La noche del cumpleaños número quince de Amara Folkmord estuvo marcada por la peor de las desgracias. Sus padres, junto con su hermana menor, resultaron víctimas de una tragedia que iba mas allá de lo que se podría calificar como asesinato. Fueron masacrados, completamente destrozados y desmembrados, hasta el punto que no quedó nada reconocible en sus restos.
Y lo peor de todo era que la propia Amara había sido la culpable.
Como resultó obvio, ni la policía ni la prensa pudieron siquiera imaginarse tal hecho. La chica no poseía ningún motivo lógico para eliminar a su familia con tal crueldad, y tampoco tenía antecedentes de violencia. Además, la evaluación psicológica que le realizaron tras el escabroso evento reveló que sufría un síndrome postraumático, por lo que la internaron en un centro psiquiátrico.
Pero lo cierto era que Amara no había sufrido ningún tipo de trauma. Había sido capaz de engañar a un psiquiatra profesional en beneficio de sus planes, y su llegada a la institución mental era un paso más que debía realizar. Durante los primeros días en el centro, Amara se mantuvo al margen, pasando desapercibida tanto para los demás internados como para los cuidadores.
Las autoridades, por su parte, pusieron grandes cantidades de esfuerzo y tiempo para desvelar el misterio del caso Folkmord, todo sin la más mínima señal de éxito. Los pocos restos que habían quedado de las víctimas eran prácticamente imposibles de analizar, y el lugar de los hechos brindaba un toque siniestro y paranormal a toda la situación. Supuestamente, al asesinato debió haberse realizado en el comedor, lugar donde se encontraron los minúsculos restos, pero salvo por la sangre que pintaba todo el lugar de rojo, no había ninguna señal de confrontación. Daba la sensación de que "algo" había devorado a los Folkmord de dentro hacia afuera en tan solo un instante.
Amara no podía evitar sentirse sumamente complacida por la inutilidad de aquellas instigaciones. De todas formas, por más que pasaran el caso a autoridades de nivel nacional, no conseguirían descubrir nada. En cuanto a la prensa, esta había comenzado a sugerir tímidamente que el cruento evento poseía tintes que iban más allá de la comprensión humana. Nadie ponía especial atención hacia esa teoría, pero Amara sabía que era la más acertada.
Al fin y al cabo, la chica recordaba perfectamente todo lo sucedido, aunque lo negara constantemente cuando los psiquiatras la evaluaban. Lo cierto era que asesinar a sus padres y a su hermana no había resultado nada fácil. Había tenido que realizar un muy complejo plan que le tomó cerca de un año en completar. De haberse tratado de otras personas no habría habido ningún problema dada la ayuda con la que Amara contaba, pero la familia Folkmord era todo menos normal.
El que actuaba como padre de la familia, August Folkmord, en realidad era un desquiciado brujo que servía a una demoniaca criatura llamada Yaltahim-Alealamin "El Devorador de Mundos". La que actuaba como madre, no era una humana real, sino que se trataba de una forma de vida proveniente de uno de los millones de ojos de Yaltahim. Por su parte, Yalamin, la hermana menor, era hija de los dos anteriores y, por consiguiente, heredera del demoniaco título de "Devoradora de Mundos".
Amara había descubierto todo eso el día de su catorceavo cumpleaños. El horror que la había invadido ante tal información se había reducido un poco al saber que ella era adoptada, lo que la liberaba de la atroz carga de estar emparentada con criaturas infernales. No obstante, su adopción se había realizado con la intención de ofrecer su vida en sacrificio a la diabólica ascensión de Yalamin que produciría su evolución en un ente que devoraría el planeta Tierra por completo.
Nadie había esperado que Amara se enterara de tales cosas. August Folkmord había esperado el momento de servir a su amo durante más de mil años, de modo que el estar tan cerca de cumplirlo lo hizo subestimar a su hija adoptiva. La chica, sin embargo, no estaba dispuesta a permitir que la utilizaran como sacrificio para alimentar a una entidad malvada que iba más allá de su comprensión.
Por fortuna, no estaba completamente sola. Ella había adquirido el conocimiento de su situación gracias a que el Corruptor de Almas la había contactado. Este era un peculiar ser sin forma física definida, pero que acostumbraba aparecer ante Amara con la imagen etérea de una serpiente negra de cinco cabezas, cada una con un solo diente y veinte ojos rojizos en forma de panal. El Corruptor de Almas se le había aparecido por primera vez a la edad de diez años y, si bien Amara le había temido por mucho tiempo, el desagradable ente había conseguido ganarse su confianza al afirmar con seguridad que solo deseaba protegerla a ella y al planeta.
Mientras que Amara adquiría mayor madurez y consciencia comenzó a dudar de las palabras de su difuso "amigo", por lo que al cumplir los catorce años lo encaró y exigió que le dijera todo lo que sabía. El Corruptor, entonces, le habló de Yaltahim-Alealamin y de los planes de su demoniaca familia. Amara no pudo creer que aquellas cosas fueran ciertas, ya que, hasta aquel entonces, sus padres y su hermana habían demostrado ser muy amables y humanos.
El Corruptor utilizó sus macabros poderes para ingresar a la mente de Amara, donde compartió parte de sus propios recuerdos y saberes, de modo que la chica no pudo seguir evitando la verdad. Sin embargo, no consideraba lógico que algo con el nombre de "Corruptor de Almas" de verdad intentara comportarse como un héroe al querer salvar al mundo. La entidad acepto tal hecho, y explicó que solo deseaba evitar que se erigiera una heredera del poder del demonio, ya que un hecho así lo pondría en problemas. El Corruptor poseía una existencia cósmica, lo cual lo convertía en enemigo natural, depredador y presa al mismo tiempo de los seres de naturaleza demoniaca.
Por eso el Corruptor de Almas había brindado todos los recursos e ideas que Amara había utilizado en el plan que acabó con su falsa y maligna familia. Para eso primero había tenido que desbaratar los hechizos y trampas mágicas que August había colocado, no solo alrededor de su casa, sino en diversos puntos estratégicos de la ciudad entera. Amara se vio obligada a actuar con el mayor disimulo, ya que descubrió que toda su vida había sido vigilada por los miembros del Culto del Devorador, el cual era liderado por su padre adoptivo.
Pero el Corruptor también poseía sus propios vasallos, los Sinalma, cascaras vacías con forma humana que obedecían las ordenes del ente cósmico sin discutir. Estos, bajo el mando de Amara, apoyaron en el sabotaje del complejo mágico de August, cosa que confundió al brujo y desvió aún más su atención. De tal forma, redujeron el rango de acción de uno de los Folkmord con relativa facilidad.
El siguiente objetivo fue el Ojo de Yaltahim, que utilizaba el nombre de Affamé Folkmord para hacerse pasar como humana. Con respecto a ella, el Corruptor de Almas admitió no tener la más mínima idea de como derrotarla, ya que su poder era ridículamente exagerado. Amara reflexionó sobre la mejor y más segura forma de debilitar a su madre adoptiva durante muchos días, hasta que halló una posible solución al problema. Según lo que había observado a lo largo de su vida, el Ojo parecía evitar por completo el consumo de carne animal en sus comidas. Por ello, Amara aprovechó el hecho de que era ella quien acostumbraba cocinar para su familia para agregar secretamente restos cárnicos en la porción de Affamé. Luego de unos días de hacer eso, la falsa humana comenzó a verse mucho más débil, enfermiza y famélica que de costumbre, lo que aseguraba el buen funcionamiento del plan.
No fue necesario hacer nada en especial contra Yalamin, ya que la niña de tan solo doce años no tenía la más mínima idea de la verdad de su familia ni de su propia naturaleza demoniaca. Si bien a Amara le dolía tener que acabar con la que por tanto tiempo había considerado su hermana menor, prefería poner su vida y la seguridad del mundo por delante de sus sentimientos. De tal forma, tan solo un día antes del quinceavo cumpleaños de Amara, la última fase del plan estaba lista para dar inicio.
Al llegar el momento preciso, cuando la familia Folkmord estaba reunida para la celebración, los Sinalma atacaron a los cultistas del Devorador que hacían guardia ocultos alrededor de la casa. August detectó el ataque, pero fue incapaz de reaccionar ante la sorpresiva aparición del Corruptor de Almas quien forzó la entrada de todos al Paraíso de las Almas Perdidas, su plano metafísico individual. Allí, además de fortalecerse absorbiendo la carga espiritual de sus víctimas, el Corruptor podía debilitar todo tipo de poder mágico, demoniaco o cósmico ajeno al suyo.
La confrontación tuvo un desenlace relativamente acelerado. El Ojo de Yaltahim, asumiendo su verdadera forma compuesta por una monstruosidad viscosa repleta de globos oculares y cilios venenosos alrededor de un amorfo cuerpo, intentó atacar al Corruptor, pero este la dejó fuera de combate luego de lanzarle un embate psicotrónico. August, al ver a su amado Ojo derrotado, comenzó a lanzar todos los hechizos ofensivos que conocía, sin el más mínimo resultado. El Corruptor se limitó a reflejar todos los ataques del brujo, de modo que este terminó siendo consumido por su propia estrategia de batalla. Finalmente, Yalamin, quien se había mantenido apartada observando todo lo sucedido con el más profundo horror y confusión, abrazó a Amara y comenzó a llorar con desesperación.
La chica, por un instante, estuvo tentada de pedirle al Corruptor que perdonara la vida de su hermana, ya que, sin el brujo y el Ojo, ya no podría ascender como Devoradora de Mundos. No obstante, el Corruptor de Almas no mostró piedad alguna y antes de que Amara pudiera siquiera abrir la boca, el ente cósmico ya había arrancado el corazón de Yalamin con una de sus ofídicas cabezas. Tras ello, todo terminó y volvieron al mundo real.
Para evitar dejar pruebas de lo sucedido, el Corruptor alteró la composición atómica de los cadáveres, causando su inmediata explosión en minúsculas partes irreconocibles. Luego, ordenó a Amara llamar a la policía e inventar cualquier historia que la colocara a ella como una traumatizada víctima. De esa forma la chica llegó al centro de salud mental.
Pero su trabajo no había concluido aún. Con la caída de Yalamin, el propio Yaltahim-Alealamin se haría presente pronto con la intención de devorar el planeta. El Corruptor de Almas no era capaz de enfrentar al demoniaco ser, pero sabía de otra criatura que sí podría hacerlo.
Se trataba de Apólyti-Diafthorá, una de las entidades cósmicas más poderosas y destructivas del Universo entero. El Corruptor de Almas mantenía una relación relativamente buena con dicho ente, de modo que podría convencerlo de ayudarlos a acabar con Yaltahim. Pero para ello primero tendrían que invocarlo, lo cual no era nada sencillo. Necesitarían sacrificar cientos de millones de vidas para conseguir aquel espantoso fin.
Y sería Amara quien llevaría aquella pesada responsabilidad. Al quedar sin familia ni nadie en quien confiar sus penurias, más que el Corruptor de Almas, solo le restaba dedicar su vida entera a proteger el planeta. Y el tiempo era precario, ya que en cualquier momento Yaltahim-Alealamin podía emerger en el firmamento para imponer su poder. Solo invocar a Apólyti-Diafthorá podría salvarlos. Amara estaba decidida a conseguirlo, sin importar qué métodos tuviera que utilizar con tal de cumplir esa apocalíptica motivación.
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