Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

|12|

El teléfono suena, ooootra vez. No estoy dispuesta a contestar. Me da igual que tras la llamada venga otro par de mensajes. No pienso leerlos. ¿Qué me importa ya que sea la llamada número treinta y cuatro desde que llegamos esta mañana? 

    Y digo llegamos porque invité a las chicas, después del turno, a dormir en mi nueva casa, no quise tener la tentación de llamarlo yo.

    —Si no vas a cogerlo, quítale el sonido, por lo menos. —propone Anika enfadada, guardando mi teléfono bajo un cojín del sofá. 

     En la última media hora solo lo habrán escuchado seis veces, no es para tanto, yo llevo todo el día oyéndolo, y mírame, como nueva que estoy sin cogerle la llamada a Eloy.

     —No me entero de nada de nuestro plan —apoya Jazmín a nuestra amiga.

     —Vamos a robarle a Mijail unas botellitas de alcohol, reina, no vamos a asaltar el banco central europeo de Frankfurt, por favor, ¿qué necesitas saber, ingeniería? —pregunto a Jazmín con sonrisa socarrona.

     —¿Unas botellitas, dices? —me contesta Anika por ella, de igual modo payaso—. Hemos perdido a tu gallina de los huevos de oro, así que ahora toca duplicar el botín. Estamos a lunes y este finde poco hemos hecho.

     Las hijas de puta han cogido la pizarra que tenía de Eloy y la han borrado para hacer sus cálculos. Número de botellas, multiplicadas por los euros que nos dan por la venta con un total del robo que tenemos que cometer.

     —¿Y mis apuntes?

     —¿Lo que había aquí escrito? Se borró —indica Anika elevando su hombros.

     —¿Quién es Eloy? —pregunta Jazmín.

     —Pues el tío pesado que la llama, ¿no has visto el nombre en el móvil?

     Pero bueno, ¿desde cuando he estado absorta en mis pensamientos, que no me he dado cuenta de que ellas me analizaban a mí?

      No sé qué escuadrón de amigos es peor, si el de sesenta años, aburridos de sus vidas y con ganas de cotillear en la mía, o el de los veinte, capaces de destrozármela al borrar la pizarra y esconderme el móvil para hacerme olvidar a Eloy.

     —¿Quién es Eloy? —vuelve a decir Jazmín.

     Anika la mira sorprendida, y luego me mira a mí, sí, yo también me he dado cuenta de que se repite.

     —Ay, no, Jaz, tienes Mommy brain. Tu concentración está decayendo a medida que crece tu tripa, cariño —le dice la rubia.

    Yo me río por lo bajo de saber la de libros y posts que se leerá Anika para ayudarla en su embarazo. 

     —No digas tonterías, Anika —contesta ella quitando de un golpe la mano que la otra le puso en la frente—. Quiero saber en qué nos afecta ese tal Eloy en todo esto. La que está desconcentrada es Romina.

     —Es verdad —confirma esta cruzando sus brazos—. Cuéntanos qué te pasa sin dejarte nada.

     Con los viejitos no puedo, se vería injusto que les hablase de sexo cuando ellos no lo catan demasiado, pero estas dos tienen de sobra.

     Voy a mi dormitorio y traigo el dildo. Está limpio, lo juro, por eso lo pongo sobre la mesa en la que tomábamos un zumito, en solidaridad con la preñada.

     —Me lo follé ayer por teléfono, y el muy cabrón dice, como poco, que lo obligué a hacerlo bajo la influencia de mis palabras. ¡Como si yo tuviese dotes de hipnosis, vamos! ¿Podéis creerlo?

     —Nooo —dice Anika sin dejar de mirar el cacharro a pilas sobre la mesa— los hay más funcionales y con batería, ¿has probado el conejito, tres en uno? Te vendría bien el negro, estás muy tensa.

     —¡Anika! —grito buscando un poquito de su apoyo.

     —Ah, hablas del tío ese. Mándalo a la mierda y sigamos con lo nuestro. —Y coge la pizarra para volver a escribir sus cuentas.

     —Pues así, todo el día. No sé cómo acabaré cuando termine esto —se queja Jazmín.

     Las veo y sé que acabarán juntas, como Tomás y Aurora, aunque espero que no lo hagan a la edad de ellos, se merecen ser felices mucho antes.

    Doy una palmada que las asusta. Me miran tras dar un respingo en sus lugares.

     —Gracias por vuestra atención —les digo con ironía—. La gallina de los huevos de oro ya es historia, caldito de puchero más bien, así que pasemos al plan B. Mi mudanza con los abuelos nos dan ochocientos cincuenta más este mes. Y hasta el viernes, que es cuando duplicamos el robo, no podemos contar con esas ganancias de las botellas. ¿Alguna pregunta?

     —¿Quién es Elo…? —Jazmín se calla al verme la cara. Pero aun así le respondo.

     —Una terapia equivocada que jamás debí tomar. Sigamos al siguiente punto del día. Esconder esa barriga e inventarnos excusas para que dejes la barra —ordeno a Jazmín metiéndome en la piel de Anika.

     Verbalizarlo no lo ha hecho menos doloroso, no puedo negar que hablar con Eloy me hacía mucho bien, pero el Burrow sigue abierto cada noche y he de recomponerme de las caídas como siempre hice, meneando el culo.

     La tarde llegó a su fin y el anochecer en la playa nos ha sorprendido de nuevo a las chicas y a mí. Tenemos el tiempo justo para recoger y salir corriendo hacia el club

     Ya en Puerto Banús, entramos al Burrow saludando a los hombres de confianza de Mijail, encargados de la seguridad. Cuatro armarios empotrados cuyas sonrisas a mí no me cuesta hacer salir, al igual que puedo convertir en gelatina tanta fuerza muscular si soy yo la que sonrío. 

     No es ningún secreto entre los compañeros del club, y por mi antigüedad en concreto, que soy de las chicas más consentidas por los porteros, y que no permiten que el aire me pueda rozar sin mi consentimiento.  Pero el dinero manda cada noche en la Terraza Vip y a veces están obligados a mirar para otro lado, dejándome sin protección.

     Miro una última vez el móvil y lo guardo en mi taquilla, a buen recaudo. No he recibido una sola llamada de Eloy, ni un mensaje desde hace tres horas, y no quiero pensar que se haya aburrido de mí, aunque eso es mejor que pensar que ha regresado con su ex para poder practicar sexo.

    Cierro mi taquilla cuando estoy lista, Anika y Jazmín ya han salido y ni cuenta me he dado. Y es que he vuelto a mirar el móvil que sigue sin mostrarme una llamada de Eloy.

     —Esta noche eres la tercera en bailar, ¿qué música quieres hoy, Romi? —me pregunta el Dj para organizar su trabajo, tiene que clasificar los temas según nuestra aparición en la barra de pole. Esta noche me libro de la terraza.

     —Dame una alegría y ponme la marcha fúnebre, anda —digo adaptando mi estado de ánimo a las circunstancias.

     Él se ríe cuando le he guiñado el ojo.

     —Eres única, Romi, y de no saber quién eres te pediría que fueras mi novia.

     Me ha besado la mano tras hacer una reverencia exagerada, lo que me despierta una sonrisa. Pero entonces recapacito.

     —Espera. —Le detengo para que me explique, tengo sujeto su brazo y de proponérmelo se lo parto—. ¿Lo dices por algo? ¿es porque trabajo aquí? Que sepas que bailaré en pelotas, poniendo cachondos a los tíos después de emborracharlos, pero hablamos de seducción, provocación y sensualidad, no de prostitución.

     —¡Ey!, relájate un poco, ¿quieres?, que eso lo tengo claro —me pide quitando mi mano de su brazo—. A mí no me vengas con reivindicaciones paranoicas de feminismo, guapa. No quiero meterme con la mujer de Mijail, eso es todo.

     —¿Qué estás diciendo?

     Si mi agarre ya le pareció excesivo, mi nueva reacción le habrá cogido desprevenido. Con mi empujón lo he arrinconado contra la pared.

     —Romina, tranquila, ¿si? Ya te digo que no quiero problemas con el jefe. 

     —¡Yo no le pertenezco a Mijail!

     —Eso háblalo con él. Aquí todos estamos enterados de que a su mujer ni se le mira.

     —¿Desde cuándo? —pregunto zarandeándolo.

     —Hace años, cielo, ya deberías de haberte dado cuenta.

     Calculo mentalmente que podrían ser cinco.

     —¿Y los porteros también?,  ¿es por eso que me consienten tanto?

     —Ellos son los primeros que acabarían muertos si a ti te pasa algo aquí dentro. A Mijail no se le escapa nada de lo que tenga que ver contigo.

     Y al decirlo ha levantado la vista a la cámara de seguridad que tengo a mi espalda. 

     Yo miro alrededor nuestra, nunca me gustaron las luces rosa de neón que iluminan bien poco, pero sí que me permiten ver hoy cada rincón, cada columna en la que puede haber una cámara igual, de video vigilancia. 

     Parece que no solo nosotras conocemos el funcionamiento interno de esos aparatos y sus tiempos de barrido angular para escaquearnos del curro. Mijail ha de ver los videos en privado si con eso cree que me protege, ¡y a él no hay quien lo engañe, joder! 

     Suelto al pobre muchacho que sale corriendo a su cabina de música, hoy se despide él mismo para que Mijail no lo eche, ya verás.

     Lo que acabo de saber me complica la existencia en el club, estoy siendo observada por él en todo momento y casi puedo entender el temor que le tienen las chicas y que hasta ahora jamás yo tuve. Ya no  puedo implicarme  en el tema de sacar el alcohol de aquí, puedo cometer una imprudencia que Mijali puede ver.

     ¡Las chicas!, ¡el plan!

     Subo corriendo a la terraza, busco desesperadamente a Anika para contarle todo y que no haga nada esta noche hasta comprobar que no nos ha visto todavía.

     La veo junto a un grupo de tíos que no han de tener ni los veinte, son sus favoritos, a ellos si los puede manejar a su antojo. 

     He llegado al reservado sin presentarme, sin una sola sonrisa en mi rostro y llamando la atención de Anika.     Todos los clientes me silban de manera despectiva sin importarles mi mala educación y que en este momento esté cabreada con el mundo en el que habita Mijail, ellos incluidos. 

     Y encima hay uno que se atreve a desafiarme. 

     El niñato en concreto me ha dado un sobeo en el culo que ha traspasado mis límites del asco. La hostia es instantánea y se la lleva sin que piense demasiado esta vez en mi despido, total, no solo soy la favorita del jefe, ¿no?, ¡por lo visto también soy su mujer y eso me da inminidad!

     —¡Serás zorra! —grita él al sujetarse la cara.

     Ya tardaba en recibir el insulto fácil por ser mujer, este tío tiene la lengua muy  suelta y no es capaz de calibrar el retroceso de respuesta; otra hostia que no se esperaba. Y creo que mi amenaza tampoco.

     —Vuelve a tocarme el culo sin mi consentimiento y te arranco las pelotas después de retorcértelas.

     He tenido que cogérselas para que viera que no bromeo, por lo que hago que se encoja de dolor delante de mí.

     Anika interviene para que suelte las bolitas del pobre niñato que está a punto de llorar y lo hago sin querer demasiado.

     A parte del daño que le haya hecho, creo que verse ridiculizado delante de sus amigos es lo más lastimoso para él, porque hasta a mí me sorprenden las risas que se oyen. ¡Qué asco! En vez de defenderme de la agresión de su amigo, aplauden, e incluso uno de ellos me ha grabado con el teléfono móvil. 

     Pero no todos son unos cerdos sin educación alguna.

     Hay un chico que se ha puesto delante de mí para arrancarle a su amigo el teléfono de las manos. Teléfono que pasa de inmediato a otras manos.

     Mijail está junto a nosotros preguntando qué coño ha pasado para que estemos montando semejante espectáculo,  le respaldan dos porteros. De nuevo la imagen de su club estará en entredicho, de nuevo debe pensar en el dinero que puede perder si se corre la voz de que sus chicas son unas calientapollas incapaces de dejarse manosear a cambio. 

    En cuanto ve que soy una de las implicadas no quiere oír ninguna de nuestras excusas, me agarra del brazo y me hace salir del reservado. Vamos camino de su despacho mientras Mijail me lleva a rastras, sujetando mi brazo con agresividad.

     Por un momento pienso en gritarle y terminar de cascar el par de huevos que se me escaparon con el niñato. Pero es entrar al despacho y él me deja muda.

    —¿Estás bien?, no te habrá hecho nada ese capullo, ¿verdad? —pregunta poniendo sus manos en mí para asegurarse de que mi integridad está a salvo, las mismas que yo abofeteo para apartarlas de mi cuerpo.

     Solo he estado muda un ínfimo segundo.

    —¡¿A qué viene esa preocupación ahora por mí, Mijail?! —grito con todas mis ganas—. Tú me expones cada noche, como al resto de tus chicas, no debe de extrañarte lo que me hagan. Pero claro, será que ese crío no conoce a tu ganado y se ha propasado con la que no debía, ¿no?

     —¿Qué coño dices, Romina? —Su pregunta destila alcohol, tabaco y por supuesto enfado. Seguro que ya lo ha podido adivinar.

    —¡Que sé lo que andas diciendo por ahí de nosotros, juntos!, ¡que he tardado cinco años en enterarme, porque soy idiota!, ¡y que dejo este maldito lugar ahora mismo!

     —¡Nooo,  espera, por favor!

     Mijail ha cerrado la puerta cuando yo pretendía abrirla y, como ha empleado toda su fuerza, me ha hecho daño en la mano, con el empujón —esto de ir medio desnuda no sirve de mucha protección—. No sé si lo habrá hecho intencionadamente, pero al oír mi queja se preocupa.

     —¿Ves lo que consigues con tus imprudencias?

     ¡Ah, no, que en lugar de disculparse, lo que hace es culparme a mí!

     Mijail agarra mi mano para observar que esté bien, y antes de que pueda besármela la retiro.

     —No te precipites, Romina, piénsalo bien, ahora que no tienes a dónde ir necesitarás el dinero más que nunca.

     —Aún así no puedo seguir a tu lado. 

     —¿Qué? —pregunta, y ya no sé si se hace el tonto o es que lo es.

     —Tú lo has dicho. He estado junto a ti todo estos años solo porque necesitaba el dinero, después de todo lo único que sé hacer es menear el culo, ¿no? —digo encogiéndome de hombros. 

     Mijail frunce el ceño, como si no estuviera de acuerdo con lo que tantas veces ha repetido él de mí. 

     —Te pedí mil veces una oportunidad para rectificarlo, y mil veces te has reído de mí. 

     Mijail no debería utilizar nuestra historia como defensa, es muy vaga. ¡ya no recuerda que al primer NO que recibió de mí, él mismo optó por irse con otra sin importarle mis lágrimas!, ¡que me desterró a la terraza cada viernes!

     —Dicho por ti no es más que una paradoja, Mijail. Sabes que me cuesta reír después de nuestra ruptura. 

     —Eso puede cambiar esta noche, cariño, todavía recuerdo lo que te hace feliz —dice al tiempo que levanta la ceja para que vea su cinismo.

     Abro los ojos sorprendida, asqueada y dispuesta a dejarle mis propias marcas si fuera necesario. Que no se le ocurra acercarse.

     —No te atrevas a tocarme.

     Mijail es más fuerte que yo, eso es evidente, y no tarda en agarrar mis muñecas para ponérmelas a la espalda. 

     Y ahora sí que no podré evitar lo que quiera hacerme.

     Nuestros rostros están a tan solo unos centímetros de distancia, el mío, elevado, se resiste a bajarle la mirada, ya nunca más, así él me mire a mí con entrega y pasión. 

     —Esto solo me sirve para corroborar que jamás podría volver a estar contigo, por el hombre repugnante que eres. Antes tendrás que matarme.

     Y aquí sí que su enfado toma cotas inalcanzables. Aprieta mi cuerpo mucho más al suyo.

     —Perfecto, será en el infierno entonces, nena.

     El beso es tan violento que me obliga a morderle para que me suelte la boca. La sangre de su labio inferior se mezcla con nuestras salivas y es la causante de su nueva amenaza.

     Me ha tirado al suelo con un nuevo empujón, al tiempo que se pasa el antebrazo por la boca para retirarse la sangre. 

     —Hoy ya no bailas —Y su orden me da escalofríos—. Sube a la terraza, te daré un reservado especial. 

     —Mijail, por favor…, ahora no. —Y no me importa suplicar cuando me arrasto hasta abrazar sus piernas.

     Él me devuelve una patada.

     —Es bueno que me ruegues, Romina, así sabrás hacerlo cuando hable con el director de la residencia de tu madre. —Su amenaza me llega justo cuando estaba por atravesar la puerta, pero aun así se detiene—. Y siento no haberte dado la oportunidad de arrodillarte cuando convencí a tu casero. Hubiera estado bien para ver hasta dónde llegabas.

     No puede ser cierto

     Me levanto del suelo cuando ya se ha ido y me doy el gusto de llorar como hacía años que no hago.

     ¡Ilusa de mí, que me creía libre aquí en el Burrow!

     


    —Dame el teléfono de una vez—me ordena  Aurora mientras me ofrece una taza de tila.

     Tengo los ojos tan hinchados de llorar que me cuesta ver con claridad su mano extendida delante de mi cara.

     Al llegar esta madrugada no solo le envié el mensaje con mi aviso de entrada al edificio, sino que  convoqué junta urgente de vecinos en mi nuevo piso, por nada del mundo pisaba el otro después de la traición de mi casero con Mijail. Y lo que en un principio comenzó siendo un despelleje en toda regla del hijo de puta de Mijail, se convirtió en un mar de lágrimas por mi madre, que dos horas después todavía no terminan y me impiden hablar de manera entendible por mi continuo moqueo.

     —Y entonces… me… dijo, que… él… que él… habló… para que me… echasen… Mi madre… mi madre no puede…

     —Puto Mijail. —Sí, Tomás es lo único que sabe decir porque está enfadado.

     —Dame el teléfono, Romina. —Y Aurora está de un pesado con el teléfono …, ¿que coño quiere hacer con él? 

     Me tengo que levantar porque lo tengo en el bolsillo trasero de los pantalones vaqueros. Se lo entrego sin demora, ya me contará después, ahora no quiero dejar de llorar.

     O no, porque lo que hace no necesita explicación. 

     Lo mete en un cubo de agua que, de repente, no sé de dónde lo habrá sacado.

    —Pero ¿qué haces? —grito de repente metiendo las manos en el cubo para recuperarlo—. ¡Lo has roto, Aurora, joder!

     Y sigo llorando al ver el teléfono inservible, al pensar en Eloy y en que así me será dificil hablar con él.

     —Ese cerdo ha podido tener también control sobre tu móvil.

     —No me jodas, Aurora, Mijail no es tan minucioso, es de los que prefiere entrar como elefante en una cacharrería —digo algo más calmada, cuando trato de secar el teléfono.

     —Por si acaso, tú solo tienes que salir a comprar otro. Y que sea de tarjeta prepago para que no la pueda rastrear.

    Abro los ojos alucinada mientras me limpio la cara con el mismo trapo húmedo. Que deje de ver la tele o acabará licenciada en periodismo de investigación on line.

     —Mínimo serán trescientos pavos —dice el único pesimista que hay en el salón, y que por esta vez acierta el precio justo.

     —¿Trescientos? Lo siento, cariño, no te sobra el dinero. —Aurora se deja caer en el sofá, impresionada por su arrebato de locura que me ha jodido trescientos euros de la cartera—. Era la única manera de seguir con tu vida sin que Mijail interviniera, o no podrías volver a hablar con Eloy.

     Ya, yo pensé igual. Sigo siendo una ilusa.

     —Ah, bueno, si es por eso, no te preocupes —digo ya casi repuesta de mi llanto. Si Eloy no llama, no lo haré yo—. Creo que él ha vuelto con su mujer y no necesitará más mis consejos. Después de todo supongo que no fueron buenos. 

     Esa misma cara de asombro que se les ha puesto a ambos podría tener yo por la noticia, pero resulta que ya son casi veinticuatro horas que dejó de llamar y en las que he podido asimilar que Eloy habrá roto los papeles del divorcio, como tanto deseó hacer.

Mi teléfono:

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro