Capítulo 18
—¡Muchachos!
Entro tranquilamente a la habitación que comparten los tres jóvenes héroes, los tres lástimados jóvenes héroes.
—¡Ryōsoku-san, hola! —exclama Midoriya, sonriendo ampliamente.
¡Que lindo!
—¡Buenos días, Ryōsoku-san! —exclama Tenya, totalmente serio.
¡Que caballeroso!
—Hola —Todoroki...
¡La habitación se congela! ¡Es tan frío!
—¿Cómo se encuentran, muchachos? —pregunto amablemente, sentándome al lado de Midoriya e ignorando el frío comportamiento del hijo de Endeavor.
—Es mejor preguntar cómo está usted —señala el chico a mi lado—. La herida que recibió se veía muy seria... cuando la ambulancia llegó dijeron que necesitaría una transfusión de sangre, y cuando le hablamos sobre su tipo de sangre dijeron que sería difícil conseguirla.
—Bueno... sí. Sí... El doctor me dijo que la única razón por la que logré sobrevivir es porque tengo un buen factor de recuperación.
—Usted... ¿no tiene familia? Ya sabe... para que le hubieran donado sangre.
—Mi abuelo está mal de salud, y mi padre está en prisión…
—Lo siento.
—Está bien, él se lo buscó.
—Parece que no tenían una buena relación...
—Todo lo contrario —admito bajito, sonriendo de lado.
—¡Ryōsoku-san! A usted… le falta un diente —señala Tenya, cambiando bruscamente el tema.
—¡Oh! Lo notaste —hablo sarcástica, sonriendo ampliamente y con burla, señalando con orgullo el espacio vacío—. No te preocupes, crecerá de nuevo.
—Así no funcionan los dientes —murmura Todoroki, lo suficientemente alto para que pueda oírlo.
—Los míos sí.
—¿Se le caen muy a menudo? —pregunta Midoriya, señalando mi boca.
—Oh, no, no, no. Ya quisieras. Se me cayó cuando mordí a All Might.
—¿U-Usted hizo qué?
—¡Fue genial, Midoriya-kun! Debiste estar ahí. Me quebré otros cuatro dientes, pero uno logró herirlo un poco, hasta le hice derramar una gota de sangre. ¿Tienes una idea de lo que significa todo?
—¿Que… tiene dientes muy fuertes?
—¡No! Que All Might se está debilitando.
—¡¿Qué?!
—¡Sí! Así que deberás esforzarte todavía más para lograr tomar su lugar. ¡Yo confío en ti!
—Y-Yo no…
—¡Esfuérzate!
—¡S-Sí, Ryōsoku-san!
—¡Genial!
🐾🐾🐾
—Abuelo —llamo suavemente, adentrándome con cuidado a la habitación donde reposa mi anciano familiar.
—¿Quién mierda te dio derecho de interrumpir mi muerte? —me reclama de buenas a primeras, cerrando bruscamente el libro que leía hasta ese momento.
No puedo evitar sonreír. Me acerco a él y le sujeto la mano.
—Menos mal estás bien.
Él hace una mueca bastante parecida a una sonrisa.
—Gracias, Atsuko. El oficial me lo contó todo. Creo que ni siquiera tu padre hubiera renunciado a tanto dinero solo para salvarme.
—Por favor, no pudo ser tanto.
—¥600,000.
—¿Perdón? —parpadeo varias veces ante tal revelación. No podía ser cierto.
—Seiscientos mil yenes, Atsuko.
Mierda, de pronto no aprecio tanto a mi abuelo como hace unos segundos.
—Tu vida y tu libertad no tienen precio, abuelo —¡soy una maldita idiota!—. Y, ¿sabes? Ahora que sabemos que no morirás, puedes usar lo que ibas a darme como herencia para colocar, no sé, ¿una cafetería? Quizás una floristeria. Yo te ayudaré, ¿cómo suena eso?
Él suspira y sujeta mi mano con las dos suya.
—Dejemos a un lado la vida de crímenes y actuemos como si fuera una familia normal —me pide—, por nosotros.
Ante la petición me muerdo suavemente el interior de mi mejilla e intento no hacer una mueca que revel mi desagrado. ¿Me está pidiendo dejar de lado la vida por la que tan duro batallé durante 14 años? ¿Quién se cree? Cuando asesiné a mi madre ni siquiera se molestó en buscarme, ¿y ahora viene a fingir ser un familiar entregado? ¿A fingir que se interesa por mi bien?
—Bien, abuelo, hay que hacerlo —como sea, un lugar gratis para quedarme todas las noches no viene mal—. Por nosotros.
—Por nosotros.
🐾🐾🐾
—Oe, ¿cómo te sientes? —pregunta Shōta, ofreciéndome un té helado.
—Bastante mejor —hablo con sinceridad, tomando la lata en mis manos—. Gracias por permanecer conmigo, Shōta. Ya es la segunda vez que haces esto… ¿recuerdas la primera?
—Ni siquiera sé de qué me hablas.
—Claro que lo sabes.
—Tengo una horrible memoria.
—Aunque lo niegues tú sabes que estabas preocupado por mí.
—No, no lo estaba. Tensei me puso a cargo de ti.
—Entonces sí lo recuerdas.
—¿Qué? No… Yo no… Mierda.
—¡El gran Eraserhead ha sido vencido por la maravillosa Ryōsoku!
—No grites en el hospital, idiota.
—Lo siento.
A pesar de encontrarse en mi punto ciego, puedo jurar que Shōta está sonriendo.
🐾🐾🐾
—Oe, Atsuko, ¿te sientes bien? —preguntó mi buen y servicial compañero, lanzando a mi rostro la toalla húmeda.
—Con tus cuidados seguro me mejoraré en poco tiempo, Shōta —hablo sarcástica, acomodando la toalla en mi frente—. Eres un maravillo enfermero, ¡sorprendente!
—Gracias por ofrecerte a cuidarla, Aiwaza-kun —suspiró mi abuelo, apoyado en el umbral de la puerta—. Me empezaba a doler la espalda por todo el tiempo que debía estar agachado, prometo pagártelo.
—No es nada, Fukugawa-san.
—Claro que es algo, mi nieta ya te ha dado suficientes problemas, ¿no la dejaste dormir en tu casa la otra vez? Esa seguro no te la ha pagado, ¿verdad? Al menos no de forma monetaria…
—Abuelo, mira que hora es, se te hace tarde —la interrumpo antes de que siga sus insinuaciones.
—¿Tarde para qué?
—Para marcharte a tu habitación y dejar de molestar a Shōta.
—¡Oh, sí! Tienes toda la razón, Atsuko. Gracias por recordármelo.
Shōta sonrie de lado luego que mi abuelo se ha marchado.
—Lamento eso —suspiró, abrazándome a mi misma debajo de la sábana—, mi abuelo puede llegar a tener un enfermo sentido del humor.
—No, está bien… Es agradable. Al menos él no me ha amenazado con devorarme.
—Mi abuelo nos es canibal… De hecho, el único canibal en la familia es mi papá. El resto se conforma con robar… hay uno por ahí que también es violador, pero no hablamos mucho de él, ¿entiendes?
—¿Hay algo que no puedas comer?
—Pruébame, Shōta.
Mi amigo salió de la habitación, y al volver llevaba un pequeño trozo de madera que aún no sé de dónde sacó.
—¿Puedes comer esto? ¿Aún enferma?
Tomé la madera y le di una buena mordida. La mastiqué una y otra vez hasta que finalmente la tragué. Di una mordida más y repetí el proceso hasta tragarla también. Shōta me observaba atentamente.
—Genial.
—¿Verdad?
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