CAPÍTULO 9
Emma.
Aparto un momento la mirada de mi computadora y me quedo mirando por la ventana de mi habitación los edificios de Londres que se iluminan uno por uno.
Desde aquí escucho a Cora hablar por teléfono desde la habitación de invitados con Dylan y su voz cantarina me hace sentir como si estuviera en casa, eso hace que el sentimiento de nostalgia aparezca de nuevo.
Se va de Londres mañana al medio día y no quiero dejarla ir, no todavía, pero al menos ahora que se vaya ya no estaré tan sola. Tendré a Alicia y a Bennett y eso me hace sentir mejor. En una ciudad en la que no tienes parientes ni muchos conocidos, es complicado vivir.
Y hablando de Bennett, éste último vino por la tarde para saber cómo estaba, por suerte la inflamación en mi tobillo ya había desaparecido y no tuve que contarle de mi pequeño accidente. Tuve suficiente con haberme desmayado frente a él anoche.
Su visita me alegro el día. Incluso comimos juntos los tres y que Cora cocine su pasta especial para un casi desconocido es un milagro. Anoche los presenté por primera vez, pero conectaron a la perfección.
Y se siente bien de alguna forma para mí, tenerlo cerca es reconfortante, no es nada pretencioso como cualquiera lo pensaría por ser el director del departamento de diseño de Hilton &Roe. Bennett es divertido, amable, inteligente y tenemos muchas cosas en común.
El sonido de mi computadora suena sacándome de mis pensamientos. Es un correo electrónico en mi cuenta personal. Lo abro y mis cejas se juntan porque el remitente me va a sacar canas verdes un día de estos.
Espero que su tobillo se encuentre mejor señorita Brown. Mi chofer se encargó de llevar su auto hasta su edificio.
-Alexander R.
Leo dos veces el correo para confirmar que no lo estoy imaginando. ¿Debería contestar? Mi parte orgullosa no quiere, pero mi parte educada me dice que lo haga, después de todo el hombre me ayudó y como pieza primordial, es el dueño de la empresa dónde trabajo.
Tamborileo mis dedos en el teclado de mi laptop y finalmente le escribo una respuesta corta y clara.
No tiene de que preocuparse señor Roe. Le agradezco que haya traído mi auto y... gracias por ayudarme.
-Emma B.
Pulso enviar y me quedo mirando la pantalla unos segundos más, contenta con mi elección de palabras, no soné borde y espero que le quede claro. Además, supongo que Alexander solo está tratando de ser educado.
Un rasgo muy extraño en él ¿No crees? Mi subconsciente tiene razón. No me fio de él ni de sus "buenas intenciones".
El sonido de los mensajes vuelve a sonar casi inmediatamente después de que envié mi respuesta.
¿Está segura que se encuentra mejor?
No me agradezca por ayudarla. Fue una coincidencia que estuviera por el lugar. Supongo que después de todo las coincidencias inoportunas si existen.
-Alexander R.
Ruedo los ojos y mi buen humor otra vez se esfuma como el aire, mis nervios no soportarán mantener una conversación con él esta noche, prefiero mirar el techo y contar ovejas hasta que amanezca a seguir hablando con él.
Comienzo a escribir una respuesta bastante detallada mandándolo a la mierda, pero antes de terminar mi redacción cambió de opinión gracias a mi parte sensata y en su lugar opto por escribir algo corto.
Buenas noches Señor Roe.
Emma B.
Cierro la pantalla de mi laptop sin esperar a que responda y me froto los ojos con cansancio. Ni siquiera lo tuve enfrente para que me sacara de mis cabales. Todo el tiempo está tratando de provocarme, pero ya no puedo caer en sus juegos.
Tengo que recordar quién es él y no importa lo que haya pasado en el bar, Alexander Roe sigue siendo el dueño de Hilton & Roe y por más caliente e irresistible que sea debo poner una línea entre nosotros.
Ya sé que no debería estar pensando en él de otra manera, pero no puedo evitarlo. Después de ese beso todas mis hormonas se alteraron. Admitir esto en voz alta sería darle un punto a su favor, así que fingiré demencia mientras pueda.
Como si hubiera miles de hombres en el planeta que pudieran besar así de bien y probablemente los hay, pero yo tengo a la tentación frente a frente.
El solo hecho e recordar ese beso en el bar me hace apretar las piernas para que mi sexo no se humedezca. Fue tan posesivo, tan duro y caliente y saboreé esa boca con las mismas ganas que un adicto prueba la droga después de mucho tiempo de abstinencia.
Y ahora todo será peor cuando lo vea. Cada vez que lo tengo cerca mi sangre se enciende. Es su olor, su mirada salvaje, su voz... Todo. Todo en él lo hace completamente irresistible y casi no puedo concentrarme.
Siempre me repite que no soy su tipo de mujer y lo tengo claro, la pelirroja alzada que esconde en la oficina cada que tiene oportunidad es la única que entra en su radar, pero hay veces en las que el hombre actúa como si supiera lo que quiere.
Y me quiere a mí.
Mi mente traicionera me trasporta a ese beso caliente. Los gruñidos bajos que soltaba, la forma en la que su lengua bajó a... Me detengo ahí mismo y me regaño mentalmente soltando una reprimenda digna de mi madre, aunque eso no quita que ya estoy excitada.
Me abanico con las manos bajándome las ganas y aparto la mirada del cajón de lado de mi cama dónde guardo el regalo de Cora. Me niego a usarlo y mucho menos con él. ¿Ahora me pone caliente que un hombre sea un cabrón todo el tiempo?
Si quiero sacar lo poco que se ha metido Alexander Roe en mi sistema debo comenzar olvidando ese beso y la conversación de esta mañana.
Bien, sin problemas, puedo hacerlo.
Mi teléfono suena en ese momento regresándome a la habitación y sacándome de mi autoplatica motivacional. Miro la pantalla confundida. No reconozco el número. La última vez que respondí fue una llamada muy desagradable de Seth, pero este número es de la zona así que me arriesgo.
—¿Hola? — respondo no muy segura de quién está al otro lado de la línea.
—Buenas noches señorita Brown — responde una voz gruesa.
Me incorporo de inmediato con los ojos bien abiertos. ¡Ay no! Esto no puede ser, no puede ser. ¿Qué hace él llamándome? Alto. ¿Cómo consiguió mi número privado?
—¿Ahora es muda? — casi puedo percibir su sonrisa al otro lado.
—No— finalmente respondo con mi voz normal después de ese largo y vergonzoso silencio.
—Qué alivio. Dígame ¿Cómo está su tobillo? — pregunta como si nada, como si esta fuera una conversación casual.
—Ya se lo dije por correo— se lo recuerdo.
¿Debería preguntarle cómo consiguió mi numero? Aunque no me sorprende, si consiguió mi dirección para enviarme su ridículo regalo, mi número de teléfono no debió ser un problema para él. Solo debe tronar los dedos para que las cosas le caigan del cielo.
—No. No lo hizo, solo cortó la conversación de repente y a mí no me gusta dejar las conversaciones a medias señorita Brown.
Me río a medias. Esto una broma de mal gusto. ¿Me está llamando solo por cortarle el rollo en los mensajes? Debí rechazar esta llamada cuando tuve oportunidad.
—No pretendía ser grosera señor Roe. — ¿Qué le digo para no sonar borde? No quería cortar la conversación, pero eres un cabrón y vete a mierda. Eso me costaría mi empleo. —Mañana tengo un día largo de trabajo.
—Entonces vayamos directo al grano y no la hago perder más de su valioso tiempo— su sarcasmo me hace apretar los dientes. — Dígame el estado actual de su tobillo.
Lo dice molesto y frunzo el ceño. Si está enojado por haberme ayudado en la mañana, no lo hubiera hecho y ya está, solo era como cualquier persona en la maldita ciudad, yo me las hubiera arreglado sola.
No le pedí su ayuda, no le pedía que me trajera a casa y no tengo porque responderle nada de lo que me pregunta. ¿Estoy siendo obstinada? Sí, pero él también es obstinado.
—No— me apetece ser insolente.
Se escucha un sonido del otro lado de la línea como si estuviera resoplando o como si estuviera apretando los dientes, no sé cuál de las dos es.
—No pienso entrar en una discusión con usted a la mitad de la noche, no es la única que tiene que trabajar mañana.
¿Entonces por qué demonios me llamó? Él no tiene que estar pendiente de mí después de haberme ayudado y yo no tengo que soportar su mal humor.
—No se preocupe señor Roe, no le quito más de su valioso tiempo. — repito sus palabras remarcando la última frase.
Lo oigo respirar fuertemente del otro lado y me preparo para lo que va a decirme.
—Si cuelga ese teléfono, le aseguro que voy a ir hasta su apartamento para comprobar su tobillo yo mismo. — me advierte.
Analizo mis opciones con una ceja arqueada y como siempre mi lado obstinado toma las riendas y hago lo que quiero. Además, él no vendrá, lo tengo más que claro.
—Buenas noches señor Roe— cuelgo inmediatamente con una sonrisa victoriosa en mi rostro.
Chúpate esa Alexander.
Me siento llena de excitación y voy a disfrutar de mi victoria durante el resto de la noche, ya mañana me ocuparé de las consecuencias. Pero él se lo buscó. Esto fue por haberme besado en el bar para "darme una lección".
Bueno distinguido y caliente señor Roe, aquí está mi lección para usted.
Le gusta jugar a los roles de poder, pero yo también se jugar. Soy una Brown y las Brown nos vengamos con elegancia.
Sin perder la sonrisa ladeada que traigo en la cara, voy a mi armario y saco el pequeño pijama de seda color blanco, uno de mis favoritos y el más cómodo que tengo.
Me lo pongo mientras pienso en cosas triviales como todo el trabajo que tengo que hacer mañana y esto lo hago con el único fin ya no pensar en Alexander Roe, eso sería como dejarlo salirse con la suya para arruinarme la noche y no lo voy a permitir.
Estoy agradecida que mi tobillo esté mejor, no puedo darme el lujo de faltar al trabajo cuando recién acabó de empezar, incluso si ya han pasado unas semanas. Tampoco puedo dejar a mi jefe solo con todos sus pendientes, por algo soy su asistente.
Entre Alexander, mi desmayo en el bar y el incidente fuera del gimnasio, mi fin de semana no puede empeorar más. Me pregunto cómo habrá estado el de Alicia, espero que mucho mejor que mi desastre.
En cuanto termino me voy a la cama, pero no para dormir. Como solo son las siete de la noche voy a aprovechar unas horas para adelantar un poco de mi trabajo mientras pueda mantenerme despierta o hasta que mi estómago me pida cenar.
Acerco mi laptop y la apoyo sobre un cojín en mis piernas. Reviso algunos documentos de los publicistas, en especial el de Adam Tail que por lo que veo es muy bueno en su trabajo, el reporte que le entregó a mi jefe es perfecto y no esperaba menos, parece un hombre muy centrado.
El pelinegro de ojos azules siempre está atento a cada cosa que se habla en las reuniones y mantiene un perfil profesional cuando trabajamos. Además, es apuesto y educado. No me sorprendería ver a muchas mujeres detrás de él.
Espero que con el tiempo podamos hacer un buen equipo. MI jefe no habla más que cosas buenas de Adam.
Alguien llama a la puerta y me levanto automáticamente. ¿Cora habrá ordenado algo para cenar? Me quedo en silencio un segundo pensando que solo imagine el sonido, pero no es así porque vuelvo a escucharlo otra vez.
A lo lejos escucho la voz de Cora hablando. Ella sigue en su llamada, entonces no ordenó nada y menos abrirá la puerta.
Los golpes en la puerta se hacen más desesperados y salgo descalza de mi habitación a toda velocidad molesta para abrirle al demente que esté del otro lado y no puede esperar ni un solo segundo sin tocar.
No he tenido problemas con los vecinos desde que me mudé, aunque tampoco es como si los vieran muy a menudo, aquí cada quien hace su propia vida, pero si es ese hombre de que se encarga de la recepción voy a armarle el escándalo del siglo.
Vuelve a tocar otra vez y más fuerte que antes sacando mi lado más indignado. ¿Acaso quiere tumbar la puerta? No tienen una pizca de educación para tocar como se debe.
Este no es el edificio de los locos para que toquen la puerta de esa manera. Vuelven a tocar como burlándose de mis pensamientos y termino los pasos que me faltan en zancadas. ¡Me van a oír!
Abro la puerta de un manotazo ya lista para gritar y...
Hay un hombre alto en frente a mí mirándome con el ceño fruncido sobre esos ojos verdes. Ya no lleva el traje de esta mañana y se ve más casual con ese abrigo negro que le llega a la mitad de sus piernas.
No dice nada y yo tampoco solo nos miramos fijamente. Así que no era mentira lo que dijo sobre venir. Bien, lo tendré en cuenta la próxima vez.
Nos miramos fijamente, ninguno baja la cabeza, es como un desafío personal.
—Buenas noches Señor Roe— digo esperando que diga algo.
—Veo que usted es muy valiente señorita Brown. — no aparta la mirada ni un solo segundo y mis nervios comienzan a aparecer.
—¿Perdón? — pregunto con un hilo de voz soportando esa intensa mirada verde, aunque se a lo que realmente se refiere.
—Vine para comprobar su tobillo ya que cortó nuestra conversación dos veces. — recalca las últimas dos palabras para que no quede duda. su pecho sube y baja notoriamente. —¿Puedo pasar o prefiere dejarme en el pasillo?
Me debato unos segundos realmente tentada a cerrarle la puerta en la cara, pero como no quiero montar un espectáculo para los vecinos y él parece realmente dispuesto a hacerlo, me hago a un lado y le hago un gesto para que entre.
Cierro la puerta tras él y quedamos frente a frente, pero su mirada ya no está en mis ojos si no en mi pequeño pijama que deja expuesto más de lo normal en mi cuerpo. Él solo me había visto con mi ropa de la oficina, este conjunto que traigo puesto es a la mar de revelador.
Mis piernas quedan expuestas hasta poco más arriba de la mitad de mis muslos, dónde si me inclinará se vería el borde de mis glúteos. La camisa corta se abre sobre el borde de mis pechos sin sostén.
Mierda, olvidé lo que traía puesto antes de abrir la puerta.
Su mirada sube lentamente por mis piernas hasta mis ojos y otra vez siento ese calor peculiar recorrerme el cuerpo, mi sexo da una punzada recordándome que tengo una deuda con él.
Carraspeo para calmar la temperatura de mi cuerpo. —Mi tobillo está mejor. La inflamación desapareció y ya ni siquiera me duele.
Espero que eso sea suficiente para su curiosidad y se vaya de una buena vez antes que me encierre en mi habitación y finalmente abra ese cajón. Parpadea un par de veces como si se estuviera adaptando a la luz de mi apartamento antes de hablar.
—Entonces ¿Por qué está cojeando? — mira hacia abajo.
Bajo la mirada a mis pies descalzos como él. —El piso está frio— me encojo de hombros.
—¿Y siempre suele abrir la puerta así? — baja su voz en su susurro ronco y siento el calor en mis mejillas.
—Estaba por irme a la cama— explico y mi voz sale más ronca de lo normal.
—¿Tan temprano? — asiento y él comienza a avanzar hacia mí.
—Fue un fin de semana muy largo.
—Le dije que no bebiera demasiado anoche y también le dije a su amiga que debía descansar. Si hiciera lo que le dicen se ahorraría muchos problemas señorita Brown. — llega hasta mí y el olor a menta de su colonia me inunda los sentidos.
—Lo sé. — arqueo la espalda por instinto, por esa maldita habilidad que tiene de ponerme nerviosa con su sola presencia.
Le doy un repaso a su cuerpo cubierto y al cabello apenas desordenado por el aire. Él es la muestra de elegancia y sensualidad.
—Vaya, hasta que estamos de acuerdo en algo— su mano sube a mi rostro y contengo la respiración hasta que los dedos fríos se posan en la comisura de mi boca.
Suelto el aire que estoy conteniendo y choca contra su mano. Debería darle un manotazo para que me suelte o dar un paso atrás o... pasa su dedo por mi labio inferior y comienza a palpitarme el pecho.
Sus ojos bajan y los clavan ahí, más todavía cuando abro la boca un poco más.
Trago con fuerza sintiendo mi garganta seca. Saco mi lengua para humedecer mis labios y por error rozo su dedo. Da otro paso más cerca.
—¿Entonces su tobillo está mejor? — se pasa la despacio la lengua por el labio inferior y siento el calor subir a mis mejillas mientras fijo mi mirada en ese punto. Coño. Maldito seductor de mierda.
—Mucho mejor— su dedo no se aparta de mi boca y lo rozo otra vez cuando hablo.
—No debería abrir la puerta de esa manera.
Sigue torturándome con su contacto muy despacio mueve el dedo como probando la textura de mi boca. Esta demasiado cerca de mí y mi cuerpo está a punto de entrar en combustión. Mi mente está confundida y estoy completamente perdida entre su voz y su aroma mentolado.
—¿Por qué?
—Porque su pijama es... diminuto— su voz está ronca y sube la mirada hasta que encuentra la mia. —Y puede ocasionar un accidente.
—¿Qué tipo de accidente? — mi voz apenas es un susurro.
Me mira fijamente.
—Una erección.
Mi respiración se queda atascada en mi garganta y la humedad en mis piernas comienza aparecer. Las palabras salieron de su boca tan rápido que apenas las puedo procesar.
—Sería un accidente inevitable— se inclina hacia mí y su aliento me hace cosquillas en la cara —Dice que le gusta duro.
Controlo el escalofrío en mi espalda. —Si
Se pasa la lengua por el labio otra vez y me clavo las uñas en las palmas de la mano para controlarme. Tengo las hormonas disparadas. ¿Será efecto del medicamento de la Dra. Kriss? Las pastillas anticonceptivas nunca me lo han provocado.
—Yo puedo dárselo duro.
Muy a mi pesar aparto la mirada de sus labios. —¿Qué tan duro?
No sé por qué coño le pregunté eso, pero sus ojos se oscurecen de repente y se acerca su boca a mi oído haciéndome cosquillas en el lóbulo.
—Mi polla grande va a entrar tan malditamente duro en tu coño una y otra vez hasta que comience a chorrear y te aseguro que vas a gritar.
Quiero echarme a llorar de frustración. Mi platica motivacional se acaba de ir a la basura y ya ni voy a fingir que no estoy caliente.
—No gracias— respondo con lo último que me queda de mi determinación.
—¿Estás segura? — sigue hablando en mi oído. —¿No quieres disfrutar?
Una de sus manos se posa en mi cintura justo por encima de la seda. Ni siquiera sé cómo es posible que con solo tocarme me haga temblar.
Saco toda la fuerza de voluntad que me queda para responderle. —No soy su tipo de mujer— le recuerdo.
Aparta su cabeza de mi oído y me mira fijamente. —Pero me gusta hacerlo duro y a ti también. Podríamos jugar.
¿Jugar?
—Hablemos claro Emma. No eres mi tipo de mujer, pero eso no significa que no me gusta lo que veo. — hace un recorrido rápido con una ardiente mirada y la temperatura en la habitación aumenta —. Me encanta lo que veo.
Si antes estaba caliente ahora estoy en llamas.
—Señor Roe no es...
—Alexander. — me interrumpe poniendo su dedo en mis labios casi metiendo la punta en mi boca y mis cejas se alzan por el atrevimiento. —¿No te parece que anoche rompimos ese vínculo de formalidades para que me sigas llamando señor Roe?
Aparta el dedo de mi boca suavemente y entre ese movimiento, sus anteriores palabras y la suave caricia de sus dedos sobre la tela de mi ropa, mi cuerpo traicionero suelta un gemido y la tensión entre nosotros se rompe.
—A la mierda con esto— gruñe en voz baja.
Su agarre en mi cintura se abierta y me levanta la cabeza con una mano en mi mandíbula. Ni protesto, quiero esto desesperadamente. Me agarro a las solapas de su abrigo y arqueo la espalda.
Se inclina, pero antes de que su boca toque la mia Cora aparece por el pasillo como una señal divina de que esto no debería pasar.
—Sexy ya tienes que... — se interrumpe al vernos y su voz me cae como un balde de agua fría. —Eh, ¿Hola?
Como puedo me separo de Alexander inmediatamente y él hace lo mismo. Cora mira entre ambos con los ojos muy abiertos sin decir nada y me obligo a hablar.
—El señor Roe vino para saber cómo estaba mi tobillo— le explico con voz neutra como si aquí no hubiera pasado nada y no me pasa desapercibida la mueca que hace cuando lo vuelvo a llamar así.
Asiente sin dejar de mirarme. —Me alegro que tu tobillo este mejor, te veré mañana en la oficina. — se gira hacia Cora —Buenas noches — le dice con una sonrisa educada antes de girarse hacia mí.
Me mira unos segundos a los ojos antes de bajar la mirada a mi cuerpo lentamente. Mis piernas se debilitan cuando lo veo comerme con la mirada haciendo promesas silenciosas. Cuando me mira los pechos mis pezones se tensan bajo la tela de mi pijama.
Joder. Este hombre va a hacer que pierda la cabeza.
—Buenas noches Emma— dice con voz ronca y luego me lanza una sonrisa de lado a lado.
Esa sonrisa... Mi respiración se queda atascada en mi garganta y lo sigo con la mirada hasta que desaparece por la salida.
En cuanto la puerta se cierra me permito respirar con normalidad otra vez.
—Esta mañana eras la señorita Brown y ahora eres Emma. Interesante— Cora me mira con una ceja levantada. —¿Qué hacía aquí el caliente, sucio y caballeroso de Alexander Roe?
¿Caballeroso? —Solo quería saber cómo estaba después de lo que pasó en la mañana, supongo que sintió que debía preguntar por educación. — me encojo de hombros.
—Y entonces decidió besarte para comprobar tu temperatura o algo así. — se ríe.
—¡No me besó!
—Pues ganas no le faltaron. Si yo no hubiera aparecido él ya te estaría dando el lote completo sobre la puerta.
El calor en mis mejillas regresa. —Estás loca Coraline.
—Estoy loca, pero no ciega. Si él te dijo que vino a ver como estabas te mintió. Quería verte y te encontró de la mejor manera— mueve las cejas de forma insinuante.
Abro la boca, pero no llego a replicarle nada. Camino de vuelta hasta mi habitación. Estoy molesta, frustrada y... excitada. ¡Maldición!
Escucho como sus pasos vienen detrás de mí —¿Te encuentras bien? — pregunta sonriendo de lado.
—Perfectamente— me tumbo sobre la cama. —Y no quiero una palabra más de esto.
—Cuando los vi juntos no parecía que quisieran hablar precisamente.
—¿No tienes una maleta que preparar?
—Lamentablemente sí, Dylan me quitó una hora de mi tiempo hablando por teléfono y sigue sin entender lo que le dije— se levanta de la cama. —Te dejo para que descanses o para que sueñes con Alexander Roe y ese beso caliente que te dio en el bar. Recuerda que tienes algo especial esperándote en esa caja. — Señala su regalo.
—¡Cora!
Su risa no se hace esperar mientras sale de la habitación dejándome sola, pero no se equivoca, él es lo único en lo que puedo pensar esta noche.
Me dejo caer sobre la cama perdida en Alexander Roe.
. . .
Despedirme de Cora está mañana fue difícil sé que cuando regrese no la encontraré ahí, pero prometió llamarme en cuanto llegue a casa y por ahora eso es más que suficiente.
Entro a mi oficina distraídamente en los pendientes del día que tengo, pero me quedo parada a medio camino cuando encuentro un arreglo de flores de colores sobre mi escritorio. Es un adorno pequeño como el que recibí el otro día.
Sonrío tímidamente sabiendo que son otro obsequio de Bennett. Aunque sigo sin entender cómo hace para conseguirlas tan temprano en la mañana, a esta hora las florerías normales siguen cerradas.
Me acerco a olerlas y ese delicioso olor me llena la nariz poniéndome de bien humor. Ese hombre sabe como tratar a una mujer. Busco la tarjeta que deberían traer, pero esta vez no hay tarjeta en el centro.
Supongo que lo olvidó, pero aun así más tarde le daré las gracias.
Me pongo a trabajar y me recuerdo mentalmente hacer mi cita con la Dra. Kriss hoy por la tarde, tengo que enfrentarme a lo que me diga sobre los medicamentos y a lo irresponsable que fuí el sábado por la noche.
Me sentiré como estar en un regaño de mi madre, los médicos tienden a sentirse así. Dejo de desvariar en tonterías y mejor me pongo en el trabajo pendiente antes que mi jefe me llame a su oficina como siempre.
Paso casi media mañana trabajando una cosa aquí y otra cosa haya bastante concentrada en mi computadora, tanto que incluso me sobresalto cuando Alicia aparece en mi oficina. NI siquiera la escuché entrar, parece muy sigilosa.
—Hola. — entra con una sonrisa y trae unos papeles en la mano.
—Hola Alicia— carraspeo saliendo de mi asombro inicial —. ¿Cómo estás?
Sus regordetas mejillas se alzan como siempre regalándome una sonrisa amable que me deja claro lo bien que se la pasó el fin de semana a diferencia de mí. —Muy bien— dice con notorio entusiasmo—. Mi fin de semana se pasó muy rápido que no quería que acabara— coloca una mano en mi escritorio y se poya sobre él.
Me rio internamente de su gesto despreocupado, es fácil sacarle platica de todo, por eso es muy distraída.
—¿Qué tal el tuyo?
—Si te cuento sentirías pena ajena.
—¿Tan malo fue?
Sacudo la cabeza y vuelvo a trabajar en la computadora. —No fue tan malo, también lo disfrute mucho— le sonrío —Bennett es muy divertido y una excelente compañía. Me habría encantado que vinieras con nosotros. Cora mi amiga, habría tenido ganas de conocerte.
—Me hubiera encantado, pero tuve cosas que hacer. — encoje un hombro—. De todas formas, no me hubiera sentido cómoda — carraspea y antes de que tenga oportunidad de preguntarle a que se refiere habla de nuevo —. El señor Jones quiere que revises este reporte.
—De acuerdo.
—Y también me pidió que te diera tu boleto para Birmingham— me entrega el boleto de avión. —Primera clase, fila dos, el próximo martes por la tarde.
—Gracias Alicia. — me sonríe otra vez y camina a la salida. —Por cierto, me puedes recordar la extensión del departamento de diseño. Quiero agradecerle a Bennett por las flores que me trajó.
Sus cejas se juntan. —Él no trajo esas flores, fue Amelia la asistente de la dirección General.
—¿La dirección General? ¿La del...?
—La del señor Roe. — termina por mí.
La miro con la boca abierta. Tiene que ser la típica broma de mal gusto y ahora estoy completamente convencida que trata de sacarme de mis cabales no hay otra razón por la que me haya mandado flores. Alicia me mira esperando que diga algo más.
—Ah casi lo olvido— se acerca a mí y saca una mediana tarjeta debajo de la base de las flores. —Ella dijo que esto es para ti.
La tomo con el ceño fruncido y la abro. "Inscripción anual a Silver Force" se lee en letras grandes. Abajo hay una tarjeta más pequeña donde pone la dirección del gimnasio.
—Te veo después, el señor Jones me necesita. — dice sacándome de mis pensamientos.
—Uh, si, adiós— digo a medias sin dejar de mirar lo que tengo en las manos.
Acaba de acojonarme como no tiene idea. ¿Y ahora que pretende con esto ese hombre? ¿Recordarme que me ayudo? Con todo el coraje contenido desde que me besó en el bar, levanto el teléfono, marco un par de números y espero.
—Gerencia General Hilton & Roe.
La voz casi robótica de la mujer me deja anonadada unos segundos. —Buenos días, hablo del departamento de relaciones públicas, quisiera hablar con el señor Roe.
—El señor Roe está en una reunión ahora. Puede dejar su mensaje.
—No. Gracias.
Cuelgo antes de que la mujer diga algo más y hago girar la tarjeta en mis manos varias veces. No sé lo que haga con esto, pero si quieres jugar Alexander Roe, jugaremos.
. . .
Paso el día trabajando tratando de no pensar en Alexander y en sus nada profesionales bromas, aunque ya hemos cruzado esa línea profesional. Ese beso fue culpa de ambos. Sigo determinada abrumarme de más pensamientos sobre él y se me da bien ahora que tenemos unos días antes de viajar a Birmingham.
Será como tomar un respiro dentro de todo el torbellino en el que se ha convertido mi vida laboral, una empresa tan exigente como ésta, está haciendo honor a su nombre y a su reputación con la calidad que el trabajo.
Una vez que termino mi horario laboral de forma pasiva, me dirijo al consultorio privado de la Dra. Kriss en el centro de la ciudad y escucho en silencio su plática por ser tan irresponsable y olvidar mis medicamentos.
—Esta es tu nueva receta Emma, no olvides que dentro de un mes tenemos tu próxima cita para remover las marcas de tus muñecas si ya te sientes lista.
Me regala una sonrisa amable y me siento mejor, esto fue mejor de lo que esperaba y acepto mi parte del castigo. El medicamento es más para calmar los nervios y el estrés. Aunque no deben tomarse con regularidad para no provocar afección a ellos.
—Gracias por recibirme.
—No me agradezcas— me recuerda con una sonrisa. —Cuídate Emma y no olvides, nada de alcohol esta vez. No hasta que terminemos el tratamiento.
Asiento y salgo de su consultorio caminando como zombi entre las paredes blancas.
Paso brevemente a la farmacia para comparar los nuevos medicamentos y finalmente camino hasta mi Mazda en el estacionamiento y me pierdo en el tráfico de Londres con Siine llenándome los oídos.
Cuando aparco fuera de mi edificio veo un auto negro de lujo estacionado a dos autos del mio en la acera. Lo reconozco de inmediato.
No. No. No. ¿Qué hace aquí? Ya me fastidió la mañana y la noche. No quiero verlo, no hasta que me haya hecho a la idea de que no debo tenerlo cerca.
Respiro hondo para contener el enojo y me tranquilizo con una plática mental Él no puede verme desde ahí dónde está estacionado su auto, si salgo sigilosamente voy a poder correr al edificio sin que me vea y asunto arreglado.
Se quedará con un pasmarote esperando verme y no lo conseguirá.
Tomo una respiración profunda y abro la puerta de mi Mazda cuidadosamente para salir a toda velocidad hasta la entrada del edificio. Por el rabillo del ojo veo que la puerta del auto negro también se abre y aumento la velocidad, lo más que puedo con los tacones maldiciendo en voz baja.
Llego al ascensor y aprieto el botón varias veces. Mi pierna se mueve con desesperación mientras presiono otra vez.
—Vamos. Vamos.
Oigo el ruido del ascensor viniendo, pero ya es demasiado tarde.
—Hola Emma— dice su voz gruesa a mi espalda.
Maldición me atrapó. Pongo cara neutral y me giro hasta tenerlo de frente como si fuera un cliente molesto con el que tengo que lidiar.
—Señor Roe. — fijo una expresión de sorpresa.
—Alexander.
Ignoro su corrección. —¿Qué hace aquí? ¿Puedo ayudarlo en algo?
Viene en traje azul y su peinado impecable tanto que me cuesta mantener mi expresión seria y pasear mi mirada por él.
—Mi secretaria me dijo que llamaste y quiero saber de qué se trata.
Eso ocurrió desde la llamada y en la oficina nunca devolvió la llamada. ¿Ahora vino hasta aquí solo para preguntármelo? Que considerado de su parte. —Bueno, recibí unas flores esta mañana con esta tarjeta. — rebusco en mi bolsa y saco la pequeña tarjeta blanca.
—¿Y? — sus cejas se juntan.
—No la quiero.
—No es mia— se encoje de hombros.
Lo miro sádicamente. Mentiroso. Sabe lo que hizo y aun así lo niega.
—Usted es la única persona que sabe lo que paso en el gimnasio ayer. ¿Quién más puedo habérmelo dado?
—No lo sé, tal vez uno de tus amigos. ¿No me digas que llamaste a mi oficina solo para devolver eso? — está luchando para contener una sonrisa.
Aprieto los labios en una línea recta. —Si no es suyo, en ese caso— tomo la hoja y la rompo en pedazos frente a su cara. Sus cejas se alzan mientras lo tiro en el basurero a un lado. —Asunto arreglado.
—Ese gimnasio es mejor que ese lugar al que vas. ¿Quieres que te asalten otra vez? — dice con los dientes apretados.
—Ese es mi problema. Buenas Tardes.
Entro al pequeño ascensor y él entra detrás de mí. Lo miro mal por lo que hace, pero ni así se baja. Aprieta los botones y el ascensor comienza a subir.
Lo miro mal. —¿Se le ofrece algo más o hay otra razón por la que esté subiendo a mi piso señor Roe?
—Alexander — dice con tono áspero llevándose una mano a la nuca y jala su cabello castaño exasperado. —Joder. ¿Siempre tienes que ser tan obstinada? — se acerca a mí.
—¿Y usted siempre busca a sus empleados en sus casas para hablar de tonterías señor Roe? — contraataco.
Admito que estoy usando es nombre para cabrearlo. Cada vez que no lo llamo por su nombre hace una mueca y comienzo a disfrutarlo, pero mi diversión dura muy poco.
El lugar es muy pequeño y en dos pasos ya lo tengo frente a mí. El cerebro se me fríe en un segundo por la cercanía nada profesional, pero eso no evita que le sostenga la mirada.
—Alexander— me interrumpe—. ¿Queda claro? ¿O es que te tengo que buscar otra forma para que digas mi nombre? — sus cejas se fruncen.
Mi respiración se acelera y su mano sube hasta mi rostro, pero antes que me toqué las puertas se abren y salgo más rápido de lo que puedo. Debo huir.
Busco mis llaves en mi bolsa a toda velocidad antes de llegar a mi apartamento, pero el vuelve a aparecer frente a mi antes de que las encuentre.
—No contestaste a mi pregunta.
—¿Qué haces aquí? — le pregunto directamente perdiendo las formalidades, además él ya no usa formalidades conmigo.
Me estoy cansando de sus juegos y si voy a marcar una línea invisible entre nosotros debo dejar las cosas claras primero.
—Quería saber por qué llamaste a mi oficina— inclina la cabeza a un lado. —Y tal vez para verte, anoche dejamos algo pendiente — Apoya una mano sobre la pared y se inclina sobre mí, su rostro a escasos centímetros del mio.
Uno de los vecinos del piso de arriba pasa por las escaleras y veo que el muy chismoso se queda viéndonos desde lejos unos segundos más antes de irse por el ascensor.
—No sé de lo qué hablas.
—Entonces déjame recordártelo. — una de sus manos baja a mi cintura y la aprieta.
Antes de que pueda reaccionar, inclina la cabeza y quedamos exactamente como ayer en la noche, cuando estuve a punto de perder el control.
Mi cuerpo se tensa con su taco y me quedo sin moverme. Su rostro baja por mi cuello y aspira suavemente mientras los dedos en mi cintura se mueven suavemente.
Aprieto los parpados con fuerza y trato de pensar en otra cosa que no sea su delicioso cuerpo a escasos centímetros del mio, ni su olor masculino, pero no funciona.
Acerca la boca a mi oído y atrapa mi lóbulo entre sus labios y lo desliza suavemente entre sus dientes después de acariciarlo con su lengua. Ahogo un ruido en mi garganta y trato de controlar mi respiración.
Está seduciéndome en el pasillo.
—Espero que eso te lo recuerde— su aliento me hace cosquillas en la piel y vuelve a su anterior tarea.
Después de unos tortuosos segundos, se aparta y me clava esos pozos verdes. Se inclina más y sus labios quedan a milímetros de los míos. —¿Quieres que me vaya? — pregunta con voz ronca.
Reprimo las ganas que tengo probar su boca y reúno la poca fuerza de voluntad que me queda para reponerle demostrándole que su pequeño acto no me provocó nada, aunque eso sea mentira.
—Si.
Me mira con una expresión divertida en sus ojos como si supiera algo que yo no. —Está bien, lo haré con una condición.
—¿Cuál? — lo miró con una ceja levantada.
Sus ojos bajan un segundo a mi boca y los vuelve a subir. —Quiero que digas mi nombre.
Lo miro fijamente, estamos demasiado cerca y esto no puede terminar bien. —¿Si digo tu nombre te vas? — Asiente.
Bien, parece un trato justo y así no tengo que huir de sus juegos de seducción. Abro la boca para decirlo y con un movimiento bien calculado levanta la mano, pero no me toca, solo la deja a centímetros de mi boca.
Trago saliva instintivamente. —Alexander. — mi voz sale suave.
Hace un sonido de satisfacción y la mano que tiene en mi cadera se aprieta.
En ese momento a unos metros de nosotros la puerta de mi apartamento se abre y me giro inmediatamente. ¿Quién demonios está en mi casa? Un robo clandestino es lo que menos necesito en este momento.
Frunzo el ceño y Bennett aparece en la entrada con una chaqueta en sus manos. El cabello rubio de Cora aparece detrás de él. ¿Cora? Ella tenía que haberse ido esta mañana.
Con movimientos casi automáticos me aparto de Alexander antes que nos vean y los encaro. —Hola Bennett— digo un poco aturdida, y siento a alguien tensarse a mi espalda.
—¿Qué haces aquí? — la voz de Alexander suena dura y me giro hacia él.
Tiene una expresión seria en su rostro y está mirando fijamente al hombre dentro de mi apartamento.
—Emma— Bennett se inclina y deposita un beso en mi mejilla antes de girarse a Alexander. —Hola hermano.
¡Hola sexys!
Alexander es simplemente ardiente.
Sigamos disfrutando de esta historia porque algo me dice que se pondrá intensa...
-Karla
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