Pues bienvenido a Marbella, hijo.

     Y Tomás le zampa dos besos en la cara, la misma que a continuación le pellizca Aurora.

     —Vale, ahora que sé que Jazmín está en buenas manos —digo mientras me levanto—, más calmada y fuera de peligro, yo me marcho con Eloy.

     Aurora se acerca a mí para decirme en un susurro que tenga cuidado, que no deja de ser un desconocido que ha viajado más de setecientos kilómetros para verme. Creo que tener que cuidar de Jazmín y el haberme sabido en peligro con Mijail esta noche han despertado sus alarmas maternas.

    —Descuida, Aurora —la tranquilizo con un beso—, Eloy no quiere hacerme daño, ya sabe que Jazmín me puede ayudar a incendiar su hotel.

    Esto último lo digo ya cuando le cojo la mano a él para salir de la casa, quien se despide riendo batiendo su otra mano en el aire. Ya está bien. No quiero más interrupciones, no quiero más demoras. 

     Pero, mierda, me acuerdo de la rubia al otro lado del rellano, la que dejé preocupada cuando la noticia del incendio en el Burrow colapsó las redes y la televisión. 

     —Vamos entra, yo voy contigo. —Eloy se percata de mi indecisión por abrir o no mi casa.

     —Gracias.

     Su sonrisa puede con cualquier otro pensamiento negativo que tenga, como por ejemplo saber qué ocurrirá conmigo cuando me busquen en el club esta noche.

     —Al fin te veo —Anika se incorpora del sofá donde veía la televisión—. ¿Dónde estabas? Dicen que el incendio ha destruido el…

     Ella mira a Eloy con los ojos muy abiertos, por lo que sabía hasta esta tarde él desconoce nuestro trabajo en el club.

    —Por eso mismo ponía nuestros culos a salvo antes de que saliesen quemados —interrumpo para que no nos delate—. El de Jazmín por cierto está en casa de mis vecinos,  por si te lo estabas preguntando —digo mirando al hombre que me tiene flechadita, con ganas de quedarme a solas con él—, así que yo aprovecho para pasar la noche con Eloy como estaba previsto.

     —Oye, pero no puedes irte sin contarme de… él. 

     He salido de la casa tirando nuevamente de Eloy, que Anika mire cómo me marcho y la dejo sin saber de Mijail.

     Al llegar a la calle, Eloy me siguió hasta su coche sin decir mucho más, de hecho no ha hablado en los cuarenta minutos que hemos tardado en llegar a Benalmádena, con su petición: "Trata de dormir hasta que lleguemos al hotel" entendí que no quería hablar de nada de lo acontecido en la noche. Eso y la seriedad con la que conducía, que parecía querer arrancar el volante de un momento a otro.

     Tras un escueto buenas noches al empleado de la recepción,  fue él esta vez quien me condujo hasta su habitación en las suites del ático. Nada de agarre, nada de exigencias para que caminase, todo cortesía y buenas maneras de su parte

     —Suéltalo ya —pido sin poder aguantar un minuto más.

     —¿El qué? —pregunta mientras abre la puerta. 

     No tendría que haber esperado a llegar para hablar con él, de habeelo hecho en el coche todavía estaría a tiempo de pedirle que me regresase a Marbella.

     —Hemos hablado delante de ti, y todavía no haces preguntas por ese club que se ha quemado en la playa,  por la droga que tomó Mijail o lo que hasta hace unas horas ha sido "mi turno de las nueve". —Y lo entrecomillo con los dedos en el aire.

     Por primera vez desde que lo conozco, por teléfono, y más recientemente hoy, en persona, es la primera vez que no lo oigo o veo sonreír. Eloy pasa al interior después de cerrar la puerta como si yo no estuviera a punto de estallar contra él.

     —Discretos no habéis sido ninguno, la verdad, y yo no me considero tonto como para no saber sumar dos más dos, Romina. ¡Si habéis puesto hasta la televisión para que no me queden dudas!

     —Entonces, ¿cómo puedes contenerte tanto sin querer saber más de mí? —pregunto medio histérica.

     —Puedo porque trato de no ser tan exigente, porque todavía estoy aprendiendo a tener paciencia. Tú misma me has enseñado a no precipitarme en sacar conclusiones neuróticas. Y gracias a ti también sé que: more relax, more life. De nada me sirve estresarme.

     —¿Y sigues confiando en mi absurda terapia, cuando sabes que hay algo raro en ella? —No me detengo a sonreír porque haya empleado mis frases de enseñanza.

     Eloy se gira a mirarme cuando ya abría la puerta del balcón. Hace bien en airear la habitación, total, vamos a sacar trapos sucios, ¿no?

     —Por supuesto, ¿y tú?, ¿estás preparada ahora para contestar cualquier duda que tenga respecto a ti?

     —Sí, claro que sí. Desde que hablaste con Aurora de mi accidente, supe que de seguir hablando contigo, este momento llegaría. Me pilla en circunstancias distintas, de repente, pero te garantizo que no evitaré la verdad.

     —¿No?, porque a lo mejor quieres esperar a cenar para pensarlo bien —y me reprocha mi anterior excusa. No, tonto no es, parece listo, apuesto a que jamás se creyó nada de mí.

     —Eso también te daría ventaja sobre mí, aparte de que ya estamos en tu hotel, claro.

     Mierda, para ser algo así como nuestra primera cita estamos actuando como si fuera nuestra primera ruptura.

     —Bueno, tú eres la que ha querido venir —dice con ironía.

     —Porque de aquí es mas difícil que escapes.

     —¿Eso es lo que piensas?, ¿que acabaré por huir en cuanto sepa la verdad? 

     Se ha acercado para hablarme, y esta vez puedo sentir cómo el corazón se me saldrá del pecho con tanto latido exaltado. 

    —No sé si huirás o no, Eloy —digo tranquila o, al menos, intentando tranquilizarme—. Y es por eso que me cuesta admitir que haya la posibilidad, empiezo a sentir algo por ti, ¿sabes?, y yo…

     Yo he bajado la cabeza, avergonzada, no menos insegura y del todo molesta, pero conmigo misma, por llegar a tolerar que me pase esto; enamorarme sin ser correspondida. 

     Eloy da el paso que lo acerca a mí para poder levantarme la cara.

     —Voy a nadar a contracorriente por ti, Romina, no permaneceré impasible ante la dificultad de verme hundido esta vez. Y si es lo que necesitas, te haré todas las preguntas que quieras para demostrártelo.

     Respiro hondo, aquí viene la primera, no tengo más que ver su rostro esperanzado para que mis ojos se empañen de lágrimas.

    —¿Eres la causante de ese incendio, y como consecuencia, de que ese hombre pueda estar muerto? 

     —¿Qué?, nooo.

    Joder, ha empezado por el final. Ya pudo hacerlo con una pregunta que se remontase al inicio de nuestras llamadas, como: no eres psicóloga, ¿verdad?, o más bien, desapareces cada noche porque trabajas, y no de psicóloga, ¿no? Si ya sabe del club, ambas quedaría contestadas sin demasiado argumento. ¡No soy psicóloga!

     —Entonces no tengo más nada que saber. Confío en ti.

     —Eloy, por favor, así no —digo seria, y hasta a punto de enfadarme. No lo puede posponer por más tiempo—. Tenemos que hablar de lo que hago cada noche, de mi vida al lado de Mijail y de que cogí tu llamada por error.

    De nada sirve que quiera rectificar, lo he dicho y él lo ha oído. Pero no parece afectado. Lo miro sin entender.

        —A ver, Romina. —Eloy sujeta mis brazos para que no deje de mirarle—, equivocación o no, estamos aquí, juntos y ahora, y no voy a dejar que la mierda de tu pasado se interponga.

      —Pero yo…

     —Pero tú nada —Él no dejará que le interrumpa—. Lo que hicieras en ese club solo a ti te incumbe, yo te he conocido fuera de él,  de hecho nos hemos conocido fuera de todo, de cualquier pronóstico y ubicación posible como le ocurre a la gente corriente. Y reconozco que aunque haya sido un comienzo nada habitual, yo sí lo siento sincero y merecedor de una oportunidad —dice sonriendo al tiempo que me besa la frente.

     El calor de sus labios hace que me estremezca.

     —Dios mío, Eloy, tendré que dar muchas explicaciones de mi ausencia en el club y no quiero que te veas salpicado.

     Él acaricia mis labios para evitar que siga hablando.

     —Podemos pensar en eso cuando amanezca, Romina, yo todavía tengo que mejorar tu noche.

     Y esas palabras quedan ahogadas cuando une su boca con la mía, cuando me ha cogido por las mejillas para que la que no se escape de veras sea yo.

     Sus labios, suaves y juguetones, son el preludio de un beso muy esperado, porque no me averguenzo en admitir que lo he imaginado, que llegué hasta soñarlo en los últimos días. Eloy  trata de profundizar con su lengua, pidiéndome un permiso tierno y respetuoso para continuar. Obviamente se lo doy, y abro la boca para sentir su sonrisa, esa que tan exquisita me resulta hoy.

     —Dime que no tenemos que bajar a cenar.

     Apoyo las manos en las suyas mientras nuestras respiraciones se solapan por ver cuál se calma antes. Si me sigue mirando así, yo pierdo.

     Humedezco mi labio inferior con un leve mordisco al tiempo que niego necesitar comer. Ambos sonreímos.

     —Bien, porque de lo único que yo tengo hambre es de ti.

     Eloy me ha cogido en peso para dejarme con cuidado sobre la cama, donde tumbada boca arriba dejo que se posicione encima de mí para que me bese mucho más. 

     —No era así como lo pensé —digo al sentir su labios que ya recorren mi cuello.

     —Ni para mí tampoco.  —Y él habla como puede mientras gime al besarme—.  Te debo muchas primeras citas. —Mi espalda se arquea buscando un mayor contacto de su cuerpo—. Una por cada llamada,  por cada vez que colgué y no pude besarte luego, Romina.

     ¡Joder! Las piernas se me abren para  acogerlo entre ellas mientras nuestros labios se devoran, y eso no hace más que recordarme que a este hombre he de cerrarle yo la boca, a ver si así me gusta un poco menos lo que dice.

         Tras la humedad de nuestros insaciables besos, la impaciencia nos consume. Me desnudo de manera urgente, y con su ayuda nos quitamos la ropa a través de torpes caricias.

     Quizás exagere, pero a mayor intensidad de nuestros roces, y cuando ya dejo mi piel expuesta a sus ojos, más puedo sentir yo el olor del humo en ella, en mi pelo.

     —No pienses tanto, Romina. Estoy aquí. Contigo.

     Y con ese detalle Eloy hace que no necesite una ducha para que el Burrow se vaya por el desagüe, que es lo que verdaderamente me inquieta. Como siempre, sus palabras me rescatan de mí.

Mi teléfono:

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro