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EXTRA CAPÍTULO 18

Alexander.

Las malditas punzadas en la cabeza no se van y no dejo de maldecir en mi cabeza, aunque no son fuertes, apenas son una molestia en mis sienes. Si no hubiera sido por esos idiotas rusos que venían a negociar no habría perdido mi tiempo y mi paciencia con negocios estúpidos.

Para envolverme en un negocio seco de lavado de dinero les hace falta cerebro. Soy unos novatos que van a atrapar solo al primer idiota que se deje manipular.

—¿La llave? — Emma extiende la mano como si fuera la dueña del maldito hotel.

Está tratando de ocultarlo, pero veo preocupación en su mirada, veamos hasta dónde soy capaz de llevarla.

Me hago el molesto saco la llave mostrándole mi mal humor y se la doy. Abre apenas tanteando la puerta y me carga el brazo sobre su hombro como si me estuviera desvaneciendo. De verdad que no conoce la palabra gradual.

—No estoy ebrio.

—Entonces deja de comportarte como si lo estuvieras— replica molesta y entramos de esa forma a mi habitación.

Quiero reírme, hace poco estaba molesta por mis importantes interrupciones en su trabajo y ahora está poniéndose pálida ante mi perfecta actuación. Mi buen humor se desvanece cuando las punzadas se vuelven más reales y la luz me molesta de inmediato.

Mi cuerpo se tensa cuando me pone la mano sobre la frente con toda la confianza del mundo después de sentarme en el sofá. —Estás ardiendo.

Es una mentirosa, mi temperatura es normal, no soy un enfermizo, solo estoy actuando más de lo normal para ver su reacción y debo decir que hasta yo me creería su exclamación asustada, pero ese es su pequeño plan para seguir toqueteándome.

Pasa sus pequeñas manos por mis mejillas y cuando la miro con una ceja alzada la aleja de inmediato. Carraspea y es muy orgullosa para dejarme saber que está avergonzada.

—Estoy mejor— cierro los ojos cuando vienen las punzadas de nuevo.

Carajo, maldita cabeza y malditas punzadas. Le tengo tantas ganas a ella más ahora que estuvo evadiéndome excusándose en su trabajo con el imbécil de Tail, pero también tengo ganas de beberme el wiskey escoces que espera por mí y me va a adormecer la parte de la cabeza que me duele.

—¿Estás mejor?

—Sí.

Mi tono brusco la hace fruncir el ceño. Ahora si quiere ser educada, debió serlo en la cena también.

Me froto las sienes y recuerdo un par de cosas que deje pendientes por hacer antes de venir a Birmingham a dar mi discurso anual de la asociación. Dejaré que Amelia se haga cargo de hacer la donación correspondiente, los fondos no son algo que me preocupe.

Ese dinero siempre estará destinado a la asociación de por vida.

No va a ser una jornada tranquila, necesito llamar a Bennett para verificar cuan ciertos son los rumores de que Logan está por la ciudad. Alesha también debe tener información si es que Caterva le ha llamado para...

—Llamaré a emergencias. — dice la loca que tengo al frente sacando el celular de la bolsa de sus pantalones que por cierto me gusta cómo le ajustan.

¿Pero qué coño? Ladeo la cabeza y dejo de fingir que me siento peor de lo que ella ve, su cordura roza la locura.

—No vas a llamar nadie esto se me quitará en un par de horas. Me trajiste a mi habitación y eso es todo. Ya puedes irte.

Se lo digo borde para que se moleste y comience a pelear, así podremos llevar la discusión a la cama y sus pantalones al suelo mientras le como el coño. Pero ni se cruza de brazos ni me mira mal, en su lugar levanta la barbilla antes de encogerse de hombros. Va a desafiarme otra vez como solo ella sabe hacerlo.

—Refunfuña todo lo que quieras Alexander, llamaré a emergencias para que alguien te ayude.

Casi me suelto a reír. Me incorporo y la tengo más de cerca. —Eres la persona más frustrante que conozco en la vida Emma Brown— le toco la cadera, pero no se detiene.

—Es bueno saberlo— me ignora y en un segundo ya está llamando.

Está loca. —No llames a nadie. Hay unas pastillas al lado de mi cama, solo necesito tomarlas y asunto arreglado.

Se quita el teléfono de inmediato sorprendida por mi respuesta y camina a dónde la mandé, uno de los frascos es cortesía del hotel, solo son refrescantes de resaca, no tomaré las verdaderas pastillas.

Los mira con las manos curiosas, pero dudo que sepa lo que son, solo los hoteles caros tiene estás cortesías para sus huéspedes.

—¿Dónde puedo conseguirte agua?

—En el mini bar— la veo contonearse ahí dándome una buena vista de su redondeado trasero que quiero azotarle por ser tan provocadora.

Se agacha para sacar la botella y me pongo duro con esa perfecta visión. La sangre de las palpitaciones en mi cabeza baja a mi polla.

Cuando se gira hacia mí sus pechos se mueven dentro de la blusa mientras abro el frasco. Me ofrece la botella inclinándose como la pequeña seductora que es. La voy a mantener en mi habitación está noche, haciéndole de todo menos dormir.

Saco dos pastillas del frasco y me las trago sin dejar de mirar sus pezones marcarse a través de la tela. Se los voy a follar como quiero hacerlo cada que se los chupo.

Su mirada baja y ve lo que miro. Endereza la espalda casi automáticamente, como si me los ofreciera. A la mierda todo, es una maldita seductora.

Voy a levantarme tomándola ahora, pero al hacerlo veo el frasco de lo que acabo de ingerir y... ¡Me cago en la puta madre de todos! Este no es el frasco de los refrescantes, ella tomó el de las verdaderas pastillas que me quitan el dolor de cabeza.

—Carajo—gruño entre dientes y me viene el bajón de inmediato.

Los músculos se me adormecen como hacen las jodidas pastillas para calmar las punzadas de la nuca y... sus pechos se mueven frente a mi... esos pechos se mueven delante de mi mientras habla de algo.

Coño que cansancio.

La ley del hielo no es...— su voz suena lejana.

Jodidas y putas... pastillas.

Estoy en la inconciencia, en un lugar en el que no odio estar porque eres vulnerable ahí, porque no puedes defenderte ahí y un lobo no pude dejar de luchar en un territorio peligroso como en el que estoy metido.

Trato de hacer que mi mente despierte, trato de estar alerta como siempre. En la inconciencia hay golpes, sangre. Puedo sentir como sudo en frio.

. . .

El adormecimiento y la pesadez en la parte frontal de mi cabeza me dicen que la droga de algo sigue asentada en mi cuerpo. Abro los ojos como siempre manteniendo que la jodida luz no me deje ciego antes de despertar.

Pero no hay malestar con los ojos, no hay vista borrosa ni punzadas matutinas. ¿Así que tomé las malditas pastillas?

Puta madre, coño, carajo, mierda. Suelto las primeras maldiciones del día como si fuera una jodida plegaria. Uno de mis brazos no se mueve, está como adormecido por algo encima.

El otro lo tengo en el elástico de mi ¿Pantalón de chándal? Arqueo una ceja con ropa que no es mía porque la mitad del tiempo duermo solo con un bóxer y la otra mitad desnudo.

Un sonido bajo y lento me llega de lado y me preparo para lo que voy a ver porque sé quién fue la última persona que vi antes de volverme un maldito mueble.

Me giro a verla y no estoy preparado para lo que veo. Una cosa fue drogarme inconscientemente con el medicamento y otra que se quedara aquí. Frunzo el ceño y miro la camiseta que tiene puesta, es mía.

Se le sube por los muslos mostrando sus bragas. Está echa un ovillo y se pega a mi cuerpo. El brazo que tengo adormecido no es por el medicamento, es por su cabeza que se abraza a él.

Su espalda sube y baja de forma tranquila. Me quedo en mi lugar sobrepasando el hecho de que se quedó aquí.

—Despierta— zafo mi brazo molesto para que me suelte, pero se vuelve a acurrucar como un gato buscando calor.

Mis cejas se juntan más y la miro fijamente. Mi mano se levanta y cae en la piel sonrojada de sus mejillas. Paso mis nudillos por ahí y bajo por su barbilla siguiendo el recorrido con mis ojos. Hace gestos con las cejas y la comisura de mi boca se levanta poco a poco.

Mi instinto me dice que hacer y termino inclinado oliendo su olor natural, entierro mi cabeza en su cuello y es como si un nuevo tipo de droga comenzara a aparecer en mi sistema.

—Mierda— gruño

Dejo de hacer estupideces y la quito de mi brazo molesto. Me levanto de la cama y veo su ropa sobre el sofá. Se quedó toda la noche.

—Emma despierta— digo más fuerte, pero solo logro que se remueva y se acerque a mi lado de la cama para abrazarse a la almohada.

Su cuerpo es todo lo que... clavo la rodilla en el colchón —¡Emma! — sus ojos se abren y la mirada que me clava me saca el todo el aire de los pulmones. ¿Qué carajo?

—Estás despierto.

Aprieto la mandíbula apagando el cosquilleo que tengo en el antebrazo. —Sí.

—Yo no... esto... podría... — no puede terminar una sola oración y me molesta ser consiente del olor que trae.

—¿Qué fue lo que sucedió anoche? ¿Y por qué tienes una de mis playeras puesta?

Se remueve y baja la mirada. —Anoche después de tomar esas pastillas te quedaste como una estatua sobre el sofá. Ethan me ayudó a traerte a la cama y como me sentí culpable por haberte dejado en estado vegetal me quedé para asegurarme que estabas bien. — se levanta justo dónde estoy reclinado.

Se detiene de moverse y su mirada baja a lo que quiere. Vuelve a clavarme los ojos y casi pierdo la cabeza por lo que veo en ellos. Reacciona de una jodida vez puto cabrón.

—No pedí que te quedarás. — quiero ser borde con ella por ponerme así.

—No pretendía quedarme dormida, te lo aseguro, la próxima vez te dejaré a la mitad del ascensor y cualquiera que no sea yo te ayude. — suena herida y cuando le busco la mirada esos ojos están tan avergonzados.

—No es lo que...

—Ni siquiera vale la pena— me corta —Crucé la línea lo entiendo, no volverá a suceder, lo que sea que te pase no es mi problema y sobre playera, la devolveré— sale casi corriendo de la habitación dejándome como un puto imbécil confundido.



¡Hola sexys! 

Alexander sonriendo... Alexander diciéndose que debe entrar en razón... *Suspira en Alemma*

Por andar de mirón hizo la dormición JAJAJA, lo amo demasiado. 

La espera del segundo libro de Tentación se hace mejor leyendo estos extras, espero que lo hayan disfrutado y nos leemos el viernes en Dominio.  

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