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Llamo a casa de Tomás, y solo con el sonido del timbre la cabeza me va a reventar. 

     He conseguido dormir, claro que sí, el alcohol en mi cuerpo me dejó inservible para nada que no fuera roncar y tener pesadillas con Eloy, Mijail y mi madre, donde yo aparecía haciendo pole desnuda ante ellos mientras buscaba su aprobación como si del jurado de un talent show se tratara. Obviamente la imagen de Eloy estaba difusa, sin apreciar su rostro.

    Vuelvo a llamar, y a aporrear la puerta, cuando es Aurora quien me abre.

     —Primer día oficial del piso, ¿lo festejamos?, ya son las dos —le digo llamando su atención sobre la bandeja de ensaladilla que traigo en las manos.

     —¡¡Tomás!! —grita ella saliendo de la casa, al coger las llaves.

    Él saca la cabeza por el pasillo, y me sonríe con maldad.

    —Pensé que cuando despertases, lo harías avergonzada —dice él riendo.

     —Pero ¡si Romina borracha no se avergüenza de nada!

    —Aurora, por favor —le pido mirando la puerta del C—, con llamarme puta drogadicta ya tenía bastante esa mujer, ahora no voy a poder quitarme la fama de borracha en la vida.

    Cuando Tomás sale a nuestro encuentro y se nos une, le dará la razón a la del C y a cualquier compañía cervecera, carga en las manos una bolsa repleta de botellines.

    —O la fama es para los tres, o para ninguno, cariño, que aquí vamos en pack familiar. —Son las palabras de Tomás dirigiendo la comitiva hasta mi casa sin vergüenza alguna.

    Ya dentro, ellos se encargan de poner la mesa mientras yo me aseguro de que el teléfono tiene el volumen activado.

    —¿Le dijiste que comíamos a las dos? —pregunta Aurora.

     —Sí, y me extraña el retraso, nunca llega tarde a sus llamadas.

     —¿Y si le ha pasado algo?—recalca Tomás. 

     —Tomás, no empieces —le pide Aurora sabiendo de su negatividad. 

    Uy, creo que eso de dormir juntos confiere a tu pareja habilidades para interpretar tus intenciones. La de Tomás no se hace esperar. 

     —Ya me ha dejado preocupado. Llámalo. 

     —¿Me lo dices a mi? —pregunto sorprendida, como si nunca antes lo hubiera hecho.

    Creo que desde que he reconocido que me gusta Eloy me siento diferente, quiero echarle la culpa a la bebida, que me ha dejado un vacío en el estómago al despertar, y no pensar que puedan ser mariposas.

    —Romina, cariño, espero que tu estupidez sea consecuencia del alcohol en tu organismo —dice Tomás gesticulando de manera rara, él no sabe poner los ojos en blanco.

     —No te lo tendré en cuenta esta vez —contesto riendo—, porque no pienso dejar de beber.

     Tomás mira el reloj, son las dos y cuarto. Eloy se retrasa bastante y eso en él es de lo más raro cuando quiere hablar conmigo.

     —Luego puede ser tarde, anda llama —dice nervioso—. Si ya lo has reconocido, no tiene sentido que lo ocultes. 

    Aurora tose y con disimulo lo manda a callar. 

    A la mierda, de indecisos está el mundo lleno, y si mi propio consejo a Eloy fue que se atraviese a tener opinión propia,  ¿qué hago, que no lo pongo en práctica yo?

    —Hola, Romina —dice alguien al descolgar. Y es una voz que no reconozco como la de Eloy. Miro a mis amigos sin entender.

    —No eres Eloy.

     —No, y no te has equivocado.  Soy Fran, su hermano.

     —Ah, hola —saludo por educación mientras vuelvo a respirar.

     —Así que tú eres Romina, la misma que está haciendo el milagro, ¿no?

     Tomás se tapa la cara mientras Aurora sonríe. Yo me atraganto.

    —¿Milagro?

    —Sí, mujer, la que hará que Eloy vuelva a empalmarse.

    —¡Fran, deja mi teléfono!, ¡gilipollas! —Oímos  el grito, los tres.

    No contaba con la respuesta de ese hombre y me molesta su descaro, ¿qué tipo de llamadas cree que tenemos su hermano y yo? 

    Tras lo que parece ser un leve forcejeo, Eloy es quien habla.

    —Romina, lo siento, trataba de echar a mi hermano de casa antes de llamarte, anoche quiso venir a dormir conmigo y no pude negarme…

    En cuanto lo oigo, el vacío de mi estómago hace que se encoja, acrecentando mi enfado.

     —¿Qué es eso de que yo seré la que haga el milagro de… motivarte? —Miro a las dos personas que me acompañan con ganas de quitar el manos libres porque quiero gritarle a Eloy, no olvido que son como mis padres, y yo hablo de sexo con ellos cuando quiero, no cuando me obligan—. ¿Qué vas contando de mí? 

    —Nada por lo que tengas que enfadarte.

      —Pues a ver cómo me lo explicas. Coño, Eloy, ¡que tu hermano dijo que no se te levanta!

     —El ánimo, Romina, el ánimo… dejémoslo solo en eso. Este tío es gilipollas y no tiene por qué meterse en mis asuntos 

     —Asuntos que yo desconocía, la verdad.

      Tomás coge la pizarra, que estaba en el sofá, y escribe a toda velocidad, tanto que me cuesta descifrarlo:

     🖍Pito flojo, olvídalo. 

     Mando a callar a Tomás con un dedo en los labios, Aurora en cambio le da un manotazo para quitarle la pizarra y escribir ella.

     🖍Amamos a ese hombre.

     Tengo que dejar de juntarme con la tercera edad.

     —Bueno, aún no me dices qué le has contado de mí para que imagine que puedo hacer eso.

     —No te enfades conmigo, por favor, pero cuando anoche en la cena todos me preguntaron por lo que estaba haciendo para salir a flote y olvidar a Sonia, les dije que me había creado un perfil en una página de contactos para tener citas esporádicas y se me escapó tu nombre.

     Por un segundo me quedo sin respuesta, la que encuentra Tomás desde su afinidad conmigo.

    —Tus huevos ahí, chaval —grita él aplaudiendo el comentario de Eloy. 

    Golpeo de nuevo el brazo de Tomás y le escribo en la pizarra. 🖍No le hables así. 

     —¿Quién eres tú? —pregunta Eloy mientras mido mis palabras para que esto no se me vaya de las manos. Está visto que Tomás se está divirtiendo.       

     —Es Tomás —contesto yo amenazándole con la mirada. Aurora, por si acaso, también lo hace.

     —Joder, esto si que es bochornoso para mí.

     Mira, de haberlo pensado bien antes, no tendría que estar pasando por esto ahora.

     —Venga ya, Eloy, bochorno tuvo que ser anoche. ¿En serio evitas decirle a tu familia que estás hablando con una mujer que puede aconsejarte sobre tu matrimonio fallido, pero prefieres que piensen que te follas a una cada día? Tú lo que necesitas son medicinas que estabilice tu azotea, no mis consejos.

     —¡Romina! —me grita Aurora. Este hombre, con el permiso de Tomás, es su debilidad y no dejará que yo le insulte.

    —¿Aurora también está ahí? —pregunta Eloy cuando la oye.

      —A ver, chaval, que íbamos a comer todos juntos, ¿recuerdas? —Tomás no le dejará pasar ni una. Ha añadido a su comentario en la pizarra:
     🖍 Pito flojo, azotea vacía.  Huye!!.

     —Siento haber provocado este malentendido.

     Y yo lamemto que se crea culpable de algo.

     Quizás haya exagerado y no sea para tanto, quizás no deba enfadarme con él. Total, es divertido imaginar al neurótico y exigente, que fue una vez, mentir sobre cómo se tira a cuanta mujer lo llama por teléfono. Incluida yo. La famosa Romina para su familia.

     —De haberme mandado un mensaje avisando de que no podías quedar a las dos, nada de esto estaría pasando. Yo con gusto hubiera esperado a que tu hermano se hubiera volatilizado.

     —Gracias, puedo hacerte socia honorífica, en este mismo instante, del club que presido: Odio a Fran.

     Sus palabras me hacen sonreír, tanto que Aurora intuye que mi enfado se diluye. Y por eso coge ella la pizarra.

     🖍No huyas.

    Tiemblo al pensar en la petición de mi amiga y en lo que conlleva.

     —Acepto el honor, entonces —digo riendo con él sin querer pensar en nada más. Solo en reír con él. 

     —¿Quiere decir eso que me perdonas por haber estado desacertado con mi familia?

     —Solo si te disculpas tú con la mía. Hace rato que te escuchan y todavía no sé si quieren matarte o comerte a besos.

     Y no miento del todo, Tomás mira el teléfono como si su mirada pudiese intimidar a Eloy, a más de seiscientos kilómetros, y Aurora sin dejar de parpadear.

     Eloy maldice su nuevo despiste respecto a la presencia de ellos, pero hace su mejor esfuerzo.

     —Chicos, lo siento, no tendría que haber metido a Romina en semejante historia. Pero decirle a mi familia que pido la ayuda de una desconocida cuando ellos están ahí esperando, resulta cuanto menos humillante, creo. En cambio, no me cuestionarían si no quisiera llamarlos para…

     —Sacar a tu soldadito a pasear. Te entiendo, chaval. —Abro los ojos al escuchar a Tomás. Luego miro el teléfono por si Eloy ha decidido colgar en vista del anciano que quiere reírse de él.

    Pero de nuevo nos sorprende a todos con su risa y su comentario, en especial al propio Tomás:

     —Ya tenía ganas de conocerte, Tomy. Al fin podré hacer frente a las chicas.

     —Pareces listo por quererme en tu equipo,  chaval. Me gustas —dice Tomás sonriendo al teléfono. Y a mí me gusta verlo así de feliz. Su hijo, el muy descerebrado, se pierde las mejores ocasiones de disfrutar de él. Y ahora más  que se ha unido al team Eloy.

    —Pero una cosa sí te digo —insiste Eloy—. Si tú y yo vamos a ser amigos, no se habla delante de las damas de soldaditos, ¿vale? Y menos si no están firmes, ¿ok?

     Ese último comentario relaja el ambiente hasta el punto de que acabamos todos riendo antes de sentarnos a comer.

     Al retirar la pizarra de la mesa, y sin que Aurora y Tomás se den cuenta, apunto disimuladamente. 🖍Gracias.

     Y deseando estoy de quedarme a solas con Eloy par dárselas por hacer reír también a mis chicos mayores.


    —No pensé que se alargara la sobremesa con una siesta.

     —¿Desde cuándo no te tomas un descanso, Eloy?

     —Supongo que nunca lo hice de esta manera, metido en la cama a las cinco de la tarde. Soy más de coger un vuelo a una isla desierta.

     —Pues estás en la edad perfecta para empezar hoy a probar pasiones más terrenales y codearte con los pobres mortales —le digo sonriendo.

     Al fin estamos solos. 

     Cuando tomamos el postre, mis amigos se fueron a casa de Tomás, no me costó convencerlos con mi falta de sueño y el próximo turno del club que acaba con el fin de semana. Ni siquiera tuve que fingir que se me abría la boca, me salía muy natural, muy real.

     —¿Tú crees? Mira que será la primera vez que lo haga,  eso de dormir durante el día no va conmigo..

     —¿No lo dirás en serio? Trabajas en un hotel, por dios, Eloy, ¿ni una cabezadita has sido capaz de dar nunca?

     Si está igual que yo, ahora, ya te digo yo que dormirá. 

     No hay siesta que se me resista si tengo el pijama puesto, las persianas echadas y estoy metidita en la cama.

     —Tú lo has dicho, trabajo en el hotel y he de predicar con el ejemplo.

    —Y ahora más porque ya hablas con tus empleados y todo, ¿no?

    —No quiero pasar de ser el jefe cabrón, al vago cabrón del jefe si me ven durmiendo en una habitación.  

     ¡¿Qué tiene su risa que me vuelve loca?!

     —A veces pienso que no eres de este planeta porque las palabras divertido, espontáneo y sencillo no entran en tu vocabulario.

     —Yo también lo pienso, Romina, pero lo disimulo bien desde que te conozco y hablamos por teléfono. ¿O ya no recuerdas mi sobresaliente en improvisación?

     Sonrío de pensar que pueda estar divirtiéndose conmigo, mis locuras y consejos disparatados.

     —Y por eso mismo, y como ya has aprendido a no culpar a tu madre o a tu ex de lo que hayas dejado de hacer estos años, tienes que pensar por qué realmente no has dormido la siesta en uno de tus propios hoteles. 

     —¿Pereza, tal vez?

     —Eso es en sí una contradicción hablando de una cama. 

     —¿No tenía la llave de la habitación? 

     —Eloy, no seas crío, tienes el programa de códigos —comento cansada de su broma.

     —¿Temor a que me pille el jefe?

     —Eloy, joder, tómatelo en serio, porque sigo sin entender que nunca hayas conocido el auténtico placer.

     —Dicho así parece que me he perdido el punto cumbre de la satisfacción plena.

    Ambos nos reímos.

    —Noooo, pero solo se asemeja a un orgasmo si echas la siesta con la persona que amas.

     —¿Has dormido muchas siestas de esas?

     Miro el que es mi dormitorio ahora, menos mal que el piso es nuevo o el recuerdo de la presencia de Mijail intoxicaría nuestra llamada.

     —¿Qué dijimos de mi vida y de no airearla?, ¿de quién es la terapia? —Trato de salir airosa.

     —Sonia decía que si algo es una pérdida de tiempo, es porque no te conviene. No tengo mejor respuesta, lo siento.

     —¿Era filósofa o qué? —pregunto irritada, ¿por qué nombra a su ex ahora que estábamos tan a gusto?

     Eloy se ríe.

    —No, pero sabes que ella lleva razón. Tú dirías, no time, no gold.

    —Discrepo ahí. Hasta que no pruebes las cosas no sabrás lo que será una pérdida de tiempo. De hecho probarlas te garantiza que recuperarás ese tiempo si decides no repetirlo. Lo acabas por emplear bien a largo plazo.

     —¿Y cuáles son las ventajas de una siesta, según tú? —me pregunta.

     Uy, no sé si se ha dado cuenta, pero ha bostezado.

     —¿Avaladas por la medicina? te relajarás y evitarás la fatiga, te volverás más  espabilado, y por último mejorarás el humor, los reflejos y la memoria. 

    —¿Y  made in Romina?

    —Te garantizan los mejores polvos que probarás en tu vida —aseguro sin filtro alguno.

     —Vaya, quizás deba probar y dormir cuanto antes. —Y su tono de voz se ha endurecido, como hacía días que no lo  escuchaba en él. Ese crujir de dientes no ha sido casualidad.

    —Siento haber hablado de sexo, acordamos no hacerlo.

    —No, lo acordé con Tomás —dice muy serio.

    —Pero no es algo que necesitemos hablar en nuestras…

    —Terapia es terapia, Romina, y sirve para todos los ámbitos de mi vida a los que me enfrento con el divorcio. ¿O ya has olvidado que soy incapaz de tener una erección completa? 

     Mierda, ¿por qué nos gustará tanto a los humanos hablar de sexo?, para esto sí es mejor ser de otro planeta. Jamás debimos llegar a aquí.

     —Creí que Fran exageraba.

     —No —afirma sin titubeos—. Bueno,  sí que lo hace en realidad, porque se me pone dura solo si pienso en Sonia.

    —¡Joder! —exclamo contrariada. Ahí sí que poco voy a poder hacer con él.

    —Así que no creo que una siesta, de esas tan fantásticas tuyas, pueda hacer nada por mí.

    —Quizás te venga bien para relajarte  mientras duermes unos minutos. Haz el esfuerzo, Eloy, no dejes de sonreír ahora que se te oía tan bien. No dudo de que pronto mejoren tus dilemas emocionales.

    Siento que lo pierdo, que nada de lo que le diga cambiará su propia negación. Y descubro que yo no me encuentro de mejor humor que él.

     —¿Quieres oír algo gracioso, Romina? —Por lo pronto no lo ha dicho con tono simpático. En absoluto. 

    —Eloy, por favor. —No quiero oír nada que pueda lastimarnos.

    —Si es algo que nos hará reír, ya verás —insiste él, y ya veo el desastre que viene a continuación.

    —Pero si no te va a beneficiar, mejor te lo callas.

     —No está en tus refranes, ni en tus sobres de azúcar —continúa sin oírme—, y no creo que puedas hacer comparaciones al respecto, pero es lo que siento; NO PODRÉ LEVANTAR CABEZA, SI LA OTRA CABEZA NO OLVIDA. ¿Suficiente filosófico para ti?

    —Y acojonante, gilipollas —confieso de lo más sorprendida, hace rato ya que no me atrevo a reír—. Porque sirve para tus dos cerebros, y así no puedo adivinar cuál es la cabeza que domina tu situación actual. ¿Y te ha costado mucho inventarlo? —pregunto con tono irónico.

     —Romima, no me estás tomando en serio.

     —¡Porque no lo eres, Eloy! —Y consigue que explote—. Es normal que después de tantos años con una sola mujer te cueste enfrentarte a la idea de estar con otras, y eso acabe por "aflojarte" la moral. Lo que no es normal, y perdona que te lo diga, es que quieras seguir pensando en ella por decisión propia.

    —Mira por dónde, doctora. —Parece que ambos sabemos utilizar bien las agresiones verbales—. Y tú que decías que era incapaz de tomar decisiones —ironiza ahora sobre mi consejo.

    —¿Quieres que peleemos,  Eloy? Porque tengo la sensación de que lo haremos,  que uno de los dos acabará por colgar la llamada y mandará al carajo esta inútil terap…

    ¿Acaba de colgarme?

     ¿Eloy, con toda su porquería cerebral que tiene el nombre de su mujer, acaba de colgarme a mí?, ¿y ahora precisamente que comienzo a sentir algo por él? 

     Pues nada, he captado el mensaje.

     Mi trabajo ha sido inútil, porque Eloy de nuevo ha mezclado toda la mierda de su pasado, presente y futuro en su cabeza para no levantarla en la vida.

     MI TELÉFONO:

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