Capítulo 7
—¡Aizawa Shōta, versus, Kishaba Atsuko!
—¿Aizawa Shōta? —repetí, mientras el comentarista anunciaba a los demás. ¿Quién era?
La puerta del cuarto de espera se abrió. Yo me mantuve acurrucada en mi esquina, sujetando mis rodillas.
Vi sus pasos acercarse a mí.
—Oi. ¿Eres Kishaba Atsuko?
Elevé mi mirada y quedé sorprendida de la apariencia tan normal del chico frente a mí, siendo que la mayoría lucíamos como sacados de caricaturas. Cabello negro, ojos negros, piel pálida.
—Sí.
—Soy Aizawa Shōta, tú contrincante.
Nos conocimos el día del festival deportivo…
Habíamos quedado entre los 16 primeros finalistas, y ahora, en la semi final, nos tocaba enfrentarnos.
—¿Cuál es tu quirk? —preguntó simplemente, sentándose a mí lado.
Él era de la clase A-1, yo B-1. No nos conocíamos.
—¿Es mutación?
—¿Cuál es el tuyo?
—Yo pregunté primero.
—Puedo congelar y derretir cualquier cosa.
—Ya veo.
—¿Qué hay de ti?
—Puedo borrar cualquier quirk… excepto las mutaciones, por supuesto.
—Eso suena genial.
Por la diferencia de altura y de poderes era claro que él estaba en desventaja. Aunque bloqueara mi quirk de temperatura, el come-todo era una mutación y no podría con eso. Además, estaba segura que podía cargarlo o simplemente empujarlo fuera del ring; pero si había llegado tan lejos quería decir que debía tener alguna habilidad aparte de borrar quirks. Y, claro, yo no lo sabía porque había pasado todos los enfrentamientos encerrada en el cuarto de espera, diciéndome a mí misma que era más divertido enfrentarse a lo desconocido.
"Los villanos no te dirán sus habilidades" pensaba.
—¡Kishaba Atsuko, versus, Aizawa Shōta!
—Es nuestro turno —indicó él, poniéndose de pie y ofreciéndome su mano para ayudarme.
Intentó esconder su asombro cuando me levanté yo sola y expuse la diferencia de altura entre su 1.70 y mis 2.30, pero era bastante claro que no estaba acostumbrado a algo así.
—Eres alta.
—¿No me habías visto antes? —Pero ahora que lo pienso, yo tampoco lo había notado hasta ese día.
—No. No salgo del aula.
—Sí, yo tampoco.
🐾🐾🐾
—Ready? —habló el comentarista— Go!
Sus ojos brillaron. Su cabello se levantó.
—Genial —susurré, colocándome en posición de defensa al verle correr hacia mí con tal de atacarme.
Se impulsó con sus pies, saltó lo más alto que pudo, y lanzó una patada a mi rostro. Pensé rápidamente congelar mi brazo, pero entonces recordé en segundos que su quirk podía bloquear quirks…
Tuve poco tiempo para reaccionar.
Abrí mi boca.
—¿Qué? —murmuró, horrorizado, al ver todos mis colmillos como de tiburón.
—Surprise! —reí, deteniendo el golpe de una mordida. No una lo suficientemente fuerte para dejarlo cojeando, pero si lo suficiente para que no pudiera colocar bien sus piernas al caer al suelo.
—Esa es trampa —reclamó, sonriendo de lado mientras se ponía de pie—. No me dijiste que tenías otra habilidad.
—Un buen villano nunca revela sus secretos —sonreí, sacando también mi ridículamente larga y filosa lengua—. Vamos, atácame.
No se rindió.
No recuerdo todos sus movimientos. No recuerdo cuánto tiempo estuvimos sobre la tarima, él lanzando puños y patadas, y yo deteniéndolo a base de mordidas y cortes. Era una escena curiosa verme ahí, moviendo la lengua como si fuera un látigo.
Hubo un momento en que ambos estábamos tan cansados que, a pesar de tenernos a menos de un metro, no lanzamos ningún ataque.
—Eres fuerte —halagó jadeando, sin quitarme los ojos de encima.
—Tú también —sonreí. Seré una tramposa, definitivamente, pero era mi única oportunidad—. Espero volver a enfrentarme a ti.
Sin darle tienpo a reaccionar arrastré su pierna con la mía y lo hice caer, sus ojos miran al cielo, y en esa mínima oportunidad le toqué la ropa.
—¿Qué?
Su ropa se congeló.
—¡Oye!
No pude evitar sonreír.
—¡Aizawa está inmovilizado! ¡Kishaba gana!
—Fue una buena pelea, Aizawa-kun —halagué, derretiendo el hielo.
—Sí. La próxima daré todo de mí… y ojalá no hagas trampa
🐾🐾🐾
—Aizawa Shōta-kun —detengo a los niños que lo cargan. El más pequeño, el de traje de uva, tiembla.
—Atsuko —habla con dificultad, elevando la mirada.
—Me llamo Ryōsoku —corrijo—. Dejen que les ayude.
Apenas ponen resistencia cuando tomó a Shōta entre brazos y lo cargo en mis hombros.
—¡Deja en paz a nuestro sensei! —exige el pequeñín, lleno de temor.
—No dejaremos que lastimes a Aizawa-sensei —dice la chica de grandes ojos. Tenía una voz adorable.
—No pienso lastimarlo —aseguro mientras empiezo a caminar hacia el resto de estudiantes.
—Oe, Gigantona, suéltame —exige con las pocas fuerzas que tiene—, puedo caminar solo.
—Juraría que tienes rotos al menos 207 huesos.
—Solo hay 206.
—Exacto. ¿No es lindo, Shōta? Ya sabes, esto de volver a vernos.
—No.
—Tomaré eso como un sí. Además, ahora que te salvé la vida me debes un favor.
—No me salvaste la vida, me lastimaste el brazo.
—No veo diferencia. Además, ahora te estoy cargando, ¿no?
—Eso no es salvarme la vida.
—Oh, vamos, seguro te mataba la curiosidad por saber dónde estaba. ¿No?
—Cállate.
Hubo silencio entre nosotros. Siento a Shōta apretar el agarre de sus brazos.
—Es bueno verte, Atsuko —susurra, y sé que sonríe de lado.
—Me llamo Ryōsoku.
—Lo que digas. Igual es bueno verte.
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